martes, noviembre 03, 2009

La subversión de la función del Estado

Por Francesc Sanuy, abogado (EL PERIÓDICO, 01/11/09):

Aquí, lo que ha ocurrido es que se ha roto el gran pacto sobre cuál debe ser el rol del Estado. Habíamos quedado, en efecto, en que la sociedad encomendaba al poder público la preservación de determinadas actividades económicas aunque no fueran rentables y que la función de los gobiernos era impedir que el 1% de la población controlara el 95% de la riqueza e invertir en carreteras (no concesiones de peajes a empresas privadas), escuelas, bomberos, sanidad, etcétera. Pero en los últimos 10 años se ha hecho exactamente lo contrario. Una serie de individuos sin escrúpulos y portadores de un solo valor en forma de ánimo de lucro, junto con los banqueros, cajeros, aseguradores y fondos de inversión de alto riesgo, han privatizado el Estado y lo han puesto a sus pies y en el comedero. Ahora, la gran cuestión ya no es nacionalizar la banca, sino nacionalizar el Estado y volver a las pautas de actuación que son la única justificación posible de su existencia. No ganarán la partida ni Smith ni Marx. Será entre Schumpeter y Keynes que se perfilará un neocapitalismo en el que el mercado quede en libertad vigilada y sometido al control social de la comunidad.

Las finanzas modernas que se iniciaron a partir de 1950 ponían el acento en los modelos matemáticos y partían de la base de que el comportamiento de los mercados era racional. Es más, la idea central era la vigencia de la hipótesis del mercado eficiente, o sea, que la formación de los precios daba un resultado correcto y, al mismo tiempo, imprevisible. La prueba de esta falacia teórica, según el profesor Richard Thaler, de la Universidad de Chicago, la encontramos en los estudios de Benjamin Graham, que ya durante los años 30 demostraba que las cotizaciones en la bolsa de los fondos de inversión no coincidían en absoluto con las de las empresas participadas presentes también en el mismo mercado bursátil. Son los milagros de los que le hacen una cartera al inversionista modesto y dan después un rendimiento inferior al que obtendría si la eligiera él mismo.

El profesor de Harvard Michael Jensen afirmó que durante muchos años parecía indiscutible la hipótesis del mercado eficiente, pero en 1968 ya subrayó que los gestores de fondos de inversión no podían mejorar el resultado del mercado y, a pesar de todo, los inversionistas modestos siguieron confiando los ahorros a gestores de fondos de alto riesgo que cobraban tarifas y comisiones absolutamente exageradas. ¿Alguien les ha explicado en qué consiste la práctica del churning? Pues, para ser breve, dado que ahora no viene al caso, se trata de mover sus ahorros comprando y vendiendo al menos una vez al mes y, al final del ejercicio, cobrarle un 20% de comisiones y abonarle a usted un 3% o un 4% de rendimiento neto. En todo caso, el mercado pretendidamente eficiente se ha desacreditado él mismo con la burbuja tecnológica y con la inmobiliaria y las hipotecas. Ha quedado claro también que los inversionistas no son racionales, porque del colapso del Long Term Capital Management ya deberían haber escarmentado del espejismo de que siempre esconden unos beneficios muy altos con unos apalancamientos muy elevados. Hemos sufrido, por tanto, unas enormes distorsiones de precios que han comportado unas pésimas asignaciones de recursos y una disolución del sistema crediticio global. Así, pues, si tenemos que conservar el mercado será necesario que inexorablemente los gobiernos pongan en marcha mecanismos de estabilización automática, por ejemplo, a fin de garantizar que las reservas, provisiones y dotaciones de los bancos sean fijadas de forma dinámica según las situaciones coyunturales.

