viernes, febrero 22, 2008

Cuando las mujeres deciden

Por Cristina Peri Rossi, escritora (EL MUNDO, 24/01/08):

Sigo con mucho interés la lucha por la candidatura del Partido Demócrata en Estados Unidos, con más interés que nunca, porque por primera vez los candidatos pertenecen a grupos que fueron discriminados: Obama es negro, de padre musulmán, y Hillary Clinton es mujer. Y lo que ocurre en Estados Unidos siempre es una pauta de lo que ocurrirá luego en otros países occidentales (iba a decir «en el resto de los países occidentales», y fui consciente de que el resto es más, pero pesa menos. En Cataluña suelen decir «el resto de España», cuando osan nombrarla, y la frase siempre me causa asombro: no es la parte por el todo, es el todo por la parte). Creo que el duelo entre Hillary y Obama es apasionante y desempolvará viejas estructuras, renovando no sólo el lenguaje, sino el modo de gobernar. Quiero recordar tres declaraciones emitidas durante un debate televisado recientemente en Las Vegas. Un candidato reconoció que su mayor debilidad era «el exceso de pasión para luchar contra la pobreza». Otro dijo que era «el exceso de impaciencia para hacer las transformaciones», y el tercero confesó que se trataba de su «dificultad para manejar la burocracia». ¿Quiénes eran esos tres candidatos a la Presidencia y a qué país pertenecían? No era Lula, de Brasil, postulándose otra vez como presidente. No era el toro Chávez proponiendo la revolución bolivariana, en Venezuela, ni Zapatero, de España, luchando contra la corrupción administrativa. No, esto sucedió en el país que tiene como régimen económico el capitalismo y como sistema político la democracia. Quienes dieron estas respuestas en un programa de gran audiencia fueron, respectivamente: Edwars, Hillary y Obama, los tres candidatos del Partido Demócrata a la Presidencia de Estados Unidos. Ya quisiéramos para la vieja Europa candidatos que declararan (y fuera cierto) que su mayor preocupación es luchar contra la pobreza o el control de la desmedida burocracia. Aquí tenemos cosas más importantes que pensar, como la construcción de la Gran Europa Unida Jamás Será Vencida, o la construcción de numerosos estaditos nacionales. Una cosa no quita la otra. Y si la quita, paciencia.

¿La prensa española ha tomado posición en la lucha por estos dos candidatos? (Edwars sobra, está de más; no es negro, ni mujer, representa la parte más antigua y periclitada del mundo: varón y blanco). Leo titulares y subtitulares asombrosos. Por ejemplo, hace pocos días, El País titulaba: «Dos opciones, dos estilos». Y subtitulaba: «Un Obama cálido y sencillo frente a una Clinton fría y profesional». Todo un enjuiciamiento subliminar: la calidez contra la frialdad, la sencillez contra la profesionalidad. De un lado, el tierno Obama, una especie de joven predicador negro que quiere recuperar el sueño de los fundadores (los del Mayflower, se entiende, gente pobre y maja, huida de la hambruna de Inglaterra) y, del otro, la astuta profesional que no llora nunca y se mostró impasible cuando Clinton tuvo un desliz sexual, cosa que están dispuestos a perdonarle a John Kennedy, un adicto de aquellos de eyaculación cada siete minutos, pero no a aquel estudiante casi albino que consiguió zafarse de Vietnam porque fumaba porros.

En Estados Unidos hay muchos negros, y esto podría inclinar la balanza a favor de Obama, pero hasta los comentaristas menos objetivos de la política internacional (y en España, hay muchos) deben reconocer que también hay mujeres, muchas mujeres, y que las mujeres han comenzado a movilizarse a favor de Hillary Clinton. Por primera vez en la historia de la política, el género puede ser determinante. Todos sabemos que en Estados Unidos hay mucha abstención (también la hubo en las últimas elecciones en Cataluña; a veces, parece un signo de rebeldía que los políticos no saben o no quieren leer) pero en estas elecciones quizá el porcentaje de votantes resulte mayor y, si ocurre, será porque muchas mujeres decidirán, y lo más probable es que decidan votar por Hillary, «fría y profesional» (otras mujeres famosas han sido objeto de esta descripción: Greta Garbo, Marlene Dietrich, Catherine Deneuve, Margaret Thatcher, Montserrat Caballé…); es mujer, y sería la primera presidenta en la historia de Estados Unidos.

Lo cierto es que a mí -poeta y soñadora- algunas frases de Obama me ganan el corazón, que lo tengo frágil. Por ejemplo, ésa de «una sola voz puede cambiar a un grupo, un grupo puede cambiar una ciudad, una ciudad puede cambiar un Estado y, en última instancia, una sola voz puede acabar cambiando América». Me suena a esos maravillosos eslóganes del 68 (esa generación que no le gusta a Sarkozy. Por cierto, ¿qué estaba haciendo Sarkozy en el 68? Entonces tenía 13 años y los chicos y chicas de su edad salían a las calles de París a gritar por la revolución de obreros y estudiantes) que ahora avergüenzan a los otrora bienpensantes. Eslóganes como prohibido prohibir. O la imaginación al poder. O es mejor morir de pie que vivir arrodillado. O haga el amor, no la guerra.

La frase de Obama recuerda deliberadamente a Martin Luther King y su famoso discurso: «Anoche tuve un sueño».

En todo caso, a mí me resulta completamente estimulante que esta elección para candidato o candidata del Partido Demócrata, que seguramente ganará las próximas elecciones, sea entre un negro de origen musulmán y una mujer: señal de que los antiguos desplazados y discriminados han alcanzado la igualdad y que una gran nación ha dejado atrás sus prejuicios.

¿Con quién se identifica esa gran parte del electorado norteamericano que no suele votar y que está formada fundamentalmente por mujeres? Me inclino a pensar que con Hillary Clinton, a pesar de que usa el apellido de su marido. Y si se han tomado estas elecciones como la gran revancha por un abandono político antiguo, ellas decidirán, y decidirán por quien las representa mejor: una mujer blanca, culta, «fría y profesional», pero mujer al fin. En Estados Unidos y en Europa hubo demasiados políticos no fríos ni profesionales, y así nos fue en el siglo XX: dos guerras mundiales, el stalinismo, el franquismo, el salazarismo y la guerra de los Balcanes. No se necesitará mucho para hacerlo mejor que George W. Bush o que Putin. A propósito, ambos son, también, muy fríos y profesionales: mandan matar sin pestañear.

No hay comentarios.: