martes, julio 05, 2011

Por qué tiene sentido un aumento de las migraciones

Por Ian Goldin, director de la Oxford Martin School y miembro del cuerpo de profesores del Balliol College (Universidad de Oxford) y Geoffrey Cameron es investigador asociado. Ambos son autores del libro Exceptional People: How Migration Shaped our World and Will Define our Future, en coautoría con Meera Balarajan y publicado por Princeton University Press. Traducción: Esteban Flamini (Project Syndicate, 05/07/11):

En casi todos los países ricos, el fervor contra los inmigrantes se ha transformado en fiebre. Pero es una enfermedad que es preciso resistir para que estas sociedades puedan seguir prosperando y para que los países en vías de desarrollo puedan luchar contra la pobreza y lograr un crecimiento económico sostenido.

Hay cuatro motivos por los que es deseable un mayor índice global de migraciones: es una fuente de innovación y de dinamismo; sirve de respuesta a la escasez de mano de obra; permite enfrentar el desafío que plantea el veloz envejecimiento de las poblaciones; y ofrece una forma de huir de la pobreza y las persecuciones. Por el contrario, poner límites a las migraciones supone un freno para el crecimiento económico y, a la larga, un deterioro de la competitividad de las sociedades. Además, es crear un mundo menos próspero, más desigual y dividido.

Por supuesto, un aumento de los índices migratorios conlleva en el corto plazo costos locales a los que es preciso hacer frente para que las sociedades puedan disfrutar de los beneficios a largo plazo, que son mucho mayores. Sin embargo, y a pesar de la oposición interna que enfrentan en los países de acogida, en los últimos 25 años las migraciones internacionales se han duplicado, y volverán a duplicarse hacia el año 2030. Los veloces cambios económicos y políticos (y cada vez más, los cambios medioambientales) expulsan a las personas de sus lugares de origen y las alientan a buscar oportunidades y seguridad en nuevos hogares.

En el contexto de la rápida globalización, serán cada vez menores los riesgos y costos que supone para los individuos trasladarse de un país a otro. La combinación de un aumento de la población mundial (que se estima en dos mil millones de personas), la reducción de los costos de transporte, las mejoras de la conectividad y el desarrollo de redes sociales y económicas transnacionales puede llevar (y debería llevar) a un mayor movimiento de las personas. Si se permite que este proceso siga su curso, será un aliciente para el crecimiento global y ayudará a reducir la pobreza.

Sin embargo, y aunque en décadas recientes ha habido importantes logros en materia de una creciente reducción de las barreras contra los flujos transfronterizos de capitales, bienes y servicios, nunca antes las migraciones internacionales habían estado sujetas a un control tan estricto. Los economistas clásicos, como John Stuart Mill, lo han visto como algo ilógico desde el punto de vista económico, a la vez que éticamente inaceptable. Adam Smith objetó todo aquello que obstaculizara “la libre circulación de la mano de obra de un empleo a otro”.

En el siglo XIX, el desarrollo del buque de vapor y otros medios de transporte supuso que la tercera parte de la población de Escandinavia, Irlanda y partes de Italia emigrara. Las migraciones masivas dieron a millones de europeos un modo de huir de la pobreza y la persecución y contribuyeron al dinamismo y el desarrollo de países como los Estados Unidos, el Reino Unido y diversas colonias.

En los días previos al inicio de la Primera Guerra Mundial, el ascenso del nacionalismo condujo a la adopción extensiva del pasaporte y fue antesala de unos controles más estrictos sobre el movimiento internacional de las personas. Cien años más tarde, contrariando la reducción de las barreras contra el comercio, las finanzas y la información, se han levantado muros todavía más altos contra la libre movilidad de las personas.

En la actualidad, aproximadamente 200 millones de personas (alrededor del 3% de la población mundial) residen fuera de sus países de nacimiento. Son los huérfanos del sistema internacional. En nuestro libro Exceptional People demostramos que, en términos generales, los inmigrantes traen grandes beneficios a las sociedades que los reciben. Además de ser una muy necesaria fuente de mano de obra calificada y no calificada, los inmigrantes hacen un aporte a la innovación y la creación de riqueza que es superior a la proporción de la población que representan.

