domingo, abril 01, 2007

Nacionalismo frente a derechos y libertades

Por Rogelio Alonso, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos (EL CORREO DIGITAL, 01/04/07):

La violenta historia del conflicto norirlandés ha sido inmortalizada a través de miles de fotogramas. En uno de ellos, filmado a finales de los sesenta, puede verse a un policía golpeando a un manifestante mientras éste se retuerce de dolor ante la brutalidad de quien debía velar por su seguridad. El oficial pertenecía a un cuerpo integrado mayoritariamente por protestantes unionistas, esto es, partidarios de mantener Irlanda del Norte dentro del Reino Unido. La víctima de la agresión era un ciudadano que pacíficamente reclamaba igualdad de derechos civiles para la minoría católica. En esa época, el reverendo Ian Paisley lideraba multitudinarias contramanifestaciones organizadas para neutralizar a quienes denunciaban las desigualdades de un sistema político dominado exclusivamente por los unionistas norirlandeses. En unos pocos años, Gerry Adams se convertiría en un joven líder del IRA, una organización terrorista que aprovecharía ese volátil contexto político y social para incrementar su violencia nacionalista destinada a lograr que los seis condados de Irlanda del Norte abandonasen la jurisdicción británica unificándose con el resto de Irlanda en un solo Estado.

Hace unos días, cuatro décadas después de aquellos turbulentos comienzos de un conflicto que se ha cobrado más de tres mil víctimas mortales, Paisley y Adams aceptaban constituir un gobierno que administrará una limitada autonomía para Irlanda del Norte. Esto sucedía el mismo día en que Antonio Aguirre, militante socialista del Foro Ermua, era insultado por una turba nacionalista al entrar al Palacio de Justicia de Bilbao. Este ciudadano, golpeado por un activista nacionalista de rostro iracundo, fue intimidado y amenazado mientras acudía a escuchar la declaración del jefe del Gobierno vasco por reunirse con una organización ilegalizada. Un ciudadano respetuoso con la ley era agredido por militantes de un partido que se dice democrático tras haberse reunido uno de sus máximos representantes con quienes la legislación vigente ha situado fuera de la legalidad por su apoyo y vinculación a una organización terrorista. Tras la herida llegó el insulto de la portavoz del Gobierno vasco manipulando la realidad al transferir a la propia víctima la culpa por la agresión sufrida. Todo el episodio confirma cómo el nacionalismo institucional que ha administrado la autonomía vasca desde su origen no tiene reparo en deslegitimar las instituciones democráticas que escapan al control de los dirigentes nacionalistas, incumpliendo además su obligación de garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos vascos con independencia de su ideología.

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