Por Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Centre (NOREF), Oslo (EL CORREO DIGITAL, 06/04/09):
El plan para Afganistán presentado el pasado 27 de marzo por el presidente Barack Obama reconoce que es imposible alcanzar una victoria militar, adopta una perspectiva regional con especial énfasis en Pakistán, abre la puerta a negociar con algunos sectores de la insurgencia, pone más énfasis en desarrollo y creación de empleo agrícola, e indica que tiene que haber una estrategia para retirar las fuerzas militares en algún momento.
Todo esto supone un cambio significativo frente a la estrategia seguida desde 2001, basada especialmente en derrotar a los talibanes y a Al-Qaida. Sin embargo, el nuevo plan continúa poniendo un fuerte énfasis en la perspectiva militar -aumento de 17.000 efectivos en los próximos meses junto con el envío de 4.000 asesores civiles para la policía y otros sectores como agricultura y justicia- para negociar desde una mejor posición de fuerza. En los próximos meses Estados Unidos tendrá 55.000 efectivos desplegados.
Pero ¿cuál es la misión, según Obama, para esos efectivos? Sobre Afganistán se ha afirmado desde 2001 que se trataba de un parte de la ‘guerra contra el terror’, una misión de construir el Estado afgano, y una prueba de legitimidad para la OTAN.
Obama ha dicho que el objetivo es «desbaratar, desmantelar y derrotar a Al-Qaida en Pakistán y Afganistán, y prevenir su retorno a ningún país en el futuro». En una entrevista reciente, el presidente indicó que en vez de impulsar una agenda amplia sobre promoción de la democracia, sociedad civil y gobernabilidad, su visión es lograr que Afganistán no pueda ser usado como un sitio desde el cual atacar a Estados Unidos.
Su discurso, por lo tanto, pone el énfasis en la protección de EE UU, después de indicar que los servicios de inteligencia avisan de que podría haber otro ataque sobre este país como el del 11 de Septiembre de 2001. La insurgencia en Afganistán y Pakistán es, en su visión, un frente de batalla crucial para Estados Unidos y para el mundo. El esfuerzo, en consecuencia, se debe hacer entre todos, especialmente los aliados de la OTAN.
La relación con los aliados
Cautelosamente, el presidente ha indicado que la cooperación aliada no debe restringirse a aportar más tropas, sino que puede consistir en formación de policías, envío de técnicos electorales y apoyo a la sociedad afgana. Su cautela coincide con la posición de los gobiernos europeos, que se muestran dispuestos a aumentar sus asesores y ayuda, pero menos entusiastas al envío de más tropas.
Respecto de la ONU, solicita que actúe como mecanismo de coordinación de los esfuerzos no militares y fortalecimiento de las instituciones afganas. La Casa Blanca ha nombrado a Peter Galbraith, diplomático muy crítico de la guerra de Irak, como segundo del jefe de la misión de la ONU en Afganistán, el noruego Kai Eide.
El énfasis está puesto en ayudar a Afganistán y preservar la democracia paquistaní, pero el intento de construir un Estado democrático a la occidental, como quería el Gobierno de George W. Bush, no aparece. La idea es crear una seguridad económica que aleje a los que hoy trabajan voluntaria u obligadamente con los grupos armados que les ofrecen oportunidades y protección. A la vez, Obama quiere que haya indicadores concretos que muestren si la masiva ayuda que se otorga a Pakistán tiene resultados concretos en campos como la corrupción y la lucha contra el narcotráfico.
Una visión regional
La perspectiva regional es fundamental en la estrategia de Obama, crear un grupo de contacto con todos los países que tienen intereses en la región: India, China, Rusia, Irán, las naciones del Golfo y de Asia Central. Esta declaración acelera la cooperación con Irán, una línea diplomática que paralelamente Washington ha abierto en las últimas semanas.
El presidente Hamid Karzai ha manifestado su satisfacción con el hecho que Obama ponga el énfasis en que la lucha contra el terrorismo debe librarse en Pakistán, y que se contemple la negociación con algunos sectores insurgentes en Afganistán. Por su parte, el presidente paquistaní Alí Alif Zardari elogió que Estados Unidos aumente la ayuda, elevándola a 1.500 millones de dólares anuales al tiempo que se pone más énfasis en desarrollo.
Los obstáculos
Como indica Seth J. Jones, de la Rand Corporation, es necesario «convertir a la población afgana en el centro de gravedad. Una estrategia eficaz tiene que encontrar formas de proteger a la población de las amenazas de insurgentes y delincuentes, concentrarse en la construcción de la capacidad afgana más que en la realización de operaciones unilaterales y abandonar los esfuerzos por intentar establecer un gobierno central fuerte capaz de imponer el orden». (’Solucionar desde abajo’, ‘La Vanguardia Dossier’, abril 2009).
Pero los problemas son varios. Primero, el énfasis en el aspecto militar junto con la insistencia en tener una estrategia de salida y la afirmación de Obama de que no es posible una ‘victoria’ puede animar a los talibanes y otros grupos armados a plantearse una resistencia de largo plazo, dejando que la guerra de guerrillas, el paso del tiempo y la presión de las sociedades de Estados Unidos, Alemania, Canadá y otros países obliguen a Washington y a la OTAN a salir antes que la misión esté completada.
‘The New York Times’ informó días atrás de que los diferentes grupos talibanes que operan en Afganistán y Pakistán están coordinándose para recibir a las nuevas tropas de Estados Unidos con una ofensiva. A la vez, nuevos informes confirman que una sección del poderoso servicio de inteligencia paquistaní colabora con los talibanes proveyéndoles información logística y apoyo económico y militar.
El segundo problema es que los talibanes no estén interesados en negociar. Obama y su enviado especial, Richard Holbrooke, se están basando en la idea que en los Balcanes (donde operó este último en los años 90) y en Irak ha sido posible negociar con algunos actores armados. Pero la diversidad de grupos, las alianzas internas y el convencimiento, al menos por ahora, de que pueden obtener más mediante la guerra que a través de la paz puede hacer que no acepten iniciar negociaciones.
Los que se denominan talibanes son un conjunto de grupos que incluye desde unos muy radicales y antioccidentales hasta organizaciones criminales locales, pasando por organizaciones tribales, subtribales y de clanes. Hay además diversas organizaciones que no coinciden con los talibanes pero luchan también por el control de recursos, de poblaciones y contra la presencia extranjera.
El hecho que los talibanes hayan logrado que el Gobierno paquistaní les ceda el control económico, policial y judicial en la conflictiva zona del Valle del Swat es visto como una victoria que puede repetirse en otras zonas.
El tercer problema es que sectores de las fuerzas armadas de Pakistán, y de su servicio de inteligencia, consideran inaceptable que la ayuda de Washington venga condicionada, y creen que la estrategia de Estados Unidos busca aislar a Pakistán a través del apoyo a una mayor influencia de India en Afganistán. La diplomacia paquistaní y la india, de hecho, interpretan el conflicto afgano desde sus posiciones antagónicas por el control geopolítico de la región.
El cuarto obstáculo es que los europeos y canadienses no estén dispuestos a invertir recursos y vidas de sus soldados en proteger la seguridad de Estados Unidos. Al poner el énfasis en estabilizar Afganistán para proteger su país, el presidente Obama ha sentado las bases para posibles futuras discordias en la relación transatlántica.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El plan para Afganistán presentado el pasado 27 de marzo por el presidente Barack Obama reconoce que es imposible alcanzar una victoria militar, adopta una perspectiva regional con especial énfasis en Pakistán, abre la puerta a negociar con algunos sectores de la insurgencia, pone más énfasis en desarrollo y creación de empleo agrícola, e indica que tiene que haber una estrategia para retirar las fuerzas militares en algún momento.
Todo esto supone un cambio significativo frente a la estrategia seguida desde 2001, basada especialmente en derrotar a los talibanes y a Al-Qaida. Sin embargo, el nuevo plan continúa poniendo un fuerte énfasis en la perspectiva militar -aumento de 17.000 efectivos en los próximos meses junto con el envío de 4.000 asesores civiles para la policía y otros sectores como agricultura y justicia- para negociar desde una mejor posición de fuerza. En los próximos meses Estados Unidos tendrá 55.000 efectivos desplegados.
Pero ¿cuál es la misión, según Obama, para esos efectivos? Sobre Afganistán se ha afirmado desde 2001 que se trataba de un parte de la ‘guerra contra el terror’, una misión de construir el Estado afgano, y una prueba de legitimidad para la OTAN.
Obama ha dicho que el objetivo es «desbaratar, desmantelar y derrotar a Al-Qaida en Pakistán y Afganistán, y prevenir su retorno a ningún país en el futuro». En una entrevista reciente, el presidente indicó que en vez de impulsar una agenda amplia sobre promoción de la democracia, sociedad civil y gobernabilidad, su visión es lograr que Afganistán no pueda ser usado como un sitio desde el cual atacar a Estados Unidos.
Su discurso, por lo tanto, pone el énfasis en la protección de EE UU, después de indicar que los servicios de inteligencia avisan de que podría haber otro ataque sobre este país como el del 11 de Septiembre de 2001. La insurgencia en Afganistán y Pakistán es, en su visión, un frente de batalla crucial para Estados Unidos y para el mundo. El esfuerzo, en consecuencia, se debe hacer entre todos, especialmente los aliados de la OTAN.
La relación con los aliados
Cautelosamente, el presidente ha indicado que la cooperación aliada no debe restringirse a aportar más tropas, sino que puede consistir en formación de policías, envío de técnicos electorales y apoyo a la sociedad afgana. Su cautela coincide con la posición de los gobiernos europeos, que se muestran dispuestos a aumentar sus asesores y ayuda, pero menos entusiastas al envío de más tropas.