Lord Robert Skidelsky ha ultimado el libro Keynes: el retorno del maestro. Obviamente, el título es evocador de lo que dijo Margaret Thatcher, ya jubilada, en el congreso del Partido Conservador británico, al que dirigió un discurso inaugural que empezó con esta frase: «Al venir al centro de convenciones he pasado delante de un cine que anunciaba la proyección de El retorno de la Momia». Skidelsky explicará que, desde el siglo XVIII, la economía moderna nunca se ha presentado como una disciplina predictiva parecida a las ciencias naturales. En consecuencia, es perfectamente lógico que, con escasas excepciones (por ejemplo, Roubini en EEUU o Niño en el Instituto Químico de Sarrià), el gremio no fuera capaz de prever la catástrofe que se acercaba. Aparte de que la pregunta por ella misma era equivocada, porque, tal como dijo Karl Popper, en los asuntos humanos es imposible anticipar un invento nuevo debido a que si fuera posible ya se habría inventado.

Es más, si el comportamiento social fuese racional y basado en la información disponible, ya no habría incertidumbre y se podrían asumir unos riesgos calculados. Pero a la hora de la verdad, tal como reconoció Alan Greenspan (naturalmente, después de cesar como presidente de la Reserva Federal), el esquema adoptado condujo al mundo entero a infravalorar el riesgo existente.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

¿El final de la democracia?

Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 01/11/09):

Las capitales occidentales están de mal talante. Y su mal humor tiene poco que ver con la situación económica que puede decirse que ha mejorado algo en las últimas semanas. Hace veinte años, cuando cayó el muro de Berlín en Alemania y finalizó la guerra fría, verdaderas multitudes se pusieron a bailar en las calles de la Europa central y oriental. Hace diez años, los primeros ministros y ministros de Economía y de Asuntos Exteriores de Europa se reunieron en Lisboa y en su comunicado final pronosticaron un esplendoroso futuro para el continente en casi todos los aspectos. Se publicaron libros titulados, por ejemplo, El fin de la Historia.La libertad y la democracia estaban a punto de triunfar en todo el mundo; los conflictos internos y tensiones entre los países habían finalizado.

¿Qué cabe decir del momento actual? Discursos pesimistas y numerosos libros y artículos titulados Posdemocracia o incluso El fin de la democracia dudan de si las actuales instituciones políticas en Occidente podrán solucionar los problemas que afrontan estas sociedades. El gran intelectual italiano Claudio Magris, al agradecer la concesión del premio de la Paz de los libreros alemanes en la Feria del Libro de Frankfurt, no tuvo palabras de consuelo, sino de lamentación, sobre la impotencia de Europa, sobre su falta de propósito y de progreso y sobre la falta de cumplimiento de todos los sueños de antaño. Los grandes partidos tradicionales de derecha e izquierda en Europa pierden apoyo, como han mostrado las recientes elecciones en Alemania y harán probablemente lo propio las británicas. El pesimismo reina en Europa del este y la situación italiana suministra materia a los autores satíricos en mayor medida que a los comentaristas políticos serios. En EE. UU. no hace tanto tiempo, se depositaban grandes esperanzas en la elección de Obama como presidente. Su prestigio personal sigue siendo notablemente elevado. Sin embargo, cunde el pesimismo con relación a los resultados de su Administración tanto en el interior como en el exterior.

Hace veinte años, reinaba un optimismo general acerca del avance de Rusia hacia la democracia y su aproximación a Occidente. Poco queda de tal optimismo. Vladimir Putin y su círculo parecen convencidos de que aunque Occidente siga siendo un importante cliente del petróleo y gas rusos, Rusia tiene más que aprender de China desde el punto de vista político. Con su sistema de partido único, China ha realizado grandes progresos en muchos aspectos y se ha convertido en una gran potencia. ¿No está enseñando a Rusia la vía para recuperar su grandeza anterior? Ex Oriente lux…Numerosos pensadores rusos (y no sólo ellos) han pregonado durante mucho tiempo que la salvación provendría de Oriente y no del decadente (y hostil) Occidente.

¿Cómo explicar este cambio radical de talante en pocos años? Algunos motivos son evidentes: las expectativas, sencillamente, eran demasiado elevadas. Reinaba el convencimiento de que cada año seríamos más felices y gozaríamos de mayor seguridad y riqueza. Eran fantasías de capitalismo de casino, por un lado, y antiglobalización revolucionaria, por otro. Pero no había razón alguna para presuponer que porque había terminado la guerra fría la paz irrumpiría en toda la Tierra. Numerosos conflictos sofocados durante la guerra fría salieron a la luz cuando acabó. En las democracias occidentales ganó terreno el convencimiento de que la ciudadanía podía – como en el Cándido,de Voltaire-retirarse tranquilamente y sin riesgo a cultivar su jardín dejando al Estado y a los partidos políticos la tarea de lidiar con los escasos problemas que pudieran quedar. La idea de que la libertad y la defensa de los derechos humanos implicaran una vigilancia constante y una participación activa en la vida pública, de que las sociedades democráticas proporcionaran no sólo derechos sino también deberes… todo eso parecía pertenecer a tiempos pasados.

El problema no está en que las sociedades democráticas afrontaran súbitamente dificultades sin precedentes, tal vez insuperables, que no pudieran posiblemente abordar salvo en el caso de un esfuerzo sobrehumano bajo la guía y liderazgo de líderes que fueran verdaderos genios. No. La cuestión es que la vida se había vuelto excesivamente cómoda. No había peligros evidentes e inmediatos en casa o en el extranjero y se esparcieron toda suerte de fantasías e ilusiones acompañadas de una creciente indolencia e indiferencia.

Veinte años después del famoso “fin de la Historia”, la mayor parte de la humanidad no vive en el seno de sociedades democráticas y las posibilidades de que esto cambie radicalmente en el futuro son casi inexistentes. Al contrario, la influencia política de la democracia liberal en el mundo ha disminuido. EE. UU. se debilita y Europa mucho más. Pero ello no significa el fin de la democracia. Las ganas de vivir en libertad no desaparecen del planeta. Incluso las autocracias han de fingir que son también partidarias de la democracia; sólo que de un modo distinto, no al estilo occidental. Tal vez las sociedades occidentales puedan despertar aún de su sopor y los cambios de talante sigan produciéndose como han hecho a lo largo de la historia.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

El año de los milagros

Por Alexandre Muns, profesor de Integración Europea de la Escola Superior de Comerç Internacional, ESCI-UPF (LA VANGUARDIA, 01/11/09):

El 9 de noviembre de 1989, el Comité Central del Partido Comunista de la República Democrática de Alemania (SED) decidió suavizar las restricciones de sus ciudadanos para viajar a Europa occidental en un intento desesperado para detener la revolución popular que desde septiembre desafiaba al régimen comunista de Berlín Este. El decreto ley en principio preveía que los ciudadanos de la RDA solicitaran visados para viajar. Pero en la rueda de prensa convocada por la tarde, Günther Schabowski – miembro del Politburó del SED-explicó por error ante la perplejidad general que la medida entraba en vigor con carácter inmediato.

Los ciudadanos de Berlín Este no esperaron más aclaraciones oficiales, acudieron al muro y lo franquearon. Las horas posteriores a la caída del muro fueron las de mayor euforia pero también potencial peligro. Las dos Alemanias eran dos de los países más militarizados del mundo. Cientos de miles de soldados y decenas de misiles nucleares de la OTAN estacionados en la República Federal Alemana (RFA) se encontraban a poca distancia de los 370.000 soldados soviéticos y armamento nuclear de la Unión Soviética estacionados en la RDA.

Algunos de los acontecimientos del año de los milagros (1989) pueden parecer inevitables desde la perspectiva actual posterior al fin de la guerra fría. Al fin y al cabo, hoy Alemania está sólidamente anclada en una Unión Europea de 500 millones de habitantes y una unión económica y monetaria (UEM) de 16 miembros con moneda y política monetaria únicas. Los ex aliados de la URSS en el Pacto de Varsovia se han incorporado entre el 2004 y el 2007 a la UE. Pero la caída del muro de Berlín y la reunificación de Alemania en 1989-90 de manera completamente pacífica no tuvieron nada de inevitables.

