Por ANDREA RIZZI - Madrid - (ElPaís.com, 09/03/2009)
Irán avanza con paso firme en la senda tecnológica que podría permitirle, si lo quisiera, disponer de un arma nuclear. El acercamiento es evidente. En febrero, Teherán ha colocado con éxito un satélite en órbita -demostrando sus logros en la tecnología de misiles- y se ha situado muy cerca del umbral de uranio de bajo enriquecimiento requerido para fabricar una bomba. Muy cerca. Más de lo previsto. Tanto, que algunos expertos creen que lo está alcanzando.
"Yo creo que ya ha llegado", opina David Albright, físico presidente del Institute for Science and International Security, refiriéndose al fatídico umbral a partir del cual es suficiente con refinar el material ya almacenado para lograr los 25 kilogramos de uranio altamente enriquecido necesarios para una bomba. Un proceso que Irán, con las centrifugadoras de su planta de Natanz, 300 kilómetros al sur de Teherán, "podría completar en un periodo de entre seis meses y un año", dice Albright por teléfono desde Estados Unidos.
No todos los expertos coinciden con él. "Creemos que tienen que acumular más, porque los datos demuestran que su proceso es todavía bastante ineficiente", comenta Ivan Oelrich, de la Federation of American Scientists, también desde EE UU. Pero hasta los que discrepan sitúan a los iraníes a pocos meses de distancia del umbral.
Al debate desatado el 19 de febrero por la publicación de los datos de la última inspección en Natanz del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), se añadió como un trueno, hace una semana, la opinión expresada por el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor de EE UU: "Francamente, creo que ya están ahí", dijo.
La alarma se disparó de tal manera que el jefe del Pentágono, Robert Gates, salió horas después a tranquilizar los ánimos: "No han alcanzado el umbral, no están cerca de tener un arma nuclear. Hay tiempo", sentenció.
El tiempo que realmente queda es un asunto sobre todo político. Pero si Irán quisiera dar el salto militar, ¿a qué distancia tecnológica se halla de la bomba?
La respuesta depende de tres factores: la capacidad de enriquecer uranio al nivel actual, todavía bajo y compatible con usos civiles, hasta el necesario para un arma; la capacidad de diseñar la cabeza nuclear, y disponer de un instrumento de transporte eficaz, como un misil. Ayer mismo, Teherán probó con éxito un nuevo misil aire-mar de 110 kilómetros de alcance y 500 kilos de peso.
La vertiente nuclear es la más clara. "Ya han hecho la parte más difícil", observa, desde Londres, Ben Rhode, analista del International Institute of Strategic Studies. "Tienen prácticamente dominada la tecnología", coincide Peter Crail, de Arms Control Association, en conversación telefónica desde Washington. Las 4.000 centrifugadoras activas en Natanz ya escupen uranio de bajo enriquecimiento a un ritmo de casi un par de kilogramos al día. Supuestamente ya han acumulado 1.010 kilogramos de hexafluoruro de uranio. Un 30% más de lo estimado.
"En una planta oculta que tuviese un buen número de centrifugadoras podrían elevar el enriquecimiento de ese uranio al grado requerido para una bomba en dos o tres meses", apunta Albright.
La capacidad técnica, naturalmente, no implica la voluntad de hacerlo. Teherán mantiene que su programa nuclear está exclusivamente dirigido a uso civil y no hay pruebas que lo desmientan. En cualquier caso, incluso con tecnología nuclear y voluntad, los obstáculos seguirían siendo elevados. "Los iraníes no podrían completar el proceso en Natanz, ni sacar el uranio de ahí para acabarlo en otro sitio, sin que el OIEA lo detectara en un plazo de uno o dos meses", comenta Crail.
Una planta de enriquecimiento no es difícil de ocultar, pero "es dudoso que pudieran tener uranio suficiente para alimentar una de tamaño considerable", incide Rhode. Irán no puede adquirir libremente uranio. Para tener una idea, los 1.010 kilogramos acumulados en Natanz son más o menos suficientes para una bomba, pero una cantidad insignificante para un reactor de producción de energía. La central de Busher, en el sur de Irán -que prevé estar operativa en verano- necesita 37.000 kilogramos al año y será alimentada con materia rusa.
En cuanto a los misiles, la puesta en órbita el pasado 3 de febrero del satélite Safir ha evidenciado los avances de Teherán. "Están haciendo progresos", coinciden los expertos contactados para esta información. "El problema que tienen es fabricar una cabeza nuclear suficientemente pequeña y ligera para que pueda llevarla el Shahab 3", dice Albright.
El Shahab 3 es la joya de la corona. Tiene alcance hasta Israel, pero puede llevar poco peso. La capacidad para un misil con cabeza nuclear tiene que ser de 500 kilogramos, según el Missile Technology Control Regime, y es dudoso que el Shahab la tenga.
La cabeza nuclear es el aspecto más misterioso de las capacidades iraníes, según coinciden los expertos. "Los servicios de EE UU creen que Irán paró su programa en 2003. ¿Por qué se paró? ¿Temían represalias? ¿Habían avanzado ya lo suficiente?", se pregunta Rhode. "Sabemos que Irán recibió documentación acerca de una bomba china, un modelo de los años sesenta. China facilitó el material a Pakistán, y de allí se filtró a Irán. Pero no sabemos qué partido sacó Teherán de ese material".
"Construir una bomba nuclear sencilla no es muy complicado. Otra cosa es una de implosión, u otras más sofisticadas. Pero eso igual tampoco les interesa", comenta Oelrich. "Irán avanza hacia la línea roja. Lo más probable es que se acerque a ella lo más posible, sin cruzarla, de modo que si las cosas se ponen feas pueda dar el salto con rapidez. En un año estarán en una posición que les permitirá alcanzar rápidamente un arma, si lo quieren", concluye.
Lucha por el relevo de El Baradei
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) -ente de Naciones Unidas que, entre otras cosas, vigila el programa nuclear iraní- tiene previsto elegir por voto secreto a su nuevo director el próximo día 26. Después de tres mandatos consecutivos al frente de la institución, el egipcio Mohamed El Baradei dejará en noviembre el cargo que ocupó en 1997. Su gestión fue reconocida con el premio Nobel de la Paz de 2005. Votarán los 35 países que forman el Consejo de Gobierno del OIEA.
Según informa la agencia Reuters, los países desarrollados apoyan la candidatura del japonés Yukiya Amano, considerado como un hombre que despolitizaría la organización. Algunos miembros criticaron la gestión del actual director precisamente por la politización. El Baradei tuvo duros conflictos con la Administración Bush.
Los países en vías de desarrollo apoyan en cambio la candidatura del surafricano Abdul Samad Minty. De momento, ninguno de los dos parece contar con la requerida mayoría de dos tercios de los socios. Si la votación del día 26 no resolviera la situación, la competición se abriría a nuevos candidatos para el mandato de cuatro años.
Irán avanza con paso firme en la senda tecnológica que podría permitirle, si lo quisiera, disponer de un arma nuclear. El acercamiento es evidente. En febrero, Teherán ha colocado con éxito un satélite en órbita -demostrando sus logros en la tecnología de misiles- y se ha situado muy cerca del umbral de uranio de bajo enriquecimiento requerido para fabricar una bomba. Muy cerca. Más de lo previsto. Tanto, que algunos expertos creen que lo está alcanzando.
"Yo creo que ya ha llegado", opina David Albright, físico presidente del Institute for Science and International Security, refiriéndose al fatídico umbral a partir del cual es suficiente con refinar el material ya almacenado para lograr los 25 kilogramos de uranio altamente enriquecido necesarios para una bomba. Un proceso que Irán, con las centrifugadoras de su planta de Natanz, 300 kilómetros al sur de Teherán, "podría completar en un periodo de entre seis meses y un año", dice Albright por teléfono desde Estados Unidos.
No todos los expertos coinciden con él. "Creemos que tienen que acumular más, porque los datos demuestran que su proceso es todavía bastante ineficiente", comenta Ivan Oelrich, de la Federation of American Scientists, también desde EE UU. Pero hasta los que discrepan sitúan a los iraníes a pocos meses de distancia del umbral.
Al debate desatado el 19 de febrero por la publicación de los datos de la última inspección en Natanz del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), se añadió como un trueno, hace una semana, la opinión expresada por el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor de EE UU: "Francamente, creo que ya están ahí", dijo.
La alarma se disparó de tal manera que el jefe del Pentágono, Robert Gates, salió horas después a tranquilizar los ánimos: "No han alcanzado el umbral, no están cerca de tener un arma nuclear. Hay tiempo", sentenció.
El tiempo que realmente queda es un asunto sobre todo político. Pero si Irán quisiera dar el salto militar, ¿a qué distancia tecnológica se halla de la bomba?
La respuesta depende de tres factores: la capacidad de enriquecer uranio al nivel actual, todavía bajo y compatible con usos civiles, hasta el necesario para un arma; la capacidad de diseñar la cabeza nuclear, y disponer de un instrumento de transporte eficaz, como un misil. Ayer mismo, Teherán probó con éxito un nuevo misil aire-mar de 110 kilómetros de alcance y 500 kilos de peso.
La vertiente nuclear es la más clara. "Ya han hecho la parte más difícil", observa, desde Londres, Ben Rhode, analista del International Institute of Strategic Studies. "Tienen prácticamente dominada la tecnología", coincide Peter Crail, de Arms Control Association, en conversación telefónica desde Washington. Las 4.000 centrifugadoras activas en Natanz ya escupen uranio de bajo enriquecimiento a un ritmo de casi un par de kilogramos al día. Supuestamente ya han acumulado 1.010 kilogramos de hexafluoruro de uranio. Un 30% más de lo estimado.
"En una planta oculta que tuviese un buen número de centrifugadoras podrían elevar el enriquecimiento de ese uranio al grado requerido para una bomba en dos o tres meses", apunta Albright.
La capacidad técnica, naturalmente, no implica la voluntad de hacerlo. Teherán mantiene que su programa nuclear está exclusivamente dirigido a uso civil y no hay pruebas que lo desmientan. En cualquier caso, incluso con tecnología nuclear y voluntad, los obstáculos seguirían siendo elevados. "Los iraníes no podrían completar el proceso en Natanz, ni sacar el uranio de ahí para acabarlo en otro sitio, sin que el OIEA lo detectara en un plazo de uno o dos meses", comenta Crail.
Una planta de enriquecimiento no es difícil de ocultar, pero "es dudoso que pudieran tener uranio suficiente para alimentar una de tamaño considerable", incide Rhode. Irán no puede adquirir libremente uranio. Para tener una idea, los 1.010 kilogramos acumulados en Natanz son más o menos suficientes para una bomba, pero una cantidad insignificante para un reactor de producción de energía. La central de Busher, en el sur de Irán -que prevé estar operativa en verano- necesita 37.000 kilogramos al año y será alimentada con materia rusa.
En cuanto a los misiles, la puesta en órbita el pasado 3 de febrero del satélite Safir ha evidenciado los avances de Teherán. "Están haciendo progresos", coinciden los expertos contactados para esta información. "El problema que tienen es fabricar una cabeza nuclear suficientemente pequeña y ligera para que pueda llevarla el Shahab 3", dice Albright.
El Shahab 3 es la joya de la corona. Tiene alcance hasta Israel, pero puede llevar poco peso. La capacidad para un misil con cabeza nuclear tiene que ser de 500 kilogramos, según el Missile Technology Control Regime, y es dudoso que el Shahab la tenga.
La cabeza nuclear es el aspecto más misterioso de las capacidades iraníes, según coinciden los expertos. "Los servicios de EE UU creen que Irán paró su programa en 2003. ¿Por qué se paró? ¿Temían represalias? ¿Habían avanzado ya lo suficiente?", se pregunta Rhode. "Sabemos que Irán recibió documentación acerca de una bomba china, un modelo de los años sesenta. China facilitó el material a Pakistán, y de allí se filtró a Irán. Pero no sabemos qué partido sacó Teherán de ese material".
"Construir una bomba nuclear sencilla no es muy complicado. Otra cosa es una de implosión, u otras más sofisticadas. Pero eso igual tampoco les interesa", comenta Oelrich. "Irán avanza hacia la línea roja. Lo más probable es que se acerque a ella lo más posible, sin cruzarla, de modo que si las cosas se ponen feas pueda dar el salto con rapidez. En un año estarán en una posición que les permitirá alcanzar rápidamente un arma, si lo quieren", concluye.
Lucha por el relevo de El Baradei
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) -ente de Naciones Unidas que, entre otras cosas, vigila el programa nuclear iraní- tiene previsto elegir por voto secreto a su nuevo director el próximo día 26. Después de tres mandatos consecutivos al frente de la institución, el egipcio Mohamed El Baradei dejará en noviembre el cargo que ocupó en 1997. Su gestión fue reconocida con el premio Nobel de la Paz de 2005. Votarán los 35 países que forman el Consejo de Gobierno del OIEA.
Según informa la agencia Reuters, los países desarrollados apoyan la candidatura del japonés Yukiya Amano, considerado como un hombre que despolitizaría la organización. Algunos miembros criticaron la gestión del actual director precisamente por la politización. El Baradei tuvo duros conflictos con la Administración Bush.
Los países en vías de desarrollo apoyan en cambio la candidatura del surafricano Abdul Samad Minty. De momento, ninguno de los dos parece contar con la requerida mayoría de dos tercios de los socios. Si la votación del día 26 no resolviera la situación, la competición se abriría a nuevos candidatos para el mandato de cuatro años.
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