Por ejemplo, en los EE. UU. los inmigrantes son responsables de más de la mitad de las patentes y de los nuevos emprendimientos startup en Silicon Valley. También entregan más en impuestos de lo que reciben a través de las prestaciones del bienestar social y otras retribuciones económicas.

Mientras que en los países desarrollados los avances en medicina y atención pública de la salud han aumentado la longevidad, la persistencia de bajos niveles de fertilidad y el final del baby boom [la explosión de la natalidad] posterior a la Segunda Guerra Mundial implican que en los años que vendrán se reducirá la cantidad de trabajadores nativos. Conforme las poblaciones de los países y sus tasas de fertilidad se vayan contrayendo, serán necesarias más migraciones para garantizar la competitividad económica y financiar las pensiones y los sistemas de atención de la salud.

Además de los efectos de la reducción de la fuerza laboral, hay que sumar los crecientes logros educativos en los países desarrollados, que llevarán a que haya menos personas interesadas en ocupar puestos de servicio poco calificados o trabajar en el comercio y la construcción. Se prevé que entre 2005 y 2025, en los países de la OCDE aumentará un 35% el porcentaje de los trabajadores que cuenten con educación de nivel terciario. Al aumentar los niveles educativos, lo mismo sucederá con las expectativas laborales.

Para los países que dejan atrás, los emigrantes a menudo representan una fuga de cerebros. Pero incluso si es así, los emigrantes hacen un aporte considerable a sus países de origen. Dan testimonio del papel que les cabe a los emigrantes en el extranjero países como Taiwán e Israel, cuyas diásporas cumplen un papel fundamental en materia de apoyo político, flujos de inversiones y transferencia tecnológica.

Además, a lo largo de la historia las migraciones han sido la medida más eficaz contra la pobreza. Durante 2010, las remesas enviadas por los emigrantes a sus hogares superaron los 440 mil millones de dólares estadounidenses; más de dos tercios de esos flujos se destinaron a países en vías de desarrollo. En algunos países en vías de desarrollo pequeños, las remesas representan más de la tercera parte del PIB, y ciertos países de mayor tamaño reciben cada año más de 50 mil millones de dólares estadounidenses. En América Latina y el Caribe, las remesas sirven de sostén a más de 50 millones de personas, y en África y Asia estas cifras son incluso mayores.

Un crecimiento de las migraciones beneficiaría tanto a los países ricos como a los pobres, con un mayor beneficio para los países en vías de desarrollo. Se estima que un aumento de las migraciones en los países desarrollados equivalente apenas al 3% de la fuerza laboral, entre 2005 y 2025, generaría beneficios globales del orden de los 356 mil millones de dólares estadounidenses, de los cuales más de dos terceras partes irían a países en vías de desarrollo. Si se abrieran las fronteras por completo, a lo largo de 25 años la economía mundial podría obtener beneficios del orden de los 39 billones de dólares.

Mucho se ha hablado de la necesidad de completar la Ronda de Doha de negociaciones sobre el comercio internacional y aumentar las ayudas para el desarrollo de los países pobres. Estas medidas son esenciales, pero en igual medida es importante poner sobre la mesa la reforma migratoria, ya que para la economía global y para los países en vías de desarrollo, un pequeño aumento de las migraciones sería una bendición mucho mayor que la suma de los beneficios combinados de las ayudas internacionales y la reforma del comercio.

En la actualidad, los países poderosos ponen reparos a la reforma migratoria y a la creación de una organización internacional basada en normas que tenga a su cargo la cuestión de las migraciones. Pero un mayor índice migratorio beneficiaría a todos, y el debate público en torno de la cuestión es demasiado importante para dejárselo a los políticos. Es necesaria una profunda reflexión seguida por acciones decididas.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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