miércoles, enero 18, 2012

¿Qué es el sistema antimisiles europeo?

Por Carlota García Encina, Real Instituto Elcano (REAL INSTITUTO ELCANO, 12/01/12):

Tema: El European Phased Adaptive Approach (EPAA) es lo que hoy conocemos como el sistema antimisiles europeo de EEUU que Barack Obama lanzó en sustitución de la denominada “tercera pata” de George W. Bush.

Resumen: Durantes décadas EEUU ha tratado de desarrollar sistemas de defensa antimisil, unos más enfocados a la protección del territorio nacional y otros a la cobertura de las tropas en el exterior y de los aliados. La Administración Obama anunció en septiembre de 2009 un nuevo dispositivo antimisiles en Europa, del que España formará parte, y del que se analizan los aspectos técnicos y políticos. Es además la aportación norteamericana a la OTAN como parte de un futuro escudo aliado. Tanto Bruselas como Washington comparten la percepción de que la amenaza de los misiles balísticos de corto y medio alcance iraníes es real y la más urgente.

Análisis: Los esfuerzos norteamericanos para construir un sistema de defensa contra misiles balísticos se remontan a finales de los años 50. Pero fue Ronald Reagan quien en 1983 impulsó un plan que después todas las Administraciones norteamericanas han tratado de desarrollar de una manera u otra. Reagan dio forma a la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, en sus siglas en inglés), apodada peyorativamente como la “Guerra de las Galaxias” por el senador Edward Kennedy, cuyo objetivo principal era proteger el territorio norteamericano de los misiles balísticos intercontinentales rusos. Un plan que ante todo alteraba el principio de disuasión nuclear y la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en sus siglas en inglés), y por lo tanto el frágil balance nuclear que existía entre Moscú y Washington. Hasta entonces, para certificar que cada parte estaba dispuesta a dejarse destruir por su enemigo era necesario no erigir defensas, limitadas drásticamente en el tratado ABM (Anti-Ballistic Missile Treaty) de 1972. Si EEUU empezaba a incrementar sus capacidades de defensa antimisiles más allá de lo establecido, llegaría un momento en que Washington podría tener la capacidad para lanzar un primer ataque contras las fuerzas estratégicas de Moscú, protegiéndose así mismo de la represalia rusa con sus defensas antimisiles. Por otro lado, un incremento de las capacidades de defensa antimisiles llevaría a una reducción de los arsenales nucleares si las defensas llegaban a ser lo suficientemente robustas como para parar un primer ataque del adversario.

Con el anuncio de la SDI, Reagan fue capaz de retomar de la iniciativa estratégica en la Guerra Fría, descolocando a los rusos, que no tenían la economía ni las capacidades para diseñar una iniciativa del estilo y, por lo tanto, las respuestas rusas no fueron más allá de poner en duda la realización del proyecto. Pero los costes eran excesivamente elevados y tecnológicamente el plan estaba aún muy lejos del objetivo, con lo que la disuasión nuclear continuó siendo la mejor arma contra la amenaza soviética.

El final de la Guerra Fría supuso el fin de la confrontación con la antigua URSS y, por tanto, de la amenaza soviética. George H. Bush, en su discurso del Estado de la Nación de enero de 1991, anunció la reducción de la SDI para centrarse en la protección contra ataques balísticos limitados, cualquiera que fuera su origen. El proyecto fue denominado GPALS (Global Protection Against Limited Strikes). Se trataba de proteger el territorio norteamericano contra lanzamientos “accidentales, no-autorizados o deliberados” de terceros países o de las antiguas repúblicas ex-soviéticas. De forma secundaria debería proporcionar protección a las fuerzas desplegadas en el exterior y a los aliados, un objetivo que recobraría más fuerza después del lanzamiento de los misiles Scud durante la Guerra del Golfo de 1991. El plan era perpetuar parte de la arquitectura del antiguo programa, combinando la capa espacial con la defensa desde tierra contra los misiles balísticos tácticos o de teatro (Ground-based Theater Missile Defense, TMD) y la defensa antimisiles nacional (Ground-based National Missile Defense, NMD). El plan se mantuvo activo hasta 1996 con una modesta financiación y desarrollo.

Cuando la Administración Clinton llegó a Washington, puso en marcha una Revisión bottom-up para determinar la estrategia, las estructura de fuerzas y la modernización de las defensas de EEUU en la post-Guerra Fría. La amenaza contra el territorio nacional de un misil balístico por algún Estado de la antigua URSS u otros como China se consideró entonces muy poco probable, y la facilidad para éstos de desarrollar misiles balísticos de largo alcance también. Esta amenaza llegaría, en todo caso, en décadas, y los arsenales de los enemigos se contarían por docenas y no por cientos, como en la Guerra Fría. El concepto de un paraguas global heredado de las décadas anteriores evolucionó entonces hacia un modesto programa de investigación denominado 3+3 NMD Deployment Readiness Program, y los esfuerzos se enfocaron más al desarrollo de las capacidades de defensa contra misiles de teatro (TMD).

Las cosas cambiaron en el segundo mandato de Bill Clinton. La Guerra del Golfo y los conflictos que le siguieron en el mundo evidenciaron que, para los contendientes regionales, la disuasión ya no seguía los patrones de la Guerra Fría, lo que acrecentaba la necesidad de volver a contar con defensas antimisiles. Por otro lado, Clinton se vio empujado por las Cámaras legislativas, con mayoría republicana, a aceptar el desarrollo de las capacidades defensivas contra misiles balísticos de largo alcance y, por tanto, de la NMD. Se tomó como base las conclusiones de un informe publicado en julio de 1998 por la Comisión para Evaluar la Amenaza de Misiles Balísticos, creada dos años antes y liderada por Rumsfeld, donde se subrayaba el incremento de dicha amenaza y se señalaba a países como Irán, Irak y Corea del Norte. Como hecho a propósito, el 31 de agosto del mismo año, Corea de Norte, hizo pruebas nucleares que demostraron un alcance suficiente para tocar territorio norteamericano.

En 1999 la Administración Clinton aprobó la National Missile Defense Act que ordenaba la ejecución “tan pronto como tecnológicamente fuera posible” de un sistema balístico de defensa nacional que protegiera todo el territorio norteamericano de cualquier ataque con misiles, y que sobrepasaría los límites del tratado ABM. Sin embargo, el 1 de septiembre de 2000 el presidente Clinton decidió no autorizar el despliegue del sistema NMD al “no contar con la suficiente confianza en la tecnología, ni la efectividad operativa del sistema”. Las pruebas llevadas a cabo habían fracasado. Se comprometió, sin embargo, a continuar con el desarrollo de la tecnología pero tendría que ser el próximo presidente quien tomara la decisión final.

Para George W. Bush la defensa antimisiles se convirtió en una prioridad, tal y como subrayó en un discurso el 1 de mayo de 2001. Bush pretendía eliminar la diferencia entre TMD y NMD, y ambicionada un sistema global (Ballistic Missile Defense System, BMDS) que defendiera su territorio, sus fuerzas y sus aliados contras misiles de todo tipo de alcance, que integrara capacidades en tierra, mar, aire y espacio, y que pudiesen ser interceptados en cualquier fase de la trayectoria. Una iniciativa que iría acompañada por una reducción importante de efectivos en el exterior y la implementación de una revolución de asuntos militares, en sintonía con su inicial planteamiento de política exterior.

Con los atentados del 11 de septiembre de 2001, la defensa antimisiles fue presentada como una garantía de seguridad ante los “Estados gamberros” y patrocinadores del terrorismo cuyos programas de desarrollo del armamento atómico se aseguraba que estaban muy avanzados, principalmente Irán y Corea del Norte, y algo más lejos Irak.

El plan de Bush dejaba totalmente obsoleto el Tratado ABM, puesto en entredicho desde la desintegración de la URSS y la aparición de amenazas procedentes de otras partes del planeta. Washington, sin embargo, no logró convencer a Moscu de que el Tratado ABM ya no era relevante y que sería más adecuado reemplazarlo por otro tipo de acuerdo. EEUU, por su parte, estaba dispuesto a compartir alguna información sobre los desarrollos de su defensa antimisiles pero no aceptaría ningún límite a sus investigaciones, pruebas o despliegues del sistema. En junio de 2002, EEUU se retiraría del Tratado ABM sin apenas oposición rusa. A finales de 2004 se declaró el inicio de la andadura del sistema con interceptores en Alaska y en California, para hacer frente a la amenaza norcoreana. Serían las dos primeras “patas” del Ground-based Midcourse Defense (GMD) el sistema del BMDS, es decir la defensa terrestre del sistema global que contrarrestaría los misiles balísticos en la fase intermedia de su trayectoria. Otros elementos del BMDS global serían sistemas navales contra misiles de corto alcance, activos espaciales, y redes de mando y control a lo largo del EEUU y el Pacífico.

En 2006, el Pentágono propuso una “tercera pata” del GMD en Europa. La propuesta incluía el despliegue entre 2011 y 2013 de 10 interceptores GBI (Ground-based Interceptors) en Polonia –interceptores que no eran idénticos a los de Alaska y California–, un radar fijo de banda X en la República Checa y otro radar transportable en un país cerca de Irán, que nunca se identificó, además de un sistema de mando, control y soporte de las infraestructuras. La “tercera pata” debía tener capacidad para interceptar al menos cinco misiles intermedios (IRBM) contra Europa o cinco misiles intercontinentales (ICBM) contra EEUU desde Oriente Medio. Garantizaba la defensa del oeste de Europa, no del sureste, y la defensa contra los misiles de alcance intermedio provenientes de Irán era un objetivo secundario del sistema, algo de lo que daba cuenta la propia tecnología del sistema.

