Por Álvaro de Vasconcelos, director del Instituto de Estudios sobre la Seguridad de la Unión Europea, en París. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Project Syndicate, 2009 (EL PAÍS, 08/01/09):
Durante una visita a Oriente Próximo, el secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, advirtió que los enemigos de Estados Unidos no debían aprovechar el vacío de poder para tratar de alterar el statu quo ni perjudicar los objetivos del nuevo presidente. Sin embargo, lo irónico es que el mayor problema en este sentido lo representa hoy el principal aliado de Estados Unidos en la región, Israel.
Los partidarios de la línea dura en Israel, como es natural, lamentan que la presidencia de Bush llegue a su fin, porque saben que, aunque el presidente Barack Obama no cambie radicalmente la política estadounidense respecto a la región cuando asuma el poder, tampoco va a reproducir el apoyo incondicional que ofrecía Bush.
Desde el punto de vista de los miembros de ese sector más duro, la “guerra contra el terror” y la guerra de Irak fueron sus guerras; apoyaron la retórica belicista de Bush y el aislamiento de Irán y se sintieron hermanados ideológicamente con los neoconservadores. En especial, compartían la convicción neocon de que la intervención militar es una forma legítima y eficaz de lograr el cambio político. Es lo que el Gobierno israelí trató de conseguir con su intento de “aplastar a Hezbolá” en Líbano en 2006, y es lo mismo que está tratando de hacer ahora en Gaza.
La respuesta de Israel al lanzamiento de cohetes de Hamás constituye un uso desproporcionado de la fuerza equiparable al que llevó a cabo en Líbano. Y el resultado será probablemente el mismo: al final de la campaña, Hamás habrá logrado aumentar su popularidad en Palestina y en todo el mundo árabe. De hecho, la operación militar que está desarrollando Israel se produce después de dos años de bloqueo de Gaza, que se suponía que tenían que haber debilitado a Hamás y, sin embargo, no lo han conseguido.
Es muy probable que Obama piense que la existencia de un Estado palestino es conveniente para los intereses fundamentales de Estados Unidos. Considerará que es un requisito indispensable para modificar la imagen de Estados Unidos en los países árabes y musulmanes, y esa necesidad de restaurar la credibilidad de Estados Unidos en el mundo es uno de los principales objetivos de la nueva Administración.
Los israelíes partidarios de la línea dura no pueden estar seguros de que Obama no acabe pensando que es necesario cambiar su política respecto a Israel con el fin de lograr su objetivo, que, para él, constituye una preocupación estratégica. También saben, por supuesto, que cualquier intervención seria en la cuestión palestina debe incluir un diálogo con Hamás, para tratar de obtener una solución de dos Estados.En otras palabras, el Gobierno israelí está aprovechando los últimos días de la presidencia de Bush para llevar a cabo su política de utilización de medidas militares como primera solución. Al mismo tiempo, está intentando crear una situación que, en la práctica, haga que al nuevo presidente le sea más difícil aplicar sus estrategias políticas para la región.
Los informativos nos hablan de que la indignación se extiende ya por todo el mundo árabe y nos muestran quemas de banderas estadounidenses e israelíes. Es decir, esta guerra va a dificultar enormemente el diálogo con todos esos países en un momento en el que dichas conversaciones son absolutamente necesarias.
Uno de los motivos de la desconfianza de la comunidad internacional hacia Hamás es la ayuda que recibe de Irán. Obama ha prometido modificar la política estadounidense respecto a Irán y abrir los cauces diplomáticos en vez de limitarse a pronunciar amenazas de tipo militar. Ese cambio facilitaría también la posibilidad de poner fin al aislamiento de Hamás.
La reanudación del diálogo entre Estados Unidos e Irán es una política que, desde luego, tendrá consecuencias de largo alcance en todo Oriente Próximo. Sin embargo, aunque ese cambio de estrategia por parte de los norteamericanos será beneficioso para los intereses de Israel, la mayoría de los israelíes no lo verá así. El diálogo entre Estados Unidos e Irán será un golpe importante para los partidarios de la línea dura, y algunos de ellos aspiran a hacer que sea imposible.
Por consiguiente, el deseo de crear restricciones para la política estadounidense puede ser uno de los motivos que han empujado a Israel a hacer su incursión en Gaza. Pero es un grave desafío a la paz internacional y una acción que puede extender la inestabilidad por toda la región. Si eso ocurriera, el acercamiento a Irán que tiene previsto Obama podría verse estrangulado antes de empezar.
En los días que faltan hasta que Obama tome posesión, con un vacío de poder en Estados Unidos, la Unión Europea puede desempeñar un papel único en las iniciativas internacionales para acabar con la violencia y la crisis humanitaria actual. Si la UE quiere conseguir algo, debe seguir la política emprendida por la presidencia francesa, dar prioridad a detener la guerra y distanciarse del uso desproporcionado de la fuerza por parte de Israel.
La negociación de un alto el fuego entre Israel y Hamás podría ser el primer paso hacia un fin permanente de las hostilidades y el bloqueo de Gaza. Podría preparar el terreno para que el nuevo Gobierno de Obama convoque una reunión internacional con el fin de poner en vigor la solución de dos Estados para Palestina, que debería producirse a continuación del alto el fuego. Estas iniciativas no deben quedarse empantanadas en negociaciones tortuosas, sino centrarse en llevar a la práctica los principios básicos de una solución de dos Estados con arreglo a las directrices propuestas por el Gobierno de Clinton antes de terminar su mandato, hace ocho años.
Hamás ya ha participado en negociaciones para el alto el fuego; ahora es preciso involucrarlo por completo en el proceso de paz junto a Al Fatah, pero, por supuesto, tendrá que abandonar la estrategia de fuerza, es decir, los misiles que dispara contra Israel. Se ha demostrado que es una estrategia ineficaz y además es ilegal, de acuerdo con el derecho internacional, porque los cohetes están dirigidos contra la población civil israelí.
En cuanto a Israel, tiene que reconocer que, si pretende actuar de manera coherente con sus valores democráticos, debe abandonar la estrategia de violencia y desprecio de los derechos humanos esenciales de los palestinos, así como la idea del “Gran Israel”. Es decir, debe demostrar que acepta un Estado palestino con los hechos y con las palabras. Mientras no sea así, nos quedan unos días cargados de peligro hasta la toma de posesión de Obama, y la comunidad internacional necesitará unos políticos fuertes y sensatos que nos conduzcan a través de ellos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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