Por Carlos Fuentes, escritor mexicano (EL PAÍS, 12/10/08):
El mundo vive la peor crisis económica desde el desplome financiero de 1929 y la subsiguiente depresión a principios de los años treinta. La respuesta a aquella crisis fue el surgimiento de Hitler en Alemania, el fortalecimiento del fascismo en Italia y del militarismo en Japón, la consolidación del poder de Stalin en la Unión Soviética, el debilitamiento de la democracia en Inglaterra y Francia, la guerra de España y, al cabo, la Segunda Guerra Mundial.
Los Estados Unidos de América sufrieron la crisis pero la superaron, no con la dictadura o la debilidad, sino con actos de Estado, con soluciones de Gobierno. El presidente Franklin Roosevelt llegó a la Casa Blanca en 1932 (el mismo año en que lo hizo Hitler en Alemania) y puso en marcha un Nuevo Trato -el New Deal-: correspondía al Estado nacional restaurar la economía gracias a la actividad de los ciudadanos. El Nuevo Trato confió en el capital humano de los Estados Unidos y el capital humano, con el apoyo del Gobierno, sorteó la crisis y preparó a la economía para el combate de la Segunda Guerra Mundial.
La crisis actual sorprende a los Estados Unidos en medio de una campaña presidencial. Bush-Cheney y su equipo no previeron la situación. Estaban demasiado ocupados celebrando una economía de papel (literalmente, como hemos visto) y apadrinando políticas de fatal contradicción: bajar impuestos y aumentar gastos militares.
Clinton dejó un superávit de 500.000 millones de dólares. Bush deja un déficit por cantidad idéntica. La falta de reglamentación de la banca creó una pirámide de papel: deuda acumulada sobre deuda, ficción sobre ficción, hasta convertir el capital real de los bancos en sólo la quinta parte de sus haberes ficticios. Culpa de un gobierno ideológico y ajeno a la realidad. Oportunidad de la banca de inversión y el mercado de valores. Castigo a los pequeños inversionistas y compradores de inmuebles ofrecidos con garantías que hoy se han evaporado. Los Estados Unidos son una larga alberca de aguas recuperadas por los tiburones y abandonadas por los peces chicos.
La lista de desastres se prolonga y las soluciones propuestas por el actual Gobierno estadounidense naufragan. Los 700.000 millones de dólares que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, le ha pedido al Congreso para salvar la economía, equivalen, dólar por dólar, al gasto bélico en Irak. Una guerra innecesaria le cobra, pues, dos impuestos de 700.000 millones de dólares cada uno al ciudadano americano.
Porque la ironía -si no la burla- del asunto es que, al final de cuentas, se le pide al ciudadano común y corriente que pague los platos rotos, eximiendo al Gobierno y a la banca de otra responsabilidad que no sea la de votar una ley que salve a ésta, y a corporaciones, que mantengan sus privilegios a costillas del contribuyente.
Si éste era el propósito de la ley ofrecida por el secretario Paulson al Congreso, el Congreso no se dejó engañar. Despojó a Paulson de su fantástico cargo de administrador único, sin límite o supervisión, de los 700.000 millones de dólares, estableciendo límite y supervisión legislativa al manejo del dinero, así como un capítulo de protección a los contribuyentes, sobre todo a los pequeños propietarios severamente afectados por la crisis. Mediante voceros como los presidentes del Senado (Harry Reid) y de la Cámara de Representantes (Nancy Pelosi), así como del muy agudo y combativo senador demócrata Chris Dodd, la legislación propuesta trata de asegurar que la fianza bancaria también sea una fianza favorable al pequeño propietario y al contribuyente, privando a los responsables bancarios de un paracaídas dorado.
No hay un Roosevelt en la Casa Blanca. No quiero abundar en la merecida crítica al fracasado Gobierno de Bush, el peor presidente de los Estados Unidos en los pasados cien años. Sí quiero hacer notar que dentro de un mes será electo un nuevo presidente norteamericano. A él -sea McCain, sea Obama- le tocará, ahora sí, hacer lo que hizo Roosevelt en 1932: heredar la crisis y superarla. Dudo que McCain quiera, pueda o sepa cómo. Sus volteretas ideológicas durante la campaña no sólo inspiran dudas: verifican errores que el candidato del Partido Republicano está pagando con un descenso grave en la intención de voto.
Queda Barack Obama. Como McCain, Obama ha debido aceptar las medidas de rescate porque parece no haber otra solución. Pero ha dejado bien claro que la crisis es el resultado del mal Gobierno de los últimos ocho años. Esto no eximirá a Obama, si es electo, de lidiar con la peor crisis de los últimos ochenta años y de proponer soluciones tan importantes como, en su día, fueron las del Nuevo Trato de Roosevelt.
Post scriptum: Sarah Palin. Indira Gandhi. Margaret Thatcher. Golda Meir. Angela Merkel. ¿Sarah Palin?
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