lunes, agosto 04, 2008

¿Es casual la contrapropaganda europea?

Por José Luis González Vallvé, director de la Representación de la Comisión Europea en España (ABC, 30/07/08):

Últimamente las iniciativas europeas suelen desatar un coro casi unánime de descalificaciones. Comenzó con la propuesta sobre biocombustibles e inmediatamente cayó sobre la Unión Europea (UE) la culpa de la crisis alimentaria mundial. De nada sirvieron argumentos como que el arroz, no utilizado como biocombustible, era el que más había subido de precio, o que sólo se les destinaba el 1 por ciento de la superficie cultivada en Europa, ignorando la causa fundamental: 1.500 millones de personas son nuevos consumidores, y el objetivo: paliar la esclavitud energética europea.

Siguió con el límite de trabajo semanal a 60 horas. Tampoco sirvió mencionar que no se trata de aumentar la jornada laboral, sino de armonizar, poniendo un tope en aquellos países y ocupaciones donde no lo había, y que los Estados continuarían con sus límites; pues nada, se da por muerto el solidario modelo social europeo, que para sí quisieran los 5.500 millones de seres humanos que no tienen la fortuna de vivir en Europa.

Continúa con la propuesta sobre inmigración: la UE quiere acabar con el drama del tráfico de seres humanos, ordenar y armonizar para una única política europea sin empeorar políticas nacionales, nuevo rasgado de vestiduras. Hasta se ha llegado a decir en una TV que la propuesta incluía un toque de queda para los inmigrantes a partir de las 9 y media.

En todo caso, para intentar armonizar las diferentes sensibilidades políticas, el Tratado de Lisboa prevé el control de los parlamentos nacionales sobre estas iniciativas.

También se cuestiona la ampliación europea: pero la Europa libre de 1945 tenía 1,8 millones de Km2 y 260 millones de habitantes, hoy la UE tiene 4,3 millones de Km2 y 490 millones de habitantes, ha ganado el 239 por ciento de superficie y el 100 por ciento de población, pacífica y democráticamente; en sesenta años se ha pasado de tener una guerra cada veinte años con millones de víctimas, a como mucho discutir del precio de la remolacha, aunque algunos expertos en comunicación dicen que la paz no vende, ¡si Kant les oyera! En el antiguo lenguaje la UE ha ganado la guerra fría y en el nuevo lenguaje, el modelo europeo se extiende por el convencimiento personal, y es la mayor fábrica, la única, de democracia del mundo, llevándola a más de 100 millones de personas, con lo difícil que es llevarla a una isla de 11 millones, y sin viejas disputas ideológicas, se trataba simplemente de Libertad No o Libertad Sí. La UE aprovechó la breve oportunidad histórica que se presentó, pues en la actualidad puede que hubiera sido mucho más complicado.

Y últimamente también se critica la iniciativa sobre el Mediterráneo que comenzó en Barcelona, 270 millones de habitantes con todos los problemas: desarrollo, inmigración, paz, democracia, agua, energía, cambio climático; España: 22.300 euros de renta per cápita, Marruecos: 1.708 euros. Desequilibrio: 1 a 13, el mayor del mundo exceptuando la frontera entre las dos Coreas. ¿No resulta obligado y pertinente intentar corregir ese desequilibrio?

¿Es casual esta contra propaganda europea?

La UE es una novedad histórica que supera viejos clichés, arcaicas exégesis ideológicas y demás paleo-análisis; estamos, si lo queremos y lo construimos, ante una evolución de la especie política que requiere un cambio de actitud, recordando lo que nos sugiere Gödel, el amigo de Einstein, los dos europeos, en su Teorema de la Incompletitud: Ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo.
De forma que el factor común pudiera ser la resistencia de los que no pueden ni quieren explicar su evolución hacia una nueva especie política, los anclados en el sistema, entre otros:

Los anclados estratégicamente en lo global: por cierto, en el No irlandés al tratado de Lisboa han coincidido los ultra nacionalistas y un millonario norteamericano-irlandés.

