miércoles, febrero 13, 2008

Convertir espadas en arados

Por David Mathieson, ex asesor del Gobierno británico (EL CORREO DIGITAL, 12/12/07):

Lo harán, ¿o no?’ ha sido la pregunta clave para la mayor parte de los analistas geopolíticos, mientras intentan adivinar si Estados Unidos e Israel atacarán a Irán. Teherán insiste en que desarrolla su capacidad nuclear sólo para usos civiles, pero en la comunidad internacional muchos sospechan que el régimen quiere cabezas nucleares. La última Estimación Nacional de Inteligencia de EE UU acepta lo del uso civil, pero todavía existen presiones para que Irán deje de enriquecer uranio. Estos temores provienen del hecho de que Irán ocultó partes de su programa nuclear durante casi dos décadas y ahora rechaza dar detalles completos a los inspectores internacionales acerca de lo que está haciendo. La Biblia promueve una versión de la paz en la que las espadas se transforman en rejas de arado. En el caso de Irán, muchos se han quedado preguntándose si no convertirán los arados en espadas.

Hace un par de semanas, en un seminario en Madrid, Javier Solana observó que la desconfianza que provocan las intenciones iraníes proviene, en parte, de la notable ausencia de proyectos de construcción de centrales nucleares. Usando una analogía más moderna, dijo que los iraníes invierten en gasolineras sin hacer planes para comprar coches. Pero hay otro aspecto menos comentado acerca de las disputas con Irán. De alguna manera, está renaciendo la idea de que la energía nuclear es la forma de resolver la carestía energética mundial. Incluso si aceptamos sus garantías, Irán debería ser uno de los muchos países que proyectan desarrollar o ampliar instalaciones nucleares civiles. En este momento hay 31 Estados (la mayor parte de ellos países desarrollados) con la capacidad de generar energía nuclear. Pero hay muchos más países en vías de desarrollo que desean construir reactores nucleares. Si el futuro va a ser nuclear, quieren participar en él. Egipto, Indonesia y Turquía están entre los países que han anunciado esos planes y hay otros interesados como Arabia Saudí y Jordania. Incluso Venezuela, rica en gas y petróleo, ha expresado su interés en la energía atómica. China dice que espera construir otros 30 reactores para 2020 (un crecimiento económico de más del 10% tiene que alimentarse de alguna manera).

Mientras que el precio de los combustibles fósiles crece, muchos Estados, tanto aquellos desarrollados como los que están en vías de desarrollo, ven en la energía nuclear la opción más fiable para su futuro avance económico. Ciertos países recurren a motivos medioambientales para justificar su expansión. Argumentan que la energía nuclear es menos contaminante en términos de emisiones de CO2, así que más energía nuclear ayudaría en la lucha contra el calentamiento global. Pero, ¿es factible este ‘renacimiento nuclear’? Un informe reciente del Oxford Research Group (ORG), que analiza las posibles tendencias de la energía nuclear civil, sugiere que no va a ser tan fácil. Indica que se estima que la población mundial crecerá hasta los 10.000 millones de personas para 2075. También asume que se generará un kilovatio de electricidad per cápita para entonces (posiblemente subestimando la demanda, dado que hoy en día ésta es mucho mayor). En otras palabras: incluso si un tercio de la generación eléctrica viniese de las nucleares, harían falta alrededor de 3.000 centrales nuevas. Habría que construir una por semana, desde hoy hasta 2075. Además, sería necesario reemplazar algunas de las 429 instalaciones que hoy en día están operativas pero que quedarán obsoletas, como algunas de las que existen en España.

El ORG duda de que un programa nuclear civil de construcción y abastecimiento a esta escala sea posible. En primer lugar, argumenta que las reservas de uranio conocidas son aún más escasas que las de combustibles fósiles. Si las reservas disminuyen y la demanda crece, los precios subirán, aunque este problema pudiese ser resuelto por las fuerzas del mercado. Los expertos de la industria nuclear confían en que cuando los precios suban se buscarán nuevas reservas y la oferta crecerá. Pero otros problemas de un renacimiento nuclear podrían ser más difíciles de abordar. El plutonio puede reemplazar al uranio en los reactores de los generadores futuros, pero este material es más susceptible de ser transformado para usos militares; tanto para gobiernos como para terroristas. Los objetivos contradictorios de las políticas energéticas y contraterroristas son evidentes: a más plutonio en circulación, más oportunidades de que alguien lo utilice para otro propósito que no sea encender la luz.

Hoy por hoy, el policía global que intenta supervisar el desarrollo de la energía nuclear es la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). Pero incluso con un número restringido de países utilizando energía atómica, la AIEA tiene que trabajar duramente para averiguar qué es lo que pasa en el resto del mundo. Los problemas actuales con Irán vienen, después de todo, del hecho de que comprase sus conocimientos atómicos del científico paquistaní incontrolado AQ Khan, en el mercado negro. Pasaron unos años antes de que la AIEA descubriese esto e, incluso ahora, sólo tiene acceso limitado a las instalaciones de investigación. Si hubiera un renacimiento nuclear, futuros AQ Khans podrían realizar sus intercambios de manera más fácil, con nocivas consecuencias para el equilibrio geopolítico. Ciertamente, la AIEA necesitará más poder y recursos para poder hacer su trabajo.

La opción nuclear será, casi con toda seguridad, una parte importante de la aportación energética del futuro, pero no el remedio milagroso que algunos imaginan. Persuadir a Irán para que coopere plenamente con el resto de la comunidad internacional será sólo el primer paso.

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