Por Aleksander Kwasniewski, ex presidente de Polonia entre 1995 y 2005. Firman también este artículo Tadeusz Mazowiecki, primer ministro de ese país en el primer Gobierno poscomunista (1989-1990), y Lech Walesa, dirigente del sindicato Solidaridad, premio Nobel de la Paz en 1983 y presidente de Polonia entre 1990 y 1995. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo (EL PAÍS, 08/04/09):
El acuerdo alcanzado entre los presidentes estadounidense y ruso para refrendar la reducción de las armas estratégicas ha revivido la esperanza de la eliminación mundial del armamento nuclear.
No hace falta recordar lo urgente de la medida, cuando ese tipo de armas puede caer en manos tanto de Estados que las utilicen como de terroristas sin Estado, creando así amenazas nuevas y de proporciones inimaginables.
El objetivo de eliminar el armamento nuclear, un noble sueño hace sólo pocos años, ya no es únicamente patrimonio de populistas y pacifistas, sino que ahora ha sido adoptado por profesionales, por políticos de reconocido realismo y por expertos conocidos por su sentido de la responsabilidad.
La invención de las armas nucleares, que sirvió para alcanzar la disuasión durante la Guerra Fría, cuando el mundo estaba dividido en dos bloques enfrentados, respondía a las necesidades y los riesgos de la época. La seguridad descansaba en un equilibrio de miedos, reflejado en el concepto de destrucción mutua garantizada.
En ese mundo bipolar, sólo cinco potencias, todas ellas miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, tenían armas nucleares. Hoy en día, el panorama mundial es otro. Gracias a la chispa encendida por el movimiento Solidaridad, el Pacto de Varsovia se disolvió, la Unión Soviética se desintegró y el mundo bipolar y su divisoria Este-Oeste se desvanecieron.
Con todo, ese orden basado en la peligrosa doctrina de la disuasión mutua no fue sustituido por otro asentado en la cooperación y la interdependencia. Después vinieron la desestabilización y el caos, acompañados de la incertidumbre y de una sensación de impredecibilidad.
En la actualidad, India, Pakistán e Israel, tres Estados implicados en conflictos, poseen también armas nucleares. Además, si tenemos en cuenta el desarrollo de los programas nucleares de Corea del Norte e Irán, puede que ellos también lleguen a poseer armas nucleares. Asimismo, existe el peligro real de que ese grupo se amplíe aún más, incluyendo a Estados cuyos Gobiernos no siempre se guían por consideraciones racionales. Corremos igualmente el peligro de que las armas nucleares caigan en manos de actores no estatales, como son ciertos grupos terroristas.
No será posible imponer mecanismos de no proliferación eficaces a menos que las principales potencias nucleares, sobre todo Estados Unidos y Rusia, tomen medidas urgentes para el desarme nuclear. Entre ambos países tienen casi 25.000 cabezas nucleares, es decir, el 96% del arsenal atómico mundial.Resulta esperanzador que el presidente estadounidense Barack Obama reconozca esos peligros. Percibimos con satisfacción que la nueva Administración de Estados Unidos no ha hecho oídos sordos a las declaraciones de los estadistas y científicos responsables que solicitan la eliminación de las armas nucleares.
En realidad, el objetivo de un mundo libre de armas atómicas ha sido incorporado al programa de control armamentístico y de desarme de la Administración estadounidense. Agradecemos igualmente las propuestas del Reino Unido, Francia y Alemania. Por otra parte, también Rusia ha firmado recientemente en Ginebra su disposición a proceder al desarme nuclear.
Antes, los adversarios de este objetivo solían decir que sería inalcanzable si no había un sistema eficiente de control y verificación. Sin embargo, en la actualidad la comunidad internacional sí dispone de mecanismos de control adecuados. Las salvaguardas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica son de gran importancia a este respecto.
El mundo debe estar seguro de que los reactores nucleares civiles no van a utilizarse para fines militares, y es ésta una condición que, tal como ha propuesto recientemente el primer ministro británico, Gordon Brown, en su iniciativa para alcanzar un acuerdo nuclear mundial, deberán cumplir los Estados que no cuentan con armas atómicas para acceder sin restricciones a las tecnologías nucleares. Es algo especialmente urgente en la actualidad, dada la búsqueda de nuevas fuentes de energía y el “renacimiento” de la nuclear.
La Conferencia de 2010 para la Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares exige una urgente formulación de prioridades. El Comité Preparatorio se reunirá en Nueva York el próximo mes de mayo, y será entonces cuando habrá que tomar las necesarias decisiones.
Las principales expectativas se cifran en una reducción del armamento nuclear, en un recorte del número de cabezas preparadas para su lanzamiento, en negociaciones para alcanzar un Tratado de Eliminación de los Materiales Físiles, en la ratificación del Tratado para la Prohibición Total de las Pruebas Nucleares, y en otras medidas conducentes a garantizar la aplicación del Tratado de No Proliferación, sobre todo en lo tocante a su adopción universal.
Ha llegado el momento de que se produzca un cambio fundamental en el funcionamiento de la Conferencia sobre Desarme de Ginebra, que durante años ha sido incapaz de responder a las expectativas de la comunidad internacional.
Estamos de acuerdo con lo expresado por los académicos, políticos y expertos internacionales del Grupo de Reflexión de Varsovia, en el sentido de que la opción cero puede ser la base de un futuro acuerdo multilateral de desarme nuclear.
El informe del Grupo, titulado Una reevaluación del control de armamentos: no proliferación y desnuclearización, elaborado bajo la presidencia del polaco Adam D. Rotfeld y redactado por el experto británico Ian Anthony, del SIPRI [Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo], se basaba en aportaciones de analistas en materia de seguridad procedentes de potencias nucleares y de Polonia, así como de países anteriormente poseedores de armamento nuclear (como Suráfrica) y de Estados postsoviéticos que en su momento las alojaron (Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania). El hecho de que dichos Estados fueran desnuclearizados en virtud de un programa de desarme seguro y con garantías constituye una valiosa lección.
Es preciso poner en marcha un proceso gradual de desarme nuclear, que, aunque no tenga resultados inmediatos, nos indique el camino a seguir, proporcionándonos al mismo tiempo la oportunidad de afianzar los mecanismos de no proliferación y la de establecer un sistema de seguridad cooperativo y mundial no nuclear.
Para la seguridad del mundo, la amenaza más mortífera reside en una oleada cualitativamente nueva de proliferación nuclear. La principal responsabilidad corresponde a las potencias con arsenales más cuantiosos. Confiamos en que los presidentes de Estados Unidos y Rusia, y los dirigentes de las demás potencias nucleares, demuestren sabiduría y valor como estadistas y que inicien el proceso para liberar al mundo de la amenaza nuclear. Sin embargo, por importante que sea este objetivo para el orden y la seguridad internacionales, la misma relevancia tiene el respeto a los derechos humanos y de las minorías, así como la instauración, a escala mundial, de la democracia y el Estado de derecho.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El acuerdo alcanzado entre los presidentes estadounidense y ruso para refrendar la reducción de las armas estratégicas ha revivido la esperanza de la eliminación mundial del armamento nuclear.
No hace falta recordar lo urgente de la medida, cuando ese tipo de armas puede caer en manos tanto de Estados que las utilicen como de terroristas sin Estado, creando así amenazas nuevas y de proporciones inimaginables.
El objetivo de eliminar el armamento nuclear, un noble sueño hace sólo pocos años, ya no es únicamente patrimonio de populistas y pacifistas, sino que ahora ha sido adoptado por profesionales, por políticos de reconocido realismo y por expertos conocidos por su sentido de la responsabilidad.
La invención de las armas nucleares, que sirvió para alcanzar la disuasión durante la Guerra Fría, cuando el mundo estaba dividido en dos bloques enfrentados, respondía a las necesidades y los riesgos de la época. La seguridad descansaba en un equilibrio de miedos, reflejado en el concepto de destrucción mutua garantizada.
En ese mundo bipolar, sólo cinco potencias, todas ellas miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, tenían armas nucleares. Hoy en día, el panorama mundial es otro. Gracias a la chispa encendida por el movimiento Solidaridad, el Pacto de Varsovia se disolvió, la Unión Soviética se desintegró y el mundo bipolar y su divisoria Este-Oeste se desvanecieron.
Con todo, ese orden basado en la peligrosa doctrina de la disuasión mutua no fue sustituido por otro asentado en la cooperación y la interdependencia. Después vinieron la desestabilización y el caos, acompañados de la incertidumbre y de una sensación de impredecibilidad.
En la actualidad, India, Pakistán e Israel, tres Estados implicados en conflictos, poseen también armas nucleares. Además, si tenemos en cuenta el desarrollo de los programas nucleares de Corea del Norte e Irán, puede que ellos también lleguen a poseer armas nucleares. Asimismo, existe el peligro real de que ese grupo se amplíe aún más, incluyendo a Estados cuyos Gobiernos no siempre se guían por consideraciones racionales. Corremos igualmente el peligro de que las armas nucleares caigan en manos de actores no estatales, como son ciertos grupos terroristas.
No será posible imponer mecanismos de no proliferación eficaces a menos que las principales potencias nucleares, sobre todo Estados Unidos y Rusia, tomen medidas urgentes para el desarme nuclear. Entre ambos países tienen casi 25.000 cabezas nucleares, es decir, el 96% del arsenal atómico mundial.Resulta esperanzador que el presidente estadounidense Barack Obama reconozca esos peligros. Percibimos con satisfacción que la nueva Administración de Estados Unidos no ha hecho oídos sordos a las declaraciones de los estadistas y científicos responsables que solicitan la eliminación de las armas nucleares.
En realidad, el objetivo de un mundo libre de armas atómicas ha sido incorporado al programa de control armamentístico y de desarme de la Administración estadounidense. Agradecemos igualmente las propuestas del Reino Unido, Francia y Alemania. Por otra parte, también Rusia ha firmado recientemente en Ginebra su disposición a proceder al desarme nuclear.
Antes, los adversarios de este objetivo solían decir que sería inalcanzable si no había un sistema eficiente de control y verificación. Sin embargo, en la actualidad la comunidad internacional sí dispone de mecanismos de control adecuados. Las salvaguardas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica son de gran importancia a este respecto.
El mundo debe estar seguro de que los reactores nucleares civiles no van a utilizarse para fines militares, y es ésta una condición que, tal como ha propuesto recientemente el primer ministro británico, Gordon Brown, en su iniciativa para alcanzar un acuerdo nuclear mundial, deberán cumplir los Estados que no cuentan con armas atómicas para acceder sin restricciones a las tecnologías nucleares. Es algo especialmente urgente en la actualidad, dada la búsqueda de nuevas fuentes de energía y el “renacimiento” de la nuclear.
La Conferencia de 2010 para la Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares exige una urgente formulación de prioridades. El Comité Preparatorio se reunirá en Nueva York el próximo mes de mayo, y será entonces cuando habrá que tomar las necesarias decisiones.
Las principales expectativas se cifran en una reducción del armamento nuclear, en un recorte del número de cabezas preparadas para su lanzamiento, en negociaciones para alcanzar un Tratado de Eliminación de los Materiales Físiles, en la ratificación del Tratado para la Prohibición Total de las Pruebas Nucleares, y en otras medidas conducentes a garantizar la aplicación del Tratado de No Proliferación, sobre todo en lo tocante a su adopción universal.
Ha llegado el momento de que se produzca un cambio fundamental en el funcionamiento de la Conferencia sobre Desarme de Ginebra, que durante años ha sido incapaz de responder a las expectativas de la comunidad internacional.
Estamos de acuerdo con lo expresado por los académicos, políticos y expertos internacionales del Grupo de Reflexión de Varsovia, en el sentido de que la opción cero puede ser la base de un futuro acuerdo multilateral de desarme nuclear.
El informe del Grupo, titulado Una reevaluación del control de armamentos: no proliferación y desnuclearización, elaborado bajo la presidencia del polaco Adam D. Rotfeld y redactado por el experto británico Ian Anthony, del SIPRI [Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo], se basaba en aportaciones de analistas en materia de seguridad procedentes de potencias nucleares y de Polonia, así como de países anteriormente poseedores de armamento nuclear (como Suráfrica) y de Estados postsoviéticos que en su momento las alojaron (Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania). El hecho de que dichos Estados fueran desnuclearizados en virtud de un programa de desarme seguro y con garantías constituye una valiosa lección.
Es preciso poner en marcha un proceso gradual de desarme nuclear, que, aunque no tenga resultados inmediatos, nos indique el camino a seguir, proporcionándonos al mismo tiempo la oportunidad de afianzar los mecanismos de no proliferación y la de establecer un sistema de seguridad cooperativo y mundial no nuclear.
Para la seguridad del mundo, la amenaza más mortífera reside en una oleada cualitativamente nueva de proliferación nuclear. La principal responsabilidad corresponde a las potencias con arsenales más cuantiosos. Confiamos en que los presidentes de Estados Unidos y Rusia, y los dirigentes de las demás potencias nucleares, demuestren sabiduría y valor como estadistas y que inicien el proceso para liberar al mundo de la amenaza nuclear. Sin embargo, por importante que sea este objetivo para el orden y la seguridad internacionales, la misma relevancia tiene el respeto a los derechos humanos y de las minorías, así como la instauración, a escala mundial, de la democracia y el Estado de derecho.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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