lunes, marzo 28, 2011

Italia: después de la unidad

Por Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política (EL PAÍS, 28/03/11):

Una de las más brillantes expresiones de propaganda política en la modernidad es la decoración pictórica de la Sala de los Meses en el palacio ferrarés de Schifanoia de mediados del siglo XV. Apenas asumido el título de la ciudad, Borso de Este trató de refrendar mediante una excepcional sucesión de imágenes el engarce armónico entre el ascenso al marquesado de Ferrara con su posición de partida como “ciudadano eminente”. Bajo los auspicios de los signos zodiacales y de escenas mitológicas, cada cuadro mensual muestra inevitablemente la figura achaparrada de Borso, primero en las actividades de gobernante implicado en las distintas facetas de la buena administración de la ciudad, envuelto en su vida cotidiana, luego practicando las formas de ocio correspondientes a su condición privilegiada. El contrapunto de tantas venturas despunta en un friso del mes de abril: el espectáculo de la carrera del Palio, con dementes obligados a correr desnudos detrás de judíos cabalgando asnos de forma grotesca y de prostitutas. Los notables contemplan la diversión.

La guía y el DVD del museo eluden hablar de algo tan poco acorde con la visión idílica del mundo renacentista. Sin embargo, contemplado desde el presente, resulta actual, demasiado actual, el contraste entre la racionalidad exhibida hasta la saciedad por la propaganda del poder señorial y su cara oculta, irracional y deshumanizada, que entonces como ahora se refleja en la fiesta organizada desde el privilegio.

Las prostitutas no son obligadas hoy a correr por las calles, aun cuando la suerte del oficio siga siendo dramática. La flor y nata de la prostitución femenina recibe sumas enormes de dinero por parte del nuevo “ciudadano eminente” que rige Italia. Pero esto no significa que sea un asunto privado, ni que se trate de una cuestión solo moral, dada la degradación que conocemos bien por las interceptaciones telefónicas. Al modo de lo que sucediera en la España de la Restauración, donde no había un sistema político con elementos de corrupción, sino que la corrupción era el núcleo del sistema político, en la Italia de hoy la prostitución se extiende en mancha de aceite por efecto de la lógica del poder impuesta por quien lo detenta. Para acceder como velina a un contrato en la televisión, incluso para ser consejera regional, hay que atender las exigencias del sultán, y cabe suponer que la regla se aplica a los círculos que le rodean. Las mayorías no dependen ya de las urnas. Llega a parecer normal que una vez perdida la mayoría parlamentaria, esta sea restaurada con creces mediante la compra de los oportunos diputados, que de vendidos pasan a ser llamados “responsables” y a recibir cada uno la parte que les asigna el corruptor. Nueve concejales de Nápoles han sido fichados así hasta desmantelar la Administración municipal de centro-izquierda. Nada tiene de extraño que en tales circunstancias el juego de oposición rígidamente legalista del Partido Democrático desemboque en una sensación de impotencia.

La única barrera podía venir de la división de poderes. De ahí la obsesión del personaje por verter infamias y destruir a la magistratura que persigue sus delitos, en los términos que proféticamente anunció Nanni Moretti con la secuencia final de El caimán. Sea cual sea el resultado del pulso, confía en que le seguirán votando. En un régimen de masas subordinadas a la manipulación informativa y a los dictados del Señor, todo freno institucional resulta tildado de antidemocrático: el voto plebiscitario sirve de cheque en blanco. La degradación inyectada desde sus medios en la sociedad conserva plena eficacia.

Justo cuando es conmemorado el siglo y medio de la unidad italiana, el país parece atrapado en ese fango que Roberto Saviano denuncia en su último ensayo Vieni via con me, “sal conmigo”, y que ya mencionara con otro significado Cavour, el artífice de la unidad, hacia 1849. En otro libro de gran éxito, Maurizio Viroli, historiador del patriotismo, ha escrito que en la Italia de Il Cavaliere solo existe la libertad de los súbditos o de los siervos. Dos entregas sucesivas de la revista MicroMega profundizan en la relación con Mussolini, pero Viroli prefiere volver la mirada hacia el sistema de Corte donde señorías como la del citado Borso de Este en Ferrara, consolidaron relaciones de dominación bajo máscara de ciudadanía, pero caracterizadas por la concesión de prebendas a cambio de “un servicio leal y fiel”, a prueba de toda ignominia. Nada mejor que el comportamiento de todo el partido y los ministros a lo largo del Rubygate para probarlo. Por no hablar de programas como Porta a porta en RAI 1. La mentalidad servil acaba impregnando a gran parte del país, y con ella la aceptación de la violencia ejercida de modo sistemático contra las instituciones y la moral pública. El fango. Como explicaba Saviano a la multitud reunida en Bolonia junto a las torres para escucharle, la alternativa es “contar cómo están las cosas”. Para no ser siervos sino ciudadanos libres, añadiría Viroli.

Advirtamos que no solo hay fango asociado a corrupción política en Italia. La apoteosis anticipada de Camps, saltando por encima del caso Gürtel, nos lo recuerda.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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