lunes, junio 04, 2007

¿Se evitará la cuarta guerra del Golfo?

Por Haizam Amirah Fernández, investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe, Real Instituto Elcano (REAL INSTITUTO ELCANO, 01/06/07):

Tema: La expulsión de los talibán de Afganistán y el fracaso neoconservador en Irak han fortalecido el papel de los chiíes y de Irán en Oriente Próximo. ¿Se evitará una nueva guerra regional? [*]

Resumen: Durante las últimas décadas, la región del Golfo Pérsico ha sido una de las más castigadas por los conflictos bélicos, la lucha por el control de los recursos energéticos, las rivalidades políticas y la ingerencia de potencias externas. La erupción de Irán como actor clave con aspiraciones de hegemonía regional representa uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Estados Unidos desde su posición de hiperpotencia mundial. Con el fin de frenar las ambiciones de Teherán, Estados Unidos podría tratar –no sin dificultades– de combinar dos doctrinas empleadas en el pasado con Irán e Irak: el “equilibrio de fuerzas” y la “doble contención”, pero esta vez a escala regional. Una cuarta guerra del Golfo podría tener consecuencias mucho más graves para el sistema internacional que las tres guerras anteriores juntas.

Análisis

Durante las últimas décadas, la región del Golfo Pérsico ha sido una de las más castigadas por los conflictos bélicos, la lucha por el control de los recursos energéticos, las rivalidades políticas y la ingerencia de potencias externas. El triunfo de la Revolución Islámica en Irán en 1979 proporcionó los apoyos occidentales que el Irak de Saddam Husein necesitaba para iniciar una guerra contra el régimen de los ayatolás. La primera guerra del Golfo (1980-1988) terminó sin vencedores ni vencidos, aunque para ello se sacrificará a centenares de miles de personas. Otra vez, Saddam Husein quiso creer en 1990 que contaba con el apoyo occidental para invadir y apoderarse de Kuwait. Lo que provocó, en cambio, fue la mayor coalición internacional en los tiempos modernos que lo expulsó por la fuerza durante la segunda guerra del Golfo (Operación Tormenta del Desierto) en 1991. Además de las bajas que causó la contienda, el embargo internacional que pesó sobre la población iraquí desde 1990 hasta 2003 aumentó el sufrimiento de una población duramente castigada por su propio régimen tiránico, causando la muerte de centenares de miles de iraquíes (sobre todo menores de edad). Saddam Husein fue de nuevo el pretexto para que en 2003 Estados Unidos reuniera a una coalición menos representativa que la anterior, en esta ocasión más occidental que internacional, con el objetivo de provocar un cambio de régimen en Bagdad. Cuatro años después de la eliminación política de Saddam y varios meses después de su polémica ejecución, la inestabilidad en la región del Golfo no ha disminuido, sino todo lo contrario.

La erupción de Irán como actor clave con aspiraciones de hegemonía regional representa uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Estados Unidos desde su posición de hiperpotencia mundial. El régimen de los ayatolás siempre soñó con extender su influencia fuera de sus fronteras, aunque eso no fue posible mientras existió el dictador de Bagdad. Irónicamente, los dirigentes iraníes pueden estar agradecidos a la actual Administración de su archienemigo, Estados Unidos, por el auge del poder chií en Oriente Medio. La expulsión de los talibán del poder en Afganistán en 2001 y el poco exitoso cambio de régimen en Irak han fortalecido el papel de los chiíes en toda la región. La llegada a la presidencia de Irán del populista y desafiante Mahmud Ahmadineyad en agosto de 2005 amplificó las consecuencias de la ruptura de los equilibrios de fuerzas que había causado la Administración de George W. Bush con su aventura iraquí. Las ambiciones nucleares iraníes y algunas declaraciones incendiarias de su presidente, enardeciendo el espíritu nacionalista en el interior y buscando la provocación en el exterior, mantienen al mundo en vilo ante un posible ataque estadounidense o israelí contra objetivos iraníes. La pregunta es si, al igual que ocurrió en septiembre de 1980, en agosto de 1990 y en marzo de 2003, los errores de cálculo y los engaños de dirigentes ineptos y megalómanos podrían llevar al Golfo a una cuarta guerra, cuyas graves consecuencias se extenderían, con toda seguridad, más allá de la región.

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