Por José García Abad, periodista (EL PERIÓDICO, 09/10/08):
¿Quiere usted una vivienda?, ofrecía a cualquiera que pasara por allí el agente inmobiliario de Fannie Mae o de Fredie Mac, como familiarmente se designan a los bancos que intermedian la mitad de las hipotecas de los Estados Unidos. “Hombre, querer, querer…”, contestaría el sin techo y el agente contratacaría formulario en mano: ¿Tiene usted trabajo?, “Pues, la verdad es que no”, reconocería el sin techo; Ningún problema, tranquilizaba el bancario, “¿Perspectivas de conseguirlo?”, seguía el agente con el formulario oficial, “Muy escasas, por no decir inexistentes”, farfullaba el homless; “Ningún problema, ¿cómo andamos de salud?”, persistía el bancario, implacable; “No muy bien, es que como soy alcohólico, ya sabe usted”. Ningún problema, ¿algún seguro? “Lo siento pero no tengo nada seguro, así es la vida”, Ningún problema, hombre, a cuidarse, aquí tiene las llaves de su piso, pongamos una amortización a 80 años con cinco de carencia.
Así se contrataron millones de hipotecas en Estados Unidos; el agente cobraba su comisión y el banco empaquetaba las hipotecas y emitía títulos que difuminaba por el planeta; que se pagaran o no los recibos no era ya su problema y de hecho dejaron de pagarse el 20% mientras la Reserva Federal miraba para otro lado o vigilaba a distancia y las agencias de rating, los controladores de la solvencia de las empresas, otorgaban certificados de buena conducta al mejor postor.
LOS NUEVOS alquimistas, como sus colegas medievales, no sacaban oro de sus alambiques pero, a diferencia de estos, lograron que se aceptara su basura como oro gracias a una piedra filosofal llamada titulización. Parece una broma pero ha sido así, nadie desconocía el proceso de difusión de la basura o como ahora se dice de productos tóxicos, como la leche china, pero como en las vísperas de todas las grandes crisis que en el mundo han sido, los beneficiarios de una situación insostenible confiaban en desplazar el muerto al vecino en la confianza de que si la cosa tomaba suficiente incremento, mejor podría decirse excremento, estarían a salvo de la quiebra ante el miedo de que quebrara el sistema. Lo sistémico es la nueva palabra mágica como el pragmatismo, en cuyo nombre se han cometido tantos crímenes como en el de la libertad, la desregulación y la autorregulación, los nuevos dioses de los seguidores de la iglesia fundada por Reagan y Thatcher que prescribía: Gobierno pequeño, pocos impuestos y mercado autorregulado.
Pero hete aquí que, de pronto, cuando los mercados en vez de autorregularse explotaban y se convertían en armas de destrucción masiva, los gurús que ayer cantaban las excelencias del capitalismo ilimitado y el odio al Estado han descubierto que este no solo no es pernicioso sino imprescindible. Los neocon de ayer se han apuntado a un nuevo paradigma al que denominan socialismo financiero que podría convertir a los Estados Unidos en Unión de Repúblicas Socialistas Financieras de América. Las nacionalizaciones que parecían del paleolítico están hoy a la orden del día y se suceden las intervenciones masivas del Séptimo de Caballería.
En España no hemos llegado a estos extremos pero también se incurrió en notables imprudencias: el banco o la caja financiaba el 125% en la compra de un piso a 40 años a sabiendas de que su valor podría reducirse a la mitad. Al promotor se le financiaba todo, nada menos que 800.000 viviendas cuando el año que más se vendían eran 350.000. Sin embargo, aquí el hipotecado no solo responde con la vivienda adquirida sino con todos los bienes de la familia y el Banco de España controla de forma menos flácida y lejana que la Reserva Federal, aunque no podía desconocer que se estaba hinchando la burbuja. Vivíamos en el país de las maravillas.
¿Esta seguro mi dinero en el banco o lo meto en el colchón?, se pregunta angustiada la gente y se comprende pues la vida está bancarizada: el pago del colegio de los niños, el recibo del agua, del gas, de la luz, del teléfono de la hipoteca y, por supuesto los ahorros, lo más importante, de los que, como se sabe, el Estado garantizará 100.000 euros por persona y entidad. Zapatero ha asegurado que los depósitos están seguros y hay que creerle. Cuando el presidente saca pecho afirmando que el sistema financiero español es el mejor del mundo, en realidad no está presumiendo fatuamente sino dando una orden que traducida al cristiano sería: No quiero ni oír hablar de un solo banco español en crisis, o sea, que está dispuesto a intervenir lo que haga falta.
LOS BANCOS españoles han sido contaminados por la titulización mundial de la basura pero menos que sus colegas y no es porque nuestros banqueros sean más listos sino por un hecho diferencial: en España la inversión, más del 30% del PIB, es muy superior al ahorro que solo alcanza al 20%, lo que obliga al endeudamiento; en consecuencia los bancos españoles son más emisores de títulos de deuda que compradores, una situación que ha podido conseguir hasta ahora sin problemas gracias al euro. Los bancos hispanos están mejor que la mayoría de sus competidores pero la economía española está entre las más perjudicadas y obviamente los bancos no pueden ir indefinidamente bien si la economía española entra en una crisis duradera.
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