sábado, febrero 09, 2008

El republicanismo cívico

Por Oriol Bohiga, arquitecto (EL PERIÓDICO, 24/11/07)

El libro A los príncipes republicanos. Gobernanza y desarrollo desde el republicanismo cívico, que no hace demasiado que corre por las librerías especializadas como una novedad interesante, tiene, entre otras virtudes, la de la oportunidad. Son más de 700 páginas dedicadas a la reivindicación de la política, a la definición y exégesis del republicanismo cívico, a la conceptualización de la “gobernanza” y a los problemas de la globalización y el desarrollo, con referencia precisa a algunos países de América Latina.

El libro ha sido publicado por el Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya y el Instituto Nacional de Administración Pública. Prácticamente todos los textos que se incluyen en él son artículos publicados en los últimos años en la revista Gobernanza, reordenados según temas comprensivos, bajo la coordinación de Joan Prats, que también es el autor de la mayoría de ellos. Evidentemente, la exigencia cualitativa de los textos hace que el libro sea un documento para especialistas, pero la inteligente clasificación temática también lo hace útil para lectores que, como yo mismo, podemos seleccionar de él muchos apuntes de actualidad. A mí me han parecido interesantísimos y oportunos, por ejemplo, el tema de la defensa de la política –en un momento en el que, por todos lados y con participación irresponsable de muchos falsos profesionales, está en un momento de descrédito– y, sobre todo, el de la definición del republicanismo, un término y unas ideas que en todas partes crean confusión.

En Conceptualización y elogio de la política, Joan Prats explica cómo esta, siguiendo las viejas afirmaciones aristotélicas, es la garantía de la democracia: es decir, de la libertad. Ya lo decía Franco: “Joven, haga como yo: no se meta en política”. Porque se trata de una actividad “mediante la cual se concilian intereses divergentes dentro de una unidad de gobierno determinada otorgándoles una parcela de poder para el bienestar y la supervivencia del conjunto de la comunidad …. La política es una manera de gobernar sociedades plurales sin violencia innecesaria”. Es decir, la política es la garantía de la democracia y el instrumento para evitar las dictaduras, las oligarquías y los grupos de presión. Franco lo entendió perfectamente, pero los nuevos apoliticismos lo han olvidado, sometidos a la estética del desinterés esnob y provocador. O apoyando maniobras de desguace en interés propio o para justificar la propia ineficacia.

ACONSEJO al lector que acuda a todos estos artículos de Prats, si quiere explicarse el fracaso de tantos políticos actuales –y tantos partidos– que no cumplen su función y que juegan con el desprestigio de la política. Pero también si quiere mantener las esperanzas en que la política por sí misma puede mejorar la situación si la planteamos como un instrumento indispensable.

Una vez hecho esto, el lector puede pasar enseguida al otro tema básico del libro, que todavía me parece más oportuno: la definición del republicanismo cívico. “El republicanismo no se refiere a la forma de Estado, sino a la calidad de la democracia. El mundo está lleno de repúblicas que ni siquiera son democracias. En cambio, algunas monarquías del norte de Europa contienen regímenes y culturas políticas más próximas a los ideales republicanos”. Porque el republicanismo se basa en el establecimiento radical de la igualdad y, por lo tanto, es una forma específica de la democracia o, mejor dicho, la perfección de la democracia.

El republicanismo señala varios puntos fundamentales que pueden parecer muy generales, pero que son específicos: 1) Ningún ser humano debe ser dominado por otro; 2) Todos tienen el deber de construir la asociación política que hace posible la vida libre e igual; 3) La asociación política y la vida cívica preservarán la cohesión social y crearán las condiciones para el ejercicio de la libertad y la virtud; 4) Las leyes y las instituciones son obra humana y, por lo tanto, deben tener una base exclusivamente secular. Y muchas democracias no cumplen estas condiciones. Por ejemplo, España: no es una república, pero no porque exista un rey, sino porque no se cumplen casi ninguna de esas condiciones o se cumplen escasamente y en circunstancias aleatorias. Así, si la política es el instrumento básico para asegurar la libertad, el republicanismo cívico es el camino para exigir la igualdad; es decir, para lograr una plenitud democrática.

EL LIBRO que comento, como he dicho, plantea muchos otros temas que merecen, a buen seguro, el comentario de especialistas más directos. Sin embargo, aquí subrayo otro que me parece destinado a abrir debates muy interesantes: el concepto de gobernanza, que viene a ser el eje dialéctico de casi todos los textos y, por lo tanto, de los contenidos de la revista Gobernanza. Se trata de tender hacia la interacción entre los diferentes niveles de gobierno, y entre estos y las organizaciones empresariales y, en general, las actuaciones conscientes y participativas de la sociedad civil. Es decir, un gobierno de la red pública-privada-civil a lo largo del eje local-global. Así, pues, cuando hablamos de los problemas políticos del país en estos momentos tan complicados quizá deberíamos poner sobre la mesa las propuestas del republicanismo y de la gobernanza.

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