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sábado, julio 28, 2012

El otro candidato

Por Ibsen Marínez (El País, 23/07/2012)

¿Quién es el otro candidato en las elecciones venezolanas?

La respuesta corta la da Chávez: “Henrique Capriles Radonski es el candidato de la burguesía, de los yanquis y la derecha”. Opino que hará mal quien se conforme con esa parvedad. Hay respuestas más largas.
Al discurrir sobre nuestra América, a muchos analistas extranjeros les da por pensar que si el hombre es “carismático” —aunque sólo sea un espadón vociferante, tiránico e inepto—, habla “en nombre de los pobres” y llena de dicterios al imperialismo yanqui, entonces el tipo es de izquierdas y, sin más, el bueno de la película. A Capriles Radonski le pasa lo que a José Carreras en el chiste de Jerry Seinfeld sobre los tres tenores: es el otro tipo. Y supuesto que Chávez es la izquierda, entonces el otro tipo debe ser la derecha.
Sin embargo, las cosas no son tan simples en Venezuela, uno de los “petroestados” populistas más antiguos del planeta. El petroestado venezolano y sus singularidades podrían explicar porqué Hugo Chávez bien puede perder ante el otro tipo las presidenciales del 7 de octubre.

Cuando eres un petroestado hispanoamericano heredas la potestad de la corona española sobre la riqueza del subsuelo y acabas convirtiéndote en el “ogro filantrópico” descrito por Octavio Paz: sólo tú cortas el bacalao. Tu sólo dispensas todo el dinero de la renta petrolera y el resto de la población —incluida la burguesía local— no son más que cazadores o pedigüeños de esa renta. Y por lo mismo, menos ciudadanos que súbditos cuya religión laica es el estatismo redistributivo.

Clientes o aspirantes a serlo tienen poco o ningún margen para sentirse electores de libre conciencia en un país donde el petroestado-billetera es indistinguible del gobierno de turno y, en términos absolutos, el empleador de bastante más del 80% de la población económicamente activa.

Los petroestados experimentan fases maníacas y ciclos depresivos, según los vaivenes del precio del crudo. En fase maníaca, de altos precios, a sus gobernantes les da por pensar que ahora sí cegarán definitivamente la brecha que nos separa del Primer Mundo. Se arrogan toda clase de competencias, creando así más y más incentivos al despilfarro y la corrupción. En fase depresiva, los petroestados se endeudan y dan en garantía a los mercados la factura petrolera futura o bien aceptan las fórmulas del FMI.

La fase maníaca que siguió al embargo impuesto a Occidente por los países de la OPEP, en 1973, nos trajo al “primer” Carlos Andrés Pérez y la “Venezuela Saudita”. Chávez no ha sido el primero en pretender comprar con petrodólares el liderato de los condenados de la tierra. La verdad es que elencos estatistas, populistas y clientelares se han turnado en el poder desde 1945, época del primer gran auge petrolero venezolano. En un tal país, con tan colosal inflazón del Estado y sus recursos, con una inescapable sujeción de casi toda la población al Gran Dispensador, ¿qué significa estar a la derecha?

Chávez ha presidido el más prolongado boom de precios registrado hasta ahora, una fase maníaca que ha financiado fallidos planes sociales de subsidio directo a los más pobres, el subsidio a la dictadura castrista, un antiimperialismo tan vociferante como dispendioso e inconducente y un decidido e inequívoco empeño en instaurar un régimen totalitario. El elenco chavista añadió el colectivismo y el militarismo al habitual repertorio venezolano de creencias redistributivas y ha ido tan lejos como ha querido por el camino de abolir no sólo la propiedad privada, sino las más caras libertades individuales.

Con todo, ¿qué tienen de justiciera “izquierda” los modos falangistas con que Chávez segrega del favor estatal —ya sea empleo o contratos— a todo aquel que, amparado por la Constitución, haya firmado en 2004 la solicitud de un referéndum revocatorio? ¿Qué hay de democrático en un régimen cuyo presidente literalmente dicta crueles sentencias al poder judicial desde una cadena de televisión? ¿Que inconsultamente firma acuerdos binacionales con impresentables como Alexander Lukashenko o Mahmud Ahmadineyad? ¿Es posible que cinco millones y medio de venezolanos, el 52% del universo elector, que votaron por la oposición en las parlamentarias de hace año y medio, sean todos ellos elitesca minoría blanca, burgueses oligarcas y agentes de la CIA?

En Venezuela, y a partir de los años treinta del siglo pasado, los partidos modernos, casi sin excepción todos de izquierdas, fueron secreción de los conflictos sociales que trajo consigo el negocio petrolero. Modelados leninistamente, animados por la idea de un munificente Estado social de derecho, socialdemócratas y comunistas forjaron en seis décadas un país mayoritariamente ubicado a la izquierda del centro. El petroestado nos hizo también clientelares, manirrotos, consumistas. “En Venezuela, la derecha desentona”, sentenció alguna vez el desaparecido dramaturgo José Ignacio Cabrujas, voz de la tribu.

Tanto así, que la democracia cristiana, único partido que desde los años cuarenta aspiró a encarnar una derecha conservadora, hubo de mutar rápidamente en un partido populista más, so pena de “desentonar” en un país mamador de gallo donde el catolicismo se funde a menudo en cultos sincréticos afroantillanos. Esa escora “a la izquierda”, junto con el desgaste y descrédito de los viejos partidos, hizo posible, en 1998, el triunfo de Chávez.

Henrique Capriles Radonski recoge, sin duda, la mayoritaria propensión nacional al centro izquierda que la discordia y la polarización política, azuzadas por Chávez, parecieron haber sofocado para siempre. Ello se refleja en las encuestas más fiables: a cien días de la elección, figura ya en “empate técnico” con Chávez. Sin exagerar, también en el fervor de la calle, un fervor que recuerda al que nimbó a Chávez en su mejor momento electoral, allá por 1998.

Capriles ganó más que holgadamente las elecciones primarias, convocadas por la Mesa de Unidad Democrática para designar un candidato único de oposición, acaso justamente por ser el vocero más moderado de ella. Como gobernador del Estado Miranda, el segundo más poblado de Venezuela, que alberga la favela más grande de Suramérica, la mayor parte de la Caracas acomodada, populosas ciudades dormitorio y una vasta provincia rural y atrasada, Capriles ha administrado con éxito, durante casi cuatro años, una réplica demográfica del resto del país. Ganó la gobernación en 2008, al derrotar, contra todo pronóstico, a Diosdado Cabello, designado candidato por el dedo jupiterino de Chávez.

Capriles adoptó y mejoró sensiblemente los más emblemáticos planes sociales del chavismo —salud y vivienda—, mitigando de tal modo el sectarismo que los caracteriza en el resto del país que buena parte de la base social chavista de su Estado hoy le apoya. Capriles se declara de centro izquierda liberal, es manifiesto admirador y estudioso del papel jugado por Felipe González en la transición española y, en lugar de la Cuba castrista, propone al Brasil de Cardoso, Lula y Roussef como modelo. Todos los partidos venezolanos afiliados a la Internacional Socialista forman parte de la coalición que lo apoya.

Chávez ha malgastado 14 años en el poder. Esos años lo han gastado y ahora enfrenta a un adversario joven, sin especial don oratorio pero experimentado en funciones de gobierno y quien, desde que fue electo diputado en 1998, a los 26 años, nunca ha perdido una elección.

“¿Cuál crees que es tu mayor fortaleza?”, le pregunté hace unas semanas. Su respuesta: “Siempre me han subestimado y es mejor así”. Tal vez tenga razón, aunque hoy sean muchos quienes creen que con Capriles, el otro tipo, el péndulo venezolano puede regresar desde el caudillismo autoritario de Chávez al centro democrático y plural.

Se oyen apuestas.

Ibsen Martínez es escritor venezolano.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona  

martes, marzo 22, 2011

Is there a Chavez terror network on America’s doorstep?

By Roger Noriega, ambassador to the Organization of American States from 2001 to 2003 and assistant secretary of state from 2003 to 2005. He is a visiting fellow at the American Enterprise Institute and managing director of Vision Americas LLC, which represents U.S. and foreign clients (THE WASHINGTON POST, 21/03/11):

President Obama’s trip to South America has showcased promising partnerships in Brazil and elsewhere. His visit, however, should also focus attention in the region and within his administration on the fact that Iran and Venezuela are conspiring to sow Tehran’s brand of proxy terrorism in the Western Hemisphere.

On Aug. 22, 2010, at Iran’s suggestion, Venezuelan President Hugo Chavez hosted senior leaders of Hamas, Hezbollah and Palestinian Islamic Jihad (PIJ) in a secret summit at military intelligence headquarters at the Fuerte Tiuna compound in southern Caracas. Among those present were Palestinian Islamic Jihad Secretary General Ramadan Abdullah Mohammad Shallah, who is on the FBI’s list of most-wanted terrorists; Hamas’s “supreme leader,” Khaled Meshal; and Hezbollah’s “chief of operations,” whose identity is a closely guarded secret.

The idea for this summit sprang from a meeting between Iran’s ambassador to Syria, Ahmad Mousavi, and his Venezuelan counterpart, Imad Saab Saab, at the Venezuelan embassy in Damascus on May 10, 2010. According to the report received by Venezuela’s foreign minister, the two envoys were discussing a meeting between their presidents and Hezbollah’s leader, Hasan Nasrallah, when the Iranian suggested that the three meet Chavez in Caracas. That these infamous criminals left their traditional havens demonstrates their confidence in Chavez and their determination to cultivate a terror network on America’s doorstep.

According to information from within the Venezuelan regime, arrangements for the August conclave were made by Chavez’s No. 2 diplomat in Syria, Ghazi Nassereddine Atef Salame. Nassereddine is a naturalized Venezuelan of Lebanese origin who runs Hezbollah’s growing network in South America – which includes terror operatives and drug traffickers. A document obtained recently from a senior Venezuelan diplomat indicates that Nassereddine does business with four companies operated by Walid Makled, a cocaine smuggler indicted in the United States and detained in Colombia.

Makled has admitted his ties to the drug trade in a series of media interviews from jail. He claims to have documents and videotapes proving the complicity of Chavez’s military commander, Henry Rangel Silva, and other Chavista cronies in cocaine smuggling. Colombian authorities say they must return Makled to his native Venezuela to face a murder charge, and U.S. diplomats have concluded it is pointless to continue pressing for his extradition to face drug charges in New York. Yet the revelation that Makled can cast light on Nassereddine’s Hezbollah network should spur U.S. diplomats to renew their push for Makled’s extradition to the United States.

The danger posed by a network of terrorists in the Americas is very real. Last May, Muhammad Saif-ur-Rehm Khan, a Pakistani applying for a U.S. visa at the American Embassy in Santiago, Chile, was detained after guards detected traces of bomb-making materials on his hands. U.S. officials discovered Khan’s link to the Islamist group Jamaat al-Tabligh. It is not clear how much they shared with Chilean investigators. Lacking evidence to prosecute Khan, Chilean authorities released him in January, and he left the country bound for Turkey. A high-ranking Chilean source informed me that, before his arrest, Khan lived and associated with persons of Egyptian, Saudi and Lebanese background – many of whom carried Venezuelan passports. One of the officials accused of issuing such Venezuelan identity documents to suspicious foreigners is Chavez confidante Tarek Zaidan El Aissami. Also Venezuela’s interior minister, El Aissami is of Syrian descent; his father is known for having publicly praised Saddam Hussein and Osama bin Laden; and his brother, Firaz, is an associate of the cocaine smuggler Makled.

The threat posed by globe-trotting terrorists is ever-present. A U.S. security official told me in mid-January that two known al-Qaeda operatives were in Caracas planning a “chemical” attack on the U.S. embassy; on Jan. 31, the embassy was closed, and reports at the time cited “credible threats.”

A Venezuelan government source has told me that two Iranian terrorist trainers are on Venezuela’s Margarita Island instructing operatives who have assembled from around the region. In addition, radical Muslims from Venezuela and Colombia are brought to a cultural center in Caracas named for the Ayatollah Khomeini and Simon Bolivar for spiritual training, and some are dispatched to Qom, Iran, for Islamic studies. Knowledgeable sources confirm that the most fervent recruits in Qom are given weapons and explosives training and are returned home as “sleeper” agents.

U.S. authorities could act today to degrade Chavez’s ability to support terrorism and Tehran. There are money-laundering, drug-trafficking or Iran-specific statutes they could invoke. The question is whether they will respond swiftly and effectively enough to prevent a deadly attack.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

domingo, septiembre 13, 2009

La última pantomima de Bariloche

Por Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (EL PAÍS, 08/09/09):

La enésima crisis en las relaciones entre Venezuela y Colombia culminó el 29 de agosto como las anteriores: sin ninguna resolución, con Álvaro Uribe fortalecido en su país pero aislado en el ámbito regional, y con Hugo Chávez volando hacia algún destino extraño de Oriente Próximo con la satisfacción de haber atraído los reflectores y la frustración de no haber logrado nada. Pero a diferencia de otros, esta vez el enfrentamiento televisado, verbal y en ocasiones casi físico, de Chávez y Uribe en la reunión cumbre de Unasur, celebrada en Bariloche, no será fácilmente olvidado ni perdonado. Porque en esta ocasión, había realmente algo de por medio, y el resto de América del Sur se sintió verdaderamente concernida.

El asunto es relativamente sencillo. Estados Unidos, a través de la DEA, su agencia antidroga, contaba hasta este año con una base aérea en el pueblo de Manta, en la costa ecuatoriana, desde la cual intentaba interceptar vuelos y embarcaciones procedentes de las zonas andinas del continente y destinadas por el narcotráfico a Centroamérica, México y Estados Unidos. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, distinguido integrante del llamado ALBA (grupo compuesto por Cuba, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Ecuador), amigo y aliado de Chávez, prometió cerrar la base cuando se venciera el acuerdo que le dio vida, en 2009. Cumplió su promesa, pensando tal vez que Washington no tendría más remedio que resignarse y marcharse de la región.

Pero “el imperio”, como le dice Chávez, no llegó a serlo por actuar de esa manera. Ni tardos ni perezosos, los norteamericanos se buscaron un nuevo anfitrión que les permitiera replicar, en versión mejorada, su presencia andina. Y lo encontraron en Uribe y Colombia, donde ya existen siete bases militares y aéreas bien acondicionadas, así como un destacamento militar y contractual estadounidense (con un techo de 1.400 integrantes, fijado por el Congreso de Washington). Sólo faltaba juntar ambas realidades: para ello se negoció el acuerdo entre las dos capitales que prevé el acceso del personal americano ya presente a las bases existentes. No serán bases de Estados Unidos; seguirán bajo control colombiano, pero ahora la DEA, la CIA, y el Comando Sur dispondrán de acceso a ellas. Si alguien pensaba que con la llegada de Obama a la Casa Blanca los intereses de Washington en la región se modificarían, desconocía la historia de la región. Y si alguien se imaginaba que el antiamericanismo de Chávez (él lo denominaría “antiimperialismo”) se desvanecería sólo porque un demócrata progresista de origen afroamericano ocupa el Despacho Oval, estaba soñando.

La única solidaridad subcontinental para con Colombia ha provenido de Perú; hasta el apoyomexicano, más alejado, ha sido tibio, en el mejor de los casos; a Brasil, en particular, le incomoda la cercanía militar norteamericana, aunque no la rusa o venezolana.

¿Por qué entonces aceptó Bogotá un acuerdo de esta naturaleza si sabía de antemano que provocaría la furia del caudillo de Caracas y la inquietud de casi todos los suramericanos? Por una sencilla razón: a pesar de su inmensa popularidad interna, Uribe se siente y se encuentra aislado y amenazado en la región, y no tuvo más alternativa que abrazar al único aliado que le queda.

A su oriente, Uribe se ve amenazado por Chávez, a través de sus compras masivas de armas, de su creciente y rara relación con Teherán, de su apoyo militar, financiero, logístico y propagandístico a las FARC, y de sus incansables ofensivas retóricas. No tiene mucho sentido hacerse ilusiones sobre la ubicación del corazón de Hugo Chávez. Detestaba a Bush, le repugna Uribe, desprecia a Juan Manuel Santos, pero nada de eso resulta decisivo: lo crucial consiste en su profunda simpatía por las FARC y la supuesta causa revolucionaria en Colombia. Mientras las FARC no triunfen en Colombia (algo que no parece ni remotamente factible), y Chávez siga en el poder, nada ni nadie lo hará cambiar de sentimientos. El problema no son Bush, Obama, Uribe, Santos o la “rancia oligarquía colombiana”; el problema son Chávez y las FARC.

Pero Uribe no sólo se enfrenta a la amenaza desde Venezuela; el caso de Ecuador es análogo, en la medida en que Correa y sus simpatizantes, sin emprender una carrera armamentista comparable a la de Chávez, guardan las mismas simpatías por las FARC, evidenciadas por el campamento de Raúl Reyes, destruido el año pasado por el Ejército colombiano, y por las relaciones entre la narco-guerrilla y la campaña presidencial de Correa de 2006.

Y por supuesto, Uribe padece un frente interno, a saber, precisamente el de las FARC, en plena desbandada, pero con un posible as bajo la manga: el acceso, vía Chávez, a misiles tierra-aire, que eliminarían la supremacía del Ejército en los cielos colombianos, clave de los triunfos contra-insurgentes. Ante peligros de esta magnitud, y frente a los interminables ataques retóricos y diplomáticos de Chávez, ¿qué querían los suramericanos (principalmente Brasil, Chile, Uruguay y Argentina) que Uribe hiciera? ¿Hacer la vista gorda, poner una vez más la otra mejilla, rendirse de plano?

En realidad, ni Obama ni Uribe cuentan con muchas opciones. Estados Unidos, en todo caso desde 2002, ha puesto la otra mejilla con Chávez, y este último no ha cesado un instante de perseverar en su agenda. Nadie en América Latina ha querido llenar el vacío que en teoría podría dejar Washington. Existe, sin embargo, una alternativa, remota, pero posible, que tal vez le permitiría a Bogotá y a Estados Unidos romper el aislamiento actual.

Empieza con mantener, por supuesto, la postura estadounidense de no agresión militar o encubierta a Venezuela, y sigue con la no reelección de Uribe en Colombia, algo que sin duda le traería más popularidad interna a Uribe, pero mayor soledad regional. Pero consiste, sobre todo, en una ofensiva diplomática en otra arena.

Se trataría de mostrar cómo Venezuela -y los demás países del ALBA- han generado una amenaza para la paz y la seguridad en la región, a través de varias acciones y medidas. Éstas incluyen la compra masiva de armas a Rusia, el apoyo al programa nuclear iraní (con posibles violaciones a las sanciones financieras impuestas por el Consejo de Seguridad), el apoyo reiterado a movimientos en otros países que buscan derrocar (Colombia, Honduras) o derrotar (Perú, El Salvador), o presionar (México, Chile) a Gobiernos en funciones, y la falta de respeto a los derechos humanos, y en particular a las libertades públicas y las garantías individuales.

Todo ello, y otras actividades, han contribuido a generar tensiones en el área que imposibilitan una convivencia pacífica y ordenada, factible y deseable a pesar de las diferencias ideológicas entre diversos regímenes. Por ello, de manera discreta pero firme y organizada, Colombia y Estados Unidos solicitan un comportamiento responsable y serio a la comunidad internacional, sobre todo a la Unión Europea y a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que deje de considerar como meras excentricidades los excesos de todo tipo de Chávez, y que le manifiesten una clara preocupación ante su conducta.

¿Serviría de algo? Quizá no, pero tampoco se pierde mucho, y sobre todo, se da un paso hacia la ruptura de la secuencia ya conocida: exabrupto del ALBA, respuesta de Washington y/o Bogotá, reacción furibunda y altisonante de Chávez, crisis diplomática y ruptura de relaciones, reculada de todos para volver a empezar meses después. Detener esa espiral mediante una escalada diplomática, esta vez iniciada por los adversarios de Chávez y del ALBA, obligando a cada quien a asumir sus responsabilidades, no es la peor idea que pueda surgir de la última pantomima de Bariloche.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

martes, abril 14, 2009

"La revolución es eterna y continuaré arrollando a mis detractores"

EFE - Caracas - 14/04/2009

El presidente venezolano Hugo Chávez ha afirmado esta madrugada que la "revolución" que dirige desde hace una década es "eterna" y que ésta continuará "arrollando" a sus detractores, al celebrar los siete años de su regreso al poder tras el golpe de Estado de 2002 que lo derrocó durante 48 horas.

"¡Debemos seguir a la ofensiva, arrollando a la contrarrevolución, no tenemos más alternativa!", ha afirmado Chávez ante una multitud de seguidores reunidos a las puertas del palacio presidencial de Miraflores, en el centro de Caracas. El mandatario izquierdista ha dicho que, durante sus primeros años de Gobierno, "era el rey de los pendejos", porque, aseveró, "creía que con la burguesía, con la extrema derecha y con las fuerzas imperiales era posible entenderse en el marco del respeto".

"Pero es imposible, ellos no respetan nada, no respetan a nadie (...) con la burguesía contrarrevolucionaria no hay entendimiento alguno, ¡no hay ni lo habrá!", manifestó Chávez, mientras era ovacionado por el público, que acudió en masa a la fiesta del chavismo.

En este acto político, el presidente venezolano celebró la reciente sentencia que condena a 30 años de prisión a tres jefes policiales acusados de causar la muerte de algunas de las 19 víctimas registradas durante los violentos disturbios desatados en las cercanías del palacio de Gobierno el 11 de abril de 2002. Esos hechos violentos desencadenaron el golpe de Estado que instauró el 12 de abril un breve gobierno de facto liderado por el entonces líder empresarial Pedro Carmona, prófugo de la Justicia, que perdió el poder pocas horas después gracias a la intervención de las fuerzas militares aliadas de Chávez y de los simpatizantes que se lanzaron a las calles.

En el encendido discurso, transmitido en cadena nacional obligatoria de radio y televisión, Chávez ha exigido a los poderes públicos que prosigan con la investigación sobre la "autoría intelectual" del golpe del 11 de abril de 2002 para que se apliquen las "sanciones correspondientes". La oposición ha repudiado la condena judicial a los jefes policiales que participaron del golpe de Estado y afirmado que ésta forma parte de la "arremetida judicial" del Gobierno contra sus opositores.

Los disidentes incluyen en esa "arremetida judicial" la detención, la semana pasada, del ex ministro de Defensa Raúl Isaías Baduell, artífice del regreso de Chávez al poder tras el golpe de abril de 2002 y devenido opositor, que desde finales de 2008 hace frente un caso de supuesta corrupción.


Uribe visita a Chávez para definir "la agenda de la paz"

Los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y Colombia, Álvaro Uribe, concretarán hoy en Caracas la agenda "para la paz", tal como la calificó el canciller venezolano, Nicolás Maduro, después de acordar los términos de este consenso con su homólogo del país vecino, Jaime Bermúdez.

"Mañana tenemos la visita del presidente de Colombia", dijo esta noche Chávez en un discurso pronunciado ante partidarios apostados en el palacio de Gobierno, que abuchearon el anuncio. "Ustedes no deben olvidar que estamos obligados a recibir a cualquier presidente de cualquier país de Latinoamérica y con Colombia (...) debemos mantener las mejores relaciones", ha dicho el mandatario venezolano.

Chávez no hizo alusión a los asuntos que tratará con Uribe, que, según los acuerdos alcanzados entre Maduro y Bermúdez el 18 de marzo, incluirán la creación de un fondo común de 200 millones de dólares para proyectos de interés común. Este fondo intensificará el intercambio comercial, que, pese a los altibajos políticos de la relación bilateral, llegó el año pasado a 7.200 millones de dólares, favorable en 6.000 millones a Colombia.

El encuentro presidencial también permitirá que se anuncie la fecha de la llegada a Bogotá del nuevo embajador venezolano, Gustavo Márquez, luego de que hace diez días presentara en Caracas sus cartas credenciales la nueva representante diplomática de Colombia, María Luisa Chiappe. Las sedes diplomáticas quedaron sin titulares tras la crisis que dejó el bombardeo de Colombia a un campamento guerrillero en Ecuador hace un año en el que murió "Raúl Reyes", número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

martes, marzo 31, 2009

Una democracia devastada

Por Kevin Casas Zamora, ex vicepresidente y ex ministro de Planificación Nacional y Política Económica de Costa Rica (2006-2007) © Project Syndicate, 2009 (LA VANGUARDIA, 29/03/09):

Debimos saber que algo andaba mal cuando el 2 de febrero de 1999 Hugo Chávez selló su ascenso a la Presidencia de Venezuela declarando que juraba sobre “esta moribunda Constitución”. La “moribunda”, como a partir de ahí quedó bautizada, había hecho posibles ocho transiciones pacíficas del poder y el pleno funcionamiento de un régimen de partidos políticos y libertades individuales. Cierto es que en ese periodo Venezuela produjo tanta corrupción e irresponsabilidad política como barriles de petróleo, pero en el balance final había sido, políticamente hablando, un país bastante mejor que el promedio latinoamericano. No era Suiza, pero sí, ciertamente, una democracia genuina.

Ya no. Pese a la obsesiva celebración de elecciones - un elemento necesario para la existencia de un sistema democrático, pero no equivalente a él-,el legado de la primera década del chavismo consiste, ante todo, en la devastación de la institucionalidad democrática. Elegido en olor de multitudes para sanear los vicios del sistema político que le precedió, el Comandante optó por tirar el agua sucia de la tina con el bebé adentro. Desapareció el sistema político anterior, incluidos el ambiente de tolerancia a las ideas ajenas y los controles sobre el ejercicio del poder, pero no murieron sus vicios, en particular la demagogia y la venalidad, hoy peores que nunca. Al igual que hace diez años, Venezuela, que alguna vez fue uno de los destinos preferidos por los migrantes del planeta, continúa subdesarrollándose a toda prisa.

El legado de Chávez se encuentra también, y acaso fundamentalmente, en el oxígeno insuflado a algunas ideas perniciosas, que han sido, por mucho tiempo, carlancas que impiden el desarrollo político y económico de América Latina.

En primer lugar, la noción de que la búsqueda de la justicia social demanda el abandono de la vía reformista y de las formas democráticas “burguesas”, en favor de una supuesta democracia “real”, nacida en el fuego purificador de la revolución y en los sueños milenarios del caudillo. No hay tal. La revolución chavista tiene en su haber logros importantes en la reducción de la pobreza y la desigualdad, aunque no sostenibles y teñidos por las peores prácticas asistencialistas. Esos logros también los tienen, casi en la misma proporción, países como Chile o Brasil, que no han renegado de la separación de poderes, de la pluralidad política o la libertad de prensa, y que no han tenido, tampoco, una inyección de más de 300.000 millones de petrodólares en una década. Más importante aún, pese al incesante revisionismo histórico, no debe olvidarse que, entre 1950 y 1980, Venezuela fue capaz de reducir la pobreza extrema del 43% de su población al 8%, una de las cifras más bajas de Latinoamérica. Y lo hizo en democracia y en libertad.

En segundo lugar está la idea de que los males de América Latina son, invariablemente, culpa de otros. Es obvio que ni el sistema tributario famélico, ni la educación de mala calidad, ni la corrupción rampante, ni la criminalidad desbocada, ni la debilidad de las instituciones, todo aquello, en suma, en lo que Venezuela camina mal aun para los reducidos estándares de América Latina, son culpa del imperialismo norteamericano. En particular esto último. Que Chávez declare moribunda una Constitución legítima o que diga L´état c´est moi y decrete, al mejor estilo de Trujillo, fiesta nacional para celebrar su ascenso al poder son muestras elocuentes de un raquitismo institucional enteramente criollo, que basta y sobra para condenar a todo país al noveno círculo de la miseria.

Ninguna de esas ideas prolifera en una nación satisfecha. Es ahí donde la experiencia venezolana le habla a toda América Latina. La combinación de crecimiento económico (ahora en retirada por la crisis) y atroces niveles de desigualdad y segmentación social seguirá generando la misma suma de expectativas insatisfechas y resentimientos sociales que hizo posible la llegada de Chávez al poder en Venezuela. Mientras las democracias latinoamericanas no tomen en serio la tarea de reducir la desigualdad y crear sociedades más integradas por las oportunidades, seguirán viviendo peligrosamente, cortejando un desastre que tarde o temprano llegará. Evitar este desenlace requiere abandonar creencias, tan adormecedoras como reaccionarias, como la de que, mientras se reduzca la pobreza, no importa lo que suceda con la desigualdad o que es posible lograr desarrollo humano sin crear sistemas tributarios modernos y progresivos.

Si la celebración de 10 años de chavismo sirve como un recordatorio de los peligros que acechan a las democracias injustas - sobre todo ahora que se acerca un nuevo ciclo electoral en la región-,de algo habrá servido el desolador itinerario recorrido por Venezuela. Dicen que la letra con sangre entra. En América Latina, no estoy seguro.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

sábado, febrero 28, 2009

Chávez ordena al Ejército que tome el control de las procesadoras de arroz

Por MAYE PRIMERA - Caracas - (El País.com, 28/02/2009)

El presidente venezolano, Hugo Chávez, ordenó ayer la intervención estatal y militar de todas las plantas de procesamiento de arroz que son propiedad de la empresa privada y que, en su opinión, participan de un plan para encarecer el producto y desabastecer el mercado.

Chávez hizo el anuncio durante una sesión parlamentaria especial en la que participaba como invitado. "He ordenado la intervención ahora mismo de todos esos sectores de la agroindustria del arroz]. Intervención del Gobierno revolucionario y pido el apoyo del pueblo para profundizar la revolución bolivariana, porque este Gobierno está aquí para proteger al pueblo, no para proteger a la burguesía ni a los ricos".

Acto seguido, el presidente ordenó a la Guardia Nacional prestar apoyo al Ministerio de Agricultura y Tierras en "la toma de intervención de todas estas empresas que procesan el arroz en Venezuela". Y en caso de que las compañías intenten paralizar la producción del cereal, Chávez está dispuesto a ir más allá: "No les vamos a permitir que sigan burlándose del pueblo y del Gobierno revolucionario. Por allí ellos amenazan con que van a parar la producción, si tratan de parar la producción les expropio todas las plantas de procesamiento de arroz. Se las expropio, no tengo problema. Y les pago con papeles, además, no creo que les vaya a pagar con dinero contante y sonante, no".

Precios regulados

El Estado venezolano ya había tomado esta semana el control de una planta propiedad de la empresa privada Alimentos Polar, bajo el argumento de que el 91% de su producción se destina a la variedad de arroz saborizado y el 9% a la de arroz blanco a precio regulado.

Desde el año 2002, los alimentos de la canasta básica están regulados en Venezuela, incluso con precios inferiores a sus costes de producción. Sin embargo, esta medida no ha evitado que productos como la carne, los huevos y la leche se vendan en el mercado a precios que duplican el valor oficial. Sólo en 2008, el aumento de precios de los alimentos fue del 43%, y la inflación general, del 30,9%. En el caso del arroz, en febrero de 2008 el Gobierno de Hugo Chávez aprobó un aumento oficial del 44%, que fijó el precio del producto al consumidor en 2,18 bolívares fuertes (un dólar) por kilo; pero los arroces saborizados no son susceptibles de esta regulación. Y según el ministro de Agricultura y Tierras, Elías Jaua, las empresas burlan las leyes cuando empaquetan y comercializan productos distintos: "Le han impuesto al pueblo consumidor un arroz saborizado, parbolizado y distintas maneras de presentación (...) con las cuales pretenden cobrar el doble".

En su intervención de ayer, Chávez también respondió airadamente a los señalamientos del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la violación sistemática de los derechos humanos y el aumento del narcotráfico en Venezuela. "Qué raro que Obama no se ha enterado de la violación de los derechos humanos en su propio país (...) Váyase a lavar ese paltó, señor Obama", fue la frase utilizada por Chávez, que en la jerga venezolana se traduce por una de las formas más peyorativas de decir "váyase al diablo". Y para que fuese entendida correctamente, agregó: "El que quiera, se lo puede traducir en criollo".

lunes, febrero 23, 2009

No hay mal que por bien no venga

Por Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño, y consultor para la resolución de conflictos internacionales (EL PAÍS, 22/02/09):

El coronel Chávez ha intentado de todo para provocar a Estados Unidos: insulta a sus dirigentes, nacionaliza empresas, brinda apoyo a las FARC, exporta su “revolución”, estrecha relaciones con Irán, compra grandes cantidades de armamento y realiza maniobras militares con Rusia… Y todo ello sin que haya mayores consecuencias. ¿Qué habría ocurrido si Estados Unidos hubiese aplicado a Cuba la política de indiferencia utilizada con Venezuela? ¿Habría podido mantenerse Fidel Castro 50 años en el poder?

Estados Unidos dio razones a la instalación de una dictadura, le dejó la Isla a Castro al trasladar la oposición a Florida, bloqueó el ciclo natural de descenso del soporte popular al régimen y facilitó justificar la bancarrota económica de la revolución. Chávez, por el contrario, a pesar de sus abusos, sigue obligado a realizar elecciones y referendos, y si bien ganó el derecho a reelegirse indefinidamente, los números demuestran que su soporte popular está decreciendo, que la oposición se está fortaleciendo y que la demanda de buen gobierno está creciendo, todo esto en la víspera de una crisis que golpeará con mucha fuerza su socialismo petrolero.

En el pasado, problemas como el de Venezuela los resolvían las derechas con atentados o golpes de Estado. Sin duda, resulta difícil asimilar que lo mejor es enfrentar a Chávez a cuanta competencia electoral sea necesaria hasta que el coronel acabe desgastado frente a los votantes. De lo contrario, su mito populista se mantendría vivo entre millones de venezolanos y latinoamericanos. La reelección indefinida es, en ese sentido, un mal benigno de cara al futuro. Pese a que el régimen tiene mucho poder de intimidación, es la popularidad del coronel el problema principal. En Cuba, la larga victimización de Castro permitirá que éste sea deificado después de muerto y pasarán muchos años para que se pueda hablar de sus pecados sin blasfemar.

Venezuela necesita reconstruir su sistema de partidos, renovar su liderazgo, mejorar la cultura política de sus ciudadanos y acabar con la dependencia del petróleo diversificando la economía. En ese sentido es mejor derrotar Chávez sin buscar atajos. Que miles de jóvenes venezolanos cualificados estén renovando el liderazgo del país, luego de que el neoliberalismo provocó que la inteligencia se retirara de la política, es un gran beneficio. Que los habitantes de barrios pobres se estén convenciendo de que el asistencialismo no les resuelve sus problemas, es progreso en la conciencia ciudadana.

La oposición necesita acabar con la atomización partidaria, tener la madurez necesaria para unirse y ser capaz de demostrar que vale más un buen gobierno que la más gloriosa de las revoluciones. Sin mayor madurez política los venezolanos no podrán salir de la dependencia del petróleo y, si no resuelven esto, seguirán en riesgo de convertirse en dictadura o “monarquía”. Chávez es sólo la representación caricaturesca de este problema.

El resultado del último referendo es, en ese sentido, un indicador de los progresos logrados y una prueba de que los opositores no están perdiendo el tiempo. El tiempo político de Chávez no sólo depende de sus debilidades petroleras, sino también de la recomposición de la oposición.

El modelo de asistencialismo, agitación y movilización permanentes basado en culpar al enemigo de los problemas generados por la incapacidad propia, no es eterno. Luego de diez años, el ciclo de inclusión e identidad de los nuevos electores “chavistas” entrará en una etapa de mayor madurez y pronto comenzarán a exigir solución de los problemas concretos de empleo, inflación, inseguridad y escasez. El gobierno de activistas en rotación permanente que el coronel mantiene, no tiene ni idea de cómo resolver estos problemas. Petróleo barato, demasiados gastos, mantener a Cuba, Bolivia y Nicaragua, ciudadanos más demandantes, incapacidad para administrar y cultura de despilfarro, son un callejón sin salida; por lo tanto, el reto principal es la capacidad de la oposición de unificarse.

A pesar de los pocos progresos de la democracia en resolver la desigualdad, Latinoamérica está luchando con relativo éxito por pasar de la infancia a la madurez política. Los países que tienen partidos, liderazgos y ciudadanos maduros están atendiendo sus economías y resolviendo la pobreza; y aquellos que tienen partidos polarizados y dirigidos por caudillos, están atrapados entre el miedo y la venganza, mientras sus pobres esperan. La existencia de grandes mayorías de excluidos mantendrá los riesgos de populismos como el de Chávez, pero, sin la conversión de esos excluidos en sujetos políticos, no habrá una estabilidad más permanente.

La pobreza no la resolverán redentores milagrosos, sino instituciones democráticas fuertes, economías productivas, gobiernos eficientes y sociedades tolerantes.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

lunes, febrero 16, 2009

Chávez acapara todo el poder

Por PABLO ORDAZ - Caracas - (El País.com, 17/02/2009)

Sacó un millón de votos más que sus rivales, ganó en 20 de los 24 Estados de Venezuela, dejó claro que la desorganizada oposición no es capaz de rentabilizar el notable apoyo que todavía tiene y anunció una purga en su propio partido para echar a los corruptos y a los incapaces. Después de su victoria del domingo, Hugo Chávez ya sólo tiene que luchar contra los elementos: la crisis económica y el desplome del precio del petróleo. Todo lo demás sigue estando bajo su férreo control.

Ni lo ocultó antes ni lo ocultó después de la victoria. El presidente de Venezuela se jugaba el domingo su futuro personal y político. Por eso, nada más enterarse de que casi el 55% de los votantes había respaldado su deseo de presentarse indefinidamente a la reelección, salió al balcón del palacio presidencial de Miraflores e hizo un juramento ante sus hijas y la multitud: "Me consagro íntegramente al pleno servicio del pueblo. Todo lo que me queda de vida".

De hecho, utilizó una cita del apóstol San Pablo para dejar claro ante todo el mundo que, si alguna vez su ambición política tuvo un límite, ya no: "Me consumiré gustosamente al servicio del pueblo sufriente".

Chávez fue el único triunfador del referéndum del domingo. No sólo le ganó a la oposición -incapaz de construir un líder alternativo ni de frenar la temible y marrullera máquina electoral del partido en el poder-, sino que también lanzó una seria advertencia a su propio Gobierno.

El comandante de la revolución bolivariana dijo que su objetivo inmediato será el combate a la inseguridad ciudadana: sólo en 2008 se produjeron en Venezuela 13.780 homicidios y Caracas es ya una de las ciudades más peligrosas de América Latina.

Otro de los objetivos que, según señaló la noche del domingo, forman parte de sus nuevas prioridades es el combate a la corrupción. Chávez parece dispuesto por fin a escuchar lo que lleva oyendo desde hace tiempo. Que son muchos los políticos y funcionarios al servicio de la revolución que se están enriqueciendo de forma ilícita, sin apenas esconderse, a la vista de todos.

Y ésta es una cuestión muy peligrosa para Chávez a medio plazo, cuando las clases más desfavorecidas -verdadero sustento electoral de la revolución bolivariana- se percaten de que su progreso es mucho menor y más lento que el de los que medran alrededor del presidente. Sobre todo en un momento en que la chequera de Chávez -su baza más potente para conseguir afectos internos y externos-, puede empezar a flaquear por culpa de la crisis.

Ya sin tope constitucional para la reelección, el comandante sabe que su futuro depende de que siga siendo popular. Hará todo lo que tenga que hacer, menos medidas que puedan resquebrajar su imagen.

Lo explica de forma muy gráfica Luis Vicente León, director de Datanálisis: "La impopularidad para Chávez es como la kriptonita para Superman. El éxito del presidente depende de su conexión con la población. Será tan fuerte o tan débil dependiendo de cómo mantenga esa conexión".

Los resultados del domingo, señala León, demuestran que Chávez es "hiperdependiente" de la popularidad: "Siempre lo ha sido, pero a partir de ahora la dependencia será extremadamente grande". Sobre todo ahora que el presidente tendrá que vérselas con el panorama económico que se le viene encima. Hay que recordar que la inflación es de casi el 31% -del 41% en los alimentos- y que el ingreso petrolero previsto va a disminuir en 40.000 millones de dólares (31.300 millones de euros). Los expertos aventuran un deterioro inmediato de la economía doméstica, sobre todo entre los sectores de la población más desfavorecidos.

Sin embargo, hay otro índice que beneficia a Chávez. Y es que, a pesar de que en 10 años se han celebrado 15 citas con las urnas, los venezolanos siguen vibrando con la política. La participación de ayer -del 70,33%- es prácticamente el doble de la que se registraba hace 10 años, y vuelve a estar en sintonía con los mejores momentos de Chávez.

Ése es un buen dato para el comandante, cuya estrategia es estar siempre en campaña, siempre en tensión, siempre en revolución. El mismo domingo ya anunció que, "si el pueblo lo considera oportuno", él será el candidato del Partido Socialista Unificado de Venezuela en las elecciones de 2012. Hugo Chávez enciende una campaña con las brasas de la que acaba de terminar. De eso depende su vida, que el domingo unió a la de la revolución de una forma casi mística.

Las frases del presidente

- "Ha ganado la verdad contra la mentira, ha ganado la dignidad de la patria".

- "[El sí] se ha impuesto por una clara mayoría. Hemos abierto de par en par las puertas del futuro".

- "¡Es una victoria incluso de los que votaron por el no. Aunque ellos no lo acepten y no lo entiendan. Es una victoria de Venezuela y ellos son parte de Venezuela!".

- "Todos los que votaron por el sí votaron por Chávez, y votar por Chávez es votar por ustedes mismos".


... y de la oposición

- "Actuando con la hidalguía de quienes no compiten en pie de igualdad, le decimos al país: somos demócratas".

- "Seguimos comprometidos con una alternativa plural".

- "Logramos superar más de cinco millones de votos".

sábado, febrero 14, 2009

Chávez quiere volver a ser Chávez

PABLO ORDAZ - Caracas - (El País.com, 15/02/2009)

Media hora después de que policías secretos sacaran en volandas de su hotel en Caracas al eurodiputado español Luis Herrero y lo pusieran de patitas en el aeropuerto, el teléfono móvil del reportero se puso a sonar. "Sí, ¿dígame...?". Una voz de hombre anunció: "Te habla Chávez". Hubo unos segundos de espera, que el periodista empleó en pensar cómo diablos el presidente de Venezuela se habría enterado del número de su celular, adquirido apenas un día antes en el centro comercial Sabana Grande. En esas estaba cuando, efectivamente, el mismísimo Hugo Chávez se puso a hablar. Sin duda era su voz. Habló de los hijos, del futuro, de la dignidad, de la patria... Utilizó un tono sosegado y le imprimió cercanía al momento empleando el tuteo. Eso sí, después de dos minutos de charla -algo insignificante para lo habitual en él- el comandante de la revolución bolivariana colgó sin despedirse. Se trataba de una grabación.

Hay lugares de Venezuela donde el agua no llega nunca y la leche en días alternos, pero raro es el venezolano que no tiene dos teléfonos móviles. De ahí que, apenas unos minutos antes de acabarse la jornada electoral, Chávez utilizara la compañía Movilnet -nacionalizada en enero de 2007- para enviar a sus más de 11 millones de usuarios un mensaje muy claro: "Vota sí". Su voz, tantas veces tronante, se refugiaba ahora en la intimidad del teléfono para apelar a lo más sagrado de cada uno y pedir, por enésima vez, la aprobación en el referéndum de hoy de una enmienda constitucional que le permita presentarse indefinidamente a la reelección. Si no lo logra -ya fracasó en otra consulta popular en diciembre de 2007-, su futuro político se acabaría en 2012, aunque nadie descarta en Venezuela que, una vez repuesto de un segundo batacazo, el comandante lo intentase cuantas veces fuera necesario.

Lo cierto es que, a pesar de haber tenido que acudir a las urnas 15 veces en los últimos 10 años, los venezolanos siguen estando "a la orden" -una expresión muy utilizada aquí- cada vez que son llamados a votar. La política forma parte de la vida cotidiana, y ya sea a favor o en contra de Chávez, los ciudadanos expresan sus pareces en público sin mayor problema. Con pasión, pero sin violencia. Basta bajar al metro que recorre eficazmente el subsuelo de Caracas. El usuario, más seguro bajo tierra que a plena luz del día, ha soportado durante el último mes un bombardeo electoral. El jueves, una ola roja de partidarios de Chávez atestaron los vagones a la ida y a la vuelta del mitin de su líder. Hicieron sonar bocinas y entonaron sus cánticos habituales, que los partidarios del no soportaron con elegancia: "Uh, ah, Chávez sí va...".

Lo mismo sucedió el viernes, pero al revés. Los muchachos del no -la mayor movilización contra Chávez sigue protagonizada por jóvenes universitarios- recorrieron los vagones repartiendo octavillas. En algunas de ellas se resumen muy bien los argumentos de la oposición para solicitar que la Constitución no sea reformada y que el sistema electoral siga como ahora: un período presidencial de seis años, con opción a una reelección consecutiva.

Una de las cuartillas intenta darle a Chávez donde más le duele y utiliza una cita de Simón Bolívar, el héroe omnipresente: "Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía". En el reverso del papel -titulado con gracia Ya Bolívar dijo No- aparecen sendas fotografías de Fidel Castro, una de 1959 y otra con el chándal que viste en la actualidad: "Cuba socialista (comunista) es el único país de Latinoamérica donde existe la reelección presidencial indefinida...".

Los muchachos que reparten los folletos -bien educados, bien vestidos, bien alimentados desde pequeños- plantean una serie de preguntas: "¿Estás conforme con la situación de inseguridad? ¿Y con la calidad de los hospitales? ¿Y con el alto coste de la vida? ¿Y con la calidad de nuestras escuelas públicas? ¿Y con la escasez de viviendas...?".

Ninguna de esas cuestiones, evidentemente, marcha bien en Venezuela. De hecho, todo el mundo da por cierto que Chávez planteó el referéndum ahora -tan cerca de su anterior derrota- porque la crisis económica va a pegar duro en Venezuela. La inflación ha llegado ya casi al 31% -del 41% en los alimentos- y se prevé que el ingreso petrolero disminuya en 40.000 dólares, pues el precio del barril venezolano ha caído el 70% en menos de un año. La sombra de la corrupción es cada vez mayor y los métodos de represión, cada vez más expeditivos. Pero también es verdad que, muchos de los interpelados, miran a un pasado no muy lejano y recuerdan un país más desigual al de ahora.

Un ejemplo -emblemático por más señas- es el de La Piedrita. Encuadrada en el barrio 23 de enero, La Piedrita sigue siendo un lugar sucio, inseguro, con construcciones en precario y un extraño árbol lleno del que cuelgan peluches y bajo el que jóvenes sin oficio destripan coches de dudosa procedencia. Tal vez, a simple vista, el paisaje no haya cambiado mucho desde que Chávez llegó hace ya 10 años al poder. Pero en una esquina de La Piedrita -como en una esquina de cada barrio de Caracas- hay una pequeña construcción a la que llaman módulo de Barrio Adentro y cuya misión es brindar atención primaria en salud. Y basta escuchar a cualquiera de los líderes vecinales para hallar indicios de por qué Chávez llegó al poder y de por qué sigue manteniendo el apoyo de buena parte de la población.

"No estamos bien, hay muchas carencias, pero aquí ya no se allana ni se desaparece a nadie". El entrevistado tiene 38 años y recuerda cómo el Ejército entraba con armas de largo alcance, daba palizas, entraba en las casas por los sospechosos destruyendo a su paso los pocos enseres que el tiempo y la pobreza todavía dejaban funcionar. Mi madre no quería comprar un refrigerador porque sabía que, en cuanto entrara la policía, lo destrozaría...

-Pero de qué época estamos hablando...

-De todas las épocas hasta que llegó Chávez.

Así que, estar o no con Chávez en Venezuela, no es sólo una cuestión política. También es una cuestión de piel. Los gobernantes que representan al bloque opositor son, casi con toda seguridad, más demócratas que los instalados ahora en el poder, pero para una buena parte de la población siguen representando una época muy dura donde había pobres y ricos y, en medio, una profunda trinchera. Ahora en casi todas esas zonas ya hay médicos, y unos planes de alfabetización -misiones- que mal o bien hacen sentir a los desheredados que ellos también existen. Hay quien dice que los médicos desplazados a esas zonas poco pueden hacer, dada la avalancha de pacientes y de problemas. Su presencia es meramente testimonial, casi publicitaria.

"Si te duele de cintura para arriba te recetan una aspirina. Si de cintura para abajo, una buscapina...". La cuestión, que todavía pesa a la hora de votar y contra la que tiene que luchar la oposición a Chávez, es que hasta no hace tanto en esos barrios de mala muerte y peor vida nadie había visto a un médico.

La ley seca y tiros

El viernes por la noche, en un buen restaurante de Caracas.

—¿Me pone una cerveza, por favor?

—Imposible. Hay ley seca.

Es una vieja tradición. Las vísperas de las jornadas de votación, no se bebe. O, mejor dicho, desde las seis de la tarde del viernes anterior no se expenden bebidas alcohólicas. Lo que no quiere decir que, como en el Chicago de los años veinte, la prohibición no provoque el aumento de la sed. Pero lo cierto es que no se puede beber en restaurantes ni discotecas, en un intento de no complementar la euforia política con el cóctel de alcohol y la noche, ya de por sí peligrosa en la capital venezolana. La inseguridad aumenta a un ritmo vertiginoso, pero sobre todo aumenta la violencia que utilizan los delincuentes.

Durante las últimas horas, dos jóvenes —uno de 20 años y otro de 22— fueron asesinados en Caracas de la manera más cruel. Uno de ellos, Andrés Teixeira, salía con un amigo de una discoteca a la una de la madrugada cuando unos asaltantes le quitaron, a punta de pistola, las llaves de su coche. Cuando los delincuentes se percataron de que el vehículo tenía un mecanismo de seguridad que impedía su puesta en marcha, llamaron otra vez al joven, al que habían dejado ir. Cuando Andrés intentó ponerse a salvo echando a correr, le dispararon por la espalda hasta quitarle la vida.

El otro joven, de 20 años y estudiante de informática, fue ultimado por una banda de sicarios. Víctor Rafael acababa de dejar a su novia y se dirigía a comprar cigarros cuando dos jóvenes se apearon de una moto y descargaron un revólver sobre él. El sicariato —jóvenes que matan mucho por poco dinero— es ya un problema latente en Venezuela, sin que la policía, tan corrupta como en otros países de Latinoamérica, esté haciendo aparentemente nada.

Otro referéndum para el comandante

Por Ibsen Martínez, escritor venezolano (EL PAÍS, 14/02/09):

Según las cuentas que hizo un acucioso historiador venezolano, ya a mediados del siglo XX, Venezuela se había dado -es un decir- veintitantas Constituciones y vivido más de 120 pronunciamientos militares, entre golpes exitosos e intentonas, desde que se hizo a la vida independiente y sedicentemente republicana.

Eso hace un promedio de 3.12 Constituciones por dictador y algo así como el 0.4 por caudillo. Solamente el general Juan Vicente Gómez, quien patriarcalmente nos tiranizó durante 27 años, se hizo redactar siete de ellas, promediando poco menos de una cada cuatro años.

Todo ello podría llevar a pensar que los venezolanos ostentamos un récord regional de descontento con nuestras Constituciones, sobre todo cuando se piensa que el país vecino, Colombia, sólo ha tenido ocho en casi 180 años. La penúltima estuvo en vigor durante 105 años, desde 1886 hasta 1991. Pero, en realidad, el “pueblo soberano” de mi país poca ocasión ha tenido de sugerir cambios, pues, en la mayoría de los casos, han sido los propios caudillos quienes han mutado en constitucionalistas.

En sólo 10 años, el presidente Hugo Chávez ha promovido ya varias enmiendas a la Constitución de 1999 que él mismo promovió y llegó a elogiar como “la más perfecta del mundo”. Recuerdo el tiempo, remoto ya, en que mostraba -blandía, mejor- un ejemplar en miniatura de la Constitución en cada emisión de su programa dominical, Aló, presidente.

Solía llamarla “la bicha”, al tiempo que escarnecía a sus adversarios. Sacaba el librito del bolsillo de su guerrera cada vez que invocaba su apego a la ley fundamental del país. De entonces a la fecha se han modificado, a instancias suyas, radicalmente algunas de sus provisiones, si bien Chávez preferiría decir que se han “perfeccionado”. Mañana no se transmitirá el maratónico programa debido a que se someterá a referéndum una enmienda más, que afecta el principio de alternabilidad.

Si esta enmienda pasase, Chávez podría postularse indefinidamente al final de cada periodo presidencial de seis años. De modo que, si Dios le da salud y nos lo conserva, a partir de 2012, cuando cumplirá 14 años en el poder, Chávez podrá postularse por tercera vez y, a partir de entonces, cada seis años hasta alcanzar la anhelada fecha de 2024, en que aspira a presidir las conmemoraciones del bicentenario de la batalla de Ayacucho, antes de retirarse a los 70 años, según nos lo ha anunciado.

Como un Cincinato llanero, se irá entonces a la remota población de Achaguas, donde no querrá más presidencia que la honorífica de sus fiestas patronales. Donde lo esperan una hamaca, sus nietos y, quizá, la redacción de sus memorias, pero eso sólo si la defensa de la revolución no lo llama de nuevo al combate.

Llegados aquí creo que calza muy bien llamar la atención sobre el o el no de la consulta. Pocos medios extranjeros han realzado lo farragoso de la pregunta. ¿Qué propone la enmienda? Para ayudar al lector a hacerse un juicio, aquí se la pongo. Luego iremos por partes. Perdone usted la extravagante puntuación de los legisladores y, hacia el final de la pregunta, el chirriante gerundio:

¿Aprueba usted la enmienda de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230 de la Constitución de la República tramitada por la Asamblea Nacional que amplía los derechos políticos del pueblo con el fin de permitir que cualquier ciudadano o ciudadana, en ejercicio de un cargo de elección popular, pueda ser sujeto de postulación como candidato o candidata para el mismo cargo por el tiempo establecido constitucionalmente dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular?”.

Sugerir que la elección de alguien para un cargo de elección popular pueda depender de algo distinto al voto popular da mucho que pensar sobre el inconsciente del legislador. Pero, en fin; ésa es la pregunta que a duras penas cabe en la pantallita de las máquinas de votar y a la que habrá que responder o no.

El Gobierno defiende el espíritu de la enmienda -la redacción de la pregunta es, ciertamente, indefendible- diciendo que se trata de ampliar los derechos ciudadanos al permitirnos a los venezolanos premiar con una reelección a aquellos funcionarios “que lo hayan hecho bien”.

Los voceros gubernamentales desechan, además, el principio de alternabilidad como una martingala liberal-burguesa que impide que un hombre providencial nos gobierne sabiamente durante todo el tiempo que queramos.

La oposición señala que eso de “las ciudadanas y los ciudadanos” es un añadido demagógico que no alcanza a enmascarar el personalista designio de Chávez de perpetuarse en el poder, pues, hasta hace pocas semanas y según el fraseo original de Chávez, la enmienda original sólo valía para la presidencia.

El argumento opositor de mayor peso es el de que la enmienda de estos artículos ya formó parte de la igualmente enmarañada propuesta de reforma constitucional derrotada en el referéndum de 2007. En consecuencia, al ser cosa juzgada, Chávez viola la Constitución al insistir en ello durante un mismo periodo constitucional.

El Tribunal Supremo salió ya al paso a esta objeción al sentenciar que en aquella oportunidad se trató de una reforma constitucional, mientras que ahora se trataría de una simple enmienda, referida a un principio -el de alternabilidad- que no sería esencial para una democracia. De modo que, en opinión del Supremo, Chávez puede convocar el mismo referéndum cuantas veces quiera, incluso cada año de cada periodo, hasta obtener el resultado apetecido.

Este distingo semántico-constitucionalista entre “reforma” y “enmienda” que Chávez y los suyos han hecho hacer valer es, además de fullero, muy congruente con la probada disposición de Chávez de desconocer los resultados adversos.

El referéndum fue convocado en noviembre pasado, a pocos días de haber sufrido un importante revés electoral en los comicios regionales. Si bien a todas luces inconstitucional, la oposición venezolana, acogotada por el ventajismo mediático y por la enorme capacidad de extorsión que pueden tener las bombas lacrimógenas, los perdigonazos y la chequera de un petrocaudillo populista, no ha tenido más camino que hacer campaña por el no.

Para los estudiantes venezolanos, principales activistas del no, es como si Evander Hollyfield se subiese al ensogado con un chico de 12 años. Algo llamativo en este referéndum está en que, sea cual fuere el resultado, Chávez todavía tendrá cuatro años de gobierno por delante. ¿Por qué la prisa en asegurar su reelección?

La caída en picado de los precios del crudo hacen prever que Chávez tendrá, forzosamente, que tomar ortodoxas y duras medidas si quiere que el dinero rinda a su prometeico plan continental de “socialismo del siglo XXI”. Devaluaciones e impuestos asoman ya a un panorama económico en el que Venezuela es, más que nunca, un Estado monoproductor que depende en un 90% de los ingresos petroleros.

En el pasado reciente, Chávez no ha mostrado respeto alguno por los resultados electorales que le han sido adversos. De hecho, las autoridades de oposición electas en noviembre se las han visto negras para tomar posesión de sus cargos, ante la escalada de violencia que, por ejemplo, ha impedido que el alcalde mayor despache desde su sede, ocupada desde hace tres meses por turbas armadas.

Chávez ha hecho en el pasado de cada elección un plebiscito en torno a su persona. De ganar el sí, la oposición teme, con razón, que Chávez interprete esa victoria como un mandato para ir a toda máquina hacia un régimen decididamente dictatorial.

Quizá por eso la consigna más ingeniosa y decidora que ha salido de las filas estudiantiles ha sido: “Mejor que no“.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

martes, febrero 10, 2009

Venezuela, el imperio de la justicia popular

Por MAYE PRIMERA - Caracas - (El País.com, 11/02/2009)

Si la policía no se hace cargo, la Matanza está organizada para hacer justicia por su cuenta. Los vecinos de la calle Matanza -barrio Ezequiel Zamora, parroquia El Valle, en el suroeste de Caracas- han llenado las paredes de sus casas con copias del carné de identidad de uno de los presuntos violadores de cinco mujeres del sector, que escapó de sus manos la semana pasada. Los presuntos eran dos. El primero cayó el pasado miércoles, y ese mismo día fue linchado y quemado por la "justicia popular".

Sus familiares lo identificaron como José Yorbeni Barrios Arrechedera: desempleado, de 28 años. Los diarios locales señalaron que tenía antecedentes policiales por un robo cometido hace 10 años, pero no constaba ninguna acusación en su contra por violación. Una mujer reconoció en él al agresor al que la comunidad intentaba cazar desde hacía varios días, y dio el grito de alarma: "¡Sádico, sádico! Es el violador". Una turba lo golpeó y apedreó hasta matarlo, y luego prendió fuego al cadáver, que fue arrastrado hasta la avenida principal del barrio con ayuda de una motocicleta. La policía trató de intervenir, pero se lo impidieron los vecinos: "Estamos haciendo nuestro trabajo, váyanse de aquí". El cuerpo ardió durante varias horas, en medio de una ronda de espectadores -niños, mujeres, ancianos-, que grababan la escena en sus teléfonos móviles. Cuando las llamas se extinguían, volvían a encenderlas para que la televisión y los diarios, que llegaron más tarde, pudieran llevarse una buena toma.

Para las estadísticas, es un caso más que se suma a los 15 linchamientos y 60 intentos de linchamiento que registró el Centro para la Paz de la Universidad Central de Venezuela en 2008. Para los vecinos de Matanza, que en su hastío frente a la inseguridad ciudadana han jurado dar el mismo castigo sin juicio al menos a otros dos "abusadores", es un sospechoso menos. "Lo que pasó aquí fue que en la comunidad decidimos que donde terminaron los derechos de él comenzaron los nuestros", declaró al diario El Nacional Luisa Castillo, representante del Consejo Comunal de Matanza, dos días después del suceso.

Todos los sondeos de opinión, incluso los financiados por el Gobierno, indican que entre el 60% y el 70% de la población considera que la inseguridad ciudadana es su principal problema.

Su preocupación no es subjetiva. Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior y Justicia, en 2007 se cometieron en Venezuela 270.000 crímenes, de los cuales 13.170 fueron asesinatos. Las organizaciones no gubernamentales vinculadas a los derechos humanos calculan, además, que existe un registro no oficial de violaciones, robos, hurtos y agresiones, que representan el 25% de la tasa real de criminalidad, y que las víctimas no los denuncian. "¿Denunciar? ¿Para qué?", responde el ciudadano común.

En Venezuela, la impunidad es tal que sólo el 15% de los crímenes que se denuncian es investigado. De ahí que dos de cada tres ciudadanos tengan una opinión favorable a la búsqueda de justicia por medios distintos a los tribunales, como el linchamiento; sobre todo, en los sectores más empobrecidos, que son también los más golpeados por el crimen.

"Los criminólogos parten de la premisa de que la criminalidad aumenta con la pobreza. Pero el de Venezuela es un caso particular: la pobreza se ha reducido en los últimos años, pero ha habido un crecimiento importante de la criminalidad. Hay que preguntarse cuáles son las razones para que esto ocurra", dice Marino Alvarado, coordinador del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea). Él mismo se da la respuesta: "La falta de consenso, generada por la polarización política, y la improvisación del Gobierno han tenido como resultado un rotundo fracaso de los planes de seguridad. A esto se suma la impunidad, que deja abiertas las puertas para que los delitos se repitan. En los últimos 10 años, el Gobierno se ha negado a reconocer el problema. Hay una contradicción en un presidente [Hugo Chávez] que habla a favor de los pobres y que actúa con indiferencia frente al problema que más les afecta", afirma Alvarado.

Los hombres menores de 30 de los sectores empobrecidos son las principales víctimas de la violencia. Especialmente, de los homicidios y de los intentos de homicidio.

Un médico que presta sus servicios en el programa de salud pública Barrio Adentro y aportó su testimonio a los investigadores del Centro para la Paz cuenta cómo entre los jóvenes del barrio hay formas de venganza peores que la cárcel o la muerte: "Es impresionante la cantidad de muchachos que tiene una colostomía, producto de impactos de armas de fuego, intencionadamente ejecutados con ese fin; como dicen ellos, con el fin de ponerlos a 'cagar en bolsita'. Eso dentro del barrio tiene un significado demoledor para la vida de un joven. A esas edades, están en plena locura hormonal, en plenitud de sus potencialidades sexuales. ¿Quién quiere acostarse con un joven que lleva los intestinos afuera?".

Por razones de seguridad, la Cámara Nacional de Empresas Funerarias de Venezuela recomienda a sus afiliados que no admitan en sus locales a jóvenes que hayan sido asesinados. Es una forma de evitar que se produzcan enfrentamientos de bandas en medio de los velatorios. La compañía verifica primero las circunstancias de la muerte. Si la víctima fue blanco de más de dos disparos, a causa de un robo o por accidente, las funerarias pueden conceder a sus familiares la organización de un velatorio a domicilio. Pero si se sospecha que cayó en un ajuste de cuentas, para él no habrá funeral.

viernes, enero 23, 2009

Partners In Crime

By Robert R. Amsterdam, an international lawyer who represents political prisoners in several countries, including Eligio Cedeño in Venezuela and Mikhail Khodorkovsky in Russia. He blogs at www.robertamsterdam.com (THE WASHINGTON POST, 22/01/09):

The administrations of Hugo Chávez in Venezuela and Vladimir Putin in Russia are enjoying a robust, burgeoning friendship. Though they are separated by 6,000 miles, the two leaders’ bond is sealed not only by their similar tastes for repressive authoritarianism, oil expropriations and large arms deals but also by parallel trends of increasing violence and murder on the streets of their cities.

The most high-profile political murder since the 2006 slaying of Anna Politkovskaya took place in Russia on Monday, when 34-year-old human rights lawyer Stanislav Markelov was shot, point-blank, in the head. The student journalist accompanying him was also killed. Three days earlier, radio journalist Orel Zambrano was assassinated in Venezuela, the second journalist killed there in as many weeks. Human rights groups have denounced the murders, but few seem to see that the conditions leading to violent crime in Russia and Venezuela are no accident.

Putin and Chávez preside over a pervasive sense of violence and insecurity in their capitals, which has resulted in parallel, politically motivated attacks against the opposition. In Russia, this trend has been illustrated by the shooting of Politkovskaya and, more recently, the near-fatal beating of journalist Mikhail Beketov, among many others. Last month alone in Venezuela, there were 510 violent deaths, leading Foreign Policy magazine to deem Caracas the “murder capital of the world.”

In Putin’s Russia, attacks by self-described nationalists against foreigners have gained international media attention — helped in part by a video of a gruesome beheading that has been spread on the Internet. In Venezuela, three leaders of opposition student unions have been killed in street attacks, including University of Zulia organizer Julio Soto, who was shot 20 times in Maracaibo in October. Both countries have experienced rising public demonstrations of discontent during the economic crisis, and the rallies have been met with heavy-handed repression by police.

Since Putin and Chávez are said to rule with “iron fists,” a menacing question arises: Why have they been unable to stem the tide of crime in their streets? Is it a reflection of incompetence, or is there some tacit benefit to keeping a society imprisoned under a cloak of severe insecurity and moral panic?

Some answers became clear to me during a recent visit before a congress of student leaders in Caracas. These impressive young men and women, who cooperate across the political spectrum, take on enormous risks in assuming political consciousness. In Bolivarian Venezuela, political discrimination has been institutionalized by the pervasive use of blacklists, and those who oppose Chávismo accept a future of divisiveness and lost opportunities.

This political landscape is eerily similar to what has happened in Russia under Putin; the citizenry experiences the same helplessness and fear in the face of a leviathan cloaked in the misappropriated vocabulary of democracy.

The similarities are striking: Whether its banner is “21st Century Socialism” or “Sovereign Democracy,” neither administration is comfortable discussing the considerable fortunes that have been amassed by government officials or the impunity of the corrupt. Both in Putin’s Russia and in Chávez’s Venezuela, the state has become the principal instrument used by predatory business groups, which employ the authority of the courts, regulatory agencies and police to seize assets, influence deals and enrich themselves at the people’s expense. This relationship is particularly noxious because it is grounded in the insecurity of the populace.

While the relationship between Russia and Venezuela is outwardly manifested by military showmanship, it is actually an alliance of entrepreneurial convenience meant for a small group of beneficiaries. For the heads of state-owned businesses, for example, things are flourishing. A plethora of military hardware sales agreements have been signed, while Russian national energy firms enjoy multiple exploration licenses in Venezuela’s Orinoco Belt that most multinational companies would be denied on principle.

In both countries, key members of the opposition are barred from participating in the regime’s continuous political campaign. The fight to suppress real opposition is waged through constitutional amendments that create an appearance of competent rule but actually are designed to exclude opposition. What is not accomplished by faux legalism is carried out through government-backed neighborhood militias or extreme nationalist youth groups.

In my discussions with the Venezuelan student leaders, I was struck by deep parallels with the conditions faced by Russian civil society leaders, such as Oleg Kozlovsky, whose courage has never faltered in the face of attacks, arrests, threats and harassment from official and unofficial sources. It occurred to me that the monstrous violence on the streets of Caracas and Moscow is perhaps useful to both regimes — and that in their incompetence at delivering public security, they have found a convenience that contributes to their grip on power.

The first step toward improving this situation is to drop the pretense that these two governments have constructed a vertical structure of power and recognize that they have institutionalized a horizontal structure of incompetence — one characterized by violence, insecurity and impunity. It’s time we summoned the political will to hold such world leaders accountable for the rights of their own people by all means available, regardless of how much oil they export.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

martes, diciembre 16, 2008

El poder y el delirio

Por Mario Vargas LLosa (EL PAÍS, 14/12/08):

Quienes consideran al comandante Hugo Chávez un ser primitivo y superficial juzgándolo sólo por sus apariciones televisivas, en las que derrocha truculencia, demagogia, vulgaridad, diatribas y jerga, se llevarán una sorpresa leyendo el libro que el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze ha dedicado al presidente venezolano: El poder y el delirio. En su intenso rastreo, Chávez aparece, desde adolescente, antes de ingresar al Ejército, como un joven abrasado por una pasión subversiva y patriótica, que practica el béisbol con éxito y devora libros de historia de su país, biografías de sus héroes y escudriña sin tregua la vida y proezas de Bolívar a quien profesa un culto religioso y sueña con emular.

Más tarde, ya de oficial, experimentará una singular conversión a la ideología y los designios revolucionarios de los guerrilleros a quienes ha sido enviado a combatir a la región de Anzoátegui. Allí, en los setenta, leyó un libro que, según Krauze, cambió su vida:El papel del individuo en la historia, del padre del marxismo ruso, Gueorgui Plejánov. A partir de entonces, mezclando reflexiones propias con lecturas de Marx, Lenin y panfletos revolucionarios latinoamericanos, al mismo tiempo que a su devoción por Bolívar añadía la fascinación por Fidel Castro, irá construyendo su peculiar ideología, una alianza de militarismo, marxismo y fascismo, en el que el eje y motor de la revolución es el héroe epónimo, entendido éste en la acepción carismática y trascendental que le atribuyó Carlyle en su libro (tan admirado por Hitler) De los héroes y el culto de los héroes. Todo esto ocurre en el secreto, claro está, pues el Ejército del que forma parte Chávez se halla en aquellos años identificado con los gobiernos democráticos de Venezuela y empeñado en una lucha difícil contra las guerrillas que, apoyadas por Cuba, han abierto varios frentes de lucha en el interior del país. Dentro de sus filas, Chávez forma sociedades secretas y conspira ya entonces preparando la toma del poder mediante un golpe, algo que sólo intentará, fracasando en el intento, años más tarde, en 1992, durante el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez.

De manera que cuando el comandante Chávez sube al poder, en 1998, ungido por los votos de los electores venezolanos, está lejos de ser un improvisado. Va a poner en práctica un proyecto político y social que irá puliendo y radicalizando desde el gobierno, pero que ya le rondaba la cabeza desde su juventud. Ésta es también una tesis que hace suya el ex presidente boliviano Jorge Quiroga, para quien Chávez es un astuto estratega que, detrás de sus extremos histriónicos, va edificando sin prisa ni pausa y a golpes de chequera -de petrochequera- un imperio continental estatista, totalitario y caudillista. Este proyecto, dice Krauze, aunque se promueve a sí mismo con una retórica revolucionaria y marxista, tiene, por su componente militarista, vertical y sobre todo el culto irracional del héroe, una entraña fascista, y su semejanza mayor, en América Latina, son Perón y el peronismo.

Uno de los aspectos más interesantes de la investigación de Krauze es mostrar la influencia que ejerció sobre Chávez un pintoresco personaje de híbrido prontuario, Norberto Ceresole, peronista, profesor de la Escuela Superior de Guerra en la URSS, representante de Hezbolá en España, antisemita y neonazi militante, autor de libros de geopolítica que negaban el Holocausto. Luego de haber estado vinculado a la dictadura militar de izquierda del general Velasco Alvarado en el Perú, Ceresole se convirtió en asesor y panegirista del comandante Chávez, a quien acompañó en sus giras por el interior de Venezuela.

El poder y el delirio es un libro muy ameno, compuesto de ensayo histórico, reportaje periodístico, documento de actualidad y análisis político. Traza un animado fresco del pasado inmediato venezolano, donde encuentra las raíces secretas de la crisis que abrió a Chávez las puertas del poder en el deterioro, despilfarro y corrupción en que degeneró una democracia que, a la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, y con el Gobierno de Rómulo Betancourt había abierto un período, ejemplar en ese momento latinoamericano, de libertades públicas, fortalecimiento de las instituciones civiles y de la legalidad, a la vez que de intensa preocupación social.

Con justicia, Krauze llama a Betancourt “la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina”, pues no sólo impulsó la libertad en su país sino luchó sin desmayo contra todas las dictaduras, de Trujillo a Fidel Castro, que mantenían al continente en el atraso y la barbarie. Si la llamada “doctrina Betancourt” que quería comprometer a todos los gobiernos democráticos del continente a romper relaciones y a acosar diplomáticamente a todo régimen de facto hubiera prosperado, otra sería la suerte política de América Latina en la actualidad. Por eso fue atacado con ferocidad sin igual por los dos extremos y se salvó de milagro de los varios atentados contra su vida. Krauze tiene razón: Rómulo Betancourt fue un demócrata cabal, un estadista honrado y lúcido, y si todos los gobernantes que lo sucedieron hubieran seguido su ejemplo jamás hubiera surgido en Venezuela un fenómeno como el de Chávez. Por desgracia no fue así y, al igual que en otras democracias latinoamericanas, la ineficiencia y la corrupción que vinieron después hicieron que grandes sectores sociales, frustrados en sus anhelos, se dejaran seducir por los cantos de sirena revolucionarios. Y, ahora, mientras luchan por recuperar la democracia que perdieron, aprenden (¿aprenden, de verdad?) que el sacrificio de la libertad es siempre inútil, pues los hombres fuertes y caudillos acarrean siempre peores males que los que pretenden remediar.

En los animados diálogos y mesas redondas y entrevistas con intelectuales venezolanos de distintas tendencias que acompañan el ensayo de Krauze, se despliega toda la complejidad de la situación actual en Venezuela, y queda claro que hay criterios muy diversos entre los análisis que hacen distintas figuras de la oposición, de un Teodoro Petkoff a un Germán Carrera Damas o a un Simón Alberto Consalvi, para explicar el fenómeno Chávez. Pero lo que surge de todo ese rico material polémico es algo que resulta muy alentador: lo más graneado y sólido de la intelectualidad venezolana, sea de izquierda, de centro o de derecha, milita en las filas de la oposición democrática al régimen caudillista de Chávez y trabaja para impedir que el proyecto autoritario cancele los espacios de libertad que aún sobreviven. Y todos parecen coincidir en la convicción de que esa lucha por la libertad debe ser pacífica, de ideas y principios, y electoral. Esta es la primera vez en la historia de América Latina en que un régimen “revolucionario” no ha conseguido reclutar a un solo artista, pensador o escritor de valía y más bien se las ha arreglado para ponerlos a todos ellos en la oposición. Vale la pena subrayarlo y celebrarlo porque lo cierto es que hasta ahora todas nuestras dictaduras, sobre todo si eran de izquierda, han tenido cortesanos intelectuales, y a veces de alto nivel.

No es menos extraordinario que en la resistencia a Chávez militen, en la vanguardia, los estudiantes universitarios, en su gran mayoría, y sobre todo los de las universidades públicas, es decir, los de origen social menos próspero. Enrique Krauze entrevista a varios de ellos y hace un perceptivo examen de las razones que han llevado a los jóvenes venezolanos a rechazar la supuesta “revolución socialista del siglo XXI” y a movilizarse, en diciembre del año pasado, contra el intento del régimen de Chávez de legitimar su eternización en el poder mediante un plebiscito. La derrota que allí experimentó el régimen, por primera vez, es una fecha histórica, porque desde entonces ha cambiado la correlación de fuerzas, y ello ha quedado demostrado el pasado 23 de noviembre, con los resultados de las elecciones en las que la oposición conquistó los cinco Estados principales del país y un gran número de alcaldías. No creo que sea wishful thinking predecir que desde ahora, y aunque ello tome tiempo, Venezuela dejará de retroceder hacia el autoritarismo pleno y avanzará de nuevo hacia una democracia renovada, enriquecida por la experiencia y vacunada contra los errores que engendraron la anomalía de la que ahora trata de emanciparse.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

viernes, noviembre 21, 2008

Chávez contra Chávez

Por Alberto Barrera Tyszka, autor, junto a Cristina Marcano, de Hugo Chávez sin uniforme: una historia personal (EL PAÍS, 20/11/08):

“Es una victoria de mierda”, dijo el presidente frente a las cámaras de la televisión nacional, desdoblando en su rostro una mueca de pésimo humor. Apenas habían transcurrido tres días del referéndum, cuando fue rechazada su propuesta de reforma de la Constitución. La tiranía del rating imbatible de Hugo Chávez de pronto titiló. Ese 2 de diciembre del año 2007 marcó un hito crucial en el proceso de la llamada “revolución bolivariana”.

Hugo Chávez no sólo había perdido, por primera vez, una elección popular. También, en el interior de su movimiento político, salía derrotado. Hacía ya muchos meses, el debate en el seno del oficialismo se había centrado en dos opciones: “acelerar o consolidar”. Todo formaba parte de una discusión interna entre quienes pensaban que era necesario radicalizar de una vez el proyecto socialista, y entre quienes creían que, antes, se requería tener un control aún mayor del poder en el país. En ese momento, Chávez decidió que él podía lograr las dos cosas al mismo tiempo, que ambos verbos podían complementarse: acelerando, consolidamos.

Los resultados electorales, sin embargo, mostraron que, en política, la gramática es un ejercicio impredecible. El proyecto socialista, incluyendo la oferta de la reelección indefinida de Chávez, fue rechazado también por sus seguidores. Más aún: la derrota, en realidad, se debió fundamentalmente a la abstención de los chavistas. El 2 de diciembre del 2007 más que un domingo parecía un frenazo. Durante casi diez años, Chávez trabucó su popularidad en un sistema personal, reinventando y controlando el Estado y casi todas las instituciones del país. Ahora, se estrenaba con un fracaso en la batalla civil. Era políticamente vulnerable.

Pero Hugo Chávez es, antes que nada, esencialmente, un militar. Y un militar muy persistente. Sabe esperar, sabe insistir. Pasó 20 años soñando con ser presidente, conspirando dentro de la Fuerzas Armadas, antes de intentar el golpe de Estado de 1992. En el 2008, también ha continuado con la misma agenda, como si nada hubiera pasado: acelerar y consolidar. Aprovechando los poderes especiales para legislar, que le había otorgado la Asamblea Nacional, trató de imponer a la sociedad algunos de los planteamientos que fueron rechazados en el proyecto de reforma constitucional. Uno de los más emblemáticos es una nueva propuesta de división administrativa del país, que organiza el territorio en cinco regiones cuyas autoridades son designadas directamente por el presidente de la república. Este reordenamiento, llamado “la nueva geopolítica del poder”, ya fue aprobado en primera discusión por la Asamblea Nacional.

Sin embargo, dos proyectos de ley no corrieron la misma suerte. La nueva Ley de Educación, diseñada de acuerdo a los objetivos y valores del “proceso bolivariano”, encontró en la protesta ciudadana un gran obstáculo: su discusión y aprobación fue postergada para el año que viene. La ley de inteligencia y contrainteligencia, que proponía obligar a los venezolanos a ser vigilantes y delatores al servicio del Estado, fue derogada por el propio presidente, al ser fuertemente cuestionada por la población y por diversos organismos de Derechos Humanos.

En el 2008, Chávez ha seguido sin variar el plan que ya tenía concebido antes del referéndum. En la perspectiva de construir una “economía socialista”, continuó con el proceso de nacionalizaciones que había iniciado el año anterior. Este año, se han nacionalizado las principales cementeras, la mayor empresa siderúrgica del país y el Banco de Venezuela, propiedad del Grupo Santander. Igualmente, el Gobierno venezolano ha proseguido en una carrera armamentista desproporcionada, comprando este año equipo bélico a Bielorrusia, submarinos, helicópteros y aviones Sukhoi a Rusia, radares y aviones K-8 a China… pasando a ocupar el cuarto lugar en gastos de defensa en América Latina, detrás de Brasil, Colombia y Chile.

En el ámbito internacional, Chávez ha mantenido, de la misma manera, la ruta de radicalización que también venía desarrollando: la confrontación, sobre todo verbal, con Estados Unidos (este año la “provocación” fue un poco más allá: convocó a los rusos a realizar maniobras militares en aguas territoriales venezolanas); la promoción del Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas); el acercamiento cada vez mayor a Rusia, Irán, China… Tal vez Chávez sea, en realidad, el más dolido viudo político de Bush. La salida del presidente norteamericano lo deja prácticamente danzando solo. Bush es indefendible: el enemigo perfecto.

Nada, entonces, parece haber variado sustancialmente, después de la derrota en el referéndum para una reforma constitucional que, entre otras cosas, proponía la “reelección indefinida” del presidente de la república. Incluso hay quien piensa que Chávez tan sólo obvió ese resultado adverso y decidió seguir adelante con su proyecto. Pero no es así. Las elecciones del 23 de noviembre, para escoger autoridades locales, representan un desafío importante. Aunque las encuestas más optimistas calculan que la oposición, tal vez, pueda ganar 5 o 6 de las 22 gobernaciones que elegirán nuevas autoridades, Chávez no desea perder ni una calle. Ha desplegado sus mayores esfuerzos para que no se repita la experiencia.

Lo primero que hizo fue consolidar su partido, el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), y controlar, de manera soterrada y vertical, la selección de los candidatos. Tanto, que este proceso ha producido disidencias fundamentales y, en algunas dependencias federales, el Partido Comunista o el partido Patria Para Todos, aliados históricos del Gobierno, llevan candidatos diferentes a los impuestos por Chávez.

Por otra parte, en una acción inconstitucional sin precedentes, el Contralor General de la República inhabilitó políticamente a 260 funcionarios públicos, en su mayoría opositores, entre quienes destacan por lo menos seis líderes regionales importantes, con sobradas posibilidades de triunfar en los próximos comicios. Finalmente, Chávez se ha dedicado de manera incansable a la campaña electoral, articulando nuevamente la decisión de los votantes alrededor de su persona: ha denunciado intentos de magnicidio, ha afirmado que “todos los candidatos de la oposición son capitalistas”, instrumentos del imperio; ha asegurado que la oposición quiere ganar los espacios regionales para sacarlo del poder en el 2009… Otra vez, con un ventajismo oficial en el uso y abuso de las funciones y de los espacios públicos, le propone al país un acto definitivo y emocional. No en balde hemos hecho del sentimiento una industria y exportamos cursilerías telenoveladas: el próximo 23 de noviembre, votar es casi un acto de amor. Chávez se juega la vida en las urnas.

Sin embargo, el panorama no luce demasiado favorable. Aun ganando las elecciones, la crisis financiera mundial y la caída de los precios del petróleo se alzan como una gran amenaza, sobre todo para quien le ha vendido a los venezolanos que “la revolución” es un sueño de liquidez, una riqueza que no necesita producirse, que sólo requiere ser distribuida: la gran utopía del consumo de todo país petrolero. El “socialismo del siglo XXI” sólo existe con altos precios de crudo. Tiene poco que ver con la izquierda del continente. Está más cerca de Detroit que de La Habana.

La economía venezolana depende, casi exclusivamente, de su ingreso petrolero. Aun con las reservas internacionales y con los enormes yacimientos que el país posee, el futuro nunca será tan espléndido como ha sido el pasado en la mayor parte de esta década. Llegó el tiempo de los barriles flacos. Un gasto público inmenso, el pago pendiente de las nacionalizaciones, la inflación más alta del continente… Todo parece acorralar a Chávez, orillarlo a hacer algo que jamás imaginó: tomar medidas impopulares, hacer ajustes, desdecirse, conspirar en contra de lo que mejor ha sabido administrar: la esperanza de los pobres.

Con Barack Obama en la Casa Blanca, con la crisis económica rondado peligrosamente a Venezuela, con el desgaste político de diez años al frente del Gobierno… Al presidente venezolano le va a costar eludir esta pelea, su verdadera confrontación, el enemigo al que siempre ha tratado de evitar: Chávez contra Chávez.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona