Por Ian Gibson, escritor (EL PERIÓDICO, 10/03/09):
Han pasado ya 70 años desde aquellos terribles primeros meses en los que tuvieron que huir del fascismo patrio e internacional tal vez medio millón de rojos españoles, y cruzar, atropelladamente, la frontera francesa, dejando atrás, como nuevos moriscos, todo lo que era legítimamente suyo. Si Federico García Lorca es el máximo símbolo del pueblo español martirizado intramuros por quienes se rebelaron contra la democracia, Antonio Machado y Manuel Azaña lo son del exilio forzoso provocado por la sublevación criminal.
El poeta de Campos de Castilla admiraba profundamente, como se sabe, al presidente de la República, a cuyo partido pertenecía, y es significativo que el último texto literario suyo que se conoce sea un elogioso prólogo para el libro de su amigo Los españoles en guerra, que se imprimía en Barcelona cuando la ciudad cayó en manos del enemigo, el 26 de enero de 1939. Se trataba de cuatro discursos dirigidos a la nación durante la contienda, y cuya sobriedad, hombría de bien y énfasis sobre la ética como máximo valor humano conmovieron al poeta en aquellos momentos en que sabía que se aproximaba el fin del sueño republicano.
SETENTA AÑOS desde la muerte de Machado. Se dice fácilmente. En esta efeméride, los actos en homenaje al escritor han proliferado alrededor del país, y se ha podido constatar una vez más la intensa emoción –y gratitud– que suscita su obra. Machado sube también en el extranjero. Lo simboliza el hecho de que la magnífica edición crítica de sus poesías y prosas completas se debe a un italiano, Oreste Macrí. Por lo que respecta al mundo anglosajón, me consta que hay excelentes versiones inglesas de poemas suyos. No cabe duda de que se trata de uno de los pensadores más hondos, y de los poetas más amados, que ha dado España.
Por todo lo cual a nadie le puede dejar indiferente el patético final de su vida y el hecho de que sus restos, como los de su madre, descansan en el pequeño y recoleto camposanto de Colliure, justo al otro lado de la frontera catalana. Últimamente han aparecido en la prensa numerosos comentarios al respecto. Hay quienes abogan por que dichos restos vuelvan a España. No soy de ellos. Los Machado –Antonio, su madre, su hermano José y la mujer de éste, Matea Monedero– fueron atendidos con suma caridad en Colliure por la dueña del hotel Bougnol-Quintana, que les dio cama, comida, ropa, esperanza y hasta sellos para sus cartas, así como por otros ribereños simpatizantes con la causa de la democracia española. Y, cuando llegó la muerte, a Machado le fueron rendidos todos los honores, con entierro digno incluido, como se puede apreciar en las fotografías que se conservan.
DESDE ENTONCES, Colliure no ha dejado nunca de ocuparse del poeta. En 1957, el Comité Antonio Machado de la localidad promovió una suscripción popular para la construcción de una sepultura nueva que contuviera juntos sus restos y los de su madre, y el ayuntamiento apoyó la iniciativa cediendo a perpetuidad una ubicación privilegiada cerca de la entrada al cementerio; a lo largo de las décadas, distintos cabildos han promovido actos e iniciativas relacionados con el poeta y su obra, y en la actualidad la Fundación Antonio Machado de Colliure sigue con la tarea de honrarle y de fomentar el interés por su obra. Incluso patrocina un premio literario en su recuerdo.
El actual alcalde de la localidad francesa, Michel Moly, acaba de reaccionar airadamente en una carta a El País, y se comprende, ante una reciente columna de Almudena Grandes, titulada Para Antonio, allí publicada. En ella, la escritora ha arremetido contra la tumba, considerándola “pequeña, indigna, pobre, ajena, insignificante y, sobre todo, fría, demasiado para un poeta que me ha hecho temblar de emoción tantas veces”; se permite afirmar que, para el Ayuntamiento de Colliure, Machado “representa una estupenda fuente de ingresos”, lo cual no solo es absolutamente falso sino un insulto en toda regla, y expresa su deseo de “ofrecerle a Antonio una tumba española, caliente y soleada”.
PERO NO DICE dónde. Sobre el asunto existen, inevitablemente, discrepancias y desacuerdos. Hay sorianos que quieren que Machado esté al lado de la pobre y malhadada Leonor. Otros reconocen que no puede ser, toda vez que el poeta tuvo después, con Pilar de Valderrama (Guiomar), la relación amorosa que consideraba más profunda de su vida. ¿Y Sevilla? Sí, en la ciudad natal hay voces que reclaman para Machado un lugar destacado del cementerio de San Fernando (donde, por cierto, no queda rastro del entierro de su padre, aquel gran tipo desafortunado que dio su vida por la causa de la cultura popular). En cuanto a Madrid, Luis García Montero –casado con Almudena Grandes– aboga por el Cementerio Civil (en el que yacen el abuelo paterno y otros parientes del poeta), opción acertada, a mi juicio, si un día se lleva a cabo la exhumación.
Entre tanto, nada más instructivo que seguir la ruta de la familia, desde Port Bou y la frontera (hoy sin gendarmes) hasta Colliure, con parada de rigor en la estación de Cerbère donde, así como en otros puntos de la zona, la Francia actual, con paneles explicativos que la honran, recuerda el sufrimiento de tantas decenas de miles de españoles exiliados.
Han pasado ya 70 años desde aquellos terribles primeros meses en los que tuvieron que huir del fascismo patrio e internacional tal vez medio millón de rojos españoles, y cruzar, atropelladamente, la frontera francesa, dejando atrás, como nuevos moriscos, todo lo que era legítimamente suyo. Si Federico García Lorca es el máximo símbolo del pueblo español martirizado intramuros por quienes se rebelaron contra la democracia, Antonio Machado y Manuel Azaña lo son del exilio forzoso provocado por la sublevación criminal.
El poeta de Campos de Castilla admiraba profundamente, como se sabe, al presidente de la República, a cuyo partido pertenecía, y es significativo que el último texto literario suyo que se conoce sea un elogioso prólogo para el libro de su amigo Los españoles en guerra, que se imprimía en Barcelona cuando la ciudad cayó en manos del enemigo, el 26 de enero de 1939. Se trataba de cuatro discursos dirigidos a la nación durante la contienda, y cuya sobriedad, hombría de bien y énfasis sobre la ética como máximo valor humano conmovieron al poeta en aquellos momentos en que sabía que se aproximaba el fin del sueño republicano.
SETENTA AÑOS desde la muerte de Machado. Se dice fácilmente. En esta efeméride, los actos en homenaje al escritor han proliferado alrededor del país, y se ha podido constatar una vez más la intensa emoción –y gratitud– que suscita su obra. Machado sube también en el extranjero. Lo simboliza el hecho de que la magnífica edición crítica de sus poesías y prosas completas se debe a un italiano, Oreste Macrí. Por lo que respecta al mundo anglosajón, me consta que hay excelentes versiones inglesas de poemas suyos. No cabe duda de que se trata de uno de los pensadores más hondos, y de los poetas más amados, que ha dado España.
Por todo lo cual a nadie le puede dejar indiferente el patético final de su vida y el hecho de que sus restos, como los de su madre, descansan en el pequeño y recoleto camposanto de Colliure, justo al otro lado de la frontera catalana. Últimamente han aparecido en la prensa numerosos comentarios al respecto. Hay quienes abogan por que dichos restos vuelvan a España. No soy de ellos. Los Machado –Antonio, su madre, su hermano José y la mujer de éste, Matea Monedero– fueron atendidos con suma caridad en Colliure por la dueña del hotel Bougnol-Quintana, que les dio cama, comida, ropa, esperanza y hasta sellos para sus cartas, así como por otros ribereños simpatizantes con la causa de la democracia española. Y, cuando llegó la muerte, a Machado le fueron rendidos todos los honores, con entierro digno incluido, como se puede apreciar en las fotografías que se conservan.
DESDE ENTONCES, Colliure no ha dejado nunca de ocuparse del poeta. En 1957, el Comité Antonio Machado de la localidad promovió una suscripción popular para la construcción de una sepultura nueva que contuviera juntos sus restos y los de su madre, y el ayuntamiento apoyó la iniciativa cediendo a perpetuidad una ubicación privilegiada cerca de la entrada al cementerio; a lo largo de las décadas, distintos cabildos han promovido actos e iniciativas relacionados con el poeta y su obra, y en la actualidad la Fundación Antonio Machado de Colliure sigue con la tarea de honrarle y de fomentar el interés por su obra. Incluso patrocina un premio literario en su recuerdo.
El actual alcalde de la localidad francesa, Michel Moly, acaba de reaccionar airadamente en una carta a El País, y se comprende, ante una reciente columna de Almudena Grandes, titulada Para Antonio, allí publicada. En ella, la escritora ha arremetido contra la tumba, considerándola “pequeña, indigna, pobre, ajena, insignificante y, sobre todo, fría, demasiado para un poeta que me ha hecho temblar de emoción tantas veces”; se permite afirmar que, para el Ayuntamiento de Colliure, Machado “representa una estupenda fuente de ingresos”, lo cual no solo es absolutamente falso sino un insulto en toda regla, y expresa su deseo de “ofrecerle a Antonio una tumba española, caliente y soleada”.
PERO NO DICE dónde. Sobre el asunto existen, inevitablemente, discrepancias y desacuerdos. Hay sorianos que quieren que Machado esté al lado de la pobre y malhadada Leonor. Otros reconocen que no puede ser, toda vez que el poeta tuvo después, con Pilar de Valderrama (Guiomar), la relación amorosa que consideraba más profunda de su vida. ¿Y Sevilla? Sí, en la ciudad natal hay voces que reclaman para Machado un lugar destacado del cementerio de San Fernando (donde, por cierto, no queda rastro del entierro de su padre, aquel gran tipo desafortunado que dio su vida por la causa de la cultura popular). En cuanto a Madrid, Luis García Montero –casado con Almudena Grandes– aboga por el Cementerio Civil (en el que yacen el abuelo paterno y otros parientes del poeta), opción acertada, a mi juicio, si un día se lleva a cabo la exhumación.
Entre tanto, nada más instructivo que seguir la ruta de la familia, desde Port Bou y la frontera (hoy sin gendarmes) hasta Colliure, con parada de rigor en la estación de Cerbère donde, así como en otros puntos de la zona, la Francia actual, con paneles explicativos que la honran, recuerda el sufrimiento de tantas decenas de miles de españoles exiliados.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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