viernes, febrero 22, 2008

Las protestas contra Bolonia

Por Pello Salburu (EL CORREO DIGITAL, 17/01/08):

Durante el mes de diciembre se produjeron algunas protestas contra el llamado Proceso de Bolonia. Los argumentos utilizados por los impulsores muestran, en general, un enorme desconocimiento sobre el tema, y no saben en qué consiste. Además, las fotos de enmascarados pintando las paredes de la UPV/EHU indican desprecio por las reglas de convivencia democrática, a la par que una gran contradicción: hemos podido leer que se protesta contra la privatización de la universidad, pero aunque este proceso afecte por igual a públicas o privadas, sus protestas se manifiestan precisamente en la universidad pública. Es bueno oír la voz de los estudiantes y, de hecho, organizaciones estudiantiles de 32 países publicaron en 2005 el llamado ‘Libro negro’ contra el proceso. No figuran allí representantes españoles. Tampoco vascos. Tengo el convencimiento de que ninguno de los que han participado en las últimas algaradas ha visto siquiera el lomo de esta publicación disponible de forma gratuita en Internet.

En el año 1998 los ministros de educación de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido firmaban en París una declaración de intenciones para impulsar el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Se trataba de crear un espacio que tuviese referencias comunes para todos los europeos. Por decirlo en otras palabras, se buscaba un espacio comprensible: era importante que un danés pudiese entender lo que significa un titulado en Ingeniería Técnica por una universidad española, o que un italiano comprendiese lo que significa la titulación de Psicología en Suiza, porque estos estudios, y todo el resto de estudios superiores, estaban diseñados de forma distinta en cada país en cuanto a años de duración (con diferencias sustanciales de un país a otro), horas de clase, valor de los créditos de estudio, habilitación profesional, etcétera. No tanto en contenidos, porque parece claro que quien estudia Economía, por ejemplo, estudia más o menos lo mismo en todos los sitios, con independencia de que haya materias más cercanas para cada país, o de que la duración y, por tanto, la profundización, sea diferente en uno y otro.

El EEES tenía, también, otros objetivos claros: en la medida en que los sistemas sean más comprensibles, los estudiantes se pueden mover de un país a otro con más facilidad; en la medida en que tengamos un espacio amplio de referencia, seremos más atractivos y podremos plantar cara al sistema de EE UU que, hoy por hoy, se está llevando a los mejores estudiantes del mundo. Y, además, esta política tendrá efectos indirectos en otras cuestiones: determinados tipos de investigación sólo son abordables con infraestructuras y equipos pertenecientes a distintos países.

Al año siguiente, en 1999, representantes de 29 países, reunidos en Bolonia, daban forma a aquel deseo inicial, fijando los puntos básicos que caracterizarían en el futuro el proceso: impulsar un sistema común de titulaciones entendibles; diferenciar dos niveles de titulaciones (grado y postgrado); promover la movilidad de los universitarios en Europa; establecer un sistema compatible de créditos; asegurar la calidad y promover la dimensión europea en los estudios universitarios, esto es, explicar en alguna asignatura qué se está haciendo en Europa.

Desde entonces, los países participantes en el proceso se han venido juntando cada dos años: Praga (2001), Berlín (2003), Bergen (2005) y Londres (2007). En Londres fueron 46 los países firmantes que se adhirieron al proceso. En estas reuniones se ha vuelto a insistir de forma sistemática en los objetivos iniciales, se han concretado más detalles y se han añadido nuevos matices: la importancia de la formación permanente; el impulso a la investigación y a los programas de doctorado; la necesidad de financiación adecuada, y el impulso de titulaciones compartidas. Estos documentos, disponibles en múltiples fuentes en Internet, ocupan menos de 30 páginas, incluyendo párrafos casi repetidos, que seguramente son ajenas a quienes se manifiestan contra el proceso al grito de ‘Ikasleon hitza errespetatu’ (’Respeto a la palabra de los estudiantes’).

Resulta difícil, desde el plano universitario, estar en desacuerdo con esos objetivos: ¿cómo va a estar alguien en contra de la calidad o de que se impulse la investigación! La universidad europea, que desde hace décadas está perdiendo posiciones (los estudiantes asiáticos se marchan a otro lado; los premios Nobel se conceden a investigadores de otros países; la investigación fundamental se hace en otras partes), se juega mucho en esta ocasión. Solamente el desconocimiento, por no utilizar otra palabra más adecuada, puede explicar esta insólita reacción. O bien, y esto es quizás más probable, que las protestas nada tengan que ver con Bolonia.

Se acostumbra a mezclar churras con merinas: se dice, por ejemplo, que Bolonia significa la privatización de la universidad, o que el contenido de los estudios va a ser igual en todos los lados, o que no se va a poder estudiar en los idiomas propios de cada país. Todas estas cuestiones, en el hipotético caso de que fueran ciertas, nada tienen que ver con Bolonia. El precio de las matrículas va a depender de las políticas de cada país y de cada universidad, lo mismo que el contenido de las asignaturas o la lengua que se quiera utilizar. Nada dice Bolonia sobre eso. Al contrario: en Berlín se subrayó, por ejemplo, que los estudios deben ser accesibles a todos los que tengan capacidad intelectual, idea que se vuelve a repetir en Bergen, donde se habló también de los discapacitados. En Berlín se señaló la necesidad de promover la diversidad lingüística.

Es verdad que van a cambiar los sistemas de trabajo: tengo que confesar que no salía de mi asombro cuando oí a una representante quejarse de que los estudiantes iban a tener que trabajar más. No sé si va a ser así o no, pero lo que todo el mundo debe entender es que a la universidad se viene a trabajar, aunque cada cual es muy libre de enfocar su vida por caminos que no pasen por la universidad.

Bolonia es mucho más una oportunidad que una amenaza, aunque el proceso en el sistema español se ha hecho tarde y mal, sin directrices claras y comenzando la casa por el tejado. Las universidades han estado inmersas en la confusión durante años. Pero todo eso es otra historia.

No hay comentarios.: