Por J. R. - Pekín - (ElPais.com, 06/03/2009)
"Se alquila tienda. Si tiene un negocio, llame por favor". El tono del cartel con un número de teléfono móvil, pegado sobre la puerta de este local comercial situado en el mercado de materiales de construcción de Fu Hua, en las afueras de Pekín, no deja lugar a dudas: la crisis ha golpeado fuerte a China.
Tras los cristales, se ven cajas por el suelo y estanterías medio vacías. Parece como si el dueño hubiera salido corriendo. La imagen se repite en los locales vecinos, también en alquiler. Algunos están llenos a rebosar de bobinas de cables eléctricos, tuberías y herramientas sin estrenar, pero el candado está echado y no hay un alma en su interior. Ni encargado ni clientes. Otros, simplemente, están vacíos.
"El año pasado vendía las bombillas a un yuan (11 céntimos de euro) la pieza, y ahora las ofrezco a 0,7 yuanes; y aun así nadie viene a comprar", dice Tang Jianhai, de 44 años, en una de las tiendas. "He pagado los 30.000 yuanes de la renta anual y el dinero no entra. Después del Año Nuevo chino, solía recibir muchos pedidos de fábricas y empresas de construcción, pero este año, nada; así que busco a alguien para compartir el espacio", explica apesadumbrado, mientras mira el papel que ha pegado en la puerta con su número.
El mercado de Fu Hua muestra cómo la crisis no sólo ha castigado a las empresas exportadoras chinas, sino que su efecto se ha extendido a otros sectores de la economía, dependientes de la demanda interna. La paralización de inversiones y la caída de la construcción han dejado sin clientes a los comerciantes de este mercado mayorista, inaugurado a finales de 2007 en un polígono industrial del sur de la capital, en el que se alinean cientos de tiendas de dos plantas.
En aquel momento, nadie preveía lo que se avecinaba. Ahora, sus calles están casi desiertas. "El negocio ha caído a la mitad, y como llevo porcentaje sobre las ventas, la crisis me está afectando mucho", afirma Lin Biao, de 25 años, vendedor en otro local.
La reducción de la actividad ha dejado sin trabajo a más de 20 millones de emigrantes del campo de los 130 millones con que cuenta el país, y el paro -que también ha afectado seriamente a los licenciados universitarios- no deja de subir. "El continuo descenso de la tasa de crecimiento económico, debido al impacto de la crisis, se ha convertido en un problema para la situación general", reconoció ayer el primer ministro, Wen Jiabao.
Y esto incluye el sector servicios. Jing Xiang, de 45 años, dueña de una lavandería en el centro de Pekín, lo explica. "Mis ingresos han caído un 40%. Mis clientes están intentando ahorrar todo lo que pueden. Vienen menos veces, y ya sólo traen las chaquetas y los abrigos. Algunos dueños de locales de prostitución han dejado de traer la ropa, porque dicen que no encuentran clientes para su negocio".
Wen insistió en que la creación de empleo es objetivo prioritario del Gobierno, y detalló las medidas puestas en marcha para luchar contra el paro e incentivar el consumo privado como vía para impulsar la economía. Entre otros, prometió incrementar un 20% el gasto en las zonas rurales, impulsar el crédito al consumo y conceder subsidios por valor de 40.000 millones de yuanes (4.640 millones de euros) para facilitar la compra de electrodomésticos, motocicletas o maquinaria agrícola por parte de los habitantes de las zonas rurales, donde viven dos tercios de la población china.
Mientras los planes de reactivación surgen efecto, Tang, que tiene dos hijos estudiando en la Universidad de Zhejiang (provincia del este del país), ha hecho frente a la crisis siguiendo lo que dictan los libros: recortando gastos.
"Hemos dejado la habitación en la que vivíamos, por la que pagábamos 450 yuanes al mes, más agua, gas y electricidad, y nos hemos venido a vivir al piso de arriba de la tienda", dice, junto a su esposa. "El polígono [donde no hay calefacción desde el año pasado] tenía prohibido que viviéramos en los locales, pero ahora no viene nadie a comprar. Así que abren un ojo y cierran el otro".
"Se alquila tienda. Si tiene un negocio, llame por favor". El tono del cartel con un número de teléfono móvil, pegado sobre la puerta de este local comercial situado en el mercado de materiales de construcción de Fu Hua, en las afueras de Pekín, no deja lugar a dudas: la crisis ha golpeado fuerte a China.
Tras los cristales, se ven cajas por el suelo y estanterías medio vacías. Parece como si el dueño hubiera salido corriendo. La imagen se repite en los locales vecinos, también en alquiler. Algunos están llenos a rebosar de bobinas de cables eléctricos, tuberías y herramientas sin estrenar, pero el candado está echado y no hay un alma en su interior. Ni encargado ni clientes. Otros, simplemente, están vacíos.
"El año pasado vendía las bombillas a un yuan (11 céntimos de euro) la pieza, y ahora las ofrezco a 0,7 yuanes; y aun así nadie viene a comprar", dice Tang Jianhai, de 44 años, en una de las tiendas. "He pagado los 30.000 yuanes de la renta anual y el dinero no entra. Después del Año Nuevo chino, solía recibir muchos pedidos de fábricas y empresas de construcción, pero este año, nada; así que busco a alguien para compartir el espacio", explica apesadumbrado, mientras mira el papel que ha pegado en la puerta con su número.
El mercado de Fu Hua muestra cómo la crisis no sólo ha castigado a las empresas exportadoras chinas, sino que su efecto se ha extendido a otros sectores de la economía, dependientes de la demanda interna. La paralización de inversiones y la caída de la construcción han dejado sin clientes a los comerciantes de este mercado mayorista, inaugurado a finales de 2007 en un polígono industrial del sur de la capital, en el que se alinean cientos de tiendas de dos plantas.
En aquel momento, nadie preveía lo que se avecinaba. Ahora, sus calles están casi desiertas. "El negocio ha caído a la mitad, y como llevo porcentaje sobre las ventas, la crisis me está afectando mucho", afirma Lin Biao, de 25 años, vendedor en otro local.
La reducción de la actividad ha dejado sin trabajo a más de 20 millones de emigrantes del campo de los 130 millones con que cuenta el país, y el paro -que también ha afectado seriamente a los licenciados universitarios- no deja de subir. "El continuo descenso de la tasa de crecimiento económico, debido al impacto de la crisis, se ha convertido en un problema para la situación general", reconoció ayer el primer ministro, Wen Jiabao.
Y esto incluye el sector servicios. Jing Xiang, de 45 años, dueña de una lavandería en el centro de Pekín, lo explica. "Mis ingresos han caído un 40%. Mis clientes están intentando ahorrar todo lo que pueden. Vienen menos veces, y ya sólo traen las chaquetas y los abrigos. Algunos dueños de locales de prostitución han dejado de traer la ropa, porque dicen que no encuentran clientes para su negocio".
Wen insistió en que la creación de empleo es objetivo prioritario del Gobierno, y detalló las medidas puestas en marcha para luchar contra el paro e incentivar el consumo privado como vía para impulsar la economía. Entre otros, prometió incrementar un 20% el gasto en las zonas rurales, impulsar el crédito al consumo y conceder subsidios por valor de 40.000 millones de yuanes (4.640 millones de euros) para facilitar la compra de electrodomésticos, motocicletas o maquinaria agrícola por parte de los habitantes de las zonas rurales, donde viven dos tercios de la población china.
Mientras los planes de reactivación surgen efecto, Tang, que tiene dos hijos estudiando en la Universidad de Zhejiang (provincia del este del país), ha hecho frente a la crisis siguiendo lo que dictan los libros: recortando gastos.
"Hemos dejado la habitación en la que vivíamos, por la que pagábamos 450 yuanes al mes, más agua, gas y electricidad, y nos hemos venido a vivir al piso de arriba de la tienda", dice, junto a su esposa. "El polígono [donde no hay calefacción desde el año pasado] tenía prohibido que viviéramos en los locales, pero ahora no viene nadie a comprar. Así que abren un ojo y cierran el otro".
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