jueves, julio 07, 2011

La Agencia Internacional de la Energía responde a la crisis libia

Por Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía del Real Instituto Elcano (REAL INSTITUTO ELCANO, 07/07/11):

Tema: El 23 de junio, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) anunció la liberación de 60 millones de barriles de petróleo de las reservas estratégicas de sus miembros en el mes de julio. La AIE lo ha justificado por la necesidad de paliar los efectos de la crisis libia, pero se ha interpretado como un mensaje a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para que aumente la producción y no ponga en riesgo la recuperación económica, además de dar tiempo a Arabia Saudí para que materialice el aumento de producción anunciado.

Resumen: El mero anuncio de la liberación de reservas ha tenido un efecto inmediato e importante en los mercados, aunque como muestra el retorno a los niveles de precios previos al anuncio de la intervención ese efecto ha sido limitado en el tiempo. Aunque consiga limpiar el mercado de algunas operaciones especulativas, resulta dudoso que logre cambiar la dinámica de unos mercados cuyas grandes tendencias de fondo siguen a los fundamentales que marcan la evolución de la oferta y la demanda, y las diferentes proyecciones existentes apuntan a que en los próximos trimestres pueden seguir faltando barriles. En ese sentido, la medida no constituye una política energética consistente en el tiempo capaz de alterar esos fundamentales del mercado, pero sí supone que los miembros de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) han decidido tomar la iniciativa con medidas inéditas hasta la fecha para presionar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y señalar a Arabia Saudí que quedan a la espera del aumento de producción prometido por su parte.

Análisis: La liberación de reservas estratégicas anunciada en junio sólo tiene dos precedentes: la Guerra del Golfo en 1991 y el huracán Katrina en 2005, y su magnitud es muy superior a ambas. La decisión se produjo dos semanas después de la reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) del 8 de junio en Viena, en la que pese a los intentos de Arabia Saudí y otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) el cártel no pudo acordar un aumento de la producción. Estas dos fechas marcan sendos hitos en las relaciones recientes entre países productores y consumidores de petróleo, planteando cuestiones importantes sobre el papel de las reservas estratégicas y su capacidad para influir en los precios, el futuro del diálogo entre productores y consumidores, la menguante solidaridad en el seno de la OPEP, y las alianzas cruzadas entre algunos países miembros de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y los productores del cártel. En el trasfondo de la cuestión subyacen dos asuntos fundamentales, uno de orden económico y otro geopolítico: el impacto final de la medida sobre la evolución de los precios del crudo, que amenaza la recuperación económica mundial; y la influencia de la decisión en la pugna entre Arabia Saudí e Irán, de un lado, y en las relaciones estratégicas entre EEUU y la propia Arabia Saudí, de otro.

Historia de una decisión anunciada

El 23 de junio, la AIE anunció la liberación de 60 millones de barriles de petróleo de las reservas estratégicas de sus miembros durante 30 días, sin precisar tipo de productos ni una secuencia predeterminada. De esos 60 mb, 30 mb corresponden a EEUU (aproximadamente el 4% de sus reservas estratégicas y el consumo de día y medio en el país), que ya ha anunciado haber recibido numerosas ofertas hasta el punto de superar la oferta y plantear problemas de almacenamiento de esas cantidades. El 30% ha sido asignado a los países europeos, y a España le corresponde una cuota del 3,8%. A finales de junio CORES inició la liberación de 2,3 mb de productos petrolíferos (unos 75.800 barriles diarios durante 30 días), el equivalente de 2,3 días del consumo nacional. El barril de Brent, que cotizaba el 23 de junio alrededor de los 112 dólares cayó hasta los 105 dólares en apenas dos días, para luego recuperarse y rozar los 114 dólares el 5 de julio. Debe puntualizarse que estas oscilaciones en los precios se han producido con el mero anuncio de la decisión, pues en el momento de escribir estos párrafos todavía no habían empezado a llegar barriles al mercado procedentes de las reservas.

