Por Eugenio Bregolat, ex embajador de España en China (LA VANGUARDIA, 06/04/09):
El primer viaje al exterior de la nueva secretaria de Estado norteamericana fue al Asia Oriental, con China como principal destino. Estados Unidos parece estar mirando, definitivamente, más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico. La tendencia se ha visto confirmada por sendos artículos de dos de los geoestrategas norteamericanos más reputados y cargados de experiencia, uno republicano y otro demócrata, aparecidos en vísperas de la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, su obvio destinatario.
Henry Kissinger publicó el 12 de enero en The New York Times un texto titulado “La ocasión para un nuevo orden mundial“. Está centrado en China, a la que reconoce ya como gran potencia (la llama fellow superpower),denominación que, hoy por hoy, resulta excesiva. Opina Kissinger que si Estados Unidos se inclinara por el proteccionismo o llegara a considerar a China su enemigo, acabaría convirtiéndola en verdadero enemigo, arruinando la posibilidad de un nuevo orden global y dividiendo al mundo en bloques regionales enfrentados, cosa peligrosa a largo plazo. Las relaciones entre Estados Unidos y China deben elevarse a un nuevo nivel, basado en el concepto de destino común, según el modelo de la relación transatlántica en la segunda posguerra mundial.
Más explícito todavía resulta el artículo de Zbigniew Brzezinski, consejero de Obama, en el Financial Times del 14 de enero, que lleva por título "El grupo de dos que podría cambiar el mundo". Pide la constitución de un G-2 informal entre Estados Unidos y China, los dos países clave para forjar el mundo futuro.
Tanta atención a China viene impuesta por su espectacular crecimiento económico y sus consecuencias militares y geoestratégicas, amén de su posición clave para superar la crisis económica global. Si Goldman Sachs estimaba hace pocos años que el PIB de China, en valor nominal, iba a alcanzar el de Estados Unidos en el 2041, y luego en el 2035, ahora cree que será en el 2027, o sea, en menos de veinte años. En el 2050 el PIB chino alcanzaría 75 billones de dólares, por 40 billones el de Estados Unidos; es decir, el doble. Las proyecciones siempre deben tomarse con cautela pero, pero, salvo sorpresas, China tendrá hacia mediados de siglo la mayor economía del mundo. Como ocurrió antes con Estados Unidos, la base económica irá creando, inevitablemente, capacidad tecnológica y militar, es decir, poder duro, con la consiguiente reconfiguración del orden económico y geoestratégico global.
¿Dónde queda Europa? En su trazado del nuevo orden internacional, la despacha Kissinger con un parrafito, diciendo que se encuentra a medio camino entre el abandono del marco nacional y un nuevo marco político todavía no logrado. Es otra forma de decir que Europa no aparece aún en la guía telefónica, es sólo un futurible. Brzezinski no la cita para nada.
Ni Rusia, ni India, ni Japón son mencionados en estos artículos. Rusia ha quedado convertida, tras el fin de la URSS, básicamente en una potencia regional, que intenta mantener su influencia en el espacio ex soviético, el extranjero próximo, y cuyo poder duro depende en exceso del precio del petróleo y del gas. Si el PIB de la URSS en 1990 era dos veces y media mayor que el de China, hoy el PIB de Rusia es un tercio del de China. Algo menor que el PIB de Rusia es el de India, y ambas ven como la diferencia de su PIB con el de China no deja de crecer. Japón, con escasa extensión, población relativamente pequeña y una economía muy castigada durante más de una década, cederá el puesto de segunda potencia económica a China en unos cinco años.
¿Vamos hacia una nueva bipolaridad? ¿Hacia una multipolaridad asimétrica? Dos grandes potencias, Estados Unidos y China. Un peldaño más abajo, India, Rusia, Japón, Brasil. Europa sólo será una gran potencia, equiparable a Estados
Unidos o China, si, además de superar el riesgo que la crisis económica supone para el euro e incluso para el mercado interior, es capaz de unificar su política exterior y de seguridad, hablando con una sola voz y actuando con una sola voluntad. Mientras se mantenga el veto, es decir, mientras haya que esperar, en cada caso, a ver si se logra o no consenso para saber si hay una política europea o no (piénsese en la guerra de Iraq o, actualmente, en la política hacia Rusia), Europa será sólo una ilusión. Monnet escribió en sus memorias, en 1954: “Aún serán necesarias muchas pruebas antes de que los europeos comprendan que no tienen más alternativa que la unión o una lenta decadencia”. ¿No son la crisis económica, con los riesgos que entraña para el euro y para el propio mercado único, la vertiginosa reemergencia de China y que Washington mire ya más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico pruebas suficientes? ¿O es que incluso los tres mayores países de la UE se van a resignar a jugar en segunda división?
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El primer viaje al exterior de la nueva secretaria de Estado norteamericana fue al Asia Oriental, con China como principal destino. Estados Unidos parece estar mirando, definitivamente, más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico. La tendencia se ha visto confirmada por sendos artículos de dos de los geoestrategas norteamericanos más reputados y cargados de experiencia, uno republicano y otro demócrata, aparecidos en vísperas de la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, su obvio destinatario.
Henry Kissinger publicó el 12 de enero en The New York Times un texto titulado “La ocasión para un nuevo orden mundial“. Está centrado en China, a la que reconoce ya como gran potencia (la llama fellow superpower),denominación que, hoy por hoy, resulta excesiva. Opina Kissinger que si Estados Unidos se inclinara por el proteccionismo o llegara a considerar a China su enemigo, acabaría convirtiéndola en verdadero enemigo, arruinando la posibilidad de un nuevo orden global y dividiendo al mundo en bloques regionales enfrentados, cosa peligrosa a largo plazo. Las relaciones entre Estados Unidos y China deben elevarse a un nuevo nivel, basado en el concepto de destino común, según el modelo de la relación transatlántica en la segunda posguerra mundial.
Más explícito todavía resulta el artículo de Zbigniew Brzezinski, consejero de Obama, en el Financial Times del 14 de enero, que lleva por título "El grupo de dos que podría cambiar el mundo". Pide la constitución de un G-2 informal entre Estados Unidos y China, los dos países clave para forjar el mundo futuro.
Tanta atención a China viene impuesta por su espectacular crecimiento económico y sus consecuencias militares y geoestratégicas, amén de su posición clave para superar la crisis económica global. Si Goldman Sachs estimaba hace pocos años que el PIB de China, en valor nominal, iba a alcanzar el de Estados Unidos en el 2041, y luego en el 2035, ahora cree que será en el 2027, o sea, en menos de veinte años. En el 2050 el PIB chino alcanzaría 75 billones de dólares, por 40 billones el de Estados Unidos; es decir, el doble. Las proyecciones siempre deben tomarse con cautela pero, pero, salvo sorpresas, China tendrá hacia mediados de siglo la mayor economía del mundo. Como ocurrió antes con Estados Unidos, la base económica irá creando, inevitablemente, capacidad tecnológica y militar, es decir, poder duro, con la consiguiente reconfiguración del orden económico y geoestratégico global.
¿Dónde queda Europa? En su trazado del nuevo orden internacional, la despacha Kissinger con un parrafito, diciendo que se encuentra a medio camino entre el abandono del marco nacional y un nuevo marco político todavía no logrado. Es otra forma de decir que Europa no aparece aún en la guía telefónica, es sólo un futurible. Brzezinski no la cita para nada.
Ni Rusia, ni India, ni Japón son mencionados en estos artículos. Rusia ha quedado convertida, tras el fin de la URSS, básicamente en una potencia regional, que intenta mantener su influencia en el espacio ex soviético, el extranjero próximo, y cuyo poder duro depende en exceso del precio del petróleo y del gas. Si el PIB de la URSS en 1990 era dos veces y media mayor que el de China, hoy el PIB de Rusia es un tercio del de China. Algo menor que el PIB de Rusia es el de India, y ambas ven como la diferencia de su PIB con el de China no deja de crecer. Japón, con escasa extensión, población relativamente pequeña y una economía muy castigada durante más de una década, cederá el puesto de segunda potencia económica a China en unos cinco años.
¿Vamos hacia una nueva bipolaridad? ¿Hacia una multipolaridad asimétrica? Dos grandes potencias, Estados Unidos y China. Un peldaño más abajo, India, Rusia, Japón, Brasil. Europa sólo será una gran potencia, equiparable a Estados
Unidos o China, si, además de superar el riesgo que la crisis económica supone para el euro e incluso para el mercado interior, es capaz de unificar su política exterior y de seguridad, hablando con una sola voz y actuando con una sola voluntad. Mientras se mantenga el veto, es decir, mientras haya que esperar, en cada caso, a ver si se logra o no consenso para saber si hay una política europea o no (piénsese en la guerra de Iraq o, actualmente, en la política hacia Rusia), Europa será sólo una ilusión. Monnet escribió en sus memorias, en 1954: “Aún serán necesarias muchas pruebas antes de que los europeos comprendan que no tienen más alternativa que la unión o una lenta decadencia”. ¿No son la crisis económica, con los riesgos que entraña para el euro y para el propio mercado único, la vertiginosa reemergencia de China y que Washington mire ya más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico pruebas suficientes? ¿O es que incluso los tres mayores países de la UE se van a resignar a jugar en segunda división?
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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