lunes, noviembre 06, 2006

Hacia la Convergencia por la Democracia

Con motivo de los recientes acontecimientos ocurridos al calor de la lucha política en Oaxaca, y recordando otros sucesos similares durante el regimen de Vicente Fox, se hace necesario rescatar del olvido una aportación al debate político que surgió de las propuestas de José Francisco Ruiz Massieu durante el "Encuentro Nacional por la Democracia" celebrado en México D. F. en el ya lejano octubre de 1992.

En su propuesta se destacan los puntos que, a su juicio, eran importantes para avanzar en la construcción firme y decidida de la transición democrática en nuestro país: la implementación de la ingenieria democrática.

En las siguientes líneas esbozo la síntesis de su propuesta:

1. A partir de la década de los ochenta, especialmente desde el 6 de julio de 1988, se observa la aceleración y profundización del proceso democrático, tanto en sus contenidos meramente electorales como en la operación de las instituciones políticas y el mayor disfrute de las libertades públicas. En suma, estamos viviendo la renovación del reclamo democrático.

2. El perfeccionamiento de la vida electoral y de los parti­dos, y la mayor efectividad del régimen constitucional, se deben armonizar con otros grandes objetivos nacionales que el pueblo mexicano ha definido: la preservación de la soberanía nacional, la gobernabilidad del país y el desarrollo con justicia social. No es conveniente ni posible exaltar únicamente los objetivos democráticos, poniendo en riesgo las otras finalida­des nacionales.

3. El proceso democrático es, sin remedio, un proceso colectivo, nacional y progresivo. Así, el ímpetu democrático no puede provenir del exterior, ni ser fruto del voluntarismo de quienes encabezan el Estado o a los partidos políticos. En todo momento ha de distinguirse entre las contribuciones de la voluntad política de los actores y las limitaciones del volunta­rio de esos actores.

4. El proceso democrático reclama, ciertamente, convicción y aun emoción democráticas, pero demanda también lo que no he dudado en llamar ingeniería democrática, esto es, la defini­ción de los aspectos metodológicos, técnicos y de procedimien­to; las nuevas reglas del juego, y la determinación de plazos. Todo ello hace necesaria una nueva cultura política que confíe en la eficiencia de los pactos, en la generación de oposiciones leales, y en un leal uso del poder; una nueva cultura política que revalore la ley como expresión del Estado de Derecho y el papel de una concertación que repose en el vigor y la convicción, y no en la debilidad.

5. Se ha de estar alerta ante quienes pretendan debilitar a los partidos políticos, porque si bien -y este encuentro es prueba de ello- la obra democrática no es tarea exclusiva de los partidos, no hay democracia sin el protagonismo de los partidos políticos. Son ellos los que articulan la voluntad popular e integran la representación política; son ellos, los partidos, los que toman las demandas sociales y las vuelven acción política y gubernativa; son los partidos políticos los que garantizan la operación de las instituciones constitucionales.

Sólo los partidos políticos aseguran la centralidad del Con­greso: el papel central del Congreso; sólo los partidos políticos evitarán un presidencialismo plebiscitario o la anarquía a que llevarían las fuerzas políticas inorgánicas.

Las insuficiencias de los partidos que todavía persisten no son de la misma naturaleza, ni pueden llevar a su marginación: sólo ejemplifico, el PRI se encuentra en fase de transición; el PRD en fase de consolidación, el PAN se halla en fase de ascenso regional; los demás partidos están en fase de definición de su nuevo rol en la vía pluripartidista.

6. Si en la última década -y desde 1988, repito- adelanta la democracia política de México, todavía existen cuestionen pendientes en una agenda de reforma forzosamente en permanente revisión. Los esfuerzos de cambio se han aplicado bási­camente a los grandes temas de la organización y procedimientos electorales, pero queda amplio margen pan definir reglas para la vida de los partidos que resuelvan lo relativo al financiamiento de los partidos y las campañas, por lo que hace al acceso a fondos públicos y a las donaciones de los poderes sociales y del exterior; el acceso equitativo a los medios colectivos; la observancia de las reglas del juego polí­tico que establezcan las leyes, o que conjuntamente se definan, sobre todo respecto de las numerosas modalidades que adopta el fraude electoral, y ante la necesidad de salvaguardar la soberanía nacional. Otros temas son la participación de obser­vadores y las técnicas de encuesta y de sondeo de opinión.

Ello no es óbice para culminar la formación neutral de los organismos electorales, que garanticen de manera terminante la efectividad del sufragio, a través de una vigilancia recíproca en el seno de los organismos con miembros de los partidos políticos y de la ciudadanía y del Estado.

7. El mejoramiento de la vida electoral y del papel de los partidos es indispensable no sólo para realizar el proyecto político democrático de México, sino también para que el proyecto económico cumpla sus cometidos. No habrá desarro­llo con justicia social en México si nuestro país no es predecible, seguro políticamente; y si no es moderno en términos políticos.

Estos años han hecho ver que es más fácil modernizar la economía que modernizar al México político; que la gran cuestión nacional es la política y no la economía.

Los resultados favorables del proyecto económico del Gobierno se explican en buena medida en que se sustentan en un pacto entre las fuerzas económicas, que éstas han cum­plido razonablemente. Lo propio deberá darse con creciente eficacia en lo que hace a un verdadero pacto político -pacto democrático- que realmente se observe, también razonable­mente.

Ese pacto democrático, incluyente, porque toda fuerza y personaje político debe quedar incorporado para ser real y electivo, debe alejarse de la tesis del héroe y de la tesis del antihéroe que impiden reconocer que la vida democrática es asunto de todos.

8. Una vida democrática más madura vitalizará los grandes elementos de nuestro proyecto constitucional, como son el federalismo y el municipio libre, la división de poderes, los derechos humanos, o la relación del PRI con el Estado. En un pluralismo político real está la savia.

9. Estos años han mostrado -y demostrado- que toda refor­ma democrática necesita de las contribuciones del PRI, y que toda propuesta encaminada no a su transformación, sino a su exterminio, está condenada al fracaso. Hoy, entre los priístas domina, no sin obstáculos, la corriente que sostiene que se deben modificar las relaciones con el Estado; que se debe actuar en un escenario electoralmente más competitivo y con un comportamiento electoral muy volátil; que el sufragio efec­tivo es un reclamo reiterado; que el pluralismo es creciente e irreversible; que sólo podrá tener el PRI una alta cuota de poder por la vía democrática; que debe desenvolverse un diálogo directo e intenso con toda fuerza política, sin la forzosa inter­mediación del Gobierno; que nuevas reglas sustituirán a las viejas, así como una nueva cultura política reemplaza a la tradicional; que la opinión pública es cada vez más crítica y participativa.

10. Entre los priístas cunde la convicción de que los cambios ya observados, con todo y ser importantes, apenas son el principio; apenas participan de los cambios que podrían pros­perar si convinieran todos en que los métodos inexcusables son la ley y la política, la ley y el diálogo; si todos convinieran en que no es admisible la perversión de la ley como supuesta expresión de la tolerancia, ni el abandono de la concertación política como supuesta expresión del principio de autoridad.

Una última conclusión: la velocidad y orientación del pro­ceso democrático deberán depender más de la política (concer­tación); más de la causalidad que de la casualidad (errores de un Gobierno o de evoluciones externas).

1 comentario:

Anónimo dijo...

La Constitución marca un país con partidocracía, lo cual a mi punto de vista es bueno, pero hace falta que TODOS los partidos tengan doctrina, la que sea, pero que les de bases al conjunto de personas que lo integran. Pra que al discutir en la Cámara se vea más fondo y no solo discutir a lo tonto.