miércoles, agosto 13, 2008

Verano y menores seguros en Internet

Por Araceli Medrano, Doctora en Psicología y profesora en la UNED (EL CORREO DIGITAL, 13/08/08):

Parece mentira pero es verdad, pese al calor y a las bondades que ofrece la madre Naturaleza en verano, algunos niños y adolescentes están deseando volver de la playa para conectarse a Internet, y sumergirse en su particular mundo virtual para chatear con amigos, o descargarse su vídeo o canción preferidos. Ante este panorama, los padres se cuestionan si los contenidos a los que accede su hijo en la red son los apropiados, o se inquietan por el tipo de personas con las que chatea el menor, o por la publicidad pornográfica que puede aparecer en las webs de intercambio de archivos P2P para descargarse música, o para hablar a través de Internet.

Para resolver estas cuestiones es conveniente, como en otros ámbitos de la vida, enseñar a los niños a discernir las posibilidades constructivas de esta herramienta de los riesgos de los que necesariamente deben protegerse.

En primer lugar, algunos adultos instalan filtros de seguridad que impiden que los menores accedan a webs con contenidos inadecuados, o bien incorporan un antivirus con una aplicación de control parental virtual que imposilita la entrada a determinadas páginas (sexo, violencia, anorexia…), y ofrece la posibilidad real de supervisar la actividad realizada.

En segundo lugar, los padres acompañan con una buena dosis de afecto a los menores en este proceso de aprendizaje para posibilitar que aprendan a navegar en condiciones seguras, y se interesan por compartir con ellos el motivo de la elección de sus páginas favoritas, o la inquietud que les ronda para chatear compulsivamente con amigos con los que acaban de compartir juego y diversión.

Pero, a veces, por motivos que no vienen al caso, los menores navegan solos por la red sin seguridad, o sin la supervisión de un adulto, y dan sus datos personales en determinadas páginas, o después de chatear con un supuesto igual que les ha parecido encantador, y se encuentran inmersos en situaciones problemáticas que no pueden resolver por sí mismos.

Según datos facilitados por la asociación Protégeles.com, el 30% de los menores ha dado su número de teléfono en alguna ocasión, y el 44% se ha sentido acosado-a sexualmente. Por ejemplo, los pederastas contactan con niños en chats de páginas infantiles o en juegos on-line y comienzan a hablar con ellos como si fueran otro menor, hasta que algún niño-a se engancha con su conversación y empiezan a utilizar sus tácticas de manipulación. Tras ganarse la confianza del menor se intercambian con él alguna fotografía hasta que el pederasta (simulando siempre que es un menor) logra entablar una relación más íntima, y consigue imágenes comprometedoras a través de la webcam. Posteriormente, chantajea al menor con la excusa de que, si no mantiene relaciones con él, el vídeo será colgado en Internet para que lo vean sus familiares y amigos.

Para evitar este tipo de riesgos, es necesario transmitir a los menores una serie de normas claras para navegar por la Red. La Asociación Española de Padres y Madres Internautas (AEMPI) ha publicado en su página web alguna de estas reglas: «No des nunca información personal sobre ti, tu colegio, o tu casa. No envíes fotografías sin el permiso de tus padres. Conoce a tus amigos de Internet, de la misma manera que conoces a los otros». En el aspecto práctico, lo mejor es «limitar las horas de acceso, supervisar los programas que se instalan y olvidar la webcam hasta que sean mayores».

Quizás, la mejor prevención para que los menores naveguen con seguridad por la red sea la sólida relación de confianza y comunicación que se haya establecido entre padres e hijos, y que ha otorgado al adulto la justa autoridad para transmitir desde el afecto unas normas que el menor ha interiorizado constructivamente. Aunque es predecible que el adolescente va a intentar transgredir alguna de estas normas cuando adquiera un pensamiento abstracto y crítico, también es verdad que el vínculo de confianza y aceptación incondicional que se ha ido tejiendo día a día, delicadamente, es una de las redes más seguras para utilizar a pesar de las inclemencias del tiempo.

El periodo estival es un buen momento para el adulto, por su mayor disponibilidad emocional, para reconstruir ese espacio de comunicación que nos permite crear las condiciones de escucha adecuadas, para que un menor pueda plantear sin temor la inquietud que le crea una conversación en un chat con un extraño, o el archivo adjunto que ha recibido en su cuenta de correo, invitándole a entrar en páginas web que incitan a la anorexia (prometiendo recetas rápidas para adelgazar), o bien sugieren actos autodestructivos o violentos.

Lo que si está claro es que el afecto y el interés que el adulto muestra por establecer límites claros y normas significativas para que el menor navegue con seguridad por la red ejercerá un efecto positivo en la adquisición progresiva de una actitud reflexiva y de un criterio crítico y autónomo.

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