Por Boughaleb El Attar, periodista e investigador hispanista (EL PAÍS, 10/04/09):
El general Francisco Franco quiso dejar bien claro a la sociedad española cuáles eran los poderes que le habían llevado a la victoria en la guerra civil española. Por eso, no fue casual que se hiciera rodear por una escolta militar de soldados marroquíes en los primeros años de su larga dictadura. La Guardia Mora fue casi tan popular como el Real Madrid o el FC Barcelona. Aún hoy, en los cuarteles de la Guardia Real de Juan Carlos I, en El Pardo, se conservan las salas de estilo marroquí que usaban los oficiales de aquella guardia. Franco quería enseñar quiénes fueron los que le dieron la victoria, y esos militares de élite, que vestían capas blancas y montaban a caballo, eran la flor y nata de los cerca de 100.000 combatientes que reclutó en el Norte de África.
La participación de los marroquíes en la Guerra Civil no se ha abordado de manera científica. Lo ideal hubiera sido realizar una serie de entrevistas en profundidad con algunos supervivientes para entender cómo percibieron su participación y los motivos, tanto económicos como ideológicos, que los empujaron a incorporarse a una contienda cuyos retos, orígenes, protagonistas y referentes políticos desconocían totalmente.
No es ninguna osadía afirmar que la participación de la fuerza militar marroquí fue decisiva en la guerra, y que favoreció que se inclinara la balanza a favor de los generales alzados frente al Ejército de la República, inferior en cuadros de mando y en efectivos. Sobre la intervención de las tropas marroquíes en España durante la guerra hay, sin embargo, grandes leyendas, y no es del todo equivocado decir que fue el propio franquismo quien alentó esas historias de ferocidad irreflexiva contra la población civil. Hay un componente de racismo obvio, y el afán de amedrentar a quien quisiera alzarse contra el régimen dictatorial de Franco. Para eso estaban ahí las capas blancas de los lanceros, la terrible, temida, feroz Guardia Mora.
Pero, ¿quiénes fueron esos 100.000 soldados que salieron desde el antiguo Protectorado para ir a una guerra que, en el fondo, les era ajena? Eran tropas reclutadas en lugares donde reinaba la miseria y la ignorancia, y fueron la miseria y la ignorancia las que los empujaron a luchar por los caminos y pueblos de Andalucía, Extremadura, Castilla, Madrid, Aragón, Valencia, Cataluña… Al Ejército franquista no le faltaba dinero. El apoyo de la oligarquía económica española y de sus colegas fascistas de Europa (Hitler y Mussolini), y las corrientes de simpatía que venían de Estados Unidos permitieron que los alzados fueran hasta cierto punto opulentos. Tanto, como para contar con un ejército colonial, de acuerdo con los modelos que se seguían tanto en la Legión como en los tabores de Regulares.
Y para reclutar a esa gente se utilizó también el argumento de la guerra santa. Para adoctrinar a estos eficaces luchadores se les dijo que iban a pelear en una guerra santa, en nombre de un Dios único, al que los republicanos querían quemar y eliminar de la faz de la tierra.
Las zonas de extracción de estos soldados fueron mayoritariamente las montañas del Rif. Cuando acabó la guerra, y salvo los lanceros moros de El Pardo, esos 100.000 combatientes resultaban muy incómodos de mantener. Así que unos pocos se quedaron en el Ejército Regular español, consiguieron la nacionalidad española en algunos casos y sus familias se establecieron en las ciudades del Protectorado, o en Ceuta y Melilla. El resto, volvió a sus montañas, más o menos a la misma miseria que antes de hacer una guerra ajena, y con Dios más o menos en el mismo sitio en el que estaba antes del 18 de julio de 1936.
Desde entonces, el Estado español sigue pagando regularmente una miseria a sus viejos soldados marroquíes. Muchos han tenido que pleitear, pero los pagadores del Ejército viajan regularmente al Rif, a Castillejos y a El Aaiún (muchas tropas eran saharianas) a pagar a los que pelearon al lado de Franco y a sus deudos. Una pensión española, aunque escasa (no llega a los 300 euros), puede ser una buena fuente de ingresos en según qué lugares. Hace cuatro años (son los últimos datos fiables) había 4.800 pensionistas en total; es decir, entre viudas y titulares. Sólo las viudas de fallecidos durante la guerra cobran pensión (son unas doscientas). No cobran las viudas de los que fallecieron o fallecen por muerte natural (según la última ley que regula sus derechos de clases pasivas, que es de mediados de los años sesenta). Éstas perciben sólo una pequeña indemnización, que cobran una única vez y que asciende a la irrisoria cantidad de unos 1.000 o 1.500 dirhams (fijada en una orden ministerial de 1949 y que desde entonces no ha cambiado). Esta situación es injusta, porque en los años sesenta las viudas eran aún jóvenes y podían trabajar, pero ahora se quedan en la miseria más absoluta. La pensión media de un soldado/cabo está en torno a 1.100-1.200 euros, y la de un suboficial puede llegar a 1.500- 1.600. Se actualizan anualmente con el IPC.
La mayoría de los soldados marroquíes que participaron en la Guerra Civil están ya muertos. No fueron ni traidores ni asesinos. Fueron sencillamente víctimas del hambre, de la pobreza y de la colonización, a los que se les pagó un sueldo ridículo y de miseria por colocarse en primera línea de la guerra. Son los padres o los abuelos de los que hoy vienen en pateras a España.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El general Francisco Franco quiso dejar bien claro a la sociedad española cuáles eran los poderes que le habían llevado a la victoria en la guerra civil española. Por eso, no fue casual que se hiciera rodear por una escolta militar de soldados marroquíes en los primeros años de su larga dictadura. La Guardia Mora fue casi tan popular como el Real Madrid o el FC Barcelona. Aún hoy, en los cuarteles de la Guardia Real de Juan Carlos I, en El Pardo, se conservan las salas de estilo marroquí que usaban los oficiales de aquella guardia. Franco quería enseñar quiénes fueron los que le dieron la victoria, y esos militares de élite, que vestían capas blancas y montaban a caballo, eran la flor y nata de los cerca de 100.000 combatientes que reclutó en el Norte de África.
La participación de los marroquíes en la Guerra Civil no se ha abordado de manera científica. Lo ideal hubiera sido realizar una serie de entrevistas en profundidad con algunos supervivientes para entender cómo percibieron su participación y los motivos, tanto económicos como ideológicos, que los empujaron a incorporarse a una contienda cuyos retos, orígenes, protagonistas y referentes políticos desconocían totalmente.
No es ninguna osadía afirmar que la participación de la fuerza militar marroquí fue decisiva en la guerra, y que favoreció que se inclinara la balanza a favor de los generales alzados frente al Ejército de la República, inferior en cuadros de mando y en efectivos. Sobre la intervención de las tropas marroquíes en España durante la guerra hay, sin embargo, grandes leyendas, y no es del todo equivocado decir que fue el propio franquismo quien alentó esas historias de ferocidad irreflexiva contra la población civil. Hay un componente de racismo obvio, y el afán de amedrentar a quien quisiera alzarse contra el régimen dictatorial de Franco. Para eso estaban ahí las capas blancas de los lanceros, la terrible, temida, feroz Guardia Mora.
Pero, ¿quiénes fueron esos 100.000 soldados que salieron desde el antiguo Protectorado para ir a una guerra que, en el fondo, les era ajena? Eran tropas reclutadas en lugares donde reinaba la miseria y la ignorancia, y fueron la miseria y la ignorancia las que los empujaron a luchar por los caminos y pueblos de Andalucía, Extremadura, Castilla, Madrid, Aragón, Valencia, Cataluña… Al Ejército franquista no le faltaba dinero. El apoyo de la oligarquía económica española y de sus colegas fascistas de Europa (Hitler y Mussolini), y las corrientes de simpatía que venían de Estados Unidos permitieron que los alzados fueran hasta cierto punto opulentos. Tanto, como para contar con un ejército colonial, de acuerdo con los modelos que se seguían tanto en la Legión como en los tabores de Regulares.
Y para reclutar a esa gente se utilizó también el argumento de la guerra santa. Para adoctrinar a estos eficaces luchadores se les dijo que iban a pelear en una guerra santa, en nombre de un Dios único, al que los republicanos querían quemar y eliminar de la faz de la tierra.
Las zonas de extracción de estos soldados fueron mayoritariamente las montañas del Rif. Cuando acabó la guerra, y salvo los lanceros moros de El Pardo, esos 100.000 combatientes resultaban muy incómodos de mantener. Así que unos pocos se quedaron en el Ejército Regular español, consiguieron la nacionalidad española en algunos casos y sus familias se establecieron en las ciudades del Protectorado, o en Ceuta y Melilla. El resto, volvió a sus montañas, más o menos a la misma miseria que antes de hacer una guerra ajena, y con Dios más o menos en el mismo sitio en el que estaba antes del 18 de julio de 1936.
Desde entonces, el Estado español sigue pagando regularmente una miseria a sus viejos soldados marroquíes. Muchos han tenido que pleitear, pero los pagadores del Ejército viajan regularmente al Rif, a Castillejos y a El Aaiún (muchas tropas eran saharianas) a pagar a los que pelearon al lado de Franco y a sus deudos. Una pensión española, aunque escasa (no llega a los 300 euros), puede ser una buena fuente de ingresos en según qué lugares. Hace cuatro años (son los últimos datos fiables) había 4.800 pensionistas en total; es decir, entre viudas y titulares. Sólo las viudas de fallecidos durante la guerra cobran pensión (son unas doscientas). No cobran las viudas de los que fallecieron o fallecen por muerte natural (según la última ley que regula sus derechos de clases pasivas, que es de mediados de los años sesenta). Éstas perciben sólo una pequeña indemnización, que cobran una única vez y que asciende a la irrisoria cantidad de unos 1.000 o 1.500 dirhams (fijada en una orden ministerial de 1949 y que desde entonces no ha cambiado). Esta situación es injusta, porque en los años sesenta las viudas eran aún jóvenes y podían trabajar, pero ahora se quedan en la miseria más absoluta. La pensión media de un soldado/cabo está en torno a 1.100-1.200 euros, y la de un suboficial puede llegar a 1.500- 1.600. Se actualizan anualmente con el IPC.
La mayoría de los soldados marroquíes que participaron en la Guerra Civil están ya muertos. No fueron ni traidores ni asesinos. Fueron sencillamente víctimas del hambre, de la pobreza y de la colonización, a los que se les pagó un sueldo ridículo y de miseria por colocarse en primera línea de la guerra. Son los padres o los abuelos de los que hoy vienen en pateras a España.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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