Los anclados ideológicamente con sus orejeras: izquierda/derecha, empeñados en que fuera de ellas no hay vida ni esperanza, cuando una de las virtudes de la UE es corregir los excesos de los radicalismos ideológicos.

Los anclados políticamente aferrados a su ansia antinatural de ligar seres humanos a territorios, culturas y lenguas, cuando la persona ansía libertad individual en un ámbito global.

Los anclados intelectualmente que aún discuten si es tratado o constitución, cuando no quiere ser ni una cosa ni la otra, sin que eso sea negativo, tampoco vale el arsenal conceptual existente, se trata de convivir proviniendo de muy distintas sensibilidades.

La UE, como nueva especie política, podría ser un ámbito más libre y ventilado de valores compartidos, un nuevo modelo funcional, visto que el actual desde el verano del 2007 no funciona, y desde luego un nuevo modelo ético, especialmente en cuanto a las relaciones en el sistema social y de éste con el sistema natural, y donde el ser humano sea el rey, protagonizando la definición y desarrollo del modelo, lo que requiere un enorme esfuerzo de comunicación, pedagogía y participación, integrando personas convencidas y no al viejo estilo del «contrato social», para que sea un compromiso personal y solidario.

La UE se construye en tiempo histórico y no estamos habituados a construir como protagonistas democráticos una nueva realidad política trascendente que tiene una duración temporal superior a la de la generación humana. Ello puede impacientarnos, porque desearíamos que, en el plazo de nuestras existencias individuales, Europa estuviese ya terminada, pero Europa está en obras, lo que tiene algunos inconvenientes pero la enorme ventaja de diseñarla y construirla a nuestro gusto y para las futuras generaciones. Ya un 60 ó 70 por ciento de nuestras vidas se orienta en común; es claro, por ejemplo, que la UE no va a bajar los precios del petróleo de repente, pero como buen comprador, pagador y tenedor de una sólida moneda, estaría en mejores condiciones de negociar unitariamente en el mundo que no a través de muchas compañías y 27 Estados.

Un mundo de 6.000 millones de habitantes donde sólo 2.500 viven en democracia, 2.000 pueden llevar una vida digna, y donde los 500 millones de europeos tenemos el mejor modelo político, social y medioambiental, el 8 por ciento de privilegiados del mundo, lo que nos impone dos deberes básicos: intentar sostenerlo y extenderlo al resto del mundo.

De ahí que resulte grotesco el que líderes enfrascados en peleas de barrio, incapaces de dar de comer a sus pueblos aún nadando en la abundancia, y mucho menos, de darles democracia, derechos y dignidad, disparen demagógicamente sobre Europa, aprovechando nuestra bendita libertad de expresión, mientras ellos amordazan todo lo que osa criticarles.

Pretendiendo dar lecciones, cuando en sus países, pasar una frontera, cuando está abierta, es una lamentable experiencia de abuso de poder sobre derechos humanos y dignidad de la persona, lejísimos de disponer de una sola moneda y un sólo pasaporte, aunque tengan la misma lengua, como sí han hecho las orgullosas naciones europeas, renunciando a aspectos esenciales de su soberanía nacional en la UE.

La UE tiene los aranceles más bajos para importaciones del tercer mundo, aunque haya que seguir avanzando en el comercio justo, y es la principal donante de ayuda humanitaria, aunque haya líderes que justifican la caricatura de «dinero de los pobres de los países ricos para los ricos de los países pobres», con sus elecciones amañadas y sus abusos, mientras sus pobres ciudadanos quieren llegar a Europa, aunque sea caminando miles de kilómetros, jugándose la vida, escapando de sus infiernos.

Europa se construye en el arte de lo posible, siguiendo el método científico de prueba y error, incorporando las mejores prácticas; sería una casualidad que siempre saliera perfecta a la primera, pero, ojalá, en el futuro, no haya que arrepentirse de no haberla construido entre todos, por la resistencia de los anclados, pues, en un mundo complejo y globalizado, lo que parece indudable y lo prueba el que tantos quieran venir y nadie quiera irse, es que el modelo de vida que nos estamos dando y nos queremos dar los europeos es, desde la perspectiva del ser humano, y a salvo de viejos sermones, el mejor de los posibles.

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