martes, septiembre 15, 2009

Viejo corazón de América

Por Pablo Salvador Coderch, catedrático de Derecho Civil de la Universitat Pompeu Fabra (EL PAÍS, 10/09/09):

Ni somos ni tenemos su voz, pero cuando Bruce Springsteen cumpla 60 años, el próximo 23 de septiembre, el corazón de América habrá empezado a envejecer. “¿Has visto alguna vez a un perro con una sola pata abriéndose camino calle abajo?”, pregunta en su última canción. “Si alguna vez has visto a un perro con una sola pata, entonces me has visto a mí” (The Wrestler, Working on a Dream, 2009).

La letra de esta canción de perdedores es tan disparatada que casi rocé la tentación de masacrarla. Hay muchos perros cojos -yo tengo uno- pero aunque no sé de ninguno que a falta de tres patas camine, la canción lo hace y de qué manera: último eslabón de una cadena de aciertos, cierra los créditos de El Luchador, de Darien Aronofky (2008), anudando el estómago de los espectadores sobrecogidos por el regreso infinito de Randy The Ram -El ariete- Robinson, viejo luchador profesional idéntico al mejor Mickey Rourke, sólo que más mayor.

Springsteen parece haber nacido para correr en defensa de las personas corrientes, cuyos sueños se desvanecen invariablemente al cabo de la adolescencia. Canta y vuelve a cantar historias de trabajadores blancos, escolarizados lo justo y que habitan los Estados casi en ruinas del oxidado Medio Oeste. Década tras década, en sus baladas aparecen mujeres desesperanzadas (Thunder Road), chavales casados a trompicones (The River), ciudades que se vienen abajo (My Hometown, Youngstown, My City of Ruins). Pero siempre, absolutamente siempre, estalla entre ellas un rock comercial excelente, interpretado con rudeza y un magnetismo que conjura a tres generaciones de aficionados en centenares de estadios (Badlands, Prove it All Night, Radio Nowhere).

Alma de cantautor felizmente vendida al diablo del éxito, Bruce Springsteen domina el oficio de detenerse al borde del abismo insufrible, tedioso o -aún peor- dulzón del apólogo. Uno va a un concierto para divertirse, no a que le riñan. Añadan la habilidad de haber sabido rodearse de todo aquello que un hombre blanco no conseguirá ser jamás: una mujer, Patti Scialfa, que es la suya, o la sombra cálida y gigantesca de Clarence Clemons. El que, finalmente, su banda se caiga a pedazos ya casi no importa.

Renacido al éxito en esta década con un disco compuesto en respuesta al atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 (The Rising, 2002), Bruce Springsteen hizo ver a sus compatriotas que la mayor parte de las víctimas habían sido trabajadores, el corazón de América, no ejecutivos ni profesionales de Manhattan. Siguieron otros cuatro buenos discos y una gira tras otra. Hasta hoy.

Sin embargo, demográfica y culturalmente, el mundo que canta Springsteen lleva años despidiéndose: hoy ni el país ni su presidente, ni el Partido Demócrata en el poder giran en torno al cinturón industrial del Medio Oeste -el Ohio de Youngstown y sus acererías arruinadas-, aunque para la victoria de Obama fue crucial su condición de senador por Illinois. De nuevo, el índice de paro roza el 10%, como hace un cuarto de siglo, cuando Bruce Springsteen estaba en su apogeo. Pero sus canciones de jóvenes blancos recién salidos de una escuela católica y arrojados a las líneas de montaje de los Grand Torino de Clint Eastwood pertenecen al pasado. Por cada cuatro escolares adolescentes blancos ya hay uno hispano, y muchos jóvenes profesionales de la década actual saben más de Steven van Zandt por su papel en Los Soprano, una serie de televisión, que por su contribución crucial al mejor Springsteen y a su E Street Band.

Pero resistan ustedes también a la tentación de enterrar a la vieja América. Obama prevalecerá si acierta a soldarla con la nueva, pues el éxito del último intento recrea, mágico, el interés por los logros anteriores. Los norteamericanos conservan una genuina capacidad de reinventarse a sí mismos, de encarar nuevos retos más allá de las fronteras de la edad. En el sueño americano sigue habiendo un optimismo envidiable y que, en buena medida, está integrado por la sólida creencia de que a uno sólo le retira obligatoriamente la biología, de que siempre se puede volver a empezar. Si usted sabe hacer algo y está dispuesto a esforzarse por conseguirlo, no se preocupe, le dejarán intentarlo.

Springsteen encarna ese viejo corazón de América hasta en su último disco (Working on a Dream): si trabajáis de verdad para que vuestro sueño cobre vida, no os preocupéis; aunque todos digan que los problemas están ahí para quedarse, no os preocupéis, saldréis adelante. Sigue siendo el amo.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

¿El fin del dólar como divisa suprema?

Por Paul Kennedy. Ocupa la cátedra Dilworth de Historia y es director de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale. Autor de Auge y caída de las grandes potencias. © 2009, TRIBUNE MEDIA SERVICES, INC. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 10/09/09):

Está en marcha un debate muy interesante en medios académicos sobre la suerte a largo plazo del dólar estadounidense como suprema divisa para las transacciones en moneda extranjera y, cosa más importante, para las reservas de divisas de los Gobiernos nacionales, las empresas multinacionales y los productores de petróleo, gas y otras materias primas.

En la cumbre del G-20 que se celebró en Londres el pasado abril, llamó la atención de los periodistas que el Fondo Monetario Internacional recibiera una asignación de 250.000 millones de dólares en derechos especiales de giros (DEG). Dos meses después, la cuestión volvió a surgir en Ekaterimburgo (Rusia). La reunión de los líderes de los países BRIC -Brasil, Rusia, India y China- sugirió a los comentaristas que una coalición internacional de Estados emergentes podría cantar las cuarenta al Tío Sam, en parte a base de que los países cambiaran sus reservas de divisas desde el dólar a esas unidades de cuenta del FMI.

Una interpretación generosa de toda esta “confabulación” internacional es que, en realidad, es mejor para el mundo que sus transacciones monetarias se basen en un “abanico” internacional de divisas que en una sola que, si cae por culpa de la mala gestión de su Gobierno, podría llevar a la ruina a muchos actores inocentes, especialmente los Estados más pobres que dependen del dólar estadounidense. ¿No lo había propuesto el gran economista John Maynard Keynes en 1944 a fin de evitar un mundo basado en un dólar que acabara sufriendo la maldición de llevar demasiado peso sobre los hombros?

Habría sido positivo para la comunidad internacional y para Estados Unidos. ¿Por qué tenía que tambalearse el Titán Cansado bajo el destino excesivo de su carga de ser la divisa suprema? Pero Washington, con todos los dólares que tenía en el bolsillo, puso el veto al plan de Keynes. Está bien saber que eres el más fuerte. Además, si uno posee la principal divisa del mundo puede caer en enormes déficits comerciales y de cuenta corriente sin que le castiguen por ello; un país con una divisa poco importante como Islandia o Corea del Sur no puede permitírselo.

Otra interpretación más desagradable de este paso para acabar con la hegemonía del dólar es el antiamericanismo. Es habitual que la primera potencia mundial despierte el resentimiento de otros países menos poderosos, incluso cuando esa potencia consigue distribuir bastante bien lo que los economistas llaman los “bienes públicos”. Por consiguiente, si las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China deciden reunirse, no es extraño que hablen sobre el sistema financiero y comercial internacional y sobre cómo depender menos de la capacidad de Estados Unidos para dañarlo (a través de hipotecas basura, pésimos bancos, el dominio de la divisa).

Para algunos, un dólar debilitado puede ser también un golpe contra la arrogancia de Estados Unidos y un recordatorio de que hasta los más poderosos pueden tropezar. Eliminar la “injusta” ventaja del dólar como divisa fundamental de reserva ha sido siempre una idea del agrado de los intelectuales franceses y, como demuestra la historia, de los presidentes franceses, desde De Gaulle hasta Sarkozy. ¿Por qué no, entonces, propugnar una “cesta de divisas” más equitativa que facilite los intercambios comerciales o, como variante, intentar organizar el comercio mediante los derechos especiales de giros del FMI? Parece razonable -y, por tanto, defendible- y bajaría los humos a los estadounidenses.

Pero resulta que hay todo tipo de razones por las que los DEG no pueden servir en la actualidad como divisa común, es decir, algo en lo que podría fijarse el precio de un coche Toyota o algo de lo que se podría sacar un puñado de billetes de un cajero automático. Su función es de carácter intergubernamental y no tiene nada que ver con, por ejemplo, los departamentos de divisa extranjera de Barclay’s.

Esto lo explicó muy bien el especialista financiero Swaminathan S. Anklesaria Aiyar, del Cato Institute de Washington (An International Monetary Fund Currency to Rival the Dollar?, ¿Una divisa del Fondo Monetario Internacional que rivalice con el dólar?, julio de 2009, para los lectores que quieran más detalles). Hay que advertir que Aiyar no es como esos comentaristas estadounidenses nacionalistas que parecen creer que la reducción del papel del dólar en el mundo es una especie de amenaza contra su virilidad. Es más, como investigador del Cato Institute, famoso por sus opiniones libertarias sobre política y economía, Aiyar alega sin reparos que la caída relativa del dólar se producirá seguramente debido al crecimiento continuo del PIB chino y la futura llegada del yuan como divisa plenamente convertible, y no porque los Gobiernos mundiales recurran a un instrumento artificial del FMI como los derechos especiales de giros. Cuando el yuan entre a formar parte de las grandes divisas, junto con el euro, el yen y el dólar, habrá todavía menos presiones y menos razones para sustituir los medios tradicionales de compraventa de dinero.

Poco después de leer el ensayo de Aiyar, me llamó la atención un artículo extraordinario titulado The World Supremacy of the Dollar at the Rendering (1917-2008) (La supremacía mundial del dólar a la hora de rendir cuentas), escrito por el especialista italiano Antonio Mosconi, del Centro Einstein de Estudios Internacionales (CESI). El título es tan bíblico -el rendir cuentas evoca el “dar al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”- que inmediatamente quise saber lo que decía.

Para quienes disponen de menos tiempo libre que los profesores de universidad, lo resumiré así: el dólar estadounidense ha vivido dos vidas, la primera como divisa de un poderoso país acreedor, desde los años veinte hasta los sesenta, y la segunda como divisa de un “imperio de la deuda”, desde los setenta hasta hoy, aún tiene que llegar mucho más endeudamiento internacional tan sólo con la desgraciada liquidación de los bonos del Tesoro cada semana.

Es imposible resumir en unas frases la devastadora y elegante descripción que hace Mosconi de la explotación, por parte del Gobierno estadounidense, de su capacidad de imprimir papel en el escenario fiscal internacional. Pero su conclusión está clara: “Esta crisis no es como las demás, es la última convulsión del papel internacional del dólar”. En algún momento futuro, gran parte del mundo tomará medidas para evitar que su destino dependa de las decisiones aisladas del Tesoro estadounidense y el Banco de la Reserva Federal. Y entonces llegará la hora de rendir cuentas…

Ya veremos. Dado el nerviosismo de los mercados mundiales en la actualidad, tan posible es que veamos una mejora en el valor de cambio del dólar como que veamos una caída repentina. Ahora bien, en general, estos artículos académicos tienen bastante sentido. Vivimos hoy en un mundo en el que un sólo país, que no tiene más que el 5% de la población mundial, posee aproximadamente el 20% de su PIB, gasta casi el 50% de sus inversiones totales en defensa e imprime billetes que representan entre el 65 y el 70% de las reservas mundiales de divisa extranjera.