Respecto de la ONU, solicita que actúe como mecanismo de coordinación de los esfuerzos no militares y fortalecimiento de las instituciones afganas. La Casa Blanca ha nombrado a Peter Galbraith, diplomático muy crítico de la guerra de Irak, como segundo del jefe de la misión de la ONU en Afganistán, el noruego Kai Eide.
El énfasis está puesto en ayudar a Afganistán y preservar la democracia paquistaní, pero el intento de construir un Estado democrático a la occidental, como quería el Gobierno de George W. Bush, no aparece. La idea es crear una seguridad económica que aleje a los que hoy trabajan voluntaria u obligadamente con los grupos armados que les ofrecen oportunidades y protección. A la vez, Obama quiere que haya indicadores concretos que muestren si la masiva ayuda que se otorga a Pakistán tiene resultados concretos en campos como la corrupción y la lucha contra el narcotráfico.
Una visión regional
La perspectiva regional es fundamental en la estrategia de Obama, crear un grupo de contacto con todos los países que tienen intereses en la región: India, China, Rusia, Irán, las naciones del Golfo y de Asia Central. Esta declaración acelera la cooperación con Irán, una línea diplomática que paralelamente Washington ha abierto en las últimas semanas.
El presidente Hamid Karzai ha manifestado su satisfacción con el hecho que Obama ponga el énfasis en que la lucha contra el terrorismo debe librarse en Pakistán, y que se contemple la negociación con algunos sectores insurgentes en Afganistán. Por su parte, el presidente paquistaní Alí Alif Zardari elogió que Estados Unidos aumente la ayuda, elevándola a 1.500 millones de dólares anuales al tiempo que se pone más énfasis en desarrollo.
Los obstáculos
Como indica Seth J. Jones, de la Rand Corporation, es necesario «convertir a la población afgana en el centro de gravedad. Una estrategia eficaz tiene que encontrar formas de proteger a la población de las amenazas de insurgentes y delincuentes, concentrarse en la construcción de la capacidad afgana más que en la realización de operaciones unilaterales y abandonar los esfuerzos por intentar establecer un gobierno central fuerte capaz de imponer el orden». (’Solucionar desde abajo’, ‘La Vanguardia Dossier’, abril 2009).
Pero los problemas son varios. Primero, el énfasis en el aspecto militar junto con la insistencia en tener una estrategia de salida y la afirmación de Obama de que no es posible una ‘victoria’ puede animar a los talibanes y otros grupos armados a plantearse una resistencia de largo plazo, dejando que la guerra de guerrillas, el paso del tiempo y la presión de las sociedades de Estados Unidos, Alemania, Canadá y otros países obliguen a Washington y a la OTAN a salir antes que la misión esté completada.
‘The New York Times’ informó días atrás de que los diferentes grupos talibanes que operan en Afganistán y Pakistán están coordinándose para recibir a las nuevas tropas de Estados Unidos con una ofensiva. A la vez, nuevos informes confirman que una sección del poderoso servicio de inteligencia paquistaní colabora con los talibanes proveyéndoles información logística y apoyo económico y militar.
El segundo problema es que los talibanes no estén interesados en negociar. Obama y su enviado especial, Richard Holbrooke, se están basando en la idea que en los Balcanes (donde operó este último en los años 90) y en Irak ha sido posible negociar con algunos actores armados. Pero la diversidad de grupos, las alianzas internas y el convencimiento, al menos por ahora, de que pueden obtener más mediante la guerra que a través de la paz puede hacer que no acepten iniciar negociaciones.
Los que se denominan talibanes son un conjunto de grupos que incluye desde unos muy radicales y antioccidentales hasta organizaciones criminales locales, pasando por organizaciones tribales, subtribales y de clanes. Hay además diversas organizaciones que no coinciden con los talibanes pero luchan también por el control de recursos, de poblaciones y contra la presencia extranjera.
El hecho que los talibanes hayan logrado que el Gobierno paquistaní les ceda el control económico, policial y judicial en la conflictiva zona del Valle del Swat es visto como una victoria que puede repetirse en otras zonas.
El tercer problema es que sectores de las fuerzas armadas de Pakistán, y de su servicio de inteligencia, consideran inaceptable que la ayuda de Washington venga condicionada, y creen que la estrategia de Estados Unidos busca aislar a Pakistán a través del apoyo a una mayor influencia de India en Afganistán. La diplomacia paquistaní y la india, de hecho, interpretan el conflicto afgano desde sus posiciones antagónicas por el control geopolítico de la región.
El cuarto obstáculo es que los europeos y canadienses no estén dispuestos a invertir recursos y vidas de sus soldados en proteger la seguridad de Estados Unidos. Al poner el énfasis en estabilizar Afganistán para proteger su país, el presidente Obama ha sentado las bases para posibles futuras discordias en la relación transatlántica.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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