La RDA se hundió por una combinación de factores. Su economía en 1989 se encontraba al borde de la quiebra, con una deuda externa de 26.500 millones de dólares y un aparato productivo incapaz de suministrar bienes de consumo. A la frustración por las escaseces se sumó la indignación popular por el enésimo pucherazo efectuado por el SED en las elecciones de mayo de 1989. La apertura de la frontera entre Hungría y Austria en septiembre fue tolerada por la URSS de Mijail Gorbachov. El líder inmovilista de la RDA, Erich Honecker, fue incapaz de amedrentar al gobierno de Budapest a pesar de su amenaza de convocar una reunión extraordinaria del Pacto de Varsovia. Los germanorientales se lanzaron a las calles de Leipzig y Dresde en octubre en manifestaciones que Honecker se planteó reprimir.

Pero el mensaje transmitido desde Moscú fue tajante: la URSS no apoyaría ninguna acción militar de Honecker. La dimensión de las manifestaciones hizo finalmente desistir a Erich Honecker, que fue apartado del poder el 18 de octubre. Pero las pequeñas concesiones de los reformistas del SED no evitaron el hundimiento de la RDA.

A partir de noviembre de 1989, Kohl aprovechó magistralmente el ímpetu generado por los acontecimientos ocurridos en la calle – caída del muro, éxodo de miles de germanorientales a la RFA-para conseguir en once meses una absorción pacífica de la RDA por parte de la RFA. Kohl logró primero el apoyo decidido del gobierno de Bush Sr. prometiendo que mantendría a la Alemania unificada en la OTAN. Disipó los temores del Reino Unido y Francia (que, junto a Estados Unidos y la URSS, conservaban derechos de potencias vencedoras sobre Alemania) incluyéndolos en las negociaciones sobre los aspectos internacionales de la reunificación y accediendo a la UEM. Sedujo a un Gorbachov desesperado por salvar la perestroika y la URSS con créditos y la promesa de una relación privilegiada. La suerte de la RDA estaba echada. En julio de 1990 se selló el acuerdo definitivo. La Alemania reunificada permanecía en la OTAN, con derecho a desplegar armas nucleares en todo el territorio alemán, y la URSS se comprometía a retirar sus tropas en cuatro años. A cambio, Gorbachov obtenía ayudas de la RFA por valor de 24.000 millones de euros. Alemania se unificó el 3 de octubre de 1990, y la CDU de Kohl arrasó en las elecciones al Bundestag de diciembre.

La RDA era la joya europea de un imperio soviético cuyo triunfo sobre el nazismo había costado la vida a 20 millones de soviéticos. La ayuda concedida por Kohl a la URSS doblegó la resistencia de Gorbachov a una reunificación rápida de las dos Alemanias dentro de la OTAN. Putin y otros líderes rusos posteriormente acusaron a Occidente de haberse aprovechado de la debilidad de la URSS, especialmente cuando la OTAN prosiguió su expansión hacia el este. Pero la complicidad generada por las negociaciones de 1989-90 paradójicamente ha convertido a Alemania en el mejor socio en Occidente de la Rusia actual.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Nosotras siempre somos más

Por Esther Tusquets, escritora (EL PAÍS, 01/11/09):

Desde siempre he sabido que las mujeres tenemos una vida más larga que los hombres. Lo oí desde niña, y también me explicaron que esto se debía a que las mujeres, dado que no trabajábamos (o, por lo menos, no trabajábamos fuera de casa, en profesiones estresantes y de responsabilidad), consumíamos menos energía y nuestro organismo sufría un desgaste mucho menor. Siempre lo di por bueno.

En efecto, si una máquina se utiliza poco, tiene por lo general más duración que si está a tope muchas horas. Vivíamos más porque no dábamos golpe, y lo malo era que, al integrarnos cada vez más en el mundo del trabajo, íbamos a perder una de las pocas ventajas de las que disfrutábamos, íbamos a morir más jóvenes y nuestra longevidad se equipararía a la de los varones.

Han transcurrido muchos años y las cosas no han ido por este camino. Cada vez son más las mujeres que trabajan -incluso en profesiones tan intensas y absorbentes como la política o los altos cargos de las grandes empresas, donde están presentes las dos máximas ambiciones del ser humano de hoy: el poder y el dinero- y es posible que anden estresadísimas, que sobrevivan a base de ansiolíticos y antidepresivos, pero la verdad es que no por ello mueren antes, ni siquiera las deteriora la mala conciencia de que por su culpa no pueda yo seguir citando (mi hermano Óscar, implacable y para mí utilísimo Pepito Grillo, me advirtió que estaba haciendo el ridículo) aquella frase que me gustaba tanto, según la cual el día que mujeres ineptas e incapaces ocuparan cargos de responsabilidad se habría logrado la igualdad entre los sexos.