El 25 de junio, Irán denunció que la decisión de la AIE tenía una motivación política y que su efecto sobre el precio del crudo sería limitado, y otros países OPEP alineados con las preferencias de precios elevados de Irán se manifestaron en idéntico sentido. La primera parte de la advertencia iraní es evidente: a la decisión de la OPEP del 8 de junio de no aumentar la producción, impuesta por los halcones de la organización, ha seguido la no menos política de la AIE, que agrupa a los grandes consumidores de la OCDE. Pero la AIE sí puede argumentar que ha sido la incapacidad de la OPEP para suplir los 132 mb perdidos por el conflicto libio, cerca de 1,5 mb diarios, lo que explica la respuesta de la Agencia.

El aparente estancamiento de la situación en Libia y la constatación de que el país no volverá a recuperar su nivel de producción en años, ha retirado del mercado un abastecedor próximo a Europa de un crudo ligero de alta calidad, muy utilizado en las refinerías europeas por su bajo contenido en azufre, que facilita cumplir la normativa comunitaria al respecto.[1] Conforme la interrupción de suministro libio se ha ido prolongando, su impacto se ha hecho más complejo de gestionar, sobre todo de cara al incremento estacional de la demanda en EEUU y Europa durante el verano (driving season). El crudo libio ha sido sustituido sobre todo por crudo del África Occidental, de características similares, pero la tensión sobre los precios de los carburantes de automoción, gasolina y diesel, se ha mantenido en EEUU y Europa. El hueco de casi 1,5 mb diarios dejado por Libia sólo se ha cubierto parcialmente y sólo desde el último mes de mayo con un aumento de la producción estimado en unos 200.000 bd en mayo y cerca de 300.000 bd en junio, básicamente de origen saudí. En todo caso, los 2 mb diarios a liberar por los miembros de la AIE durante 30 días superan con creces los alrededor de 1,5 mb diarios perdidos en Libia.

En esta situación, los países consumidores, de un lado, y los productores del CCG liderados por Arabia Saudí de otro, llevaban tiempo intentando que la reunión de la OPEP de junio acordase un aumento de la producción. La Agencia ya había advertido en mayo de que podría liberar sus reservas en caso contrario, pero las discusiones sobre la medida se remontan al menos a abril y se habían filtrado convenientemente. En las semanas anteriores a la reunión de Viena también se dio a conocer la discusión por parte de EEUU y Arabia Saudí de un plan de canje entre crudos ligeros y dulces almacenados en las reservas estratégicas estadounidenses y una cantidad equivalente de crudo pesado y amargo saudí. Ello hubiese permitido exportar parte de ese crudo de alta calidad a Europa para abastecer a sus refinerías con un crudo semejante al libio. Aunque el swap no pasó de una propuesta discutida de manera informal, supuso un primer mensaje de que EEUU estaba dispuesto a emplear sus reservas estratégicas para intervenir en el mercado, y de que Arabia Saudí buscaba vías para colaborar con los países consumidores.

Con esos precedentes se llegó a la reunión de la OPEP en Viena, calificada por el ministro saudí del Petróleo Ali bin Ibrahim Al-Naimi como “una de las peores reuniones que hemos tenido nunca”, en la cual no se consiguió ofrecer una respuesta coordinada a las tensiones surgidas en el mercado del crudo desde la irrupción de la primavera árabe y, sobre todo, a la interrupción del suministro procedente de Libia. La reunión, como todas las de la OPEP, venía marcada por consideraciones políticas y dos narrativas opuestas sobre las perspectivas del mercado.[2] Empezando por las segundas, la visión de las monarquías del Golfo, sobre todo de Arabia Saudí, consiste en aumentar la producción para abastecer el incremento de la demanda de crudo OPEP, estimado en 2 mbd para el tercer trimestre por la propia OPEP. Los productores del Golfo, que cuentan con enormes reservas y quieren seguir exportando muchos años, temen que los elevados precios destruyan demanda, dañen la recuperación económica e incentiven el desarrollo de recursos alternativos.

Los halcones tradicionales, con Irán y Argelia a la cabeza, plantearon que la crisis económica y el final de los efectos del quantitative easing de la Reserva Federal de EEUU afectarán a la demanda y que la llamada al crudo OPEP será incluso inferior al 1 mb diario proyectado por la AIE. En ese escenario se correría el riesgo de una caída abrupta de los precios como la de 2009. Pero lo que subyace a ambas narrativas es la divergencia estructural de preferencias entre las monarquías del Golfo, únicos productores con capacidad para aumentar la producción, y la del resto, que no pueden hacerlo y perderían cuota de mercado a favor de los primeros.

