jueves, mayo 29, 2008

Emergencia energética

Por Roberto Bermejo, profesor de la UPV-EHU y miebro de bakeaz (EL CORREO DIGITAL, 26/05/08):

En diciembre de 1997, Colin Campbell, prestigioso geólogo del petróleo y fundador de ASPO (una asociación mundial de estudio del techo del petróleo), vaticinaba en un documentado artículo publicado en el ‘Gas & Oil Journal’ una pronta y definitiva escalada de los precios de este producto, a consecuencia del proceso de agotamiento que consideraba que se estaba produciendo. Esta conclusión parecía fuera de la realidad, porque desde mediados de la década de los ochenta los precios estaban cayendo y en 1998 lo siguieron haciendo, hasta situarse en 10 dólares el barril (159 litros). Sin embargo, a principios de 1999 los precios empezaron a recuperarse, se estabilizaron un poco en 2002 y volvieron a emprender la escalada que nos ha acercado a los 140 dólares, en un proceso de subida cada vez más rápido. Los principales analistas del mundo financiero prevén que la subida continuará. Veamos algunos ejemplos: Arjun Murti, ejecutivo de Goldman Sachs, cree que cada vez es más probable que el barril alcance los 150-200 dólares en los próximos 6-24 meses; Jeff Rubin, economista jefe del Canadian Imperial Bank of Commerce, sostiene que en 2010 se llegará a un precio medio de 150 dólares, y de 225 en 2012; y Matthew Simmons, presidente del banco Simmons & Co. International, afirma que en el futuro próximo los precios superarán ampliamente los 200 dólares.

La Agencia Internacional de la Energía (la organización creada por los países de la OCDE para evitar nuevas crisis petrolíferas), tras defender durante mucho tiempo posturas ‘optimistas’, últimamente viene alertando de la urgencia de abandonar el petróleo. Su director hasta septiembre de 2007, Claude Mandil, afirmó en la presentación del informe ‘World Energy Outlook 2006′ que «la palabra clave es ‘urgencia’ ( ). Con las tendencias actuales (nuestro) sistema energético irá de crisis en crisis ( ). Este futuro energético no sólo es insostenible sino que está abocado al fracaso». Fatih Birol, economista jefe de esta organización, ha multiplicado sus apariciones en los medios de comunicación para alertar sobre la situación de emergencia energética. Por ejemplo, en una larga entrevista del ‘Financial Times’ llega a la siguiente conclusión: «Si no hacemos algo muy rápido, y de manera valiente ( ), las ruedas de nuestro sistema energético pueden salirse. Ése es el mensaje que queremos dar».

Ante este panorama, sigue asombrando el tratamiento superficial y frecuentemente erróneo de la gran mayoría de los medios de comunicación. Relativizan la importancia de la escalada diciendo que las causas son ajenas a la geología y, por tanto, coyunturales. Los argumentos han venido variando a lo largo de los últimos años y ahora predominan los relativos a la depreciación del dólar y la especulación, provocada por el «estallido de la burbuja inmobiliaria», dado que los ‘inversores’ han elegido el petróleo como nuevo teatro de operaciones. Pero la especulación se ceba especialmente en los recursos escasos. El argumento de la depreciación del dólar influye en el fenómeno, aunque no lo explica, porque también aumenta fuertemente el precio del petróleo contabilizado en euros. Se sigue ignorando la causa de fondo: la oferta no puede satisfacer la demanda y el desfase entre ambas crece.

La oferta mundial de petróleo ha permanecido constante (con ligeras variaciones mensuales alrededor de la media) durante los últimos cuarenta y cuatro meses, según un reciente informe del Departamento de Energía de Estados Unidos. El consumo crece a un ritmo anual superior al 5% en los países exportadores de petróleo y en los emergentes, especialmente en China e India. Dado el estancamiento de la oferta, el aumento del consumo en estos países se ha logrado gracias a la reducción de éste en los países de la OCDE (del orden del 1%), de los ’stocks’ de las compañías y de la oferta ociosa (capacidad de extracción adicional que posee la OPEP para utilizarla sólo en caso de emergencia). Estas dos últimas opciones están prácticamente agotadas, así que el incremento del consumo de los países citados sólo podrá producirse mediante una reducción creciente del consumo de la OCDE, si se mantiene el estancamiento de la oferta.

No obstante, muchos analistas pronostican un pronto declive de la curva de extracción de petróleo. Algunos de los más destacados son el citado Campbell (ex subdirector de Total), Al-Husseini, Bhaktiari (ambos directores, hasta su jubilación, de las compañías nacionales de petróleo de Arabia Saudí e Irán), Simmons, Skrebowsky (redactor jefe de la revista ‘Petroleum Review’) y el Watch Energy Group, prestigioso grupo alemán. Este descenso en la oferta de petróleo provocará una crisis económica muy fuerte y prolongada, y que puede verse agravada por conflictos bélicos por el control de los combustibles fósiles. Con toda probabilidad el comercio internacional se reducirá de forma muy notable (especialmente el de larga distancia), y el comercio regional se reforzará. El sistema monetario internacional basado en el dólar llegará a su fin, y la fase actual liberalizadora dará paso a una recuperación del intervencionismo de los Estados para afrontar la crisis. Asimismo, se pasará de un mundo en el que ha imperado EE UU a otro multipolar, por la emergencia de China, Rusia, India, etcétera, y se producirán profundas transformaciones sectoriales, especialmente en los modelos energéticos y de transporte. En realidad, estos últimos cambios ya se han iniciado.

La superación de la crisis será larga y sólo podrá darse si ocurren dichas transformaciones. El informe Hirsch, encargado por el Departamento de Energía de Estados Unidos, afirma que realizar un cambio de combustibles necesita entre quince y veinte años. Pero las transformaciones estructurales mencionadas requerirán más tiempo. Así que es imperioso empezar ya a abordarlas.

No cabe duda de que muchos considerarán exageradas tales previsiones, y algunos basarán esta postura en los numerosos análisis (algunos realizados por instituciones internacionales tan relevantes como el Fondo Monetario Internacional) que determinaban las décimas del producto económico que se perderían por la subida del precio del barril de unos pocos dólares. Es cierto que la escalada apenas ha repercutido en las economías de los países de la OCDE, pero varias decenas de países pobres ven cómo sus economías se colapsan por la imposibilidad de importar petróleo suficiente para hacerlas funcionar. Y la escalada irá colapsando economías cada vez más desarrolladas. Incluso los países de la OCDE empiezan a resultar afectados: repunte de la inflación (aunque en ella intervienen también otros factores), desequilibrios en la balanza de pagos, inicio de una crisis en el transporte aéreo y en el de carretera, etcétera.

Resulta asombroso que ante esta situación los gobernantes no reaccionen, salvo importantes excepciones. Dinamarca sufrió un impacto particularmente severo durante la crisis energética de los años setenta y desde entonces ha venido trabajando por construir un modelo energético sostenible. El Gobierno sueco aprobó en junio de 2006 un plan (denominado de independencia del petróleo) que establece una reducción del 45% en los combustibles fósiles para 2020. Un nutrido grupo de regiones, grandes ciudades y poblaciones menores declaran ser conscientes del problema y empiezan a aplicar planes de choque y estrategias transformadoras para reducir su vulnerabilidad. El resto de los gobiernos deberían inspirarse en estas experiencias. Además, cuentan con el plan de choque para rebajar el consumo de petróleo elaborado por la Agencia Internacional de la Energía en 2004. Entre las medidas que propone se encuentran las siguientes: reducir la velocidad de los vehículos de carretera, promover la gratuidad del transporte público y comprimir la semana laboral. Cuanto más se tarde en aplicar estas y otras políticas, mayor será el impacto y más prolongada la crisis. Y mientras tanto, los gobiernos central y autonómico siguen batiendo marcas mundiales en kilómetros de autopistas y de alta velocidad ferroviaria.

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