¡Dios mío, si habremos visto mujeres incompetentes, ignorantes y estúpidas y nefastas ocupando cargos de poder! Y lo habrán hecho muy mal, y desde luego no se ha logrado la paridad con los varones (a partir de ahora puedo decir que la igualdad entre los sexos se habrá empezado a lograr cuando se equiparen los salarios), pero seguimos viviendo más que ellos. Es fácil comprobar que habitamos un mundo lleno de viudas.

Hace muy poco tiempo, unos meses, supe la verdadera razón de que las mujeres fuéramos más longevas. Y resultó ser la opuesta a aquella que yo había aceptado como buena desde niña.

Lo descubrí por casualidad, en una conferencia sobre el cerebro que dio el neurólogo que maneja con extraña sabiduría mi Parkinson (e incluso, y tiene mayor mérito, me controla a mí), Nolasc Acarín. Aunque iba dirigida a profanos, yo me perdí de la misa la mitad. Pero algo quedó claro: el cerebro del hombre no envejece por exceso de uso sino por uso insuficiente. Cuanto más activo esté uno, más probabilidades tiene de llegar a viejo. Y esto cobra especial importancia cuando se empieza a envejecer, cuando al jubilarte tienes la oportunidad de elegir en qué vas a emplear tu tiempo, o si no vas a emplearlo en nada. Y, al parecer, las mujeres nos mantenemos infinitamente más activas que los hombres.

“¿Sí?”, pregunté un poco sorprendida, porque nunca lo había visto desde este punto de vista.

Y hubo una respuesta unánime y entusiasta por parte de las asistentes. “¿No te has dado cuenta? ¡Siempre somos más! ¡En las conferencias! ¡En los teatros! ¡En las presentaciones de libros! ¡En las bibliotecas públicas! ¡En las excursiones! ¡En las clases de yoga! ¡En las de gimnasia! ¡En los cursos para la tercera edad! ¡En los clubs de bridge! ¡En las conferencias! ¡Aquí mismo!”.

Efectivamente, habían acudido a oír hablar del funcionamiento del cerebro humano muchas más mujeres que hombres. “En todas partes somos más, ¡menos en el fútbol!”, zanjó una la cuestión. Las mujeres, además, -mucho más que los hombres- se han mantenido siempre activas al alcanzar la tercera edad. Porque parte de las funciones que tradicionalmente se les asignan -el cuidado de la casa, de los ancianos y, sobre todo, de los niños- no desaparecen con la edad. Las “tareas domésticas” siguen siendo las mismas; los padres de la pareja han llegado a la vejez y requieren mucha atención y ocupan mucho tiempo, y con frecuencia han aparecido los nietos.

También los varones se preocupan por sus padres, “colaboran” con creciente frecuencia en los trabajos caseros, y suelen adorar a sus nietos, de modo que desarrollan actividades con ellos. Pero la responsabilidad recae en la mujer. Mientras muchos hombres, al alcanzar la jubilación, consideran haber concluido con sus obligaciones y -menos curiosos, menos dados a múltiples intereses, menos activos- se pasan las horas muertas delante de la televisión.

Si esto es así, resulta que las mujeres vivimos más, no por estar ociosas, sino por mantenernos más activas, por tener intereses más amplios y variados, por forzar a nuestro cerebro (¿será siquiera verdad que, como pretenden algunos, el tamaño del cerebro se relacione con la inteligencia?, tendré que preguntárselo a Acarín) a seguir funcionando a buena marcha.

Me gusta la idea. Por una vez una teoría establecida por hombres y mujeres no nos deja relegadas a ciudadanos de segunda…

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

La desaparición del erotismo

Por Mario Vargas Llosa. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2009 (EL PAÍS, 01/11/09):

Hay muchas formas de definir el erotismo, pero tal vez la principal sea llamarlo la desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al progreso de la libertad y la influencia de la cultura y las artes en la vida privada, de mera satisfacción de una pulsión instintiva en un quehacer creativo y compartido que prolonga y sublima el placer físico rodeándolo de rituales y refinamientos que llegan a convertirlo en obra de arte.

Tal vez en ninguna otra actividad se haya ido estableciendo una frontera tan evidente entre lo animal y lo humano como en el dominio del sexo, diferencia que, en un principio, en la noche de los tiempos, no existía y confundía a ambos en un acoplamiento carnal sin misterio, sin gracia, sin sutileza y sin amor. La humanización de la vida de hombres y mujeres es un largo proceso en el que intervienen el avance de los conocimientos científicos, las ideas filosóficas y religiosas, el desarrollo de las artes y las letras y en esa trayectoria nada se enriquece más ni cambia tanto como la vida sexual. Ésta ha sido siempre un fermento ígneo de la creación artística y literaria y, recíprocamente, pintura, literatura, música, escultura, danza, todas las manifestaciones artísticas de la imaginación humana han contribuido al enriquecimiento del placer a través de la práctica sexual. Por eso, no es abusivo decir que el erotismo representa un momento elevado de la civilización y es uno de sus ingredientes determinantes. Para saber cuán primitiva es una comunidad o cuánto ha avanzado en su proceso civilizador nada tan útil, rompiendo sus secretos de alcoba, que averiguar cómo hace el amor.

El erotismo, sin embargo, no sólo tiene esa función positiva y ennoblecedora de embellecer el placer físico y abrir un amplio espectro de sugestiones y posibilidades que permitan a los seres humanos satisfacer sus particulares deseos y fantasías. Es también un quehacer que saca a flote aquellos fantasmas escondidos en la irracionalidad que son de índole destructiva y mortífera. Freud los llamó la vocación tanática, que se disputa con el instinto vital y creativo -el Eros- la condición humana. Librados a sí mismos, sin freno alguno, aquellos monstruos del inconsciente que asoman y piden derecho de ciudad en la vida sexual si no son frenados de algún modo podrían acarrear la desaparición de la especie. Por eso el erotismo no sólo encuentra en la prohibición un acicate voluptuoso, también un límite violado el cual se vuelve sufrimiento y muerte.

Nadie ha estudiado con más lucidez que Georges Bataille este aspecto dual -vida y muerte, placer y dolor, creación y destrucción- del erotismo y por eso ha hecho bien Guillermo Solana poniendo de título a la exposición que ha organizado en los locales del Museo Thyssen y Caja Madrid el que dio el gran ensayista francés al último libro que publicó en vida: Lágrimas de Eros. Se trata de una excelente muestra que con unos 120 cuadros, esculturas, fotografías y vídeos ilustra la variedad temática y la excelencia formal que ha llegado a alcanzar la experiencia sexual en sus mejores expresiones artísticas. El asunto es tan vasto que una exposición de arte erótico sólo puede aspirar a ser la punta del iceberg, pero, en este caso, la antología ha sido elegida con la sabiduría y el buen gusto necesarios para dar al espectador una idea clara de la exuberancia ilimitada de que ella es apenas un indicio.

Una de las enseñanzas más flagrantes que se desprende de la exposición es que el erotismo no es tanto un hecho en sí, una entidad aislada y diferenciada de otras, sino más bien una mirada, una elección subjetiva, una pasión o una manía que se proyectan sobre todo lo existente, erotizando a veces cosas que parecerían serle totalmente ajenas y hasta írritas, como la religión. Es natural y obligatorio que la antigüedad pagana, con su amoralismo, haya sido una fecunda inspiradora de pintura y escultura eróticas -también lo ha sido de literatura- y que temas como el nacimiento de Venus, las esfinges y las sirenas, Apolo y Jacinto, Andrómada encadenada y Endimión dormido -salas de la exposición- hayan incitado a grandes artistas y debamos a ello un buen número de obras maestras. Pero no menos estimulante para la fantasía erótica lo ha sido el cristianismo, desde Eva y la serpiente, un tema recurrente a extremos de enloquecimiento de centenares de pintores, hasta la Magdalena, la pecadora arrepentida y penitente cuyas formas desnudas, ampulosas o góticas, son uno de los íconos del imaginario erótico en todas las épocas y para todas las escuelas. Y qué decir del martirio de San Sebastián y de las tentaciones de San Antonio en el desierto que a su vez han tentado a una numerosa genealogía de artistas que van de Brueghel a Picasso y Saura, pasando por Jan Wellens de Cock (su pequeño cuadro es uno de los más memorables de la muestra) y Paul Cézanne.

La religión sirvió de aguijón al vuelo creativo y, también, de coartada para sortear la censura eclesiástica. Si la exhibición de las formas desnudas de hombres y mujeres del común en nombre de la estricta belleza era censurable, no lo era tanto si quien exhibía sus pechos, muslos, nalgas y hasta el vello púbico y los órganos sexuales eran el mismísimo Redentor o una santa o un santo. De esta estrategia se valieron para saturar sus murales y lienzos de desnudos y discreta o descarada concupiscencia pintores tan respetados por el establecimiento y la jerarquía como un Rubens, un Ingres, un Rodin o un Gustave Doré.

Otra curiosa conclusión algo deprimente se desprende de Lágrimas de Eros, por cierto profetizada también por el propio Bataille. La desaparición de frenos y censuras, la permisividad total en el campo amoroso, en lugar de enriquecer el amor físico y elevarlo a planos superiores de elegancia, exquisitez y creatividad, lo banaliza, vulgariza y, en cierto modo, lo regresa a aquellos remotos tiempos de los primeros ancestros, cuando consistía apenas en el desfogue de un instinto animal. Un testimonio de ello es la extraordinaria pobreza del arte erótico contemporáneo que Guillermo Solano, pese a sus esfuerzos en la selección de obras para la muestra, no ha podido disimular. Es verdad que un Picasso o un Delvaux elevan considerablemente el promedio, pero la mayoría de las pinturas, vídeos o esculturas de artistas modernos representados son de una indigencia imaginativa lastimosa cuando no de una triste idiotez. Pasar del Endimión dormido de Antonio Canova al vídeo David, de Sam Taylor-Wood en el que vemos al futbolista David Robert Joseph Beckham durmiendo beatíficamente apoyado en su diestra, no sólo es un anticlímax sino un salto dialéctico del arte genuino al arte frívolo (o la simple tontería).

Este abaratamiento y degradación del erotismo en nuestros días es, vaya paradoja, consecuencia de una de las grandes conquistas de la libertad que ha experimentado el mundo occidental: la permisividad sexual, la tolerancia para prácticas y fantasías que antaño merecían el rechazo de la moral imperante y eran objeto de condena social y castigo judicial. Al desaparecer la prohibición desapareció también la transgresión, aquel aura temeraria, la sensación de violentar un tabú, de pecar, que condimentó la práctica del erotismo en el pasado y que atizó tanto la invención literaria y artística. Para la experiencia común de las gentes, que la vida sexual haya migrado de la existencia clandestina que tenía a la luz de la plaza pública (o poco menos) y que ahora el “erotismo” sea un ingrediente privilegiado de la publicidad comercial (la Eva y la serpiente fotografiada por Richard Avedon con Nastassja Kinski y el boa constrictor que la abraza son un ejemplo de lo que quiero decir) y de los avisos económicos en los diarios con que las prostitutas atraen clientes, significa pura y simplemente que el erotismo ya no existe, que pasó a ser caricatura y esperpento de lo que fue.

¿Es bueno o malo que haya ocurrido así? En términos sociales, bueno, sin la menor duda. La vigencia de prejuicios, prohibiciones y censuras trajo consigo atropellos, abusos, discriminación y sufrimiento para muchos (en este caso, sobre todo, para las mujeres y las minorías sexuales). Pero desde el punto de vista de las bellas artes y de la literatura ha significado que el placer físico se volvió un tema anodino y convencional, semejante al paisajismo, el retrato de caballete, las marinas o las odas patrióticas. Hacer el amor ya no es un arte. Es un deporte sin riesgo, como correr en la cinta del gimnasio o pedalear en la bicicleta estática.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona