miércoles, febrero 20, 2008

Hasta que el barco se hunda

Por Rafael Navarro-Valls, catedrático de la Universidad Complutense y autor del libro Del poder y de la gloria (EL MUNDO, 10/01/08):

En la elección de 1948, el candidato republicano a la presidencia de EEUU, Thomas E. Dewey, era el favorito en los grandes medios de comunicación para ganar la elección presidencial. Tanto es así que el Chicago Tribune, un histórico periódico estadounidense, tituló e imprimió el día siguiente a la votación: «Dewey vence a Truman». La dura verdad para ese diario y para el candidato republicano fue que Truman venció y fue reelegido.

Las primeras ediciones de los periódicos españoles de ayer -salvo honrosas excepciones- daban por hecho el triunfo de Obama. Varios incluso titularon: «Obama gana en New Hampshire». Una portada ideal para que Hillary Clinton, sonriente, se hubiera presentado hoy con ella ante sus partidarios para celebrar el triunfo. Eso hizo Truman con la memorable portada del Chicago Tribune.

Y es que, en esta ocasión, no ha funcionado el efecto tiburón. Obama había dado una buena dentellada a Hillary en Iowa. Al olor de la sangre se esperaba que los electores del estado del granito se volcaran sobre el predador: «Dadme el triunfo en New Hampshire -había dicho Obama- y seré el presidente que eligió la esperanza en lugar del miedo, la unidad en lugar de la división y el poderoso mensaje por el cambio». No ha sido así. Los electores han preferido la «estabilidad de la experiencia» a las promesas de «cambio». Entiéndaseme bien, no han dado su voto para revivir un tercer mandato de Bill Clinton; lo que han hecho es invertir -a la espera de buenos dividendos- en la empresa Clinton & Clinton.

El lector me disculpará si hago una referencia a mis impresiones de hace unos días en este mismo periódico tras el triunfo de Obama en Iowa. Insinuaba entonces que Hillary tenía bien aprendida la lección de las primarias perdidas por Bill Clinton en su marcha hacia la presidencia -en Iowa perdió estrepitosamente en 1992, con apenas el 3% frente al 76% obtenido por Tom Harkin-. En aquella ocasión, y precisamente con motivo de las de New Hampshire, la empresa Clinton & Clinton -Bill & Hillary- acuñó un grito de guerra para sus colaboradores: «Lucharemos hasta que el barco se hunda». No se hundió, reflotó y llegó a la Casa Blanca. Quince años después, la misma empresa -esta vez Hillary & Bill- lanzó antes de la votación este mantra frente al novato Obama: «Yo puedo ejercer como presidente desde el primer día, él no». Consumada la victoria, el nuevo mensaje de la ex primera dama ha sido: «Démosle a Estados Unidos la clase de recuperación que New Hampshire me ha dado a mí».

De todas formas, el ajustado triunfo -Hillary 39%, Obama 36,4%, Edwards 16,9%- lo único que manifiesta es la incertidumbre que está marcando estas primarias. Incertidumbre también entre los republicanos. Si en Iowa el milagro fue el triunfo del predicador baptista Michael Huckabee, en New Hampshire el milagro ha consistido en la resurrección del senador por Arizona John McCain. Una resurrección, todo hay que decirlo, con algo de trampa. El viejo luchador había eludido Iowa y se había centrado con toda la artillería y todo el tiempo del mundo en New Hampshire. Eso explica su primer puesto -37% frente al 31,5% de Mit Romney y el 11,2% de Huckabee- que repite ocho años después de su triunfo en el año 2000. La estrategia de Romney de ganar los dos primeros estados para obtener impulso hacia la nominación presidencial está resultando errada. El ex gobernador del vecino Massachusetts suma dos derrotas en donde desesperadamente necesitaba dos triunfos. Mal asunto.

¿Por qué tanta incertidumbre? Según David Rohde, politólogo de la Universidad de Duke, la causa es doble: en estas elecciones de 2007-2008 no se presenta ningún presidente ni vicepresidente -por primera vez en medio siglo- y a los votantes no les entusiasman necesariamente sus candidatos. Así, entre los demócratas, a los votantes les preocupa que si Hillary obtiene la candidatura del partido, podría no ganar las elecciones; que el senador Obama de Illinois es demasiado joven e inexperto, y que el ex senador de Carolina del Norte, Edwards, no es muy distinto del que fue compañero de fórmula de John Kerry hace cuatro años y perdió. Entre los republicanos, los votantes están incómodos con las posiciones de tinte liberal que asumió Giuliani como alcalde de Nueva York sobre el aborto y otras cuestiones sociales, incluidas las uniones homosexuales. También les preocupan las posiciones demasiado fluctuantes de Romney (liberal para lograr el cargo de gobernador de Massachussets, moderado conservador en estas primarias) y su condición de mormón, las inclinaciones un tanto autárquicas de McCain, que tiende a ir por libre, la campaña silenciosa y poco motivada de Thompson (los pobres resultados en Iowa y New Hampshire lo dejan fuera de combate), y la rigidez de Mike Huckabee (que, por cierto, ha logrado un sorprendente 11,2% en New Hampshire sin apenas organización ni campaña). De todas formas, un proceso democrático está lleno de sorpresas: en la incertidumbre radica su belleza. A la lógica acecha lo inesperado.

A esta inestabilidad de las encuestas hay que sumar otro factor: la dureza de la propia campaña, que hizo tambalearse a Edwards con acusaciones de adulterio flagrante; a Obama, obligándole a escuchar reproches de consumidor de drogas o radical islamista; a Hillary, con acusaciones de «ambigüedad sexual» paralelas a los reproches sobre su ambigüedad política; a Romney y a Giuliani, resucitándoles viejos fantasmas de sus épocas de gobernador de Massachusetts y alcalde de Nueva York respectivamente.

Hablando de Giuliani: ¿qué ha sido de él?, ¿continúa siendo el favorito entre los republicanos a nivel nacional? Para unos, su empeño en no dedicar ni un minuto a Iowa y New Hampshire (ha obtenido un 8,5%) es un suicidio electoral. Para otros, es una jugada inteligente, si logra triunfar en los estados grandes, comenzando por Florida, que es dentro de unos días. Desde mi punto de vista, hay en Giuliani una cuestión de fondo que conviene abordar al hilo de su estrategia: me refiero a su talante liberal en un partido de conservadores. A Giuliani puede pasarle lo que le sucedió a Nelson Rockfeller: nunca llegó a presidente porque estaba en el partido equivocado. Las similitudes son llamativas. Ambos desarrollaron su carrera política en Nueva York: Giuliani como alcalde y Rockfeller como gobernador. Tanto uno como otro se divorciaron en pleno o al final del mandato. Ninguno de los dos era modelo de pureza ideológica conservadora. Los republicanos se preguntaban insistentemente por qué otro republicano como Nelson Rockfeller apoyaba el aborto, era contrario a la pena de muerte, subía los impuestos, apoyaba el internacionalismo en política exterior o era decidido partidario de la integración. Es decir, lo contrario de un clásico republicano. Muchos conservadores republicanos se preguntan lo mismo sobre Rudolph Giuliani, al ver sus tendencias liberales en materia de uniones entre homosexuales, aborto e impuestos.

No es de extrañar que las bases de la derecha conservadora del partido republicano hayan comenzado a observar atentamente al ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, un pastor protestante que ha hecho de los valores de la familia y de la fe la piedra angular de su estrategia electoral. En política no puede olvidarse el principio de que «quien no cuida sus bases debe vigilar su espalda». Si uno defrauda a su potencial electorado -eso parece haber hecho Giuliani- corre el riesgo de verse abandonado. Sobre todo si se piensa que el grupo principal republicano (entre un 35-40% de las bases republicanas) son los conservadores religiosos, los más activos políticamente.

¿Qué cabe concluir de estas primarias en New Hampshire? Lo primero, que todavía hay vida fuera de este pequeño estado, con sólo 16 delegados republicanos y 26 demócratas. ¿Por qué la suerte de los candidatos ha de decidirse en el primer partido de la liga y no en el último? Aún quedan muchas primarias hasta junio, aunque puede ser decisivo el 5 de febrero, con elecciones simultáneas en 22 estados. Ya sé que existe la leyenda de New Hampshire. Pero no olvidemos que, al menos en siete ocasiones, precandidatos demócratas y republicanos han perdido aquí y luego han resultado nominados en las convenciones de su partido. Dicho esto, hay que estar atento al fenómeno de la contaminación informativa, que convierte a las cadenas de televisión y a los influyentes periódicos de la costa Este en los grandes nominadores. A la espera de que decidan después de New Hampshire, personalmente opino que sería una buena jugada hacer en Denver un ticket demócrata con Hillary como candidata a la presidencia y Obama como candidato a la vicepresidencia. Este tándem pondría en serios apuros -en la votación presidencial del 4 de noviembre de 2008- al candidato republicano que salga de estas primarias al rojo vivo. Deberemos tener paciencia: todavía quedan ocho meses para las convenciones nacionales y 11 para la elección presidencial. A la vista de lo pasado y lo que queda, se coincidirá con Gary Hart en que un candidato a presidente de Estados Unidos debe tener «la entrega de un mártir, la determinación de un corredor de fondo, la precisión de un cirujano de corazón y la firmeza de un líder guerrillero».

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