El plan europeo no fue bien acogido en el viejo continente. EEUU fue acusado de actuar unilateralmente en territorio europeo para lograr sus acuerdos con Polonia y República Checa, mientras que serían el resto de europeos quienes tendrían que pagar las consecuencias de la oposición rusa al sistema de Bush. Lo positivo fue que impulsó el debate en el seno de la OTAN y en Europa de los sistemas antimisiles, así como las posibilidades de cooperación que se abrían en este ámbito.

En Washington también se cuestionaba el despliegue europeo. Los comités de defensa del Senado y del Congreso norteamericano debatieron sobre posibles alternativas y modificaciones a la “tercera pata”, deliberando sobre la adecuación de la tecnología escogida para hacer frente a las amenazas más inmediatas. Y es que a principios de 2009 la comunidad de inteligencia norteamericana concluyó en un informe clasificado que el desarrollo del programa iraní de misiles de corto y medio alcance avanzaba rápidamente mientras que el de las capacidades intercontinentales (ICBM) iba mucho más lento de lo que anteriormente se había predicho. Concluía que a corto plazo la principal amenaza procedente de Irán sería para los aliados de EEUU así como el personal norteamericano –militar y civil– desplegado en Oriente Medio y en Europa.

El Plan de Obama

El 17 de septiembre de 2009 la Administración Obama anunció la cancelación de la “tercera pata” europea de Bush. En su lugar se estableció el despliegue de una serie de capacidades móviles –basadas en sensores, sistemas de comunicación e interceptores ya existentes– con mayor capacidad de respuesta a la creciente amenaza de misiles balísticos de corto y medio alcance con origen en Irán. Recibió el nombre de European Phased Adaptive Approach (EPAA).

No era ningún secreto que a Obama no le gustaba la defensa antimisiles de su predecesor y que no la consideraba una prioridad. Sin embargo, no sólo la canceló, sino que la sustituyó por una nueva arquitectura. El motivo principal, según la Administración, era la urgente protección frente a Irán, pero se conjugaron otros dos motivos: el coste del sistema en una época de crisis y la viabilidad técnica.

Obama sustituía un sistema que había tenido algunos problemas operativos y de desarrollo con los radares e interceptores, y que con los retrasos no estaría en disposición de dar protección hasta 2017 y no 2013 como en un principio se había establecido. El nuevo sistema se presentaba con la capacidad de utilizar tecnología ya probada y empezar a funcionar en 2011.

Se trata de sistema tierra-mar, apoyado en los Standard Missile -3 (SM-3) –un sistema de armas para interceptar misiles balísticos puesto a prueba desde 2007 con exitosos resultados– y en su continuo desarrollo para obtener versiones superiores para cada una de las cuatro fases del EPAA:
  • Fase Uno (hasta 2011): despliegue de buques con el sistema AEGIS, interceptores SM-3 (Block IA) y sensores como el Army Navy/Transportable Radar Surveillance (AN/TPY-2) para haber frente a la amenaza regional de misiles balísticos en Europa.
  • Fase dos (hasta 2015): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IB) en dispositivos tanto en tierra (no fijos) como en mar y sensores más avanzados para ampliar la defensa contra las amenazas de misiles balísticos de corto y medio alcance.
  • Fase tres (hasta 2018): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IIA) para la defensa contra las amenazas de misiles balísticos de alcance corto, medio e intermedio.
  • Fase cuatro (hasta 2020): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IIB) para la defensa contra las potenciales amenazas de misiles balísticos intercontinentales con territorio norteamericano.

El objetivo principal es la protección del personal civil y militar norteamericano y de sus familias, y la protección del territorio y de la población de los aliados europeos. En la tercera fase, alrededor de 2018, se logrará presumiblemente la cobertura de la totalidad del área europea, incluyendo Turquía que se quedaba fuera de la tercera “pata” de Bush. Llegará incluso a proteger a países como Egipto y Arabia Saudí, amenazados también por las capacidades iraníes. De esta manera, y según los cálculos de la Administración Obama, estos países pueden verse menos inclinados a desarrollar sus propias opciones nucleares al estar protegidos en un futuro por el nuevo sistema. Por otro lado, para Israel el sistema de Obama complementaría su sistema de defensa Arrow y daría mayor amplitud a su disuasión. Así, un ataque militar israelí pre-emptive contra las instalaciones de Irán nucleares ya no sería la única opción defensiva de Israel en el caso de que la diplomacia no sea capaz de frenar el desarrollo de las capacidades nucleares iraníes. Todos estos cálculos, enfocados a frenar la carrera nuclear en Oriente Medio, es uno de los principales aciertos del plan europeo de Obama que le ha servido además para ganarse el beneplácito en el exterior. Sin embargo, de puertas para adentro los republicanos ven en él el abandono de la defensa del territorio nacional y por lo tanto el incremento de la vulnerabilidad de EEUU, lo que es cierto sólo en parte.

El EPAA dará también cobertura al territorio norteamericano contra los misiles intercontinentales ICBM aunque haya que esperar al desarrollo de la última fase del proyecto a finales de la década. No hay que olvidar, sin embargo, que existe ya una protección nacional parcial que ofrecen los interceptores GBI en Alaska y California desplegados durante la Administración anterior y que la Administración Obama se ha comprometido a seguir desarrollando. Son unos 30, con capacidad limitada para contrarrestar un ataque de misiles balísticos de largo alcance (nunca podrían neutralizar un ataque parcial ruso, que dispone de unas 1.000 cabezas nucleares y sofisticados misiles balísticos). Además, el despliegue del radar AN/TPY-2 en la primera fase del EPAA hará más efectivos los interceptores de Alaska y California.

El aspecto técnico es otro de los puntos a primera vista más destacables del plan. El SM-3 y sus futuras versiones tienen teóricamente muchas ventajas sobre el anterior interceptor GBI. El SM-3 es más pequeño y se puede integrar en interceptores localizados tanto en mar como en tierra, ofreciendo una amplia flexibilidad geográfica. Además son más baratos, alrededor de 10 millones de dólares por interceptor frente a los 70 millones del GBI. Sin embargo, la parte técnica es mucho más difícil de evaluar de lo que trata de transmitir la Administración. Dos organizaciones, Arms Control Association y la Federation of American Scientists, ponen en entredicho las exitosas pruebas del SM-3 y subrayan la fragilidad del sistema. Afirman que se puede vencer de manera excesivamente simple, y que no es fidedigno en condiciones de combate real.

El debate sobre la veracidad de las pruebas está aún abierto, pero lo que llama la atención es la fe ciega en el sistema SM-3 cuando aún está en la primera fase de su desarrollo. Fue el propio Obama quien afirmó cuando era candidato presidencial que apoyaría un sistema antimisiles sólo cuando hubiera suficientes pruebas que certificaran la viabilidad de la tecnología del sistema. Y aunque ha habido al menos ocho pruebas con el SM-3, el sistema EPAA en su totalidad aún no ha sido adecuadamente testado, como afirmó un representante del US Goverment Accountability Office (GAO) en el Senado norteamericano el 13 de abril de 2011.

No faltaron tampoco las críticas que señalaron el nuevo plan como una concesión a Moscú –como así creían los propios rusos– y no como una manera de responder a las preocupaciones sobre Irán. Ciertamente no fue una concesión, pero el cambio fue un pequeño guiño hacia Rusia para, a cambio, tratar de atraer su apoyo para presionar a Irán. En Polonia y la República Checa –parte de la “tercera pata” de Bush– los periódicos advirtieron que “Rusia había ganado” y que les había notificado los cambios horas antes de su publicación oficial. Para ellos el escudo de Bush significaba principalmente reforzar sus respectivas relaciones militares con los norteamericanos frente a los rusos. Querían tropas de EEUU en su territorio y con Bush las habría y permanentes. Tampoco ayudó la fecha escogida para el anuncio de la nueva arquitectura, al coincidir con el 70 aniversario de la invasión rusa de Polonia. El vicepresidente Joe Biden tuvo que poner freno al malestar y a los malentendidos viajando un mes después a lo respectivos países y abriendo las puertas a su participación en el nuevo sistema. En el caso de Polonia, a pesar de la cancelación de los 10 interceptores GBI, Washington mantuvo la promesa de desplegar misiles Patriot con el objetivo de formar al personal militar polaco. Los Patriot llegaron en mayo de 2010.

En Europa la respuesta al nuevo sistema fue muy positiva. Por un lado, porque las capitales europeas nunca se sintieron totalmente protegidas por el sistema de Bush, que recordemos dejaba sin protección el sureste europeo. Además, en el viejo continente veían la ventaja de dejar de lado las tensas relaciones con Rusia y tenían la sensación que traería a los países europeos de Europa Central más cerca de las estructura de seguridad europeas, reemplazando de este modo su dependencia de EEUU. Otro aspecto importante era la intención de Washington de que su nueva arquitectura fuera multinacional y se integrara en la OTAN, abandonando por tanto la centralidad de mando del anterior sistema.

La primera fase del EPAA se inició en marzo de 2011 con el despliegue del USS Monterrey –un crucero de misiles guiados– en el Mediterráneo (su presencia en junio en el Mar Negro, para llevar a cabo unos ejercicios navales con Ucrania, provocó las iras rusas). Esta fase incluye además 26 interceptores THAAD, que protegen contra misiles tácticos y de teatro, y 107 interceptores SM-3. También está previsto cuanto antes el despliegue de un radar AN/TPY-2 en Turquía.

La inclusión de Ankara en este dispositivo europeo es sin lugar a dudas un éxito y un valor añadido, aunque con toda probabilidad será también una fuente de problemas. El acuerdo entre EEUU y Turquía, hecho publico a principios de septiembre de 2011, llegó además en un momento en el Turquía miraba más a Oriente que a Occidente. Según Washington se trata del principal acuerdo con los turcos en materia de cooperación militar desde que, en 2003, Turquía rechazara que los norteamericanos atravesaran su territorio para llegar a Irak.

Los turcos eran perfectamente conscientes de su importancia geográfica, del potencial de sus fuerzas armadas y de su creciente papel en Oriente Medio. Y, tras sopesar costes y beneficios, accedieron a firmar un acuerdo que cumple con sus intereses nacionales. Ankara envió, además, un mensaje sobre la seguridad en los flujos de energía que van hacia Europa pasado por su territorio.

Turquía será responsable de la gestión de la instalación y 50 militares norteamericanos de su protección. Una decisión no exenta de polémica nacional e internacional por la posibilidad de que Israel tenga acceso a la información del radar, al ser aliado de EEUU.

Sin embargo, como parte ya del sistema, Turquía evita que se identifique a Irán como amenaza contra la que defenderse, aunque tema el desarrollo de sus capacidades. Aunque Irán ha dicho estar preparado para atacar el sistema en Turquía en caso de sentirse amenazado, el jefe de la comisión de Exteriores del Parlamento turco, Volkan Bozkir, ha llegado a afirmar que Ankara nunca permitirá que el radar se use contra Irán. Sin duda éste es uno de los elementos más polémicos del sistema.

Además de Turquía, Rumanía firmó también en septiembre de 2011 un acuerdo bilateral con EEUU para acoger 24 interceptores en 2015, en la antigua base áreas de Deveselu. Le seguirá Polonia, que accedió a la colocación de otros tantos interceptores para 2018 en Redzikowo. El acuerdo entre Washington y Varsovia se alcanzó en octubre de 2009, justo un mes después del anuncio del Obama del EPAA. Fue una señal de la importancia país para la nueva arquitectura. El acuerdo entró en vigor en septiembre de 2011 tras completarse el proceso de ratificación.

No ocurrió lo mismo con la República Checa, la otra “tercera pata” de Bush. Después de largas negociaciones que en algunos momentos apuntaron a la posibilidad de que el país albergara un cuartel general o un centro de alerta temprana, se descolgó finalmente del dispositivo al no aceptar un papel mucho más pequeño de lo que esperaba. En cuanto a España, en octubre de 2011 y en el marco de la reunión de ministros de Defensa de la OTAN, se anunció el acuerdo entre Madrid y Washington para que la base de Rota acoja a los buques norteamericano con sistema AEGIS desplegados en el Mediterráneo, como apoyo al sistema antimisiles de la Alianza.
OTAN
El anuncio de un nuevo escudo europeo, junto con el discurso del presidente norteamericano en abril de 2009 sobre la eliminación global de las armas nucleares, llevó a la Alianza Atlántica a la reconsideración del papel de las armas nucleares. Aunque éstas ya se habían reducido considerablemente desde el final de la Guerra Fría, aún seguían jugando un importante papel en los planes aliados. Y aunque la situación no cambiaría en el corto y medio plazo, las iniciativas de la Administración norteamericana sugerían la posibilidad de que en el futuro esas armas no estuvieran desplegadas más en Europa. La OTAN, por tanto, y teniendo en cuenta los avance tecnológico, debía considerar el futuro de la seguridad de sus miembros apoyado cada vez más en los sistemas antimisiles.

En la Cumbre de Lisboa celebrada en noviembre de 2010 los aliados tomaron dos importantes decisiones. Por primera vez acordaron el desarrollo de capacidades para defender las poblaciones y los territorios contra ataques de misiles balísticos, y no sólo las fuerzas desplegadas en el teatro de operaciones, como uno de los elementos principales de la defensa colectiva. En segundo lugar, acordadron la decisión de buscar la cooperación con Rusia en la defensa antimisiles.

La necesidad de la OTAN de disponer de un sistema de defensa antimisiles que protegiera no sólo el “teatro de operaciones” sino los “territorios” llevó a aceptar gustosamente el EPAA como la contribución nacional norteamericana a la futura defensa antimisiles de la OTAN. El EPAA resultaba sobre todo enormemente atractivo en términos económicos ya que requeriría una inversión relativamente pequeña por parte de los aliados. El sistema europeo construido por EEUU se complementaría, además, con el sistema de la OTAN Active Layered Theater Balistic Missile Defense (ALTBMD), que desde 2005 se desarrolla para proteger a las tropas de los misiles de teatro y que deberá culminar en 2018. En agosto de 2011 hubo una primera prueba para comprobar la conjunción de algunos componentes del sistema aliado y el norteamericano. En principio no parece que vaya a haber problemas técnicos y todo apunta a que puedan estar interconectados. Pero más difícil será definir en un futuro la cadena de mandos y por lo tanto establecer quién deberá tomar la decisión final en caso de ataque.

En cuanto a la búsqueda de la cooperación con Rusia, EEUU y la OTAN formalizaron oficialmente la invitación a Moscú para que participara en el futuro sistema europeo antimisiles. Aunque con una idea clara: la OTAN defiende a la OTAN y Rusia defiende a Rusia, y por lo tanto el sistema se mantendrá bajo exclusivo control de la OTAN.

Moscú siempre se ha opuesto al desarrollo y despliegue de cualquier sistema de defensa antimisiles. Primero, porque nunca ha dispuesto de las capacidades tecnológicas ni financieras para competir con estos programas. En segundo lugar, porque cualquier sistema antimisiles en el que Rusia no estuviera y no esté involucrado simplemente no es de su agrado, incluso ahora que parecen más convencidos de que Irán está desarrollando un efectivo arsenal y de que sus capacidades nucleares están aumentando.

Las negociaciones y el diálogo sobre una posible colaboración en este tema, principalmente con EEUU, se han sucedido a lo largo de las décadas, aunque por parte rusa las propuestas han ido siempre encaminadas a ser una alternativa al sistema norteamericano. Si la cooperación entre aliados es ya complicada, compartir tecnología excepcionalmente compleja y con un coste muy alto con las compañías rusas, así como datos e información sensible, o requerir la autorización urgente de los rusos para su utilización no parecen requisitos fácilmente aceptables por los norteamericanos ni por muchos europeos. Por tanto, la visión del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, de que tener un “único techo se seguridad para protegernos a todos desde Vancouver a Vladivostok” es demasiado atrevida.

A pesar de que lo propios rusos han reconocido que los SM-3 desplegados en Europa no tienen capacidad alguna para contrarrestar los ICBM rusos, y de la inicial buena acogida al nuevo dispositivo europeo de Obama, los militares rusos, siguiendo el juego de la década anterior, siguen pidiendo garantías de que no va dirigido contra ellos. En octubre de 2011, poco después de que Turquía anunciara su participación en el plan, los rusos se quejaron de que Washington llevara la implementación del sistema antimisiles más rápidamente que las conversaciones con Moscú. También lamentaban que la propuesta de cooperación de la OTAN se limitara a que cada parte tuviera su propio sistema antimisiles con enlaces o conexiones en un sistema de alerta temprana.

El 23 de noviembre de este año, el presidente ruso, Dmitry Medvedev, en un inesperado discurso ante la nación, utilizó el tono más duro para arremeter contra el sistema antimisiles europeo. Anunció contra él varias medidas, como la activación de un radar de alerta temprana antimisiles en Kaliningrado, el fortalecimiento de las defensas aéreas y espaciales para proteger sus armas nucleares estratégicas y la posibilidad de desplegar modernos sistemas de armas en el oeste y el sur del país, que podrían incluir la instalación en Kaliningrado de complejos misiles Iskander. Además, amenazó con el posible abandono del nuevo tratado START de abril de 2010, uno de los principales resultados del reinicio de las buenas relaciones con Washington. Eso sí, se abstuvo de amenazar a alguien en concreto, cerrando el discurso con una llamada al diálogo.

Todo apunta a que tras estas amenazadoras declaraciones hay sobre todo razones domésticas. La situación interna del país llevó al gobierno ruso a buscar excusas para desviar la atención, y qué mejor que la retórica antiamericana sobre todo en vísperas de elecciones. Por ello apenas hubo reacciones por parte de los norteamericanos y los aliados al discurso de Medvedev.

Conclusiones: Quedan aún muchos años para que veamos completadas las cuatro fases del EPAA, el dispositivo antimisiles europeo de Obama. Sustituyó al de su antecesor por ser más flexible, más maniobrable y contar con tecnología ya probada, aunque aún está por ver. Está enfocado a neutralizar una amenaza real que, según los documentos de inteligencia, constituyen los misiles balísticos de corto y medio alcance iraníes. En cuanto a estrechar los lazos con Rusia, uno de los objetivos también buscados por la Administración Obama con el nuevo sistema antimisiles, no parece cercano.

Si todo marcha bien, el sistema podrá cubrir la totalidad de Europa y algunos países de Oriente Medio y Norte de África alrededor de 2018, con lo que, según los cálculos norteamericanos, se desincentivarían los deseos nucleares de algunos países. Sin embargo, en algunos casos el efecto puede ser el contrario. Según la Comisión bipartita sobre la Postura Estratégica (bipartisan Strategic Posture Commission), China está incrementando el número de sus fuerzas intercontinentales ICBM en respuesta al programa de defensa norteamericano, lo que a su vez podría forzar a la India y Pakistán a incrementar sus arsenales.

Para la OTAN, el EPAA se ha convertido en uno de los pilares básicos de su futuro escudo aliado. Aunque su atractivos sea sobre todo económico, como ha subrayado en más de una ocasión el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. Por menos de 200 millones de euros en 10 años y entre 28 aliados se ampliarán considerablemente las capacidades defensivas en una época de austeridad presupuestaria. 

Aunque no todos comparten la idea de que trata de un gasto relativamente bajo. Entre ellos los franceses, que aseguran que le saldrá bastante más caro, y que de todas formas significa menos inversión en armas convencionales que también se necesitan. Porque no todos los aliados están de acuerdo con la urgencia del sistema. Para algunos de ellos, aceptar el proyecto norteamericano era esencialmente una moneda de cambio para el futuro repliegue de las fuerzas nucleares norteamericanas en Europa, siguiendo la premisa de que con más defensa no se necesitará más disuasión.

Con todas las dudas que aún quedan, puesto que el sistema apenas ha empezado a andar, lo que queda claro es que hoy en día EEUU es el único país que posee la tecnología para desarrollar un sistema de defensa antimisiles. Un programa el europeo que, según el secretario de Defensa norteamericano, Leon Panetta, puede verse amenazado por otro factor que no se ha mencionado hasta ahora: la falta de acuerdo en Washington sobre la reducción del déficit en su país.

 Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona  

La Economía Política de la Paz

Por Graciana del Castillo. Era economista principal del gabinete del Secretario General de las Naciones Unidas y como tal fue responsable de diseñar el acuerdo de “intercambio de armas por tierra” del 13 de octubre de 1992. Es la autora de “Rebuilding War-Torn States” (Oxford, 2008) y ha publicado mucho sobre El Salvador (Project Syndicate, 12/01/12):

El 16 de enero se cumple el 20º aniversario del acuerdo de paz entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Este acuerdo, que se firmó en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México, puso fin a una guerra civil de 12 años en la que murieron alrededor de 100.000 personas en un país con una población de cerca de cinco millones.

Los aniversarios ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre las lecciones del pasado, así como la de diseñar nuevas políticas para el futuro. Este momento es particularmente apropiado en vista del triste récord en la transición a la paz de países que salen de conflictos: desde el final de la Guerra Fría aproximadamente la mitad de ellos han vuelto al conflicto en cuestión de unos pocos años, mientras que la mayoría de los que pudieron mantener la paz terminaron altamente dependientes de la ayuda externa.

El Salvador se destaca como excepción en ambos aspectos. El cumplimiento de los acuerdos de paz resultó en un cese al fuego perfectamente respetado, a diferencia de países como Angola, Timor-Leste, Iraq, Afganistán y otros, que recayeron en conflicto. El país también logró mantener la paz evitando la dependencia de la ayuda externa.

De hecho, la ayuda externa como porcentaje del ingreso nacional en El Salvador alcanzó sólo el 7% en 1992 y cayó rápidamente desde entonces. En cambio, en Mozambique, un país que también celebra el 20º aniversario de la firma del acuerdo de paz, la ayuda externa superó el 80% del ingreso nacional en 1992, representó el 55% diez años después, y es todavía superior al 20% en la actualidad. La ayuda externa llegó también a niveles extraordinarios en otros países: en Liberia, alcanzó el 178% del ingreso nacional, en la República Democrática del Congo el 100%, en Ruanda el 95%, y en Afganistán llegó a más del 50%.

La experiencia de El Salvador fue instrumental en señalar los peligros de la falta de colaboración entre las Naciones Unidas, que apoyó la negociación y la puesta en práctica del acuerdo de paz, y las instituciones de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), que apoyaron el programa de reactivación de la economía. Los enfrentamientos entre estas organizaciones pusieron en peligro la paz nueve meses después del acuerdo de Chapultepec, cuando el gobierno no pudo iniciar el  “intercambio de armas por tierra” que era un programa clave del acuerdo.

Por ejemplo, después de que las dos partes del conflicto aceptaran una renegociación de este programa – el principal canal para la reinserción productiva de los ex combatientes y simpatizantes del FMLN – el Banco Mundial rechazó un pedido de la ONU para apoyarlo. El Banco argumentó que no podía ignorar el “principio de equidad” que guía las actividades normales de desarrollo con el fin de dar preferencia a unos pocos, cuando había 300.000 campesinos sin tierra en El Salvador.

En última instancia, esa temprana y dura experiencia convenció al FMI, al Banco Mundial, y a otras instituciones sobre la necesidad de trabajar más estrechamente en temas de seguridad humana en operaciones posteriores en Angola, Guatemala, y los Balcanes. Las instituciones de Bretton Woods finalmente llegaron a aceptar que la reconstrucción económica no es “desarrollo normal”, y se hicieron más sensibles a las necesidades específicas y a la idiosincrasia de los países afectados por conflictos. En su Informe sobre el Desarrollo Mundial del 2011, el Banco Mundial tardíamente reconoció que “Para romper los ciclos de inseguridad y reducir el riesgo de recurrencia de conflictos, las autoridades nacionales y sus socios internacionales deberían crear instituciones legítimas que puedan ofrecer … una participación en la sociedad a grupos que de lo contrario podrían recibir más respeto y reconocimiento si se dedicaran a la violencia armada … ”

Esto era precisamente lo que el acuerdo de armas por tierra pretendía lograr – y podría haber logrado con mayor éxito si el Banco Mundial hubiera otorgado su apoyo en el momento en que la ONU se lo había solicitado. A su vez, la ONU se ha vuelto también más consciente de la importancia clave de la reactivación de la economía para poder abordar adecuadamente las graves consecuencias financieras de la paz y llevar a cabo los programas relacionados con ésta.

Lamentablemente, El Salvador no se pudo beneficiar plenamente de estos cambios de política. En retrospectiva, la salida temprana de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL) en 1995, antes de la finalización prevista de los programas de paz acordados, fue un error. La insuficiencia de recursos de MINUSAL (la operación de la ONU que la reemplazó) y, aún más importante, la actitud del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) y del Banco Mundial de manejar la situación como si fuera “development as usual”, ignorando las secuelas del conflicto, junto con una menor participación de donantes importantes, contribuyó al fracaso de la comunidad internacional en apoyar a El Salvador para que los programas de reinserción fueran sostenibles.

A medida que los ex combatientes abandonaban el programa de tierra y otros programas de reinserción debido a esa falta de apoyo, no resultó extraño que recurrieran a actividades ilegales o criminales como modo de vida. Esto, conjuntamente con la política de la administración Clinton de deportar a cientos de pandilleros salvadoreños que se habían asentado ilegalmente en los Estados Unidos durante la guerra, dio lugar a un fuerte aumento de la delincuencia y de la inseguridad pública, lo cual ha sido un gran freno a la inversión.

Además de esto, el costo fiscal de dos grandes terremotos que afectaron al país a principios de 2001 (y de otros desastres naturales) ha socavado la buena gestión macroeconómica y ha limitado los recursos disponibles para el desarrollo y la seguridad.

En otros aspectos el balance es muy positivo. Se mantuvo la paz y se evitó en gran medida la dependencia de la ayuda externa. La transición política y la alternancia en el poder entre el partido ARENA de derecha y el izquierdista FMLN se llevó a cabo sin mayores problemas. El ingreso per cápita se ha más que triplicado, y la posición del país en el índice de desarrollo humano de la ONU ha mejorado significativamente, con la caída de la tasa de pobreza del 66% antes del acuerdo de Chapultepec a 38% en la actualidad.

La experiencia de El Salvador ofrece sin dudas lecciones claves que deben servir de modelo para otras transiciones a la paz. En particular, como lo vemos hoy en Iraq, Afganistán y otros lugares, la política económica debe, en primer lugar, cumplir con el objetivo de evitar que resurja el conflicto.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona   

Los huevos éticos de Europa

Por Peter Singer, profesor de bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne. Algunos de sus libros son Animal Liberation (“Liberación animal”), Practical Ethics (“Ética práctica”), The Expanding Circle (“El círculo en expansión”) y The Life You Can Save (“La vida que podéis salvar”). Traducido del inglés por Carlos Manzano (Project Syndicate, 12/01/12):

Hace cuarenta años, me encontraba, junto con unos cuantos estudiantes más, en una calle bulliciosa de Oxford repartiendo octavillas a fin de protestar por la utilización de jaulas para gallinas en granjas de avicultura intensiva. La mayoría de quienes cogían las octavillas no sabían que los huevos que compraban procedían de gallinas mantenidas en jaulas tan pequeñas, que ni siquiera una sola ave –las jaulas suelen albergar cuatro– podría estirar del todo las alas y aletear. Las gallinas nunca podrían caminar por ellas ni poner los huevos en un nido.

Muchas personas aplaudieron nuestro idealismo juvenil, pero nos decían que no abrigaban esperanza alguna de que se pudiera cambiar jamás una industria importante. Sin embargo, estaban equivocadas.

El primer día de 2012, mantener gallinas en semejantes jaulas pasó a ser ilegal no sólo en el Reino Unido, sino también en los 27 países de la Unión Europea. Se puede seguir manteniendo gallinas en jaulas, pero deben tener más espacio y en ellas debe haber nidos y un sitio en el que puedan escarbar. El mes pasado, los miembros de la Fundación Británica pro Bienestar de las Gallinas preparó un nuevo hogar para una gallina llamada “Libertad”. Según dijeron, era una de las últimas gallinas de Gran Bretaña que seguía viviendo en el tipo de jaulas a las que nos habíamos opuesto.

A principios del decenio de 1970, cuando comenzó el movimiento moderno de liberación animal, ninguna organización importante hacía campaña contra las jaulas de avicultura intensiva. Hacía mucho que la Sociedad Real para la Prevención de la Crueldad con los Animales, madre de todas las organizaciones de protección de los animales, había abandonado su radicalismo inicial. Se centró en casos aislados de maltrato y no impugnó formas muy arraigadas de maltratar animales en granjas o en laboratorios. Fue necesario un empeño concertado por parte de los nuevos radicales pro animales del decenio de 1970 para sacar a dicha Sociedad de su complacencia con las jaulas de las granjas de avicultura intensiva y otras formas de cría intensiva de animales.

Con el tiempo, el nuevo movimiento en pro de los derechos de los animales logró llegar hasta el público más amplio. Los consumidores respondieron comprando huevos de gallinas de corral. Algunas cadenas de supermercados dejaron incluso de vender huevos de gallinas mantenidas en jaulas en granjas de avicultura intensiva.

En Gran Bretaña y en algunos países europeos, el bienestar de los animales adquirió relieve político y aumentó la presión de los representantes parlamentarios. La Unión Europea creó un comité científico para investigar las cuestiones relativas a las jaulas en las granjas y éste recomendó que se prohibieran las jaulas de las granjas, junto con otras formas de confinamiento de cerdos y terneros en espacios reducidos. Por fin en 1999 se aprobó la prohibición de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva en la UE, pero, a fin de velar por que los productores tuvieran tiempo suficiente para ir abandonando progresivamente el equipo en el que habían invertido, se aplazó su aplicación hasta el 1 de enero de 2012.

Dice mucho en su favor que la industria británica dedicada a la producción de huevos aceptara la situación e idease nuevos métodos para mantener las gallinas. Sin embargo, no todos los países están igualmente listos para ello y se ha calculado que hasta 80 millones de gallinas pueden seguir en jaulas en granjas de avicultura intensiva, pero al menos 300 millones de gallinas que habrían tenido vidas durísimas en dichas jaulas se encuentran ahora en condiciones mucho mejores y la burocracia de la UE está recibiendo grandes presiones para que se imponga el cumplimiento de la prohibición en todas partes, en primer lugar por parte de los productores de huevos que ya la cumplen.

Con la prohibición de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva, Europa confirma su primer puesto mundial en materia de bienestar de los animales, reflejado también en sus limitaciones de la utilización de animales para hacer ensayos de cosméticos, pero, ¿por qué está Europa tan adelantada respecto de otros países en su preocupación por los animales?

En los Estados Unidos no hay una legislación federal sobre cómo albergan sus gallinas los productores de huevos, pero, cuando se planteó esa cuestión a los votantes de California en 2008, apoyaron abrumadoramente la propuesta de exigir que todos los animales de granja tuvieran espacio para estirar las extremidades enteramente y darse la vuelta sin tocar otros animales o los lados de su jaula, lo que indica que el problema no puede estribar en las actitudes de los ciudadanos de los EE.UU, sino en que, en el nivel federal, el sistema político de este país permite a las industrias que hacen importantes donaciones a los candidatos a las elecciones disponer de demasiado poder para desoír los deseos de las mayorías populares.
En China, que, junto con los EE.UU., es el país que confina un mayor número de gallinas en jaulas, está empezando a surgir un movimiento en pro del bienestar de los animales. Por el bienestar de miles de millones de animales de granja, debemos desearle un rápido crecimiento y éxito.

El comienzo de este año es un momento para celebrar un importante avance en materia de bienestar de los animales y, por tanto, en el caso de Europa un paso para llegar a ser una sociedad más civilizada y humanitaria, que dé muestras de preocupación por todos los seres que pueden sufrir. También es una ocasión para celebrar la eficacia de la democracia y el poder de una idea ética.

Cuentan que la antropóloga Margaret Mead dijo: “No se debe dudar nunca que un grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puedan cambiar el mundo. De hecho, sólo así se ha conseguido siempre”. La última parte puede no ser cierta, pero la primera lo es sin lugar a dudas. El fin de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva de Europa es un acontecimiento menos espectacular que la “primavera árabe”, pero, como ese levantamiento popular, comenzó con un grupo de personas reflexivas y comprometidas.

 Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona  

Los peligros de 2012

Por  Joseph E. Stiglitz, catedrático en la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía, y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy. Traducido al español por Leopoldo Gurman (Project Syndicate, 12/01/12):

El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados por el agua.

En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de cumplir su «sueño americano». Ahora también esos sueños están retirándose. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se había terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones –aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral– significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.

De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses, se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no podían encontrar ningún empleo. La gente se mudó a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de 7 millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las décadas anteriores también ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoción de los gobiernos nacionales clave por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el año pasado. Italia se contagió. El desempleo español, que se había mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesión, trepó aún más. Lo impensable –el fin del euro– comenzó a verse como una posibilidad real.

Este año parece encaminado a ser aún peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas políticos y adopte finalmente las medidas de estímulo que necesita para reducir el desempleo al seis o siete por ciento (el nivel previo a la crisis de cuatro o cinco por ciento es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se dé cuenta de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbará la desaceleración económica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda –y la crisis del euro– solo empeorarán. Y la larga crisis que comenzó con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesión que la siguió, continuarán.

Además, es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.

Mientras tanto, los problemas de largo plazo –incluido el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo– continúan allí. Algunos incluso han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.

La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo. Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.

Incluso sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de «presupuesto equilibrado» en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en EE. UU., no permitirá que nada de esto ocurra. La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia su contra (especialmente en períodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.
Incluso antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico –de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PBI global cayó desde cerca del 50% a, en cierto punto, menos del 10%. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.

Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos doce meses.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona   

El discurso de un europeísta

Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (LA VANGUARDIA, 12/01/12):

Aunque muchos ahora critiquen el excesivo protagonismo de la canciller Merkel y del presidente Sarkozy, los problemas importantes de la integración europea siempre los han resuelto franceses y alemanes: sin su decidido empuje nunca habríamos llegado adonde estamos ahora.

Recordemos. Todo empezó en 1950 con Schumann y Adenauer (y Jean Monnet al fondo) llegando a un acuerdo sobre el carbón (francés) y el acero (alemán) que condujo, con naturalidad, hasta la creación de la CEE en 1957. Después, en otro período crucial, Pompidou y Willy Brandt empezaron a coordinar las políticas monetarias mediante la famosa serpiente; continuaron Helmut Schmidt y Giscard d’estaing creando el Sistema Monetario Europeo; para desembocar en Kohl y Mitterrand que prepararon las bases del tratado de Maastricht aprobado en 1992 (con Jacques Delors al fondo) que fue la base legal del euro.
De modo que la pareja MerkelSarkozy es una más en la historia de la Unión. Ciertamente, tras Maastricht y los sucesivos cambios posteriores hasta llegar a Lisboa, las instituciones europeas (el Parlamento, la Comisión, la nueva Presidencia) podían haber madurado y pasar a convertirse en protagonistas. Pero, por el momento, no ha sido así: la UE sigue siendo primordialmente la Europa de los Estados, no la de los ciudadanos.

En este contexto de críticas a la situación europea, cabe destacar últimamente la voz sabia y sensata de un viejo europeísta, el antiguo canciller socialdemócrata alemán Helmut Schmidt, un hombre independiente de indiscutible autoridad moral e intelectual. Las reflexiones contenidas en su discurso del pasado 4 de diciembre ante el congreso de su partido tienen gran interés: analiza los problemas del presente a la luz de la historia y advierte de algunos peligros futuros.

En primer lugar, recuerda Schmidt que la UE surge para poner fin a los enfrentamientos militares que asolaron Europa, desde la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII a las dos guerras mundiales del siglo XX, y en los cuales Alemania siempre ocupó un lugar central. Los principales hitos de la integración europea, desde sus comienzos hasta el euro, son fruto del justificado “recelo latente” respecto de Alemania por parte de sus países vecinos. Pero tal integración no sólo es beneficiosa para estos, sino también para la propia Alemania: nos sirve a los alemanes –sostiene Schmidt– para conjurar nuestros particulares demonios históricos basados en nuestra pretendida superioridad y es “una garantía contra la posibilidad de que los alemanes se dejen seducir, una vez más, por la política de la fuerza”. Y concluye tajante: la integración en Europa es necesaria “¡también para protegernos de nosotros mismos!”.

Pero, en segundo lugar, Schmidt sostiene que desde la creación del euro han sucedido numerosos cambios en el mundo que han transformado la relación de Alemania con Europa: auge de los países emergentes, interdependencia en virtud de la globalización y un poder incontrolado de los mercados financieros. Producto de todo ello, Europa envejece demográfica y económicamente. Sin embargo, Alemania, debido sobre todo a su potencial tecnológico y a su capital humano, ha experimentado un gran crecimiento económico.

Ahora bien, Alemania no debe olvidar que su superávit financiero y comercial es consecuencia del déficit de otros países, especialmente europeos y, por tanto, el resto de Europa necesita a Alemania tanto como Alemania necesita al resto de Europa. El crecimiento económico alemán, dice Schmidt, “no se ha conseguido sólo por nuestros propios medios”, también por mérito de nuestros vecinos y, en consecuencia, “los alemanes tenemos motivos para estarles agradecidos”. El interés estratégico alemán –prosigue Schmidt– “radica en no aislarse y en no dejarse aislar”, un interés que está “claramente por encima de los intereses tácticos de cualquier partido político”.

Por tanto, la solidaridad financiera alemana con el resto de países europeos beneficia tanto a estos como a la propia Alemania: “¡Es cierto –dice Schmidt– que Alemania ha sido un pagador neto durante décadas! Podíamos permitírnoslo y lo hemos hecho desde la época de Adenauer. Y, por supuesto, los receptores netos siempre eran Grecia, Portugal o Irlanda. Hoy en día la clase política alemana no es suficientemente consciente de esta solidaridad”.

En Alemania los impulsos nacionalistas y aislacionistas son fuertes: ¡los europeos, especialmente los del sur, viven a cuenta nuestra! Así piensan muchos alemanes y algunos, incluso entre los socialdemócratas, pueden caer en la tentación de hacerles caso. Schmidt advierte así a los suyos: “La socialdemocracia alemana es desde hace siglo y medio favorable al internacionalismo en mucha mayor medida que generaciones de liberales, conservadores o nacionalistas. Nosotros, los socialdemócratas, nos hemos aferrado tanto a la libertad como a la dignidad de cada ser humano. (…) Estos valores fundamentales nos obligan hoy en día a la solidaridad europea”.

Dicho esto, y ante el asombro de la nutrida concurrencia, el anciano estadista de 93 años encendió un pitillo y se puso a fumar. A sus anchas.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona   

lunes, enero 02, 2012

Asia, el continente emergente en el mundo

Por Henry Kamen, historiador británico. Su último libro es Poder y gloria. Los héroes de la España imperial, Espasa, 2010 (EL MUNDO, 02/01/12):

Cada rincón del mundo tiene sus problemas, y en términos económicos el gran problema del año 2011 ha sido la crisis de deuda europea, que ha alarmado incluso a los Estados Unidos y ha sido en parte responsable del colapso de los gobiernos de Grecia, Italia y España. El suceso más notable del año fue, por supuesto, la Primavera Árabe, que derrocó una por una las dictaduras en todo el mundo musulmán, y aún no ha llegado a su culminación. Pero desde una perspectiva verdaderamente global, resulta difícil no concluir que el pasado año ha sido el año de Asia. Ha sido un tiempo en Asia de éxito y desastre, del triunfo humano y la miseria humana. Ha sido también un período que ha costado miles de vidas y probablemente ha salvado a miles más. Para Occidente, Asia parece estar muy lejos. Pero que se lo digan a las madres y padres de Estados Unidos, que hasta este mes han perdido más de 6.000 de sus hijos e hijas en fútiles guerras en Irak y en Afganistán. Eso es motivo para recordar la dura mano de Asia.

Un acto de 2011 que tal vez haya salvado vidas fue el asesinato de Osama Bin Laden en Pakistán en mayo. Un hombre que se dedicó a eliminar a la raza humana era inevitable que fuera eliminado, tarde o temprano, por la raza humana. Es muy posible que la pérdida de su líder espiritual iniciara el declive de Al Qaeda como una fuerza espiritual. El año también trajo la desaparición de un tirano asiático, el dictador norcoreano Kim Jong Il, cuya muerte la semana pasada provocó aclamaciones en las calles de Corea del Sur.

¿Por qué seres humanos como Bin Laden intentan masacrar a sus semejantes cuando las fuerzas de la naturaleza son perfectamente capaces de hacer el trabajo? Asia, una vez más, ha sido el centro de desastres épicos y pérdidas humanas. Japón fue la principal víctima. El terremoto de marzo y el tsunami que azotó la región a lo largo de la costa del Pacífico fue el cuarto mayor terremoto registrado a nivel mundial y el más grande en la historia de Japón. El subsiguiente tsunami provocó 15.839 muertos y 3.642 desaparecidos. La recuperación llevará mucho tiempo, gracias a la principal consecuencia del tsunami: explosión, fugas radiactivas y fallos de equipos en la planta de energía nuclear de Fukushima Daiichi, una catástrofe nuclear sólo superada por la de 1986 en Chernobyl. Juntos, el terremoto, tsunami y las explosiones fueron la mayor emergencia nacional a la que Japón se ha enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial. La economía de la zona fue destruida: los pescadores se han visto afectados y 160.000 de ellos permanecen desempleados. Y ¡recientemente se ha sugerido que las consecuencias nucleares de Fukushima podrían haber también ocasionado la muerte de 14.000 personas en los Estados Unidos! Inundaciones, incendios, huracanes, maremotos: Asia en 2011 no ha carecido de ninguno de ellos. Tailandia en octubre sufrió su peor inundación en más de medio siglo. Australia tuvo desastrosas inundaciones. Y en Mindanao los tifones e inundaciones en las últimas pocas semanas dejaron más de mil muertos, ciudades y campos en ruinas y la población sin comida y refugio.

Los logros asiáticos también emergen como una gigantesca sombra sobre el futuro. Cuando a un candidato republicano para las elecciones presidenciales de este año en Estados Unidos le preguntaron qué era lo que su país más temía, respondió sin dudarlo: «China». Un profesor de Princeton acaba de publicar A Contest for Supremacy: China, America and the Struggle for Mastery in Asia (2011), testimonio elocuente de la creciente sensación de incompetencia que los estadounidenses sienten al comparar los dos países. China es la nueva potencia mundial que amenaza con apropiarse del futuro de la humanidad. En 2010 superó a Japón para convertirse en la segunda economía más grande del mundo después de Estados Unidos. No cabe la menor duda de su futuro potencial. De muchas maneras indirectas, y no tan solo a través de la inversión de capital, empieza a controlar una parte esencial de la economía mundial. Los economistas opinan unánimemente que para 2020 será la economía líder del mundo.

Los economistas casi siempre se equivocan, pero en este caso pueden tener razón. El crecimiento chino ha sido extraordinario, desde 1980 hasta 2010, su economía creció 18 veces más, un promedio anual del 10 por ciento. China ha sido la segunda mayor economía mundial desde 2002 en términos de producción, y según las previsiones del FMI superará a los Estados Unidos en 2016. Otros argumentan que ya lo ha hecho. Mao Zedong se jactó en 1949: «El pueblo chino se ha puesto en pie», y China lo ha hecho de manera notable. Ahora hace más coches que los Estados Unidos y Japón juntos, y es el mayor productor mundial de muchos otros artículos. La semana pasada fue más allá al poner fin a su dependencia de los satélites GPS de Estados Unidos, con el inicio del funcionamiento de su propio satélite Beidou, que cubrirá la mayor parte del Asia de la zona del Pacífico para el próximo año y, luego el mundo en 2020.

Y mientras hablamos de China, no podemos olvidar la otra gran economía asiática: India. Desde 1980 hasta 2010 el PIB de India aumentó seis veces más, un promedio anual del 6%. Desde mediados de los años 2000, el promedio de crecimiento ha aumentado el 8 por ciento, y en 2011 India puede probablemente haber pasado a Japón en ser la tercera economía más grande en términos de producción. Las cifras, por supuesto, deben equilibrarse con muchos otros factores que siguen impidiendo la modernización de China y la India.

Por último, a pesar de la potencial inestabilidad política de casi todos los países asiáticos, podemos considerar algunos signos favorables. En primer lugar, parece que los movimientos de protesta contra la corrupción en la India han logrado más éxito que cualquier protesta durante el movimiento de indignados en Europa o en Estados Unidos. Los partidarios de la huelga de hambre contra la corrupción llevada a cabo por el activista Anna Hazare han dominado la atención de la prensa en la India en los últimos meses, y un Gobierno que recuerda cómo Gandhi logró el éxito ha tenido miedo de tomar duras medidas contra él. Esta semana Hazare amenazó con iniciar un movimiento de desobediencia civil.

En segundo lugar, uno saluda con alivio el fuerte papel de la mujer en la política asiática. Desde la primera ministra australiana Julia Gillard a la presidenta del Partido del Congreso de India Sonia Gandhi, las mujeres durante el 2011 han tomado el liderazgo en Asia. Hubo, por supuesto, importantes figuras femeninas en años pasados, como Bandaranaike de Sri Lanka, Benazir Bhutto de Pakistán y Corazón Aquino de Filipinas, pero los nuevos jugadores también son sumamente significativos. Gillard ha desempeñado un papel importante en redefinir la manera en que su Partido Laborista considera temas como la inmigración y la política exterior. Sonia Gandhi, nacida en Italia y esposa del antiguo primer ministro Rajiv Gandhi, se convirtió en la mujer más poderosa de la India por motivos dinásticos, y ha dedicado considerable energía a la promoción de la mujer en la política. Y en esta lista no podía dejar de figurar, una persona a quien dediqué un artículo el mes pasado: Aung San Suu Kyi, premiada con el Premio Nobel y la principal esperanza para la democracia en Birmania.

Puede parecer sorprendente para algunos que las sociedades dominadas por los hombres de Asia son capaces de producir mujeres líderes. El hecho es que las mujeres son en alguna medida extensiones del poder masculino. Shaikh Hasina, primera ministra de Bangladesh, tomó el relevo de su padre asesinado. Park Geun-hye, hija del presidente de Corea del Sur entre 1961 y 1979, es uno de los dos candidatos probables para suceder al actual presidente. Otra recién llegada al liderazgo político es Yingluck Shinawatra, primera ministra de Tailandia. Debe su éxito a su hermano, un exiliado antiguo primer ministro que controla el partido político más fuerte del país. Tailandia, víctima de las recientes catastróficas inundaciones, fue el único país en el sudeste asiático a experimentar un cambio de liderazgo en 2011 cuando ella y su partido ganaron una victoria decisiva en las elecciones de julio.

Los hombres traen la guerra, las mujeres traen la paz. Las mujeres líderes de Asia ofrecen nuevas esperanzas para un continente que tal vez pronto lidere el mundo.
 
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona  

El Tratado Europeo: una pura farsa

Por Paul Kennedy, profesor de Historia de la cátedra J. Richardson Dilworth en la Universidad de Yale y director de Internacional Security Studies en la misma universidad. © 2011, Tribune Media Services, Inc. Traducido por AB Traducciones (EL PAÍS, 02/01/12):

Solomon Binding -algunos lectores lo recordarán- fue el personaje mítico creado por el ingenioso columnista inglés Bernard Levin para poner en solfa a los múltiples contratos, acuerdos y promesas “solemnes y vinculantes” (en inglés, solemn and binding) negociados entre el Gobierno de Harold Wilson y los sindicatos británicos durante la década de los setenta, probablemente la década más sombría y desesperada de ese país. El argumento de Levin era que los dirigentes del sindicato eran totalmente incapaces de cumplir sus promesas, que los objetivos de moderación salarial acordados eran incumplidos repetidamente y las huelgas se sucedían; por tanto, todo era una pura farsa, una obra de teatro político. Su consecuencia principal fue que, irónicamente, millones de votantes británicos de centro se inclinaron, frustrados, por Margaret Thatcher en las elecciones generales de 1979.

Yo recordaba el escepticismo de Levin al leer la letra pequeña del acuerdo económico alcanzado por todos los Gobiernos de la Unión Europea -con la excepción de Reino Unido- en la noche del 8 de diciembre. Tras otro día de intentos por alcanzar la reconciliación, un primer ministro británico frustrado voló de vuelta a casa. La prensa y los medios televisivos, con su infalible capacidad para empeorar las cosas y exagerar las riñas internacionales, tuvieron otro día de gloria: “Aislamiento poco esplendoroso de Reino Unido”, “Torpeza de Cameron”, “Triunfo de Merkel sobre Europa”; este fue el tono de los titulares. Algunos ministros franceses sugirieron de manera poco prudente que Reino Unido debería abandonar la UE, la prensa británica liberal y laborista atacó al primer ministro por su actitud obstinada y los tabloides londinenses, terriblemente chovinistas, ladraron su aprobación. Todo acabó siendo un embarazoso ejemplo de lo bajo que ha caído en la mayor parte de Europa la inteligencia política y periodística, con raras excepciones, como la de Gideon Rachman (del Financial Times), que inmediatamente señaló que a los europeos les estaban dando gato por liebre.

Una vez que se disipó el humo, surgieron tres conclusiones principales. La primera conclusión es que el texto del presente tratado es poco realista y, por tanto, impracticable. El objetivo de porcentaje de deuda pública respecto al PIB es políticamente inaceptable para la mayoría de las opiniones públicas -supondría ingentes recortes del gasto público, incluso aún mayores que los que ya se están practicando. Ninguno de los Estados periféricos más pequeños, cuya debilidad fiscal causó la presente crisis, podría alcanzar dicho objetivo; incluso es poco probable que la Alemania de Merkel pudiese alcanzarlo. El hecho de que el presidente francés Sarkozy defienda firmemente el acuerdo es una versión moderna de la comedia francesa.

Por si fuera poco, el mecanismo de aplicación de sanciones, tal y como está expresado en el tratado, es extraño y confuso: ¿podrá algún Gobierno derrochador realmente ser llevado ante un organismo como el Tribunal Europeo y castigado? ¿Desean Merkel y Sarkozy una reacción ultranacionalista en toda Europa? Porque esto es lo que están provocando. No resulta sorprendente que las agencias de calificación Standard & Poor’s y Moody’s estén rebajando el rating de tantos Gobiernos europeos.

La segunda conclusión es más interesante, aunque nadie parezca haber reparado en ella. Y es que realmente solo existen tres países en Europa que cuentan -Reino Unido, Francia y Alemania-. Por contar no deseo sugerir para nada superioridad cultural, social o ideológica por parte de los Tres Grandes; de hecho, pienso que los supuestos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), cuya frágil condición fiscal causa la preocupación de los inversores, figuran entre los países más encantadores de todo el mundo. Quiero decir que solo Londres, París y Berlín tienen suficiente peso y confianza para emprender una política gaullista de marchar en solitario en el caso de no estar de acuerdo con lo que el mayor órgano europeo parece querer hacer. Esto a su vez conduce a un interesante minué político a tres bandas. De esta manera, si Reino Unido y Alemania acuerdan una línea de actuación particular sin haber consultado con Francia, París lo paralizará. De manera similar, si los periódicos están llenos de fotografías de Merkel y Sarkozy mientas cierran un acuerdo especial que quieren que después acepte el resto de Europa, es previsible que Cameron trate de parar el acuerdo y oponerse. Nadie más lo hará.

Este equilibrio de poderes de tipo bismarckiano proporciona a los Estados más pequeños algo de libertad de maniobra. Solos nunca podrían parar el monstruo franco-alemán, razón por la cual todos ellos firmaron solemnemente el tratado. Pero ahora esos Gobiernos sumisos han regresado de Bruselas y tienen que enfrentarse a sus respectivos electorados no demasiado contentos, que al parecer comparten muchas de las reservas de Cameron. El editorial del Financial Times del 14 de diciembre, Surgen grietas en el tratado de la UE, me parece que da plenamente en el blanco. La medicina de la pareja Merkel-Sarkozy parece que es demasiado amarga, imposible de tolerar para muchas de las naciones europeas más pequeñas, con independencia de si son miembros de la zona euro o no. El primer ministro checo, Petr Necas, ha admitido que sería demasiado “cortoplacista” firmar declaraciones solemnes sin conocer bien los detalles. Los líderes de la oposición irlandesa han exigido realizar un referéndum en primer lugar, pero dicha consulta probablemente no recibiría el apoyo de la población, y así Irlanda no podría ratificar el Acuerdo. El tratado también presenta problemas políticos en los Países Bajos, Suecia, Dinamarca y Hungría. Italia está inusualmente silenciosa, pero sus partidos y medios de comunicación siempre han recelado de cualquier eje franco-alemán para el futuro de Europa.

Un observador de este lío venido desde lejos -pongamos, de Marte- probablemente sugeriría que Cameron, Merkel y Sarkozy deben reunirse, enterrar el hacha de guerra y alcanzar una solución intermedia. Pero hay demasiado orgullo nacional y personal en juego. Cameron necesita reconocer que el electorado alemán no aceptará financiar Gobiernos débiles y al BCE para siempre, y que por tanto insista en más disciplina fiscal. Sarkozy tiene que reconocer que las propuestas de un impuesto adicional sobre las transacciones financieras pueden solo ser vistas como un golpe deliberado y envidioso contra la City de Londres. Y Merkel necesita entender mejor los miedos surgidos en casi todos sus vecinos por la recuperación de más poder económico y político de Alemania dentro de Europa. ¿Llegaremos a ver una reconciliación a tres bandas? Ahora mismo, esto parece poco probable.

El verdadero perdedor de este juego no es un Reino Unido “aislado” o una Alemania “superarrogante”, sino la propia Europa y sus posibilidades de influir en nuestra escena internacional verdaderamente delicada, especialmente con una economía global a punto de entrar en una grave fase de estancamiento prolongado. Europa no ha avanzado con este tratado; más bien está dando trompicones. Muchas veces se ha repetido el comentario jocoso de que “el continente es un gigante económico, pero un pigmeo político”. Ahora, incluso su tamaño económico está reduciéndose, junto con el valor del euro con respecto al dólar, la libra y otras monedas.

Hay muchos aspectos preocupantes en los actuales sentimientos antieuropeos del partido conservador británico, pero en lo que respecta al tratado de la UE, es posible que Cameron haya hecho bien en disparar contra la línea de flotación del gigante Merkel-Sarkozy. Los tratados internacionales, como por ejemplo el protocolo de Kioto sobre el cambio climático, nunca podrán funcionar correctamente si los Gobiernos los firman de manera cínica, sin ninguna posibilidad de cumplirlos. Y el Acuerdo de la UE del 8 de diciembre será un desconcierto si varias naciones miembro no pueden alcanzar unos objetivos prácticamente imposibles de conseguir.

Hace más de tres décadas que Bernard Levin creó la figura de Solomon Binding. Es el momento de desenterrar dicha figura y de recordar las lecciones que sus caprichosas acciones nos ofrecen.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona  

El ocaso democrático

Por Juan Gabriel Tokatlian, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella, Argentina (EL PAÍS, 02/01/12):

Una de las tantas paradojas actuales es que mientras en la periferia muchas sociedades y Gobiernos intentan ampliar los derechos ciudadanos, en varios países centrales se pretende desvertebrar el Estado de derecho. En América Latina y, en tiempos recientes, en Oriente Próximo y el norte de África con la llamada primavera árabe, se observan impulsos y logros importantes en el reclamo y la extensión de derechos y garantías de diverso tipo. Inversamente, en países clave de Occidente, y desde el 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos se denota un esfuerzo desde el Ejecutivo y el Legislativo (y con pocas limitaciones por parte del Poder Judicial) de recortar y suprimir derechos alcanzados con enorme esfuerzo colectivo. Con el presunto objetivo de proteger la seguridad nacional en Estados Unidos se ha gestado una compleja estructura jurídica, burocrática e institucional cívico-militar que ha configurado de hecho una condición de inseguridad permanente; meta que al parecer ha logrado alcanzar el terrorismo transnacional a una década de los atentados en Nueva York, Washington y Filadelfia.

En ese contexto, la poslegalidad tiende a imponerse: se trata de una situación en la que el derecho interno e internacional se manipula, se desconoce o se quiebra a expensas de un bifronte Estado gendarme que opera con escasa rendición de cuentas hacia adentro y con excesivo despliegue militar hacia afuera. Lo poslegal no es patrimonio exclusivo de Estados Unidos -recientemente la secretaria del Interior de Reino Unido, Theresa May, sugirió la necesidad de deshacerse de la Ley de Derechos Humanos de 1998-, pero tiene su manifestación más elocuente e inquietante en aquel país.

La poslegalidad se exacerba en Estados Unidos en medio de una fenomenal crisis económica y ante una ciudadanía que, ante la incertidumbre y de modo confuso, se expresa contradictoriamente frente al delicado balance entre seguridad y libertad. Por ejemplo, en junio de 2010 una encuesta a cargo de Rasmussen Reports indicaba que el 28% de los estadounidenses consideraba que era una mala idea el control civil de los militares y apenas el 44% consideraba bueno dicho control. Pero, a su vez, en una encuesta de Gallup efectuada en septiembre de 2011 un 49% de los entrevistados consideraba que el Gobierno federal era “una amenaza inmediata a los derechos y libertades individuales”.

La poslegalidad, por vía de presuntos términos legales, rápidamente asimilados por los medios de comunicación y los principales líderes políticos nacionales, naturaliza un nuevo lenguaje que facilita el desprecio por los derechos. Así, en vez de referirse a la tortura se habla de “técnicas acrecentadas de interrogación”; el secuestro extraterritorial de personas, realizado de manera clandestina por funcionarios, se denomina “entrega extraordinaria”; las ejecuciones extrajudiciales se justifican en el marco de las “hostilidades” contra “militantes”; y a las guerras punitivas contra países que no han atacado a Estados Unidos se las llama “acción militar cinética”.

La poslegalidad tiene símbolos: Guantánamo y Abu Ghraib. Tiene puntos clave de construcción conceptual: las oficinas del Legal Advisor del Departamento de Estado, del General Counsel del Departamento de Defensa y del Special Counsel de la Casa Blanca. Tiene un mapa de referencia para su racionalización y justificación: la “guerra contra el terrorismo”. Y tiene continuidad política bipartidista: desde George W. Bush a Barack Obama.

Ahora bien, tres asuntos han puesto en evidencia el desbordamiento de la poslegalidad de Estados Unidos. Primero, el incesante uso de vehículos aéreos no tripulados (unmanned aerial vehicles), los denominados drones, en Asia (Irak, Afganistán y Pakistán) y África (Libia, Somalia y Yemen). El recurrente uso de aquel medio de combate -al que hay que sumar un fracasado intento reciente en Irán- ha llevado a debatir en torno a la “guerra de los drones”; un modo de enfrentamiento a distancia, sin grandes contingentes en condición de combate frontal, presuntamente de alta precisión y más económico que el despliegue de tropas. El recurso a los drones ha implicado, entre otras, cierta facilidad para lanzar ataques en los que las bajas propias son casi inexistentes, bastante indiferencia de una opinión pública que apenas si conoce el tema y que, en general, no padece costo alguno inmediato después de su utilización, y un ascendente papel militar de los órganos de inteligencia dado que es la CIA la encargada del sistema de lanzamiento. Si bien en 2009 el Informe del Relator Especial de la ONU para Ejecuciones Extrajudiciales, Philip Alston, sugería que los drones podrían violar el derecho internacional humanitario, nada parece haber conducido a replantear su uso por parte de Washington.

Segundo, en septiembre pasado el Gobierno de Barack Obama fue un paso más adelante en esta materia. En un “panel secreto”, y con aval presidencial, autorizó dar de baja a dos estadounidenses, Anwar al Awlaqi y Samir Khan, mediante misiles lanzados desde un vehículo aéreo no tripulado. En los dos casos no hubo una acusación formal, no se pretendió su arresto ni se buscó poner en marcha el debido proceso. Ni la Constitución ni las enmiendas 5, 6 y 14 fueron tenidas en cuenta para llevar a cabo este targeted killing.

Y tercero, más recientemente, en la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2012 y con una votación de 93 a 7, el Senado aprobó que cualquier estadounidense sospechoso de terrorismo puede ser detenido indefinidamente por autoridades militares (al tiempo que aumenta las restricciones para no trasladar los prisioneros de Guantánamo a territorio continental estadounidense). Para algunos observadores esta legislación es un serio revés al Estado de derecho. Organizaciones de derechos civiles y voces liberales demandan y se consuelan con un eventual veto del presidente Obama.

Los tres ejemplos mencionados apuntan a subrayar que en Estados Unidos la legalidad está en entredicho y que lo poslegal se está tornando en lo habitual. Más temprano que tarde esto tendrá un efecto devastador sobre la democracia en aquel país. Lo que tendrá, y de hecho ya tiene, reverberaciones por fuera de Estados Unidos. En ese caso se habrá dado un paso abismal: del acoso democrático al ocaso democrático.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona 

Crisis (32): empieza el 2012

Por Xavier Sala i Martín, Universidad de Columbia, UPF y Fundación Umbele (LA VANGUARDIA, 02/01/12):

Nunca falla. A pesar de que he explicado mil veces que la profesión de economista no consiste en predecir el futuro, cada día 1 de enero la gente me pregunta qué pasará en la economía mundial durante el año que empieza. Si no tengo ganas de hablar, los remito a una web de profesionales del futuro (www.tarot.es). Y si tengo, no les explico lo que pasará sino lo que está pasando. Como hoy tengo ganas de hablar, comentaré cuatro aspectos importantes de la economía a día 1 de enero del 2012.

Primero, el 2012 empieza con la misma debilidad económica con la que ha acabado el 2011: la periferia de Europa vuelve a estar en recesión (es decir, con crecimiento económico negativo) y Estados Unidos sigue anémico. Tanto allí como aquí, gobiernos, bancos y familias están inmersos en un proceso de desendeudamiento (o desapalancamiento, que se dice ahora) que los lleva a recortar gastos, cosa que reduce la demanda de la economía y provoca contracción económica.

A eso se suman dos fenómenos nuevos: la burbuja inmobiliaria china ha explotado, aunque está por ver si la caída será catastrófica o lenta y cómo afectará al resto de los países emergentes. Además, la crisis económica de la periferia se ha contagiado al centro de la eurozona y países como Alemania y Holanda pueden acompañar a España, Italia o Grecia por la senda de la recesión.

Segundo, todo apunta a que se nos están acabando las balas para luchar contra la crisis. La bala fiscal no se puede utilizar porque los mercados financieros no quieren prestar a los gobiernos. Las balas para dar confianza a la economía y animar así la inversión también escasean: cada vez que, tras anunciar las “medidas definitivas” para arreglar la crisis, los políticos se reúnen en una cumbre fallida, su credibilidad se reduce al dar la sensación de que no saben lo que hacen. Las balas para reparar el sector financiero que comporten ayudas a bancos levantan un rechazo popular cada vez más generalizado, y eso dificulta su utilización.

Parece que sólo quedan balas en el arsenal monetario, lo que nos lleva al tercer punto: la “gran esperanza” hoy es el Banco Central Europeo (BCE). Hasta ahora ha habido una tensión constante entre los países del centro que iban bien (y que, por lo tanto, querían una política monetaria restrictiva que impidiera que el BCE comprara deuda soberana) y los de la periferia que iban mal (y que querían que el BCE imprimiera euros para facilitar el crédito entre los países de la unión). La novedad del 2012 es que el centro ya no va tan bien y eso, paradójicamente, ¡es bueno para la periferia! La razón es que, a partir de ahora, a todos nos convendrá lo mismo: una política monetaria expansiva. De hecho, durante diciembre del 2011, el BCE ya ha imprimido centenares de millardos de euros y, aparte de calmar a los mercados durante unas semanas, eso ha hecho bajar el euro. Si el euro se sigue depreciando durante el 2012, los productos que se venden en euros (es decir, los nuestros) también se abaratarán. El consiguiente aumento de las exportaciones puede ser la locomotora que nos saque de la crisis.

Y cuarto, la competitividad. Cuando vi que Mariano Rajoy convertía al “Ministerio de Economía” en “Ministerio de Economía y Competitividad”, me sorprendió. Por un lado, lo celebré porque el problema más importante de la economía española hoy es la falta de competitividad y es bueno que el Gobierno así lo entienda. Por otro lado, sin embargo, me preocupó que un ministerio pueda caer en la tentación intervencionista en la que han caído tantos gobiernos de todo el mundo: pensar que sólo se puede ser competitivo si se hace I+ D en unos “sectores prioritarios escogidos por el Gobierno” (normalmente telecomunicaciones o biotecnología, aunque en los últimos años se han puesto de moda los sectores verdes y renovables) y eso sería un gran error.

Cuando piense en competitividad el Gobierno debe entender que, al nivel de renta de España, ser competitivo quiere decir innovar. De hecho, quiere decir que todas las empresas de todos los sectores (y no sólo los “prioritarios”) pueden y deben innovar. Al fin y al cabo, las grandes innovaciones empresariales de las últimas décadas no sólo ocurren en los sectores “modernos” sino que también lo hacen en sectores milenarios como el circo (Cirque du Soleil), el vestido (Zara), los muebles (Ikea), el vino (todo el sector en Australia) o el café (Nespresso o Starbucks).

La pregunta es: ¿Y quién hace esas innovaciones? La respuesta puede parecer sorprendente: sólo el 8% de las ideas empresariales proviene de científicos a través del I+ D formal. El 92% proviene de trabajadores (Amancio Ortega era un vendedor de camisas antes de crear Inditex), estudiantes (Mark Zuckerberg creó Facebook siendo estudiante) o incluso saltimbanquis de calle (como Guy Laliberté, el creador del Cirque du Soleil).

Eso quiere decir que para tener una economía competitiva e innovadora hace falta un sistema educativo que dé los instrumentos para fomentar la creatividad de toda la población (y no sólo de los científicos), ya sean trabajadores o saltimbanquis. Además, se tiene que crear el entorno que facilite (en lugar de que dificulte) la implementación de esas ideas en empresas.

Debilidad económica, el agotamiento de las balas para luchar contra la crisis, el BCE y la depreciación del euro y la competitividad. Yo no sé qué pasará en alguna de estas áreas durante el año nuevo. Lo que sí sé es que estos son cuatro aspectos de la economía que hay que tener en cuenta el 1 de enero, el día que empieza el 2012.

 Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona