miércoles, marzo 12, 2008

Escuelas, lenguas, redes y estados

En Estados Unidos hay un amplio debate abierto sobre la desescolarización, tanto en su vertiente comunitarista (home schooling) como en la antiautoritaria (unschooling)1. Lo novedoso de este movimiento en la última década es que, desde distintas perspectivas, utilizan de forma creciente Internet como elemento articulador de la experiencia de los niños… combinada con actividades organizadas por redes de padres y orientadas a la convivencia y la socialización de los alumnos con otros niños de su edad.

En Europa, los propios estados invierten cada vez más en sus redes internacionales de colegios y sobre todo en nuevas estrategias de e-learning para satisfacer las necesidades educativas de sus expatriados y fortalecer la presencia fuera de su territorio de su lengua nacional.

El resultado es que los transnacionalizados disponen cada vez más oportunidades de dar a sus hijos una educación reglada en su lengua materna. Paradójicamente, mientras el estado refuerza su presencia educativa más allá de sus fronteras, puertas a dentro abandona el campo y la privatización de la enseñanza avanza, al menos aparentemente, de manera imparable.

El estado nacional participa en este movimiento, aparentemente contradictorio, impulsado por la lógica de los tiempos. Al mismo tiempo que la globalización produce más y más diversidad de nacionalidades dentro de cada frontera, cada vez da más importancia a los residentes en el exterior. Aunque los expatriados, de forma creciente, tengan menos relación biográfica con el territorio gestionado por el estado que les da el pasaporte, sin ellos es harto dificil alcanzar la masa crítica de penetración cultural y social que permite acceder a la influencia política y el éxito exportador.

En consecuencia, los estados europeos cuidan de los expatriados que utilizan su lengua oficial con tanta decisión que no parece nada exagerado asegurar que en 10 años, en todas las metropolis globalizadas, las mayor parte de las redes transnacionales de origen europeo podrán disponer de colegios en sus propias lenguas pagados por un estado con el que estarán unidos más por una tradición comercial, linguística y cultural que por el vínculo impositivo básico en la ciudadanía liberal clásica. Y las redes que tengan como idiomas nativos los de estados menos potentes o generosos, siempre tendrán alternativas de enseñanza a distancia basadas en Internet que complementarán con sus propias actividades comunitarias.

Así, el estado nacional y las redes transnacionales encuentran en la desterritorialización una curiosa simbiosis: las redes ganan trascendencia generacional, se reproducen manteniendo la identidad lingüística y el sustrato cultural a partir del que nació su identidad original; y el estado gana capital social y proyección económica inalcanzables por sus propios medios en un mundo con nuevos mapas.

Igual que la religión dividió a los estados nacionales en bloques culturales, la cultura y grupo lingüístico de base marcarán los límites comerciales y sociales de las grandes redes neovenecianas. Igual que el mundo secularizado no paso a ser un mundo sin iglesias, el mundo de las identidades transnacionales verá nuevas simbiosis entre estados y redes parejas al debilitamiento de las fronteras económicas y políticas de la era nacional.

Igual que las identidades nacionales subsumieron a las identidades religiosas privatizándolas sin renunciar a su función de cohesión social, las identidades transnacionales superarán las identidades lingüísticas apropiándoselas como rasgo distintivo dentro de un plurilingüismo generalizado.


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1. Véase el artículo de Sarah Karnasiewicz, Endless summer, en Salon el 3 de octubre de 2005. Disponible en
http://dir.salon.com/story/mwt/feature/2005/10/03/unschool/index.html

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