Por Dimitri Rogozin, jefe de la misión permanente de la Federación de Rusia ante la OTAN © Project Syndicate, 2009. Traducción: Kena Nequiz (LA VANGUARDIA, 08/04/09):
La crisis de agosto pasado en Georgia puso a prueba el sistema de seguridad de Europa y el sistema no cumplió su tarea principal de garantizar la seguridad del continente en su conjunto. Como resultado, Europa debe reexaminar sus dispositivos de seguridad actuales, analizar lo que sucedió y tomar ese análisis en cuenta para reformar esos dispositivos. Ya antes de la crisis en Georgia, Rusia había percibido la necesidad de revisar los mecanismos de seguridad europea, incluidas sus instituciones internacionales y regionales. Nosotros sugerimos un nuevo sistema de tratados jurídicamente vinculantes de garantías de seguridad mutua para lograr un nivel de seguridad igual en toda Europa.
La UE estima que la iniciativa rusa tiene fundamentos sólidos y ha mostrado interés en poner en marcha ese proyecto.
Algunos líderes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) también están dispuestos a participar. No obstante, la OTAN se ha mantenido al margen. En septiembre pasado, yo debía haber presentado al Consejo OTAN-Rusia (NRC, por sus siglas en inglés) las propuestas de mi país sobre el nuevo concepto de seguridad, pero la Alianza se negó a celebrar la reunión programada tras la crisis en Georgia.
Cuando se creó el NRC en el 2002, se concibió como un mecanismo para el diálogo, la cooperación y la adopción de decisiones conjuntas sobre temas de interés mutuo, incluyendo la no proliferación y el control de armamentos, la lucha contra el terrorismo, los planes para emergencias civiles y la cooperación militar. Desafortunadamente, la crisis en Georgia demostró que el diálogo de Rusia con la OTAN era menos sustancial de lo que debía ser. Con todo, la cooperación mutua es de la mayor importancia para la seguridad global. Necesitamos a la OTAN y la OTAN nos necesita para afrontar las amenazas y los desafíos comunes. Por otra parte, Rusia no hará súplicas a la OTAN. No estamos interesados en crear una apariencia de cooperación.
La meta más importante de política exterior de Rusia es una asociación estratégica real con Occidente en la que trabajemos juntos para resolver los múltiples problemas de la seguridad moderna.
No tengo una bola de cristal, pero estoy seguro de que dentro de unos años podremos considerar la crisis de Georgia un hito. Podemos señalar desde ahora tres “factores de crecimiento” que ayudarán a que el nuevo sistema de seguridad madure: el desarrollo de la Política Europea de Seguridad y Defensa, la transformación de la OTAN y el regreso de Rusia al lugar que le corresponde en la escena internacional. Rusia no se está volviendo enérgica, agresiva o imperialista, como afirman muchos observadores. Sólo pedimos lo que por derecho nos corresponde: un lugar en la primera fila de las relaciones internacionales. El mundo tendrá que acostumbrarse al hecho de que Rusia ya no es un país débil. ¿Tan incomprensible es que tengamos intereses estratégicos y preocupaciones de seguridad nacional?
Rusia ha intentado durante años alejarse del modo de pensar de la guerra fría y convencer a sus socios de que se deshagan de sus estereotipos. Pero se han establecido impetuosamente bases militares a lo largo del perímetro de Rusia. EE. UU. planea establecer parte de su sistema de defensa antimisiles en la República Checa y Polonia. El Pacto de Varsovia dejó de existir hace 20 años, pero la OTAN sigue avanzando hacia el Este, captando nuevos estados miembros por causas distintas al fortalecimiento de la seguridad y la democracia.
A Rusia no le interesa la confrontación; queremos concentrarnos en nuestro desarrollo, prosperidad y estabilidad. Pero el desarrollo exitoso sólo es posible en un contexto de relaciones internacionales transparentes e iguales, con estabilidad y seguridad en nuestra región. Ya es tiempo de que Europa deje de comportarse como un continente ocupado y comience a mostrar su propia voluntad política. Las acciones que emprendió la UE durante la crisis en Georgia demostraron que los europeos tienen esas aspiraciones y que están dispuestos a desempeñar su papel de actores globales, que será cada vez más claro en los próximos años.
Por lo que toca a la OTAN, en Rusia creemos que debe transformarse y adaptarse al nuevo entorno. Durante esta transformación, la OTAN debe tener en mente que la responsabilidad principal de la paz y la seguridad globales recae en la ONU. Ante la pregunta sobre qué rumbo hay que tomar ahora, por el momento la OTAN y sus líderes no tienen respuesta clara. El concepto estratégico de la Alianza es anticuado y, sin embargo, no puede tomar una decisión sobre cuándo debe empezar a formular uno nuevo. Sus fuerzas no dan abasto en Afganistán y sus miembros usan esa situación para promover sus propios objetivos.
Una verdadera relación operativa entre la OTAN y Rusia podría dar a la Alianza soluciones a los problemas que no puede abordar por sí sola. Europa necesita un sistema de seguridad integral, sólido e indivisible. No pedimos la abolición de nada ni que se empiece desde cero. Por el contrario, debemos aprovechar las instituciones existentes. En pocas palabras, debemos conservar el hardware y renovar el software. La iniciativa rusa sobre el tratado de seguridad paneuropeo debería ser el nuevo sistema operativo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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