Desde la perspectiva política, la reunión escenificó una intensificación de la tradicional rivalidad entre Irán, que ostenta la presidencia rotatoria de la OPEP pero cuya producción está estancada en 3,6 mb diarios, y Arabia Saudí, que además de producir unos 9 mb diarios cuenta con el grueso de la capacidad ociosa del mercado (más de 3 mb diarios) y es el único productor capaz de influir de manera determinante en el mismo. De hecho, Arabia Saudí anunció tras la humillación sufrida en Viena que aumentaría gradualmente la producción hasta los 10 mb diarios al margen de la disciplina de la OPEP. Eso supondría exceder su cuota de 2008 de 8 mb diarios en casi 2 mb, proporcionando a los mercados el millón de barriles adicionales que las estimaciones de la AIE apuntan que el mercado mundial precisa para el tercer trimestre. Como ya se ha apuntado anteriormente, Arabia Saudí ha aumentado su producción de manera considerable en mayo y junio, y se supone que la decisión de la Agencia se tomó en base a un compromiso tácito de Arabia Saudí con EEUU.

El papel de las reservas estratégicas y su capacidad para influir en los precios

Aunque en España la decisión de la AIE no ha levantado grandes polémicas, en EEUU y otros países europeos sí ha dado lugar a un vivo debate sobre lo apropiado de la misma. Las posiciones de los miembros no son públicas, pero los debates han sido tan difíciles hasta alcanzar el consenso que imponen los procedimientos de la AIE que se plantea la cuestión de si ese consenso podría volver a alcanzarse en el futuro. La discusión sobre si las reservas estratégicas deben utilizarse para influir en los precios puede descomponerse en dos cuestiones diferentes. Primero, si las reservas estratégicas deben utilizarse en absoluto con un objeto diferente que aquel para el que fueron concebidas: asegurar el abastecimiento ante interrupciones del suministro. Segundo, si resulta eficaz como instrumento para rebajar los precios de forma duradera.

Respecto a lo primero, la Agencia ha basado la intervención en los efectos de la crisis libia, cuyos efectos ya han sido mencionados, aunque la magnitud de reservas liberadas puede parecer desproporcionada, como han denunciado varios miembros de la OPEP. El criterio para liberar reservas ha ido evolucionando con el tiempo y las circunstancias del mercado mundial, con nuevos actores ajenos a la AIE, como China y la India, y de criterios cuantitativos (una interrupción no menor del 7%) se ha pasado a una definición más laxa referida a la “percepción extendida de riesgo de una interrupción”. Pero el debate no se centra tanto sobre las esencias del concepto de reservas estratégicas como en las implicaciones prácticas de un descenso de las mismas ante nuevas eventualidades en los mercados del crudo, ya sean de tipo geopolítico o técnico. La situación de incertidumbre por la que atraviesan Oriente Medio y el Norte de África es una de las cuestiones aducidas por los defensores de la pureza en el uso de las reservas. Aún así, este aspecto no ha motivado mucha polémica, pues a nivel agregado los miembros de la AIE cuentan actualmente con un nivel de reservas superior al exigido por la AIE: 146 días de importaciones netas frente a los 90 exigidos por la Agencia.

Debe precisarse que la legislación española establece como existencias mínimas de seguridad 92 días de consumo de productos petrolíferos. En España, esas existencias suponían antes de la liberación 113,7 días de consumo, por lo que después de la misma seguirían por encima de los 92 días que recoge la ley. De esos 92 días, sólo 45 deben ser cubiertos por las reservas estratégicas mantenidas por CORES, mientras que el resto las mantienen los operadores bajo el control y supervisión de CORES. Esos 45 días son una cifra superior a la exigida por la AIE y, junto con las existencias de los operadores, parece ofrecer un margen confortable para el mercado español. Las obligaciones de la AIE se refieren a importaciones, reduciéndose en el caso español de 90 a 88 días. Las reservas españolas en esos términos se sitúan alrededor de los 97 días, también por encima de lo estipulado por la AIE. Además, a diferencia de lo ocurrido en EEUU, los 2,3 mb asignados a España se han liberado reduciendo las obligaciones en existencias de los operadores, dándoles un margen amplio de tiempo para reponerlas, probablemente un año. En España serán por tanto los operadores los que decidan la secuencia con que aplican (o no) esa reducción de sus obligaciones de reservas en función de sus estrategias empresariales. En EEUU las reservas liberadas pertenecen al Estado y están almacenadas en cavernas de su propiedad, se han subastado y los contratos se firmarán en la primera mitad de julio.

En relación al impacto sobre los precios del crudo, el mero anuncio por parte de la AIE hizo caer el Brent casi un 7% en apenas dos días, pero queda por ver si el efecto en los mercados es duradero. De hecho, los precios volvieron a subir con el principio de solución de la crisis de deuda griega y el consiguiente repunte del euro, de modo que el barril del Brent volvió a superar la franja de los 110 dólares a finales de junio para rozar los 114 dólares el 5 de julio, momento en que se ha realizado la revisión final de estas líneas. En principio, al tratarse de una inyección puntual y limitada a un mes, debería ayudar a relajar los mercados durante ese tiempo, pasado el cual o bien aumenta la producción o los miembros de la AIE deberán volver a liberar reservas. No obstante el efecto real se verá en los próximos días, cuando el crudo y los productos liberados empiecen a llegar a los mercados. Uno de los temores expresados por algunos observadores es que la medida pueda emplearse para aumentar los márgenes de refino de la industria, muy constreñidos en la actualidad. Aunque ello pudiera absorber parte del descenso en los precios no parece factible que pueda representar un porcentaje importante del mismo.

De hecho, la AIE contempla reevaluar la situación al mes de tomar la medida inicial y bien podría repetirla más adelante en condiciones de oportunidad, sin la cual la gota que supone en el consumo de crudo mundial puede ver su eficacia muy devaluada. Como en el ajedrez, la amenaza es a veces más fuerte que su ejecución. Más allá del impacto cuantitativo, la AIE ha demostrado a los halcones de la OPEP que está dispuesta a adoptar medidas extraordinarias si el cártel no responde a las necesidades de la demanda mundial de crudo. La cuestión es hasta qué punto ese mensaje puede transmitir la consistencia necesaria para variar las expectativas de los mercados y de los distintos miembros de la OPEP sin medidas de política energética de más amplio espectro (y mayor coste político) que puedan tomar el relevo de una medida que por su propia naturaleza es necesariamente coyuntural. Pero en ausencia de medidas de política energética nacionales es probable que la tentación de repetir la jugada en los próximos meses crezca o se disipe al ritmo de los precios del crudo.

Las reservas totales de los países miembros de la AIE suman unos 4.100 mb, de los cuales cerca de 1.600 mb son reservas estratégicas públicas mantenidas exclusivamente para propósitos de emergencia que responden a las exigencias de la Agencia de mantener 30 días de importaciones netas. Se trata sin duda de cantidades importantes que permiten nuevas acciones en el futuro, pero no ilimitadas: los 60 mb ahora liberados casi doblan los 34 mb inyectados en 1991 durante la Guerra del Golfo, pero apenas suponen 16 horas de la demanda global. De hecho, nuevas medidas similares serían difíciles de justificar en base a interrupciones de suministro (salvo que se produzcan nuevas incidencias) y aumentarían la reticencia de algunos de sus miembros a recurrir a ellas por motivos ajenos a los fundacionales. El dilema entre influir en los precios y mantener reservas capaces de reducir la vulnerabilidad física se haría así más agudo.

Entre los cálculos de los miembros de la AIE puede figurar la posibilidad de rehacer las reservas en el futuro a precios más moderados, lo que no deja de ser una decisión arriesgada si, por ejemplo, la situación geopolítica se deteriorase en Oriente Medio y el Norte de África. Pero ni siquiera eso puede ser necesario: dado que el consumo de crudo se está reduciendo en muchos países miembros de la Agencia, éstos necesitarán en el futuro menos reservas para cubrir los ratios exigidos, por lo que la operación probablemente constituya una venta neta de un crudo adquirido a precios probablemente más bajos. Dados los precios actuales del petróleo y el hecho de que los stocks se adquirieron a precios mucho más bajos que los actuales, los ingresos de esa venta pueden aliviar algo los deteriorados saldos presupuestarios de los países de la OCDE, pero para los mercados del crudo no deja de suponer una medida efímera. En el caso de España, las reservas liberadas pertenecen a los operadores, por lo que no tendrá implicaciones presupuestarias.

Otro de los argumentos apuntados para defender la medida es el de limpiar el mercado de lo que se considera un componente especulativo elevado, una preocupación de algunos miembros de la AIE que paradójicamente es uno de los recursos más frecuentes de la OPEP para no aumentar la producción en momentos de precios elevados. Evidentemente, mantener posiciones largas sobre el crudo tras la liberación de finales de junio y bajo la amenaza de futuras intervenciones puede reducir ese componente especulativo de los precios. Algunos críticos han apuntado que éstos ya se habían reducido en las últimas semanas, y que por tanto la medida era innecesaria, pero sus defensores explican que precisamente por eso, por realizarse con un mercado relativamente lejos de los máximos, la medida ha tenido efecto: en un mercado sobrecalentado el efecto de la liberación de reservas hubiese sido marginal. Evidentemente, este argumentario se exhibió antes de que los precios volviesen al nivel previo a la liberación.

En suma, los defensores de la medida ven muchos efectos benéficos y un momento oportuno, mientras que sus detractores le pronostican un efecto limitado sobre los precios en magnitud y tiempo. Una visión menos complaciente con las posturas políticas estima que la medida no constituye una política energética, aunque sólo sea porque con un único instrumento se pretende alcanzar objetivos muy diversos, y no puede sustituir a un diseño más consistente a largo plazo de los retos energéticos de los países miembros de la AIE. En cierto sentido, es una política energética por defecto. Pero existe cierto consenso acerca de que las expectativas parecen apuntar a un efecto moderado en los precios y limitado en el tiempo, aunque en un contexto de volatilidad y supuesta reducción de las posiciones especulativas. Sólo la evolución de los precios en las próximas semanas podrá mostrar hasta qué punto estas conjeturas resultan o no acertadas, así como qué parte de los cálculos que parecen implícitos en la decisión de la AIE se verifican y cuáles retornarán en breve plazo a la espera de una política energética más sólida.

Solidaridad AIE, solidaridad OPEP y solidaridades cruzadas

Desde la perspectiva de la ‘diplomacia petrolera’, la decisión de la AIE tiene al menos tres implicaciones. Primero, es una exhibición de solidaridad y voluntad de acción colectiva por parte de los consumidores de petróleo industrializados en un momento de serias dificultades económicas. Una segunda lectura de la medida, según la cual ésta supondría un ejercicio de solidaridad de EEUU con sus aliados europeos, más afectados por la interrupción libia abundaría en esta interpretación: la intervención podría también procurar reducir el diferencial de precios entre el barril de Brent, de referencia en Europa, y el West Texas Intermediate (WTI), que en el momento de escribir estas líneas superaba los 15 dólares. Debe matizarse que esa exhibición de solidaridad no puede ocultar las disensiones internas entre los países miembros sobre la oportunidad y adecuación de la medida. Forzar en exceso esa solidaridad, por ejemplo con una sucesión de nuevas intervenciones, podría afectar a la misma concepción fundacional de la AIE, que funciona por consenso.

En segundo término, la decisión de la Agencia debilita a la OPEP, al poner en evidencia y explotar a favor de los miembros de la AIE la menguante solidaridad entre sus miembros, al tiempo que fragiliza la posición de países como Irán y otros halcones de la organización. Las protestas de países como Argelia, Venezuela y Ecuador muestran hasta cierto punto quiénes se perciben a sí mismos como perdedores de la decisión. Finalmente, implica un fuerte golpe al diálogo OPEP-AIE entre productores y consumidores, consolidando solidaridades cruzadas alternativas entre los países miembros de la Agencia y algunos productores del CCG; es decir, básicamente entre EEUU y Arabia Saudí.

Las relaciones entre productores y consumidores se han visto así doblemente afectadas. Por un lado, la OPEP ha aparecido desconcertada ante unos consumidores que, por una vez, han tomado la iniciativa. Numerosos miembros de la OPEP criticaron duramente la decisión, incluyendo algunos representantes de las monarquías del golfo, que argumentaron que Kuwait y Arabia Saudí habían aumentado recientemente su producción y habían encontrado problemas para colocarla en las refinerías europeas. El secretario general de la OPEP, Abdalá Salem El-Badri, formuló algunas de las críticas más duras, aunque poco después de la liberación de reservas estratégicas, ya en un tono más conciliador, declaró su voluntad de dialogar con la AIE para evitar que “esto se repita”. Pero el daño parece hecho y la confianza, siempre escasa entre productores y consumidores, parece haber alcanzado un mínimo. Dicho esto, su ausencia no puede compensarse con la inexistencia del diálogo entre productores. De manera indirecta, la liberación de reservas estratégicas puede debilitar la posición saudí en el cártel, pues reduce su capacidad de influencia en el mercado, al menos a corto plazo. En este sentido, la medida puede valorarse de manera ambivalente por Arabia Saudí como un apoyo que espera contestación, sobre todo en la compleja situación de sus relaciones con EEUU.

Por otro lado, la tradicional alianza tácita entre Arabia Saudí y los consumidores se ha explicitado como sustitutivo casi definitivo de las relaciones de éstos con la OPEP. Esta apreciación puede ser apresurada si ello entraña una escalada entre los países de la AIE y la OPEP, aunque no cambie en la práctica gran cosa la configuración del régimen petrolero internacional. Dentro de la OPEP hay productores importantes para España, por motivos diferentes, como Irán (15% de las importaciones de crudo españolas), Nigeria (12%), Libia (hoy desaparecida pero que representaba cerca del 10% de las importaciones españolas de petróleo), Argelia (primer proveedor español de gas con precios indexados al crudo) y otros países con presencia de empresas españolas, como Venezuela, Ecuador, Argelia y Libia.

En cierto modo, la AIE ha justificado su actuación como una solución de transición hasta que Arabia Saudí y otros productores del CCG (básicamente Kuwait) aumenten su producción. Las dudas sobre la capacidad de Arabia Saudí para aumentar la producción en el corto plazo ha sido otro de los factores justificativos aludidos: dar tiempo a los saudíes para poner en el mercado los barriles prometidos. Ello presupone tanto la capacidad como la voluntad del país de aumentar su producción de manera significativa, aunque no quede claro que las preferencias de los países miembros de la AIE y los de Arabia Saudí converjan en los mismos niveles de precios. Respecto a lo primero, Arabia Saudí aumentó su producción en junio casi en 300.000 barriles respecto a mayo, pero ello no ha impedido que el precio medio de la canasta de crudo OPEP (calculado sobre los precios de doce calidades de crudo, una por cada país miembro) apenas se alterase entre mayo y junio, manteniéndose cerca de los 110 dólares.

En este contexto, el principal efecto de la primavera árabe estriba en que los precios del petróleo en que se basan los presupuestos de los productores de la región han subido considerablemente en 2011. Antes esos precios se estimaban en el rango de los 70-80 dólares por barril, compatibles con la recuperación mundial. Con el nuevo paquete preventivo fiscal saudí (estimado en un 22% del PIB) ese rango ha podido aumentar hasta los 85-100 dólares por barril, según diferentes conjeturas. Arabia Saudí puede preferir rangos de precios inferiores a los de, digamos, Argelia, pero para ambos países las expectativas y las necesidades fiscales han aumentado con las revueltas, y con ellas el suelo de las preferencias de precios.

En cambio, la ralentización de la recuperación económica y la fatiga fiscal y monetaria de la mayoría de los países industrializados tienden a reducir el umbral de precio del crudo asumible por sus gobiernos. Con todas las alarmas fiscales y monetarias encendidas, estos países entienden que una de las pocas herramientas restantes para salvar la recuperación pasa por beneficiarse de un impulso por el lado de la oferta en forma de caída de precios de la energía. Este enfoque de “último cartucho” parece demasiado apremiante para constituir buena política económica. Pero sobre todo resulta de una eficacia dudosa en el largo plazo y, como se ha visto por la evolución reciente de los precios, incluso también en el corto, aunque siempre se puede plantear el contrafactual de hasta dónde podrían haber llegado los precios en ausencia de la liberación de las reservas estratégicas.

El impacto de la primavera árabe y la crisis económica limitan, por tanto, los escenarios de acción colectiva entre productores y consumidores. Además de su impacto presupuestario, la primavera árabe ha reforzado la preferencia por la estabilidad y el statu quo de Arabia Saudí. El análisis de las relaciones del país con EEUU excede el propósito de estas páginas, pero sin obviar su complejidad se puede apuntar que han registrado tensiones importantes por su apoyo al derrocamiento de los ex presidentes de Túnez y Egipto. Aunque la alianza de petróleo por seguridad que ambos países se dispensan resulta insustituible para ambos, no lo es necesariamente a cualquier precio; y el que Arabia Saudí prefiere por su crudo puede haber subido en términos relativos si percibe un protección menguante, por ejemplo, contra las revueltas sociales, aunque no frente a Irán.

Conclusión:Como casi siempre en la geopolítica del petróleo, en el análisis final todas las consideraciones previas nos devuelven al punto de partida: la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí, que marcan en buena medida las posiciones de la OPEP; y las relaciones entre ésta y EEUU, principal exportador y consumidor mundial, respectivamente, buena parte de las cuales giran precisamente alrededor de la contención de Irán. Este delicado equilibrio regional se ha visto complicado por la situación de inestabilidad de la región, pero la relación de fuerzas no ha variado gran cosa.

Más allá de la geopolítica, la liberación de reservas ha tenido un efecto inmediato e importante en los mercados, como ya ocurrió en las ocasiones anteriores en que fue empleada, aunque en esta ocasión pueda tener un carácter más efímero dada la complejidad de la situación, como muestra el retorno a los niveles de precios previos al anuncio de la intervención (pero inferiores a los previos a los rumores y primeros avisos). Aunque haya conseguido limpiar el mercado de algunas operaciones de especulación, resulta dudoso que logre cambiar la dinámica de unos mercados cuyas grandes tendencias de fondo siguen a los fundamentales que marcan la evolución de la oferta y la demanda: y según las diferentes proyecciones, en los próximos trimestres seguirán faltando barriles. En ese sentido, la medida no constituye una política energética consistente en el tiempo y no parece que pueda alterar mucho los grandes escenarios de oferta y demanda a largo plazo. No obstante, deberá seguirse con atención la respuesta de los mercados cuando los barriles liberados empiecen a llegar a los consumidores en las próximas semanas antes de poder evaluar la situación de manera más rigurosa.

Lo que sí ha cambiado es que los miembros de la AIE han decidido tomar la iniciativa con medidas inéditas hasta la fecha, hasta el punto de que resulta necesario plantearse si esto supone una nueva etapa para la AIE y en qué podría consistir. Pese a los alegatos contra la especulación, la medida pretende presionar a la OPEP y señalar que los países industrializados esperan el aumento de producción de Arabia Saudí. Han puesto la decisión de los saudíes en el foco de la discusión y le han pasado el mensaje de que quedan a la espera, aunque al mismo tiempo hayan podido reducir su capacidad de negociación con los halcones del cártel. Ahora sólo falta esperar que ese aumento de producción se materialice y cuál es su magnitud e impacto sobre la evolución del mercado. Las restricciones marcadas por la posición de la OPEP y la decisión de los miembros de la AIE pueden limitar el margen de maniobra saudí a corto plazo, pero la prioridad de la monarquía se sitúa en la estabilidad a largo plazo. Por ello, su principal restricción es atender las demandas sociales para evitar movilizaciones como las surgidas en sus vecinos, y este segundo cambio tal vez sea el más significativo.

De nuevo habrá que esperar a ver qué es capaz de hacer esta vez Arabia Saudí, pero por primera vez desde hace tiempo también deberán seguirse con igual atención las actuaciones de la Agencia.

NOTAS:
[1] Sobre el impacto de la situación en Libia véase G. Escribano (2011), “Energía en el Norte de África: vectores de cambio”, Documento de Trabajo, nº 13/2011, Real Instituto Elcano, 6/VII/ 2011.

[2] G. Escribano (2011), “Primavera en Viena”, Nota nº 36, Observatorio: Crisis en el Mundo Árabe, Real Instituto Elcano, 20/VI/2011.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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