De creer en la teoría de la “convergencia” que propugnan los economistas -es decir, el acercamiento del producto y la renta de empresas, regiones y países-, la conclusión está clara: a medida que China, India, Corea del Sur, Brasil, México e Indonesia “se pongan al día”, la parte correspondiente a Estados Unidos disminuirá de forma proporcional, aunque los habitantes de Virginia y Vermont sean más ricos, en términos absolutos, en el año 2050. Tarde o temprano -y lo que se discute es si va a ser “tarde” o “temprano”, no si va a ser- vamos a presenciar otro gran cambio en los equilibrios mundiales de poder.

Incluso a corto plazo, y sobre todo si yo fuera un gestor de dinero interesado en proteger los futuros intereses de mis clientes, supongo que observaría con más cuidado la distribución actual de mis carteras, sólo para asegurarme de que, cuando me llegara la hora de “rendir cuentas”, no pareciera completamente anticuado. Y, cuando cobro como autor internacional, me gusta recibir mis honorarios y derechos en muchas monedas, sólo para estar tranquilo.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

domingo, septiembre 13, 2009

Alemania se enfrenta al declive de los grandes partidos

Por JUAN GÓMEZ - Berlín - (ElPais.com, 13/09/2009)

A finales de agosto, cuando la campaña electoral alemana estaba aún desperezándose, saltó la noticia de que la canciller Angela Merkel había celebrado, en la misma Cancillería, una comida de cumpleaños para el banquero Josef Ackermann. Precisamente el multimillonario suizo y presidente del mayor banco de Alemania, Deutsche Bank, uno de los ejecutivos más impopulares del país, celebró en el año de la crisis su 60 cumpleaños rodeado de la élite política y empresarial del país en la Cancillería. El Schnitzel y los espárragos los pagó el contribuyente, la factura política de la noticia corría de cuenta de Merkel.

Sin embargo, pese a la crisis y a los temores económicos de la ciudadanía, el caso apenas dio para unos cuantos artículos de opinión en la prensa alemana. El pretendido escándalo no cuajó y los socialdemócratas del candidato Frank-Walter Steinmeier (SPD) no insistieron. La crisis y los temores económicos de la ciudadanía no están desempeñando un papel clave en la campaña para las elecciones del 27 de septiembre.

La Unión Demócrata Cristiana (CDU), favorita en los sondeos, se enfrenta al mismo problema que su rival y socio de gran coalición, el Partido Socialdemócrata. El ascenso de los partidos pequeños, La Izquierda, Los Verdes y los liberales del FDP parece imparable y apenas les exige gestas como la que protagonizó Barack Obama en las presidenciales de EE UU.

Hasta los años ochenta, los dos grandes partidos cosechaban juntos más del 80% de los votos, y entre ellos estaba solo el FDP. Este año, CDU y SPD podrían no alcanzar el 60%, según apuntan los sondeos.

El tirón electoral de Merkel se mantiene, pero su partido ha encajado dramáticos reveses en los recientes comicios de Sarre y Turingia. Los democristianos perdieron dos mayorías absolutas, 13 y 12 puntos respectivamente.

El SPD, por su parte, celebra como un triunfo haber frenado su desmoronamiento electoral en ambos Estados federados, donde se afana ahora para formar sendos tripartitos con los Verdes y La Izquierda. Estos resultados apuntan a que la preponderancia de los dos grandes "partidos populares" (Volksparteien) SPD y CDU está entonando su canto del cisne.

Los graves problemas económicos de Alemania no han cristalizado de momento en despidos masivos. La contención gubernamental y la unidad demostrada por CDU y SPD cuando el sistema financiero mundial parecía saltar por los aires han quedado como un mérito de Merkel.

El "apocamiento" del que acusaba a la canciller el semanario Der Spiegel en noviembre o a la "pasividad ante la crisis" que percibían algunos medios económicos, se han tornado en elogios a su prudencia. La sorpresa económica del verano fueron los datos del segundo semestre de 2009. El PIB alemán registró un crecimiento del 0,3%.

Tras haber vencido al SPD por un solo punto en las generales de 2005, Angela Merkel no logró disimular su pasmo ante millones de espectadores televisivos. Esperaba un resultado mucho mejor. En estos cuatro años como canciller, Merkel ha conseguido que su limitada agilidad mediática se perciba como imperturbabilidad y coherencia. El repunte económico, después de las críticas de 2008, contribuye a esta imagen y a la popularidad de la canciller.

No obstante, con la crisis aparentemente domesticada y a la espera de su previsible impacto en el mercado laboral, los votantes parecen haber cambiando de preocupaciones. Si la debacle financiera pudo capearse, ahora queda el miedo de muchos a perder el trabajo y a que continúen los recortes sociales, como consecuencia del enorme gasto público en programas de reactivación económica y financiera.

Aquí puntúa La Izquierda, que además cuenta con apoyos tradicionalmente altos en los cinco Estados federados que fueron la antigua República Democrática Alemana. La Izquierda nació en 2007 de la fusión de los ex-comunistas del Este con los disidentes socialdemócratas del entorno de Oskar Lafontaine en el Oeste.

Antes de la irrupción de La Izquierda, que entró en el parlamento de Hesse en 2008, llegó el ascenso político de los Verdes, que precisamente en Hesse colocaron a Joschka Fischer en el Ministerio de Medio Ambiente en 1985. En los noventa, los Verdes parecían a punto de acabar con los liberales. Se decía que no había espacio político para un cuarto partido.

Los Verdes fueron hace años un partido contestatario y ecopacifista. Hoy cuentan con el apoyo de los más jóvenes y de votantes de clase media universitaria. Siete años de Gobierno con el canciller Gerhard Schröder (1998- 2005), con varias intervenciones militares y bombardeos de por medio, privaron al partido de cualquier aura rebelde o pacifista. También despejaron la desconfianza de los acomodados. El grueso de la clientela política de los liberales tiene un nivel educativo similar pero menos preocupaciones medioambientales. Según los analistas, el problema de ambos es que estos son votantes volátiles y exigentes, más dispuestos a cambiar su voto que el resto.

Gregor Gysi, tribuno de La Izquierda, señaló en el último pleno de la legislatura cuál es el problema de CDU y SPD ante la ciudadanía: "En este Bundestag [Cámara baja del Parlamento] hay, en realidad, un puré de consenso". La convivencia en los Consejos de Ministros y la unidad de los dos grandes partidos frente a la crisis, sumada a la lógica debilidad de una oposición formada sólo por partidos pequeños, ha deslavazado los perfiles políticos de CDU y SPD.

Los grandes partidos disienten en dos puntos fundamentales. Uno es el cierre de las centrales nucleares, pactado por Verdes y socialdemócratas en 2002 y que Merkel quiere aplazar. El otro, la introducción de un salario mínimo propugnada por el SPD.

Merkel se ha aferrado a su exitosa partitura durante lo que va de campaña. Deja que sus barones arremetan contra los socialdemócratas y sacudan a la oposición y se reserva las notas amables del pentagrama. Para el Bundestag, las encuestas siguen otorgando al tándem CDU-FDP una mayoría, aunque ajustada. De no alcanzarla, es probable una segunda parte de la gran coalición. Los tres partidos pequeños volverían a quedarse sin participar en el Gobierno, pero seguirían ganando apoyos durante otros cuatro años.

Planes electorales

CDU

- Los democristianos de Angela Merkel y sus socios bávaros de la CSU han presentado un programa electoral juzgado por muchos analistas como bastante genérico, estudiado para permitir a la canciller un amplio margen de maniobra a la hora de formar coalición después de las elecciones.

- La CDU promete una progresiva, pero leve, bajada de impuestos. El programa prevé un recorte del tipo impositivo mínimo del 14% al 12% y una subida del umbral a partir del que se contribuye al tipo máximo. Los liberales del FDP, socios preferentes de Merkel para la próxima legislatura, abogan por un recorte más radical, que reduciría la recaudación en unos 35.000 millones.

- En otro asunto clave de la pugna electoral —el debate energético— la CDU propone postergar de 10 o 15 años el apagón atómico previsto para 2021. Alemania tiene actualmente 17 reactores nucleares activos.


SPD


- Los socialdemócratas proponen en materia fiscal una leve reducción de impuestos a las rentas bajas, y una subida a las altas. Además, plantean crear un impuesto sobre transacciones financieras.

- El SPD promete convertir a Alemania en una suerte de Silicon Valley de las tecnologías verdes y anunció pleno respaldo a la industria alemana, inversiones y reforma en el sector de la sanidad y de la educación.

Miles de 'ultras' protestan en Washington contra el "socialismo" de Obama

Por YOLANDA MONGE - Washington - (ElPais.com, 13/09/2009)

Los más conservadores entre los conservadores; los ultras; los radicales a la derecha de la derecha más recalcitrante; los que creen que la Administración de Barack Obama lleva el país al socialismo; los que niegan que el presidente haya nacido en Hawai y sea norteamericano -y por tanto elegible electoralmente-; los que han adoptado la esvástica nazi y claman por la pureza de la raza americana.

Todos ellos, muchos más de los que esperaban las previsiones más optimistas, decenas de miles, se concentraron ayer en las cercanías del Capitolio de Washington para protestar contra las políticas y "el gasto descontrolado" del Gobierno.

Si la marcha debía de haber comenzado al mediodía, se inició pasadas las diez y media de la mañana debido a la gran acumulación de gente que reclamaba comenzar a andar por Pensylvania Avenue hacia las escalinatas del Capitolio. Indignados, desafiantes y, en ocasiones, beligerantes contra la prensa que consideran izquierdista y a favor de Obama, los manifestantes dejaron oír alto y claro su descontento con el plan de salud propuesto por el Gabinete demócrata. "El plan de Obama me pone enferma", portaba Lisa Tobbe, llegada a la capital de la nación la noche anterior procedente de Carolina del Norte. "Yo no soy tu cajero automático", gritaba encolerizado Art Murphy, 76 años, que asegura que nunca antes se había manifestado pero que "todo tiene un límite".

Una manifestante contraria a la reforma sanitaria porta una fotografía de Obama caracterizado como Hitler con la frase: "Yo he cambiado".- EFE

El límite está en la talla del Gobierno. Y los ultras conservadores que ayer tomaron el Capitolio están convencidos de que ha superado el tamaño aceptable -que en opinión de los más recalcitrantes debería ser ninguno- y se acerca peligrosamente al "socialismo". "La frase 'Nosotros, el pueblo' está dejando de existir", protesta Greg Huntley.

"Hay que parar los pies a Obama y sus agentes antes de que acaben con América", añade. "Nadie habla por nosotros, nadie nos escucha, así que hemos tenido que salir a la calle", dice Kathleen Motes, con dos niños agarrados a la mano izquierda y una pancarta en la derecha donde se lee: "Seamos ecológicos, reciclemos el Congreso". Motes llegó a Washington tras 20 horas de autobús desde Montgomery (Alabama). "Es momento de actuar o dentro de poco será demasiado tarde", decía.

Demasiado tarde será si la Casa Blanca logra aprobar el plan de salud propuesto por Obama. "Gasto, gasto y más gasto", se queja esta mujer cuyo marido pertenece al Movimiento Nacional Socialista, un grupo supremacista blanco, y que ayer mostraba orgulloso a las cámaras la bandera que mezcla la enseña norteamericana con la esvástica. "Poder para los blancos", repetía monocorde.

El Partido Republicano tenía su representación en los discursos que ayer se pronunciaron. Desde el senador de Carolina del Sur Jim DeMint hasta los congresistas Mike Pence, Tom Price y Marsha Blackburn. Pero también teme que se le identifique con elementos muy radicales u opiniones como las vertidas en el blog de Freedomworks, que comparaba el discurso que Obama dio en un colegio el pasado martes con las tácticas de los dictadores Mao Zedong, Stalin o Pol Pot.

El acto de ayer fue la culminación de un movimiento de protesta generalizado contra los impuestos comenzado a mediados del mes de abril. No es coincidencia que se iniciara en la fecha en la que los estadounidenses entregan su declaración de la renta, que responde al nombre de tea party, en referencia al Motín del Té de Boston de 1773, acto de protesta de los colonos contra los británicos por gravar la importación de ciertos productos, entre ellos el té. Aquel motín fue el detonante de la guerra de Independencia contra la metrópoli británica.

"Mentiroso, mentiroso", gritaba ayer la masa haciendo alusión a Obama y recogiendo el sentir expresado por el congresista republicano Joe Wilson que interrumpió con su grito al presidente el pasado miércoles durante su comparecencia extraordinaria en el Capitolio. "Ni siquiera es uno de los nuestros", decía Nora, que no quería aportar su apellido pero repartía sin problemas fotocopias del certificado de nacimiento de Obama que aseguraban que no es un ciudadano norteamericano. "Tenemos un presidente ilegítimo", decía. "Un presidente que va a acabar con América y los americanos. Ha llegado el momento de actuar, abajo el Gobierno".

Desde la cadena Fox, el presentador, fanático político y ultra radical Glenn Beck llamaba a la causa. El locutor Rush Limbaugh asegura que él hace años que la reclama.

Gripe nueva cada día menos nueva

Por Jordi Casabona, médico y periodista (EL PERIÓDICO, 09/09/09):

En julio, sin protocolo real pero con una buena cobertura mediática, la gripe A (también llamada gripe nueva) llegó al palacio de Buckingham; dicen que la reina del que fue uno de los mayores imperios del mundo no resultó afectada, pero que por si acaso hizo desinfectar sus estancias. En agosto, quien sí cogió la gripe fue el presidente de Colombia, Álvaro Uribe; dicen que en aplicación del protocolo previsto se retiró unos días a su residencia de descanso. Como esta gripe preocupa a Occidente, conoceremos todos los detalles de su propagación, incluyendo la afectación de famosos, y en realidad ya se ha convertido en la primera epidemia de gripe seguida on line. Pero ¿por qué esta pandemia tiene una repercusión tan especial en los medios de comunicación y en la opinión pública?

La historia empezó en abril, cuando un brote de pulmonías graves en México se atribuyó a un virus nuevo, el A(H1N1). Rápidamente se empezaron a reportar más casos en EEUU, Canadá y, posteriormente, Europa y el resto del mundo. Las incertidumbres iniciales sobre el número de defunciones atribuidas al virus, y el estado de opinión entre los expertos internacionales de que desde hace años es plausible la aparición de una pandemia de gripe con una alta mortandad, dispararon las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se inició una exhaustiva monitorización de esta infección a nivel internacional. En junio, reflejando la extensión geográfica de la infección, la OMS declaró el estado de pandemia. La percepción de gravedad asociada al «estado de pandemia», las peculiaridades clínicas y de los grupos más afectados y, en especial, la alarma social que crean los fallecimientos entre niños y gente joven han facilitado que sea un tema sensible y susceptible de ser sistemática y exhaustivamente tratado por los medios de comunicación. Por otro lado, mientras con los datos actuales sabemos que esta gripe tiene una tasa de letalidad ligeramente superior a la gripe estacional, también es cierto que hay incógnitas por resolver sobre cuáles son los factores de riesgo para los casos graves, cómo va a comportarse cuando en otoño coincida con la gripe estacional y si el virus puede mutar y adquirir una mayor virulencia. Con el actual número de traslados de personas en todo el planeta, y considerando también la velocidad con que se desplazan, un hipotético virus con la transmisibilidad de la nueva gripe y la virulencia de la gripe de 1918 tendría graves consecuencias sociales y económicas. El doble mensaje, pues, de tranquilidad, pero a la vez advirtiendo de que hay potenciales peligros, no es nada fácil de transmitir a la opinión pública y dificulta el posicionamiento de las administraciones sanitarias, que tienen la obligación de tranquilizar, pero también de planificar las intervenciones que serían necesarias si el escenario cambiara.

Frente a un agente fácilmente transmisible, y en ausencia de un tratamiento farmacológico o una vacuna efectivos y al alcance de todo el mundo, las alternativas se reducen a las medidas clásicas de control de las infecciones aplicadas desde hace siglos, a menudo empíricamente: la interrupción de la cadena de transmisión, la cuarentena y el aislamiento. Pero la aplicación de estas medidas no siempre es coste-efectiva y a menudo ni siquiera es viable. Teóricamente, el cierre de una escuela o de una empresa en la que se han dado casos evitaría un gran número de casos secundarios, pero ¿se pueden asumir las consecuencias sociales y económicas de estas intervenciones si muchas personas ni siquiera se habrían infectado, y la mayoría de infectados tendría una evolución benigna ? Pero, por el contrario, ¿cuál sería el impacto social y político si en una escuela donde se han dado casos se produjera un fallecimiento entre los alumnos? Dadas las posibles repercusiones tanto de actitudes conservadoras como intervencionistas y la escasez de evidencia científica para cuantificar los riesgos, la prudencia y la monitorización de la situación parece la actitud más sensata. Paralelamente, avanzar la campaña de vacunación de la gripe estacional para disminuir el posible número de coinfecciones, habilitar espacios hospitalarios por si hay un aumento de casos graves y un plan de distribución de la vacuna específica –cuando esté lista– son medidas complementarias para disminuir el impacto de la segunda oleada de la epidemia, que se espera para este otoño.

Así pues, es positivo que el Ministerio de Sanidad haya optado por la moderación recomendando que se inicie el curso escolar, que los pacientes se queden en casa unos días y que se reserven los tratamientos e ingresos hospitalarios para los casos graves, dejando la puerta abierta a medidas más drásticas para situaciones especiales y a la revisión de recomendaciones en función de la información disponible. Y, sobre todo, es positivo que se haya hecho de forma consensuada con las comunidades autónomas. Demasiado a menudo, en este país temas técnicos acaban teniendo un componente partidista nefasto para el ciudadano, y siempre hay quien, si las cosas van bien, habla de alarmismo innecesario, y si las cosas no van bien, critica la tardanza en la intervención. La gripe nueva, de aquí a un tiempo ya será vieja, pero mientras tanto tendremos que aprender a gestionar la incertidumbre y a consensuar decisiones, especialmente teniendo en cuenta que la actual cantidad de información existente y su velocidad de circulación genera más preguntas –y miedos– que respuestas.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Cuba, los conciertos y el "revolcón"

Por Vicenç Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz. Universitat Autònoma de Barcelona (EL PERIÓDICO, 09/09/09):

Pocas veces un concierto ha tenido tanta repercusión en el mundo antes de celebrarse como el que está previsto realizar en la plaza de la Revolución de la capital cubana el próximo día 20, la víspera del Día Internacional de la Paz, bajo la iniciativa del músico colombiano Juanes y a través de la organización Paz sin Fronteras, en la que participan habitualmente Miguel Bosé y Alejandro Sanz, entre otros músicos.

La polémica, ya internacionalizada, se debe a que la oposición cubana instalada en Miami considera que Juanes y su gente se prestan a un juego favorable a la legitimación del régimen cubano, por el simple hecho de convocar este concierto en la isla (y en la misma plaza de la Revolución), en el que participarán también músicos afectos al régimen, como Silvio Rodríguez, entre otros.

Por su parte, Juanes defiende su iniciativa aduciendo que su concierto no es partidista, sino «blanco», esto es, neutral, aunque no oculta que tiene un componente provocativo, y que el motivo de fondo es precisamente «tender puentes» entre la comunidad cubana dividida, tanto para los que viven en el exilio (muchos en Miami) y los que permanecen en la isla más o menos afectos al régimen como para enlazar a los cubanos en general con Estados Unidos, que mantiene un embargo sobre la isla desde hace décadas.

Curiosamente, en estos días el presidente Obama ha dado luz verde para intensificar las visitas entre cubanos y liberar el envío de dinero de EEUU a Cuba. Algo, pues, se mueve en dirección positiva, y de ahí lo poco oportuno de querer torpedear iniciativas como la del concierto, llegando al extremo de organizar conciertos paralelos de signo opuesto o de quemar en público los discos de Juanes.

El pasado año, Juanes se acompañó de Juan Luis Guerra, Carlos Vives, Bosé, Sanz y otros artistas para dar un simbólico concierto en un puente de la frontera colombo-venezolana, concretamente a las afueras de la ciudad de Cúcuta, en unos momentos de grave tensión entre los gobiernos de los dos países. En fechas próximas piensa repetir la experiencia en cuatro o cinco países más, incluyendo Venezuela. El concierto no solo fue un éxito de asistencia, sino que logró el apoyo de todos los medios de comunicación colombianos más importantes, inclusive los conservadores.

¿Por qué entonces sí era buena la idea de un concierto de unión en el puente de Cúcuta y ahora es mala para tender puentes en Cuba? Probablemente no haya más explicación que la misma polarización de la sociedad cubana y la radicalidad de muchos de los exiliados en Miami. Pero en este caso habría que preguntarse si quienes se oponen al concierto han calibrado lo que en ciencia política llamamos el efecto revolcón de una iniciativa de este tipo, es decir, la capacidad que un concierto de masas, realizado con artistas de varios países y de pensamiento o sensibilidad política diferentes, puede tener para que la gente cubana de a pie, especialmente la juventud, pueda lanzar un mensaje con su simple asistencia multitudinaria a un concierto ya polémico. Esto es, en el sentido de que, al congregarse ante una iniciativa abierta (se ha invitado a significativos músicos opositores al régimen cubano, aunque hayan declinado asistir), mandan una señal a su propio Gobierno, al exilio y a la comunidad internacional, en particular a Estados Unidos (que, por cierto, Hillary Clinton ya apoyó públicamente el concierto), para que se refuercen las tímidas iniciativas de apertura (las internas y las externas vinculadas con Cuba), se empiece a perder el miedo al tránsito político y se empiece a hablar de cómo se hará el largo proceso de reconciliación una vez llegue el momento de cruzar el puente que ha dividido a esta sociedad durante tanto tiempo, y no en términos metafóricos, sino reales.

En el mundo tenemos múltiples ejemplos de revolcones de este tipo, motivados por una iniciativa musical o artística que, aunque no puede sustituir a las iniciativas políticas que tocará hacer, y ya se empiezan a vislumbrar tímidamente, sí son un incentivo, un aliciente y un detonador para dar paso a las medidas mencionadas.

Es algo parecido a las manifestaciones multitudinarias realizadas con camisetas de un color y que, de forma no violenta, han logrado tumbar regímenes dictatoriales.

La música y las artes tienen un potencial transformador que no conviene despreciar, porque llegan a las personas, las agrupan y las invitan a expresar lo que sienten y quieren. Y si Cuba quiere un cambio real y tranquilo, la música es una vía de expresión de esa voluntad.

Ha costado que el Gobierno cubano aceptara la iniciativa de Juanes, como también le costó al venezolano en su momento, probablemente porque pueden intuir esa capacidad revolcativa, y por eso es una pena que los exiliados llamen al boicot de estos conciertos. Pierden una oportunidad para participar en la construcción del puente que, tarde o temprano, tendrán que transitar.

Creo, pues, que hay que apoyar esta iniciativa y todas las que se parezcan, y si las empresas que habitualmente patrocinan estos acontecimientos se sienten temerosas y se retiran en su comodidad, como ha ocurrido ahora, tendría sentido que desde la cooperación internacional se diera un apoyo claro a esta iniciativas de paz.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

La matrioska imperial

Por Daniel Reboredo, historiador (EL CORREO DIGITAL, 09/09/09):

Rusia es un país con espíritu europeo, insertado geográficamente en Asia, que siempre ha respirado la dicotomía entre sus dos almas, la europea y la asiática. Este fenómeno se alimentó durante los últimos siglos no sólo por la indiferencia de la Europa biempensante y desarrollada, sino que también se avivó por la disputa entre rusos ‘eslavófilos’ y rusos ‘europeístas’, actualmente ‘nacionalistas’ y ‘occidentalistas’. La historia del gigante ruso desde Pedro el Grande es la de un país donde llevan siglos intentando definir el camino de su desarrollo en un maremágnum de ideas populistas, eslavófilas, nacionalistas, comunistas y occidentales que siempre han estado, y están, pugnando por su preeminencia sobre las demás. En un país tan lleno de contrastes, tan grande que se extiende a lo largo de once zonas horarias desde Kaliningrado hasta Anadyr, en la costa del Pacífico, de tanta diversidad climática y humana, esta situación no debe sorprendernos.

La llegada al poder de Vladimir Putin a principios del año 2000 inició un periodo de cambio en la política rusa que ha llegado a nuestros días con Dmitri Medvédev. Después de la deriva de la época Yeltsin, Putin intentó que el país se volviera a convertir en una superpotencia mundial como lo fue en la época soviética, a la par que intentó superar el legado de la rápida liberalización que se había producido tras la caída del régimen comunista en 1991 y hallar la manera de combinar el carácter de Rusia con las normas universales de la democracia que dominaban el continente y la integración internacional. ¿Cómo podía combinar todo esto una Rusia que nacía truncada, con un sentido confuso de su propia identidad y temerosa del futuro? Putin intentó crear una nación política en la que todo el mundo sería igual como ciudadano, pero quedó aplazado cómo se convertiría en una nación cultural en la que los individuos fueran diferentes como personas y los pueblos distintos como comunidades culturales.

Los deseos iniciales de combinar los principios universales de la economía de mercado y la democracia con la realidad rusa fueron arrinconados por las diferentes acciones e iniciativas que buscaron recuperar el papel de superpotencia perdido con la caída del comunismo y su protagonismo como contrapeso de EE UU en un sistema bipolar. Las enormes reservas de gas y petróleo y un poderío militar y nuclear enorme son los avales de una aspiración condicionada por las características geopolíticas, económicas y culturales que han fijado la mentalidad rusa y las políticas de sus diferentes gobiernos. Putin las utilizó para retar a EE UU respecto a su hegemonía imperial en América Latina, Asia, Medio Oriente e Irán; para eliminar la concepción de gran parte de los rusos considerando que su país había pasado a ser el patio trasero del mundo contemporáneo; para frenar la influencia occidental en la Europa oriental y en nuevos países que formaron parte de la URSS; y, en definitiva, para recuperar la fortaleza y el protagonismo de tiempos pasados. Contrastan estos anhelos con las líneas maestras que iniciaron la era Putin: crecimiento económico desde fundamentos de libre mercado, cooperación con la Iglesia y buenas relaciones con EE UU. El crecimiento económico de años pasados, la mano dura en Chechenia y la seguridad frente al reformismo apuntalaron su popularidad.

Claro que esto ha conllevado también una riqueza desmesurada de la que sólo se ha beneficiado un 10% de la población, los nuevos rusos, los que se aprovecharon de las privatizaciones salvajes de las empresas estatales en la década de los noventa del siglo XX, los que controlan los antiguos monopolios soviéticos y participan en la vida política rusa dirigiendo medios de comunicación y grupos de presión. Los que hacen una ostentación obscena de su riqueza y que son la prueba del amiguismo y de la corrupción que gangrena el país, los que se mantienen indiferentes al empobrecimiento del resto de la población, los que son insensibles a una precariedad económica que no ha cesado de aumentar en un periodo de fuerte crecimiento económico -desde la crisis financiera de 1998- que ha permitido a Rusia corregir los pagos de una deuda descomunal y convertirse en el cuarto país con mayores reservas de divisas del mundo. Si a ello añadimos el incremento del autoritarismo en torno a la figura de Putin, reformando y modificando leyes electorales a conveniencia, generando una nueva casta política engendrada en las antiguas agencias gubernamentales soviéticas, ahogando y criminalizando cualquier atisbo de oposición y controlando completamente los medios de comunicación, podemos entender las líneas maestras de la Rusia actual que preside Medvédev.

Los últimos meses han visto nacer una corriente de opinión respecto a Rusia que impregna diferentes círculos políticos e intelectuales del continente y que se reduce a la idea de que la nación eslava ha renunciado a su papel de superpotencia y quiere asumir otra función en el panorama internacional. Semejante planteamiento, con el que no estamos de acuerdo, se basa en detalles y apreciaciones más que discutibles y que se resumen en que los dirigentes políticos rusos están dejando entrever un cambio de actitud. Cambio que hasta la fecha sólo ven algunos ojos privilegiados y que de llevarse a cabo rebajaría la tensión de los últimos años con EE UU, la UE y demás países del planeta. La crisis financiera que padece el país, la inevitable reforma militar que se está planteando en el mismo y la llegada al poder del propio Medvédev abogando por la implantación del imperio de la ley, la diversificación de la economía y la protección de la propiedad privada serían las señales de este cambio. Aunque el actual presidente ruso intenta demostrar que no es un monigote de Putin, la influencia y poder de éste se mantienen intactos y los recelos históricos con el mundo occidental siguen presentes e incluso se incrementan con el anillo de hierro que, patrocinado por EE UU, está rodeando poco a poco la nación eslava. La sensación de que algo tiene que cambiar no es suficiente para vislumbrar nada; los deseos pocas veces conducen a la realidad. Que el dogal que apretaba Putin haya cedido un poco en su presión por la intervención de Medvédev no debe obnubilar nuestra lucidez.

Caminamos hacia un Estado híbrido donde el poder de Putin seguirá intacto aunque la intervención presidencial modifique algunos parámetros utilizados hasta ahora. La presión cederá un poco pero el país seguirá férreamente gobernado y por supuesto que el empeño imperial seguirá sin pausa. Para ello utilizará la coacción energética y la militar; sólo tenemos que recordar las recientes maniobras celebradas con Irán y los acuerdos que mantiene con el país persa. Llegados a esta tesitura, tenemos que reconocer que preferimos una Rusia de esta índole a una Rusia sumida en el caos y el descontrol. Claro que existe una tercera alternativa, la de que el país eslavo siga el camino de las democracias consolidadas y respetuosas con la ley. Quizás este anhelo nos haga confundir el deseo con la realidad. Quizás sólo seamos capaces de ver una matrioska de las muchas que componen el juego y no precisamente la más grande.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

El mosaico del Cáucaso

Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: Juan Gabriel López Guix (LA VANGUARDIA, 09/09/09):

Apenas pasa un día sin que se produzca un importante atentado en el Cáucaso septentrional. Las víctimas son políticos destacados, jefes del ejército y la policía, pero también civiles y, con frecuencia, mujeres: maestras, trabajadoras de una sauna, incluso adivinas, enemigos favoritos de los terroristas. ¿Cuán grave es esta campaña? ¿Quién está tras ella y por qué les resulta a los rusos tan difícil reprimirla?

No hay respuesta breve a estas preguntas. El Cáucaso tiene una larga historia de violencia. Shamil, el héroe de la liberación nacional, luchó contra el ejército ruso durante veinticinco años en el siglo XIX. Sin embargo, Shamil no sólo fue un dirigente militar de gran talento, sino también un político inteligente, y conocía los límites de la violencia, cuándo iniciarla y cuándo detenerla. Tampoco se trata, por otra parte, de una lucha de los rusos contra todos los demás. El Cáucaso es una región con muchas lenguas y nacionalidades (sólo en Daguestán hay unas cuarenta).

Durante el dominio soviético, la región permaneció cerrada mucho tiempo a los extranjeros, y yo fui uno de los primeros en visitar el Cáucaso septentrional tras su reapertura. Me impresionaron dos cosas. Ante todo, la magnificencia del paisaje: las montañas, los bosques, el fastuoso panorama. Era como una Suiza sin turistas. Mi otra vívida impresión fue la soterrada hostilidad mutua de los grupos nacionales que habitan la zona. En apariencia, todo parecía tranquilo: el KGB se encargaba de ello, y viajar resultaba bastante seguro.

Con el derrumbe soviético, reaparecieron las viejas hostilidades, y los yihadistas de Oriente Medio consideraron que había llegado la hora de extender su influencia (y quizá su dominio) a las regiones musulmanas de la antigua URSS. No tuvieron demasiado éxito en la región del Volga (Tartaristán) ni tampoco en Moscú, donde hoy viven entre 1 y 2 millones de musulmanes. Esas regiones (Kazán y Ufá) están desarrolladas económicamente, el nivel cultural es más elevado y no desean iniciar una marcha hacia la edad media. Los emisarios islamistas intentaron infiltrarse en las mezquitas y las escuelas musulmanas, pero las autoridades se mostraron vigilantes. Además, los musulmanes autóctonos han vivido en paz durante siglos con los rusos vecinos. Es cierto que ha habido quejas contra Moscú y que los musulmanes locales siguen presionando por demandas políticas. Pero la guerra civil en el Cáucaso ha actuado de modo disuasorio y es lo último que desean.

El Cáucaso, por otra parte, parece ofrecer mejores oportunidades. Rusia ha tardado dos guerras, que se han cobrado más de 100.000 vidas civiles y militares, en restaurar cierto orden en Chechenia y en imponer unos gobernantes considerados de confianza (hasta cierto punto). El caso es que el régimen de los Kadirov (primero, el del padre, asesinado mientras contemplaba un partido de fútbol, y ahora el del hijo) sólo puede mantenerse ejerciendo una represión considerable. Así que ha prevalecido una situación paradójica. Grozny, la capital destruida en las dos guerras, está ahora reconstruida; y hay incluso un rascacielos de 40 pisos. Todo ello se ha logrado al precio de una mayor represión. No toda la oposición a los Kadirov es islamista y extremista, y en las últimas semanas los rusos han empezado a hablar (por intermediarios) con los elementos más moderados de la emigración chechena (sobre todo, en Londres). ¿Se alcanzará con esto la paz en la región?

Cabe dudarlo, porque mientras tanto el terrorismo se ha extendido a las pequeñas repúblicas colindantes con Chechenia. Y una de las razones ha sido el elevado desempleo entre los jóvenes (del 70%-80%), lo cual explica por qué los yihadistas han encontrado un gran respaldo en países como Daguestán, que es extremadamente pobre y no podría sobrevivir sin la ayuda económica rusa. Los rebeldes islamistas del Cáucaso septentrional proclaman que su objetivo es un Estado unido, pero tal pretensión parece una fantasía si tenemos en cuenta los muchos pueblos y nacionalidades de la zona.

¿Cuál será la política de los rusos? No diferirá de la llevada a cabo en el pasado: nombrar dirigentes locales que colaboren con ellos, al menos de momento. Les concederán una autonomía limitada: en Chechenia se ha introducido la charia y sopesan reintroducir la poligamia. Muchos portavoces de la derecha rusa sueñan con una gran alianza euroasiática que incluya no sólo a China sino también a India e incluso a Irán; una alianza de orientación antioccidental, pero que actúe como factor estabilizador en los asuntos internos rusos. Los rusos apoyarán a sus vecinos de Oriente Medio, pero esperarán de ellos que no intervengan en sus asuntos internos (como, por ejemplo, en las peticiones de los musulmanes rusos).

Pero los países asiáticos no están interesados en una alianza estrecha con Rusia. Y, de llegarse a ella, Rusia sería el socio pequeño, no el mayor.

A corto plazo, los combates de la guerrilla y el terrorismo pararán al llegar el otoño y el invierno. En el Cáucaso, las luchas sólo estallan en verano, no en las demás estaciones; porque los bosques ya no ofrecen protección a los atacantes. Pero a largo plazo la llegada del invierno no resolverá los profundos problemas del Cáucaso. La región seguirá convulsa y peligrosa.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Afganistán, un pozo sin fondo

Por Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE y comentarista político (EL PAÍS, 09/09/09):

A Occidente le está costando mucho salir del lodazal en que le metió Bush. Aún nos debatimos en la “guerra contra el terrorismo” de la que los políticos occidentales dan estos días la impresión de no saber cómo salir. Y corremos el peligro de ver cómo algunos de ellos terminen por hacerse cargo del entuerto diciéndonos que nuestros soldados están en Afganistán tratando de construir un Estado democrático. Como si la democracia fuese una mercancía más que pudiera exportarse con las bayonetas, los tanques y los misiles de aviación de un Ejército o una coalición de Ejércitos extranjeros.

Los países se desarrollan de un modo desigual a lo largo de la Historia. Y los países occidentales que han alcanzado a desarrollar sistemas democráticos lo han conseguido sobre la base de un nivel interno de las fuerzas productivas de la cultura y la civilización muy elevado. Y, en algunos casos, gracias a la derrota de los Ejércitos extranjeros que los ocupaban. El caso de la democracia norteamericana es modélico: antes de constituirse como tal tuvo que derrotar y expulsar de su territorio al Ejército británico.

La “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush ha tenido su efecto más claro en la extensión y multiplicación del terrorismo. Si antes Bin Laden dirigía una organización peligrosa, pero limitada y conocida, ahora existe una infinidad de grupos y personas implicadas en el terrorismo. Y ha surgido la figura del terrorista que se inmola.

Lo más grave es que las intervenciones militares de Ejércitos extranjeros que invaden países terminan afectando al conjunto de la población. Y ahí surgen ya dos factores que dan al “terrorismo” un carácter popular: el factor religioso y el factor nacional. A partir de ahí, el “terrorismo” es ya otra cosa: la guerrilla, la única forma de defenderse que posee un país débil militarmente, frente a un ocupante en posesión de una potente fuerza militar. Y la historia es pródiga en experiencia mostrando que cuando aparecen los factores citados los Ejércitos más potentes, al final, tienen que retirarse con el rabo entre las piernas.

Los españoles solemos estar muy orgullosos de la resistencia ofrecida por nuestros antepasados a las tropas de Napoleón. Pero con ciertos criterios actuales las guerrillas de entonces eran grupos “terroristas”. Como los nazis consideraban “terroristas” a los patriotas que en Francia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Polonia y otros países ocupados realizaban atentados contra el ocupante. Entrando en juego el factor nacional, como suele suceder en caso de invasión, lo que para unos son “terroristas”, para otros son héroes nacionales. Si además juega el factor religioso, las cosas se agravan: el “terrorista” es un soldado de Dios, con la entrada al Paraíso asegurada.

En la época actual los enfrentamientos entre “terroristas” e invasores tienen consecuencias más dolorosas que antes. Es una consecuencia de la sofisticación de las armas, por un lado, y, por otro, del hecho de que los electores en países democráticos no suelen amar la guerra y pueden derrotar en las urnas a los Gobiernos culpables de la muerte de demasiados soldados propios. Y aparecen además los que púdicamente se llaman “daños colaterales”. Para arriesgar lo menos posible a sus soldados utilizan lo que podríamos considerar “armas de destrucción masiva” porque no dejan persona viva alguna en un área precisa. Así, en cada enfrentamiento hay una desproporción escalofriante entre las bajas de unos y otros, y muchas entre la población civil porque además la guerrilla se disimula y se confunde muchas veces con la población civil. Pero estas acciones profundizan el odio al invasor y movilizan constantemente nuevos “terroristas”, para unos, o héroes populares, para otros.

Ésa es la dinámica en que Occidente está sumergida en Afganistán y de la que aún no ha salido en Irak. Ésa es la herencia de Bush. Y no hay más que una forma de cortarla: sacar de allí a las tropas. Así se crearía una situación nueva que habría que afrontar con políticas distintas: diplomacias, comercio, ayuda al desarrollo… Ése es el cambio de estrategia aconsejable.

Habrá dificultades, sin duda. Pero lo actual es un pozo sin fondo, en el que todo lo que se echa, se pierde. Estoy convencido de que eso Obama lo sabe mejor que nadie, pero en su país hay fuerzas muy poderosas que se le oponen. Por eso, ayudar a Obama no es enviar más tropas a Afganistán, sino darle argumentos para vencer la resistencia de los partidarios de la guerra. Lo que aconseja responder a los que piden más soldados: ¡ni uno más! Creo que así piensan la mayoría de los españoles y de la opinión pública en Occidente.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Perspectivas italianas de otoño

Por Shukri Said, secretaria de la Asociación Migrare. Traducción de Carlos Gumpert (EL PAÍS, 09/09/09):

El año en Italia empieza realmente en septiembre. Dos son los temas dominantes para este otoño: Berlusconi y la inmigración en sus relaciones con la Iglesia. Berlusconi, rey de las televisiones privadas, que ha construido su imperio basándose en programas de entretenimiento ligero, ha conseguido convertir también la política en un escenario que los italianos contemplan como espectadores pasivos. Esa confusión entre ficción y realidad tal vez pueda ser la explicación de que la mayoría de los italianos siga estando a su favor.

Hace algunos meses se descubrió que el jefe del Gobierno visitaba a una muchacha menor de edad, Noemi Leticia, con la asiduidad que sus impelentes compromisos políticos le consentían, y se descubrió asimismo que se distraía también con fiestas en sus residencias privadas a las que eran invitadas veline (azafatas televisivas), aspirantes a actrices y prostitutas de lujo, la más famosa de las cuales, Patrizia d’Addario, confió en unas hilarantes grabaciones sus veladas con Berlusconi. Veronica Lario, mujer del primer ministro, solicitó el divorcio, y Vittorio Feltri, director del periódico Libero, de propiedad berlusconiana, la definió como una “velina ingrata”, asociándola a esas hordas de soubrettes, a pesar de décadas de convivencia tolerante y de haberle dado tres hijos.

Feltri, gracias a esta ofensa, fue ascendido recientemente a director del periódico Il Giornale, propiedad asimismo de Berlusconi, y desde allí ha arremetido también -hasta el punto de forzar su dimisión- contra Dino Boffo, director de Avvenire, el periódico de los obispos, que había reprochado en repetidas ocasiones al primer ministro su licenciosa vida. Feltri desempolvó los pormenores de un proceso penal por molestias reiteradas contra una mujer casada a cargo de Boffo, quien mantenía una relación homosexual con su marido. Al aludir a la vida privada de Boffo, se negaba a los obispos el derecho de criticar la vida privada de Berlusconi, quien había insistido en no querer pedir perdón a nadie.

Este ataque ha supuesto la brusca interrupción de los contactos de acercamiento de Berlusconi con la Iglesia, que hubieran debido culminar a finales de agosto con una cena entre el secretario de Estado vaticano, el cardenal Bertone, y el primer ministro durante la celebración de la fiesta religiosa de la Perdonanza (Perdón o Indulgencia). Hubiera supuesto una especie de reedición del perdón que el emperador Enrique IV pidió al papa Gregorio VII el año 1077 en Canossa. En definitiva: excusas ante la Iglesia, sí; ante el resto del mundo, no.

Sin embargo, no tardó en descubrirse que la noticia de Il Giornale era en parte verdad y en parte se derivaba de una carta anónima. La condena por el delito de amenazas era cierta; los detalles del asunto pertenecían al anónimo. Entre los interrogantes que el asunto plantea y que únicamente el examen de las actas procesales podría resolver, destaca la ofensiva intimidatoria contra cualquier crítica al primer ministro, sin consideración alguna ante nadie.

En estos momentos, las relaciones con la Iglesia resultan muy problemáticas y se teme que no baste con las supuestas promesas de una ley del testamento biológico que anule las disposiciones personales sobre la muerte digna, la prohibición de la píldora RU 486 -fármaco abortivo que en Europa lleva ya décadas en uso- o la financiación de los colegios religiosos, que parecían estar en la base de las tímidas reacciones del Vaticano ante la disoluta vida del primer ministro. Se impone una pregunta: la reconciliación de Berlusconi con la Iglesia, ¿cuánto costará al progreso de los derechos civiles in Italia?

Debe recordarse que los parlamentarios italianos no son elegidos directamente por el pueblo, sino nombrados por los partidos gracias a una ley electoral que ha sido llamada porcellum. Más del 90% de las leyes promulgadas desde mayo de 2008, cuando Berlusconi ganó las elecciones, provienen del Consejo de Ministros. Casi todas han sido aprobadas porque el Gobierno ha planteado mociones de confianza, bloqueando así su discusión en el Parlamento. De esta forma, la democracia “guiada” se ha ido consolidando: los parlamentarios nombrados por los partidos responden ante el Gobierno y no ante el pueblo, de manera que cualquier clase de ley resulta posible. La única esperanza es que se pueda reforzarse el ala del PDL (la coalición de Berlusconi) que lidera el presidente del Congreso, Gianfranco Fini, defensor de la fuerza laica de las instituciones.

Las relaciones son también muy tensas en el frente de la inmigración, cuestión para la que la Iglesia exige algo más de tolerancia. Pero en este tema se ha impuesto el programa electoral de la Liga, potente aliado desconocido en el sur, pero que en el norte del país llega a alcanzar incluso un 30% de votos. La Liga Norte se caracteriza por sus escasas pero combativas ideas, entre las que destaca la lucha contra la inmigración. Con una ley, votada también por la oposición, ha sido aprobado hace poco un tratado con Libia cuya reciente ejecución, sin embargo, lleva a devolver al mar a todos los inmigrados, sin selección previa de quienes tienen derecho al asilo.

Los efectos han sido devastadores: hace unos días se localizó en el Mediterráneo una lancha que llevaba 23 días a la deriva, con sólo cinco eritreos que habían sobrevivido de los 78 que embarcaron. Pues bien, a los supervivientes se les imputó el delito de clandestinidad, a pesar de la ola de compasión que despertó el asunto.

Si a Libia le ha sido reconocida en dicho tratado una indemnización de cinco billones de dólares por los perjuicios coloniales causados por Italia, a otras antiguas colonias italianas como Eritrea o Somalia hubiera debido corresponderles un tratamiento muy distinto a la devolución de sus ciudadanos al mar.

Contra esta violación de las leyes internacionales, es de esperar la intervención de los jueces y se han oído ya voces de protesta tanto de Europa como de la ONU ante las que el Gobierno de Berlusconi se encoge de hombros, sin que deje de quedar la sospecha de que Gaddafi se haya erigido como protector de todas las antiguas colonias italianas, sobre las que pretenda extender su influencia como presidente de la Unión Africana, poniendo en jaque a Italia, ante quien puede ejercitar el poder que le proporcionan sus fuentes energéticas y los capitales de los que dispone. Éste sería el enésimo fruto de la aproximativa política con la que Italia está siendo gobernada por quien no tiene inconveniente en desatender las reglas internacionales, en perjuicio de los más pobres del mundo, por un cálculo electoral limitado al valle del Po.

¿Cómo podría condenarse a Gaddafi si quisiera convertirse hoy en el paladín de Somalia, Eritrea y Etiopía contra Italia a causa de las mismas reivindicaciones compensatorias ya reconocidas en el caso de Libia?

Y, con todo, los italianos siguen contemplando todas estas vicisitudes políticas como si de otro episodio de una serie televisiva se tratara. Debería encargarse de despertarles la oposición, pero el Partito Democrático, nacido de la unión entre los católicos del antiguo partido de la Margarita y los Demócratas de Izquierda, herederos del Partido Comunista, es un experimento nuevo con demasiados elementos viejos: una oveja Dolly que cada vez apasiona menos a causa de su indecisión. El PD se ha visto obligado a recurrir a la elección anticipada de un nuevo secretario con votaciones primarias a la americana que absorberán todas sus energías durante seis meses. Hasta la votación de octubre, con una segunda vuelta en noviembre, carecerá de una dirección con autoridad para exigir la dimisión de este jefe de gobierno.

La ausencia de una oposición eficaz no resulta ya tolerable: no podemos seguir concentrándonos en quién dirigirá a los bomberos mientras la casa arde por los cuatro costados. Es necesario eliminar esos mecanismos electorales bizantinos para un solo partido, organizando de forma inmediata un congreso que, ante la urgencia del momento, supere las negligencias del pasado. El otoño político en Italia va a resultar ardiente y no falta quien prevé un giro hacia un régimen cada vez más intolerante ante la libertad, ya reconocible en que hayan sido citados a juicio algunos periódicos extranjeros así como La Repubblica, la máxima voz de disenso en Italia, todos ellos considerados culpables de difamación por sus legítimas críticas a las cuestiones hormonales de Berlusconi.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Novedad e interés en Alemania

Por Mateo Madridejos, periodista e historiador (EL PERIÓDICO, 08/09/09):

Las elecciones en los länder de Sajonia, Sarre y Turingia, en las que retrocedieron tanto la Unión Cristiano Demócrata (CDU) como el Partido Socialdemócrata (SPD), que comparten el Gobierno federal y dominan la política germana desde 1949, introducen una inesperada incertidumbre y algunas variantes ante las generales previstas para el 27 de este mes. Las encuestas pronostican que la cancillera Angela Merkel (CDU) podrá repetir el mandato, pero no es seguro que consiga sustituir la gran coalición con los socialdemócratas por otra con el Partido Liberal (FDP). La campaña electoral acusa las novedades y adquiere un interés que se creía difunto.

Lo más significativo de las elecciones regionales fue el avance de los liberales y el resurgir de Die Linke (La Izquierda), un partido creado en el 2005 por los excomunistas de la que fue República Democrática Alemana (RDA) y los socialdemócratas y sindicalistas radicales descontentos con la política derechista del entonces canciller del SPD, Gerhard Schröder. Bajo la dirección de un líder populista, el ex ministro federal de Finanzas Oskar Lafontaine, logró el 21 % de los votos en el Sarre y ahora se postula para formar un gobierno de coalición con socialdemócratas y verdes.

Una alianza de toda la izquierda con apoyo ecologista en el Gobierno de Sarrebruck sería un aldabonazo sin precedentes en la historia de la RFA, donde el recuerdo hiriente del comunismo está muy arraigado. Lo mismo puede decirse de la oriental Turingia, donde La Izquierda (24 %) adelantó al SPD. Una coalición rojo-rojo (el mismo color identifica a ambos partidos) podría tener efectos devastadores para los socialdemócratas en las elecciones generales. Hasta ahora, el SPD recusó a La Izquierda a nivel federal y limitó su entendimiento a los gobiernos regionales en la parte oriental de Alemania, debido al lógico temor de perder los votos del centro que son absolutamente necesarios para alcanzar el poder en Berlín.

Los dos partidos que dominan la vida política pierden fuelle en beneficio de los grupos menores que abigarran el escenario archiconocido y se perfilan como compañeros de viaje en una eventual coalición. Si el SPD ve erosionada su base electoral por la prédica populista de La Izquierda en época de crisis económica y aumento del paro, la CDU de la cancillera Merkel, acusada dentro de su partido de haber virado hacia la socialdemocracia por su actitud ambigua durante la recesión, está muy lejos del 40% de algunos de sus predecesores.

Las críticas arrecian dentro de la CDU y su aliado bávaro, la muy conservadora Unión Social Cristiana (CSU), contra el supuesto centrismo y la nula agresividad de Merkel, que se sitúa ostensiblemente por encima de los partidos, como un remedo de Adenauer y Kohl, hasta el punto de sospechar que prefiere mantener la actual coalición con el SPD. Esa conjetura explicaría que la cancillera reniegue de su imagen neoliberal del 2005, defienda su moderación y eluda aparecer en el escenario abrazada con los liberales, aunque estos sean su primera opción en caso de triunfo suficiente. Merkel no está dispuesta a «pisar el acelerador», como le demandan los bávaros.

Las encuestas insisten en la ventaja de Merkel (entre 10 y 15 puntos) sobre su principal adversario, el ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier (SPD), pero el retroceso acusado de los socialdemócratas no impide el estancamiento de la coalición CDU-CSU en torno al 32,5% que obtuvo en el 2005, insuficiente para que se fragüe la coalición con los liberales.

La primera secuela del toque de atención de las elecciones regionales es que la coalición negra-amarilla (los colores de la CDU y el FDP) no es inevitable, como hasta ahora se sostenía o esperaba. Merkel se muestra imperturbable en su procelosa navegación hacia el centro y Steinmeier espera que las encuestas hayan sido incapaces de detectar la nueva resurrección del SPD, como sucede electoralmente desde el derrumbe del muro de Berlín y la falsa profecía de la muerte inexorable de la socialdemocracia.

La dimisión del gobernador de Turingia y líder de la CDU, Dieter Althaus, confirma que los socialdemócratas prefieren una gran coalición con la CDU en ese land, en vez de una alianza con La Izquierda y los verdes, aritméticamente posible, y que la cancillera está dispuesta a sacrificar a uno de sus hombres de confianza en aras de preservar los puentes con el SPD que le aseguran la continuidad en el poder. Marginando los escollos ideológicos y las querellas personales, la coalición entre la CDU y el SPD supo transitar con relativa soltura por los caminos escarpados de la crisis económica y la permanencia de las tropas alemanas en Afganistán, a pesar de las fuertes reticencias de la opinión pública.

El panorama se complica algo por la irrupción de La Izquierda. La tradicional composición cuatripartita del Bundestag (Cámara baja del Parlamento) y la alternancia de las dos parejas (la CDU con los liberales y el SPD con los Verdes) ha sido dinamitada no solo por el empuje de La Izquierda, sino por la gran coalición CDU-SPD que ha funcionado satisfactoriamente y con la que la cancillera Merkel se siente muy cómoda. Die Linke abandona el lazareto, pero aún no está considerado un partido como los otros capaz de ofrecer una opción de izquierdas a la política de la primera potencia europea.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

La soledad de Filoctetes

Por J.J. Armas Marcelo (ABC, 08/09/09):

En Homero está el gran mundo literario occidental. Camino de Troya, Filoctetes, uno de los renombrados guerreros aqueos, fue mordido por los celos de Hera, que le envió una serpiente para que cometiera el crimen. Filoctetes había sido amante de Heraclés (Hércules) y los celos de la gran diosa no soportaron la humillación. Odiseo (Ulises) y otros jefes aqueos decidieron abandonar a Filoctetes en la isla de Lemnos, porque el hedor de la herida provocada por la serpiente se le hizo insoportable al ejército. En la obra de Sófocles, el más grande, Filoctetes queda varado en la soledad de Lemnos: un hombre solo enfrentado a su propia supervivencia o a la muerte inminente. Tiene razón el profesor Marcos Martínez Hernández al afirmar que el Filoctetes de Sófocles es un adelanto en muchos siglos del Robinson Crusoe de Daniel Defoe, que es de 1719. Filoctetes también es un náufrago de una determinada civilización, la de la guerra, y ahí, en Lemnos, están esperándolo su gloria y su tragedia.

Sucede que el ejército aqueo no puede durante años conquistar Troya. Los sacerdotes hacen sacrificios y los dioses devuelven el mandato: sin Filocteres no se puede ganar la guerra. Ocurre además que Heraclés le ha regalado en prueba de amor a Filoctetes su arco sagrado y lo que dicen los oráculos va a misa: sin el arco del mordido por la serpiente, no se puede conseguir ganar Troya. Y, en ese momento, otra vez Odiseo, acompañado por Neoptólemo, el hijo de Aquiles, tienen que ir a convencer a Filoctetes para que los perdone y regrese a la batalla. El guerrero solitario se niega una y otra vez, pero al final sucumbe ante las peticiones de sus compañeros. Esa es la historia. Durante años, como Crusoe, sobrevive a la soledad y a los elementos combatiendo con sus sombras y fantasmas, dialogando con sus obsesiones y caminando por la tierra de una isla desierta, Lemnos.

En una conversación de tertulia literaria mantenida durante los últimos días de agosto con el profesor Martínez Hernández y el escritor y editor José Esteban, nos adentramos en la documentación e interpretación de la historia de Filoctetes como espejo adelantado de Robinson. Crusoe quedó varado en la isla de Juan Fernándes, muy lejos de la costa de lo que hoy es Chile, y se alimentó de rastrojos y de los que hoy llamamos muy gastronómica y líricamente «frutos de mar». El mejor de todos esos frutos era la langosta de la isla, un bicharraco espléndido que podía pasar de tres quilos y que todavía y con frecuencia hace las delicias del paladar y el estómago de los chilenos que pueden permitírselo.

Al final de la campaña presidencial de Frei, hace ahora dieciséis años, y cuando ya tenía un pie en el avión de regreso a Madrid, Jorge Edwards y yo nos dimos un banquete inolvidable con uno de esos bichos gigantes y geniales en el restaurante al aire libre del hotel Hyatt de Santiago. Lo acompañamos con caldos blancos y tintos de los que produce Miguel Torres en los valles centrales de Chile, y tengo que añadir que estuvimos comiendo de aquella carne blanca y sabrosa de langosta hasta que ya no pudimos más. «¡Y pensar que Robinson sobrevivió varios años a su soledad con estos bichitos!», comentaba a carcajadas Jorge Edwards cada vez que un bocado de langosta lo hacía estallar en plácemes gloriosos. El propio Edwards llevó la conversación a la novela de Defoe y a su exégesis más conocida: es una metáfora de la soledad del escritor y una especie de lejana y quijotesta rememoración del hombre vagando por la tierra con un destino siempre incierto. Hablamos de escritores cuya soledad deseada los volvió locos. Sus obsesiones, sus fantasmas, sus locuras, las alucinaciones repentinas, las voces de su propia mente envuelta en esa soledad en principio deseada; todos esos elementos juntos, revueltos y amalgamados suelen desembocar en brotes esquizofrénicos, en miedos delirantes que inventan monstruos paralelos que a veces pasan a ser arquetipos literarios. La imaginación de un escritor en una larga soledad es una bomba que puede estallar en el mundo en el momento más inesperado. Filoctetes y Robinson Crusoe son, efectivamente, bombas eternas y literarias que han dado pie a miles de comentarios e interpretaciones, todas ellas válidas porque los autores que inventaron esos personajes dieron en el clavo exacto.

En el caso de Filoctetes está todavía más claro su espejo paralelo con el intelectual creativo, con el creador artístico en general. La sociedad no suele contar con sus creadores ni intelectuales, sino todo lo contrario: los suele acusar de «enfermos», maricones y gandules, y de ser una carga para el resto del mundo. Se les dice que son cigarras tocando la guitarra mientras las hormigas trabajan y ahorran para cuando vengan los tiempos peores. Se les relega, ningunea y hace viajar siempre en el humillante furgón de cola. Sólo algunos «suertudos» consiguen encandilar e hipnotizar a miles de lectores con algunos de sus libros. Es entonces cuando se hace evidente que el arco de Heraclés y su dueño son muy necesarios para vencer el tedio y el terrible aburrimiento de la vida social. Es cierto que para el escritor la soledad es un bien con el que la mayoría suspira porque no puede tenerlo ni conseguirlo. Esa soledad obligatoria para la creación cuesta mucho dinero y mucho tiempo, y forma parte de la tesis del esfuerzo, el trabajo disciplinado y el destino de la excelencia. ¿Cómo hubiera sobrevivido Filoctetes a su propia soledad de Lemnos sin su esperanza y su disciplina? ¿Cómo si no sobrevivió Robinson sino adaptándose a esa soledad y acomodándose a las necesidades diarias con un rigor prácticamente marcial?

Tengo para mí que ese es el camino del escritor, ayer y hoy: la soledad de Filoctetes. Lo sé: no sólo el escritor está solo. Todos y cada uno de los seres humanos somos en un momento determinado una isla llena de soledad, pero la condición humana del escritor necesita de esa soledad de náufrago social y hombre solo como nadie más en el mundo. Le va en esa soledad su supervivencia como escritor.

En aquella tertulia en la que hablamos de Filoctetes, les dije a José Esteben y a Marcos Martínez que la recompensa diaria del escritor estaba precisamente en su tiempo cotidiano de escritura. Y que eso sólo se podía conseguir en soledad. Hemingway, por ejemplo, no se bebía un trago antes de escribir todos los días tres mil palabras. Después, la compensación eran las copas, los amigos, los gatos y la piscina. «¡Y de vez en cuando una langosta termidor!», dije casi a gritos. Entonces comenzamos a discutir sobre dónde íbamos a comer. Y allí fuimos, a El Barril de la calle Goya, en Madrid, a sentirnos Robinson y Filoctetes de lujo, en una mesa compartida por la buena conversación, la literatura, el magnífico fruto de mar que es la langosta y los buenos caldos de la Rioja. Brindamos por Robinson, Defoe, Filoctetes, Sófocles y Crusoe. Y dejamos para otro día hablar de los celos irrefrenables de las diosas Heras y su venganza sobre los Filoctetes que siempre somos los hombres cuando estamos solos.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

Los que terminarán con el cambio climático

Por Bjorn Lomborg, director del Copenhagen Consensus Center, autor de Cool It y de The Skeptical Environmentalist (EL MUNDO, 08/09/09):

Tenemos bien poquito de lo que presumir tras casi 20 años de esfuerzos por impedir el recalentamiento del planeta. Las promesas de reducir las emisiones de carbono que se hicieron en Río de Janeiro en 1992 no se han convertido en realidad. Los compromisos más serios que se adquirieron en Kyoto cinco años después no han conseguido mantener las emisiones bajo control. La única enseñanza posible es que los acuerdos de reducción de emisiones de carbono son una fórmula costosa, políticamente difícil y, a la postre, ineficaz, de reducir los aumentos de la temperatura.

Es una enseñanza de la que muchos no quieren enterarse. Arrastrados por la presión de las grandes empresas y los activistas famosos, los políticos tienen previsto reunirse en Copenhague en diciembre para negociar un nuevo tratado sobre las emisiones de carbono. Aun en el supuesto de que se las arreglen para salvar sus diferencias y firmar algún tipo de acuerdo, lo más probable es que los políticos del mañana no lleguen a cumplir los compromisos. El recalentamiento del planeta no exige que se haga algo; exige que se haga algo eficaz. De no ser así, no haremos más que perder el tiempo.

Para posibilitar un debate informado, el Copenhagen Consensus Center ha encargado una investigación centrada en los costes y beneficios de todas las opciones de política medioambiental. El conocido economista experto en clima, el profesor doctor Richard Tol, ha llegado a la conclusión de que un impuesto sobre las emisiones de carbono es la única posibilidad de reducir estos gases. Además, tendría sentido económico. Su trabajo ha demostrado la inutilidad de los esfuerzos por mantener los aumentos de temperatura por debajo de los 20 grados mediante la reducción de emisiones.

Algunos modelos económicos consideran que ese objetivo es imposible de alcanzar sin la adopción de medidas drásticas, como la reducción de la población mundial en un tercio. Los modelos que consideran viable la consecución del objetivo demuestran que el PIB (Producto Interior Bruto) del mundo entero sufriría una tremenda contracción, del orden del 12,9% en el 2100, es decir, una disminución de 40 billones de dólares al año.

No faltan quienes afirman que el recalentamiento del planeta será tan terrible que una disminución del 12,9% del PIB es un precio reducido a cambio de impedir que se produzca. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la mayoría de los modelos económicos demuestran que permitir el recalentamiento del planeta sin ponerle coto costaría en 2100 a las naciones ricas alrededor de un 2% de su PIB y a los países pobres, alrededor del 5%.

Incluso esas cifras son una barbaridad. Un grupo de economistas venecianos del clima, dirigidos por el profesor Carlo Carraro, ha examinado en detalle cómo se adaptará la población a los cambios climáticos. En las zonas con menos agua para la agricultura, los campesinos utilizarán más el riego por goteo, por ejemplo, mientras que los que dispongan de más agua obtendrán mejores cosechas.

Teniendo en cuenta esta denominada «adaptación al mercado» de carácter natural, nos aclimataremos a los efectos negativos del recalentamiento del planeta y aprovecharemos en nuestro favor los cambios, lo que de hecho generará un efecto positivo del recalentamiento del planeta en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), del orden del 0,1% de aumento del PIB en el año 2100. En los países pobres, la adaptación del mercado reducirá las pérdidas relacionadas con el cambio climático al 2,9% del PIB, lo que sigue suponiendo un efecto negativo considerable. El verdadero problema del recalentamiento del planeta consiste en atajar sus terribles efectos en el tercer mundo.

Carraro demuestra que la adaptación evitaría mucho más el cambio climático que la reducción de emisiones de carbono. Reducir las emisiones a un nivel que no acabe con el crecimiento económico podría evitar unos perjuicios valorables en tres billones de dólares, mientras que la adaptación podría evitarlos por un importe de ocho billones de dólares. Por cada dólar que se invierta en adaptación, obtendríamos alrededor de 1,7 en términos de cambios positivos para nuestro planeta.

La adaptación significa asimismo el salvamento de muchas vidas en las catástrofes debidas al recalentamiento del planeta. Si preparamos a nuestras sociedades para los más violentos huracanes del futuro, las estamos asimismo ayudando a afrontar en mejores condiciones los fenómenos climáticos extremos de nuestros días.

No deberíamos olvidarnos de las emisiones de gases de efecto invernadero. La profesora Claudia Kemfert demuestra que, en términos de minimización de los daños producidos por el clima, reducir las emisiones de metano es más barato que reducir las emisiones de carbono y, como además el metano es un gas de vida mucho más corta, su disminución puede contribuir en gran medida a evitar parte de lo peor del recalentamiento a corto plazo. Hay otros estudios que ponen de relieve los beneficios de reducir las emisiones de carbono y las ventajas de utilizar los bosques para reducir los gases de efecto invernadero, sobre todo si nos planteamos unos objetivos drásticos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

También merecen que se les preste atención algunos planteamientos de políticas más escoradas a la izquierda. En una investigación revolucionaria, el doctor J. Eric Bickel y Lee Lane han estudiado los costes y beneficios de manipulación del clima. Una propuesta, el blanqueamiento de la nubosidad marina -procedimiento en virtud del cual desde barcos se rociarían con agua de mar las nubes marinas para hacer que reflejaran una mayor cantidad de luz solar que se devolvería al espacio-, intensificaría el proceso natural por el que la sal de los océanos aporta vapor de agua a los núcleos de condensación de las nubes.

No dejan de resultar sorprendentes las conclusiones a las que llega el doctor Bickel: podríamos ser capaces de contrarrestar el recalentamiento del planeta en este siglo con una inversión de nueve mil millones de dólares en esta tecnología. Y que sus beneficios, gracias a que se evitaría el aumento de la temperatura, sumarían en torno a los 20 billones de dólares. Esta proporción es equivalente a ahorrar alrededor de dos mil dólares de graves daños climáticos por cada dólar invertido.

Las preocupaciones de orden ético en torno a la manipulación del clima deberían ser parte de nuestro debate pero, si lo que más nos importa es evitar temperaturas más elevadas, parece que deberíamos mostrarnos alborozados de que este planteamiento tan simple y tan eficaz en términos de coste ofrezca perspectivas tan prometedoras.

Otra alternativa consiste en centrarse en una respuesta tecnológica al recalentamiento del planeta. Va a hacer falta toda una revolución tecnológica para poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles y todavía no estamos siquiera en puertas de la puesta en marcha de esa revolución.

Los profesores Chris Green e Isabel Galiana señalan que las fuentes de energía a partir de combustibles no fósiles, como la energía nuclear, la eólica, la solar y la geotérmica, de acuerdo con lo que hoy está a nuestro alcance, no nos llevan más que a menos de la mitad de la distancia hasta la meta de conseguir que se estabilicen las emisiones de carbono en el año 2050, una parte minúscula de lo que nos quedaría hasta conseguir su estabilización en el año 2100.

Un impuesto sobre las emisiones elevadas de carbono no hará más que perjudicar el crecimiento económico si no hay disponible una tecnología alternativa, lo que no llevará sino a empeorar nuestra situación. El profesor Green propone que los políticos abandonen todas esas negociaciones tan difíciles sobre la reducción de las emisiones de carbono y que en su lugar lleguen a acuerdos de inversión en investigación y desarrollo.

Invertir anualmente unos 100.000 millones de dólares en investigación de energías que no produzcan carbono significaría que, en lo fundamental, podríamos resolver el cambio climático en el plazo de un siglo. Green calcula los beneficios -desde la reducción del recalentamiento hasta una mayor prosperidad- y llega a una conclusión más bien conservadora de que, por cada dólar invertido, este planteamiento equivaldría a unos 11 dólares para evitar daños originados por el cambio climático.

Este planteamiento no sólo tendría unas probabilidades mucho más elevadas de atajar de manera efectiva el cambio climático, sino que gozaría de muchas más probabilidades de éxito político, porque países que tienen miedo de firmar unos objetivos de reducción de emisiones que les resultan muy costosos se sentirían sin embargo más inclinados a aceptar la senda más barata y más presentable de la innovación.

Está claro que las reducciones de gases de efecto invernadero no son la única respuesta al recalentamiento del planeta.

A nuestra generación no se la juzgará por la brillantez de lo que diga acerca del recalentamiento del planeta o por el grado de nuestra preocupación al respecto. Se juzgará si habremos sido capaces o no de poner coto al sufrimiento que este problema va a causar. Es imperiosamente necesario que los políticos dejen de prometernos la Tierra y empiecen a considerar métodos más eficaces de ayudarla.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

La última pantomima de Bariloche

Por Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (EL PAÍS, 08/09/09):

La enésima crisis en las relaciones entre Venezuela y Colombia culminó el 29 de agosto como las anteriores: sin ninguna resolución, con Álvaro Uribe fortalecido en su país pero aislado en el ámbito regional, y con Hugo Chávez volando hacia algún destino extraño de Oriente Próximo con la satisfacción de haber atraído los reflectores y la frustración de no haber logrado nada. Pero a diferencia de otros, esta vez el enfrentamiento televisado, verbal y en ocasiones casi físico, de Chávez y Uribe en la reunión cumbre de Unasur, celebrada en Bariloche, no será fácilmente olvidado ni perdonado. Porque en esta ocasión, había realmente algo de por medio, y el resto de América del Sur se sintió verdaderamente concernida.

El asunto es relativamente sencillo. Estados Unidos, a través de la DEA, su agencia antidroga, contaba hasta este año con una base aérea en el pueblo de Manta, en la costa ecuatoriana, desde la cual intentaba interceptar vuelos y embarcaciones procedentes de las zonas andinas del continente y destinadas por el narcotráfico a Centroamérica, México y Estados Unidos. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, distinguido integrante del llamado ALBA (grupo compuesto por Cuba, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Ecuador), amigo y aliado de Chávez, prometió cerrar la base cuando se venciera el acuerdo que le dio vida, en 2009. Cumplió su promesa, pensando tal vez que Washington no tendría más remedio que resignarse y marcharse de la región.

Pero “el imperio”, como le dice Chávez, no llegó a serlo por actuar de esa manera. Ni tardos ni perezosos, los norteamericanos se buscaron un nuevo anfitrión que les permitiera replicar, en versión mejorada, su presencia andina. Y lo encontraron en Uribe y Colombia, donde ya existen siete bases militares y aéreas bien acondicionadas, así como un destacamento militar y contractual estadounidense (con un techo de 1.400 integrantes, fijado por el Congreso de Washington). Sólo faltaba juntar ambas realidades: para ello se negoció el acuerdo entre las dos capitales que prevé el acceso del personal americano ya presente a las bases existentes. No serán bases de Estados Unidos; seguirán bajo control colombiano, pero ahora la DEA, la CIA, y el Comando Sur dispondrán de acceso a ellas. Si alguien pensaba que con la llegada de Obama a la Casa Blanca los intereses de Washington en la región se modificarían, desconocía la historia de la región. Y si alguien se imaginaba que el antiamericanismo de Chávez (él lo denominaría “antiimperialismo”) se desvanecería sólo porque un demócrata progresista de origen afroamericano ocupa el Despacho Oval, estaba soñando.

La única solidaridad subcontinental para con Colombia ha provenido de Perú; hasta el apoyomexicano, más alejado, ha sido tibio, en el mejor de los casos; a Brasil, en particular, le incomoda la cercanía militar norteamericana, aunque no la rusa o venezolana.

¿Por qué entonces aceptó Bogotá un acuerdo de esta naturaleza si sabía de antemano que provocaría la furia del caudillo de Caracas y la inquietud de casi todos los suramericanos? Por una sencilla razón: a pesar de su inmensa popularidad interna, Uribe se siente y se encuentra aislado y amenazado en la región, y no tuvo más alternativa que abrazar al único aliado que le queda.

A su oriente, Uribe se ve amenazado por Chávez, a través de sus compras masivas de armas, de su creciente y rara relación con Teherán, de su apoyo militar, financiero, logístico y propagandístico a las FARC, y de sus incansables ofensivas retóricas. No tiene mucho sentido hacerse ilusiones sobre la ubicación del corazón de Hugo Chávez. Detestaba a Bush, le repugna Uribe, desprecia a Juan Manuel Santos, pero nada de eso resulta decisivo: lo crucial consiste en su profunda simpatía por las FARC y la supuesta causa revolucionaria en Colombia. Mientras las FARC no triunfen en Colombia (algo que no parece ni remotamente factible), y Chávez siga en el poder, nada ni nadie lo hará cambiar de sentimientos. El problema no son Bush, Obama, Uribe, Santos o la “rancia oligarquía colombiana”; el problema son Chávez y las FARC.

Pero Uribe no sólo se enfrenta a la amenaza desde Venezuela; el caso de Ecuador es análogo, en la medida en que Correa y sus simpatizantes, sin emprender una carrera armamentista comparable a la de Chávez, guardan las mismas simpatías por las FARC, evidenciadas por el campamento de Raúl Reyes, destruido el año pasado por el Ejército colombiano, y por las relaciones entre la narco-guerrilla y la campaña presidencial de Correa de 2006.

Y por supuesto, Uribe padece un frente interno, a saber, precisamente el de las FARC, en plena desbandada, pero con un posible as bajo la manga: el acceso, vía Chávez, a misiles tierra-aire, que eliminarían la supremacía del Ejército en los cielos colombianos, clave de los triunfos contra-insurgentes. Ante peligros de esta magnitud, y frente a los interminables ataques retóricos y diplomáticos de Chávez, ¿qué querían los suramericanos (principalmente Brasil, Chile, Uruguay y Argentina) que Uribe hiciera? ¿Hacer la vista gorda, poner una vez más la otra mejilla, rendirse de plano?

En realidad, ni Obama ni Uribe cuentan con muchas opciones. Estados Unidos, en todo caso desde 2002, ha puesto la otra mejilla con Chávez, y este último no ha cesado un instante de perseverar en su agenda. Nadie en América Latina ha querido llenar el vacío que en teoría podría dejar Washington. Existe, sin embargo, una alternativa, remota, pero posible, que tal vez le permitiría a Bogotá y a Estados Unidos romper el aislamiento actual.

Empieza con mantener, por supuesto, la postura estadounidense de no agresión militar o encubierta a Venezuela, y sigue con la no reelección de Uribe en Colombia, algo que sin duda le traería más popularidad interna a Uribe, pero mayor soledad regional. Pero consiste, sobre todo, en una ofensiva diplomática en otra arena.

Se trataría de mostrar cómo Venezuela -y los demás países del ALBA- han generado una amenaza para la paz y la seguridad en la región, a través de varias acciones y medidas. Éstas incluyen la compra masiva de armas a Rusia, el apoyo al programa nuclear iraní (con posibles violaciones a las sanciones financieras impuestas por el Consejo de Seguridad), el apoyo reiterado a movimientos en otros países que buscan derrocar (Colombia, Honduras) o derrotar (Perú, El Salvador), o presionar (México, Chile) a Gobiernos en funciones, y la falta de respeto a los derechos humanos, y en particular a las libertades públicas y las garantías individuales.

Todo ello, y otras actividades, han contribuido a generar tensiones en el área que imposibilitan una convivencia pacífica y ordenada, factible y deseable a pesar de las diferencias ideológicas entre diversos regímenes. Por ello, de manera discreta pero firme y organizada, Colombia y Estados Unidos solicitan un comportamiento responsable y serio a la comunidad internacional, sobre todo a la Unión Europea y a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que deje de considerar como meras excentricidades los excesos de todo tipo de Chávez, y que le manifiesten una clara preocupación ante su conducta.

¿Serviría de algo? Quizá no, pero tampoco se pierde mucho, y sobre todo, se da un paso hacia la ruptura de la secuencia ya conocida: exabrupto del ALBA, respuesta de Washington y/o Bogotá, reacción furibunda y altisonante de Chávez, crisis diplomática y ruptura de relaciones, reculada de todos para volver a empezar meses después. Detener esa espiral mediante una escalada diplomática, esta vez iniciada por los adversarios de Chávez y del ALBA, obligando a cada quien a asumir sus responsabilidades, no es la peor idea que pueda surgir de la última pantomima de Bariloche.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

¿’Quo vadis’, Irán?

Por Joschka Fischer, del Partido Verde. Fue ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania. © Project Syndicate/Instituto de Ciencias Humanas, 2009.Traducido por Carlos Manzano (EL PAÍS, 08/09/09):

Irán está desaprovechando la mayor oportunidad que ha tenido desde la revolución de 1979 e incluso en los últimos cien años. Dicha oportunidad se llama Barack Obama. Esa oportunidad la ofrece la política de la mano tendida a Irán de Obama.

Sin embargo, hay pocos indicios -por no decir ninguno- de que los dirigentes de Irán vayan a aprovecharla porque para ellos la oferta de Obama representa también un gran peligro. Nada temen tanto como abrirse y reducir la tensión con Estados Unidos. De hecho, el régimen iraní acogió con agrado a George W. Bush y su Gobierno neocon porque le permitía cerrar filas y, al mismo tiempo, le brindaba acceso a Irak y Afganistán.

Como todos los modernizadores parciales en los regímenes autoritarios, los dirigentes de Irán desean economía, tecnología e infraestructuras avanzadas, pero no libertad, democracia y Estado de derecho. El drama de las manifestaciones de masas y su represión tras las fraudulentas elecciones de junio ha expuesto un conflicto fundamental dentro de la minoría dominante iraní sobre el rumbo de la República Islámica: ¿aspira el país a una mayor apertura o al aislamiento? Ahora prevalecen los aislacionistas.

Aunque la revolución del ayatolá Jomeini en 1979 se proclamó islámica, en esencia fue -y sigue siendo- una revolución nacional. Su objetivo fundamental era la independencia de Irán respecto a las potencias extranjeras. Treinta años después, el ofrecimiento de Obama permitiría a Irán no sólo consolidar su independencia mediante la reconciliación con Estados Unidos, sino también estar a la altura de su cada vez mayor importancia en su región y en la política mundial. El sueño del resurgimiento de Irán podría hacerse realidad junto con las potencias regionales y mundiales más importantes, en lugar de acabar en la pesadilla de la confrontación.

La revolución iraní contra el sah no fue la primera revolución islámica, sino una de las últimas rebeliones anticoloniales del Tercer Mundo: el fin, más que el principio, de una era histórica. Una de las primeras revoluciones de esa clase -y, desde luego, la más importante- se produjo en China en 1949. Siguieron numerosos movimientos de liberación nacional en Asia, África y América Latina. Solían ser de orientación antioccidental y con razón.

Muchas de esas revoluciones optaron por el modelo económico soviético, que combinaba una economía controlada por el Estado con un grado mínimo de integración en el mercado mundial. Muchos de esos países pagaron un alto precio por ello.

Los dirigentes de Irán harían bien en estudiar esos casos cuidadosamente. De hecho, la propia Unión Soviética acabó desplomándose por su economía de escasez, no por falta de misiles y cabezas nucleares. La abundancia de petróleo y gas natural de ese país no pudo impedir su fin. Pero parece que los dirigentes de Irán no quieren aprender las lecciones de la Historia: el gobierno mediante las bayonetas raras veces da resultado a largo plazo.

Todos los modernizadores parciales de China, Rusia, Vietnam y otros países comparten el temor a las “revoluciones de colores”, las conmociones no violentas que en los últimos años propiciaron la llegada de la democracia a Georgia, Ucrania y Líbano. Para evitar la modernización política, esos países han optado por la liberalización económica y la integración en el mercado mundial.

Aún quedan unos pocos Estados “socialistas” no reformados -Corea del Norte y Cuba- y hay incluso un par de nuevos acólitos -Venezuela y Bolivia-. Pero esos países no pueden desarrollarse aisladamente y carecen de una potencia mundial que les sirva de referencia. Lo único que dejarán tras ellos será esperanzas defraudadas y facturas impagadas.

El presidente Mahmud Ahmadineyad se siente más atraído por los restos de las revoluciones anticoloniales de América Latina que por la comunidad de Estados islámicos. El resultado de esa posición se ensombrece aún más si los iraníes se comparan con India, Brasil y Turquía. El impresionante éxito de estos países ha demostrado cuáles son las condiciones que permiten ser una potencial regional o incluso mundial en el siglo XXI.

A medio plazo, el competidor principal de Irán en la región no será Israel ni sus vecinos árabes, sino Turquía. Mientras que Irán reprime la libertad interior, recurre a una política exterior de desestabilización regional y se centra en la fabricación de armas nucleares, que reducirá en lugar de aumentar su seguridad, Turquía está experimentando un proceso de modernización amplia y lograda. Gracias a ello, Turquía, y no Irán, lleva camino de ser la principal potencia de Oriente Próximo.

Este otoño se deben adoptar decisiones importantes porque el proceso de enriquecimiento de uranio sigue sin pausa en Irán. Este país está acercándose a la línea roja que indicaría su capacidad para producir armas nucleares. Así que sus dirigentes deben decidir si aceptan la mano tendida por Obama o conducen a la región a una nueva fase de confrontación. Un vistazo a los libros de Historia podría ayudarles a adoptar la decisión.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona