Por Joan Anton Mellón, catedrático de Ciencia Política de la UB (EL PERIÓDICO, 07/03/09):
El 20 de enero de 1942 se celebró en Berlín una conferencia de jerarcas nacionalsocialistas, presidida por Eichmann y Heydrich, sobre el problema judío. Allí se decidió la denominada solución final sobre la cuestión judía. Un planificado programa de exterminio industrial masivo que fue aplicado a semitas, gitanos, discapacitados, población civil de países ocupados, prisioneros de guerra, delincuentes comunes, homosexuales y disidentes políticos y religiosos. Alemania, entre 1942 y 1945 se convirtió en un Estado genocida que asesinó de múltiples maneras –gaseamiento, fusilamientos, trabajos forzados– a unos seis millones de judíos, tres millones y medio de prisioneros de guerra y víctimas de los países ocupados, un millón y medio de disidentes políticos (entre ellos, miles de republicanos españoles declarados apátridas por el franquismo), 800.000 gitanos, 200.000 discapacitados y 200.000 homosexuales.
Los hechos son incontrovertibles y las pruebas irrefutables. Durante los juicios de Núremberg se demostró documentalmente la culpabilidad de la cúpula nazi respecto al genocidio de todos aquellos que habían sido considerados enemigos o freno a su utopía racista. Con posterioridad, todas las investigaciones serias han confirmado y/o aumentado las cifras de las víctimas. Incluso, a pesar de la deliberada destrucción de documentos que tuvo lugar en los últimos meses de la guerra, apareció un informe secreto realizado por el jefe de estadística de las SS, Richard Correr, en el que exponía, en la primavera de 1943, que el número de judíos exterminados ya había alcanzado la cifra de tres millones.
Pues bien, a pesar de todas las evidencias, testimonios, informes e investigaciones rigurosas, todavía hay individuos que defienden, con todas sus energías, que todas esas muertes son mentira, una patraña histórica destinada a denigrar a los alemanes y ayudar a los judíos en la construcción de Israel. Se les conoce internacionalmente como negacionistas; no son científicos, sino polemistas e ideólogos. Dios los cría y ellos se juntan: neonazis, radicales islamistas e integristas católicos como el obispo lefebvriano Richard Williamson, a quien recientemente el Papa ha levantado la excomunión ocasionando un enorme escándalo. Todos ellos niegan la existencia de las cámaras de gas en los campos de exterminio y creen que todo se debe a la propaganda bélica de los aliados triunfantes.
LOS NEONAZIS quieren evitar la demonización de sus idearios, los radicales islamistas destruir al Estado de Israel y los integristas católicos, línea Williamson, evitar la llegada del Anticristo que, según ellos, los judíos apoyan. Ante todos estos inquietantes e irracionales delirios podríamos preguntarnos qué factores comparten todos estos negacionistas extremos (también hay otros, más moderados, que lo que buscan es vender libros oportunistas) que les impiden aceptar la realidad de los hechos. Son varios: el fanatismo dogmático como actitud vital, la mezcla de política y religión (el nazismo es una religión laica que deifica la comunidad racial) y una cosmovisión política unitarista, intrínsicamente totalitaria, con voluntad unívoca de convertir a los adversarios en enemigos a destruir. Todos ellos se oponen a los parámetros de la modernidad: racionalidad, autonomía del pensamiento, tolerancia, individualidad, democracia…
El obispo Williamson había sido excomulgado por pertenecer a la fundamentalista Fraternidad de San Pio X, dirigida hasta su muerte por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre. Asociación integrista católica que se negó aceptar las innovadoras directrices del Concilio Vaticano II. El contrapunto más extremo a la revolucionaria Teología de la Liberación. Para Williamson, en recientes declaraciones a una televisión sueca y al semanario alemán Der Spiegel, el Concilio Vaticano II fue “escandaloso”, “caótico” y “responsable de vaciar las iglesias”. Y respecto a la Declaración de los Derechos Humanos afirma que allí donde el Estado los intenta aplicar de forma objetiva se siguen políticas anticristianas. Pocos años antes, el atrabiliario obispo había estado a punto de ser procesado en Canadá por afirmar que el Holocausto era un mito falso y por elogiar efusivamente los libros del autor neonazi Ernest Zundel, como El Hitler que amamos.
Benedicto XVI, presionado por la comunidad judía internacional, el Estado de Israel y el Gobierno alemán, ha intentado que Williamson se retracte de sus declaraciones negacionistas pero éste se ha reafirmado en sus declaraciones, siendo expulsado por ello de la mencionada Fraternidad de San Pio X (no quieren enfrentamientos con el Papa ahora que han sido readmitidos y parte de sus postulados aceptados) y del país donde residía, Argentina, por decisión del su Gobierno.
SOLO LOS fanáticos y falsamente iluminados niegan las evidencias y anteponen sus delirios ideológicos a las conclusiones de las investigaciones científicas. Hoy, como desde el Renacimiento y la Ilustración, la razón continúa luchando contra la ignorancia, las luces contra la oscuridad. Como nos enseñará el filósofo ilustrado Immanuel Kant, la esencia del hombre es el autodesarrollo y, como dijera Dante en La Divina Comedia: “Recuerda que para vida animal no has nacido si no para adquirir virtud y ciencia”.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El 20 de enero de 1942 se celebró en Berlín una conferencia de jerarcas nacionalsocialistas, presidida por Eichmann y Heydrich, sobre el problema judío. Allí se decidió la denominada solución final sobre la cuestión judía. Un planificado programa de exterminio industrial masivo que fue aplicado a semitas, gitanos, discapacitados, población civil de países ocupados, prisioneros de guerra, delincuentes comunes, homosexuales y disidentes políticos y religiosos. Alemania, entre 1942 y 1945 se convirtió en un Estado genocida que asesinó de múltiples maneras –gaseamiento, fusilamientos, trabajos forzados– a unos seis millones de judíos, tres millones y medio de prisioneros de guerra y víctimas de los países ocupados, un millón y medio de disidentes políticos (entre ellos, miles de republicanos españoles declarados apátridas por el franquismo), 800.000 gitanos, 200.000 discapacitados y 200.000 homosexuales.
Los hechos son incontrovertibles y las pruebas irrefutables. Durante los juicios de Núremberg se demostró documentalmente la culpabilidad de la cúpula nazi respecto al genocidio de todos aquellos que habían sido considerados enemigos o freno a su utopía racista. Con posterioridad, todas las investigaciones serias han confirmado y/o aumentado las cifras de las víctimas. Incluso, a pesar de la deliberada destrucción de documentos que tuvo lugar en los últimos meses de la guerra, apareció un informe secreto realizado por el jefe de estadística de las SS, Richard Correr, en el que exponía, en la primavera de 1943, que el número de judíos exterminados ya había alcanzado la cifra de tres millones.
Pues bien, a pesar de todas las evidencias, testimonios, informes e investigaciones rigurosas, todavía hay individuos que defienden, con todas sus energías, que todas esas muertes son mentira, una patraña histórica destinada a denigrar a los alemanes y ayudar a los judíos en la construcción de Israel. Se les conoce internacionalmente como negacionistas; no son científicos, sino polemistas e ideólogos. Dios los cría y ellos se juntan: neonazis, radicales islamistas e integristas católicos como el obispo lefebvriano Richard Williamson, a quien recientemente el Papa ha levantado la excomunión ocasionando un enorme escándalo. Todos ellos niegan la existencia de las cámaras de gas en los campos de exterminio y creen que todo se debe a la propaganda bélica de los aliados triunfantes.
LOS NEONAZIS quieren evitar la demonización de sus idearios, los radicales islamistas destruir al Estado de Israel y los integristas católicos, línea Williamson, evitar la llegada del Anticristo que, según ellos, los judíos apoyan. Ante todos estos inquietantes e irracionales delirios podríamos preguntarnos qué factores comparten todos estos negacionistas extremos (también hay otros, más moderados, que lo que buscan es vender libros oportunistas) que les impiden aceptar la realidad de los hechos. Son varios: el fanatismo dogmático como actitud vital, la mezcla de política y religión (el nazismo es una religión laica que deifica la comunidad racial) y una cosmovisión política unitarista, intrínsicamente totalitaria, con voluntad unívoca de convertir a los adversarios en enemigos a destruir. Todos ellos se oponen a los parámetros de la modernidad: racionalidad, autonomía del pensamiento, tolerancia, individualidad, democracia…
El obispo Williamson había sido excomulgado por pertenecer a la fundamentalista Fraternidad de San Pio X, dirigida hasta su muerte por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre. Asociación integrista católica que se negó aceptar las innovadoras directrices del Concilio Vaticano II. El contrapunto más extremo a la revolucionaria Teología de la Liberación. Para Williamson, en recientes declaraciones a una televisión sueca y al semanario alemán Der Spiegel, el Concilio Vaticano II fue “escandaloso”, “caótico” y “responsable de vaciar las iglesias”. Y respecto a la Declaración de los Derechos Humanos afirma que allí donde el Estado los intenta aplicar de forma objetiva se siguen políticas anticristianas. Pocos años antes, el atrabiliario obispo había estado a punto de ser procesado en Canadá por afirmar que el Holocausto era un mito falso y por elogiar efusivamente los libros del autor neonazi Ernest Zundel, como El Hitler que amamos.
Benedicto XVI, presionado por la comunidad judía internacional, el Estado de Israel y el Gobierno alemán, ha intentado que Williamson se retracte de sus declaraciones negacionistas pero éste se ha reafirmado en sus declaraciones, siendo expulsado por ello de la mencionada Fraternidad de San Pio X (no quieren enfrentamientos con el Papa ahora que han sido readmitidos y parte de sus postulados aceptados) y del país donde residía, Argentina, por decisión del su Gobierno.
SOLO LOS fanáticos y falsamente iluminados niegan las evidencias y anteponen sus delirios ideológicos a las conclusiones de las investigaciones científicas. Hoy, como desde el Renacimiento y la Ilustración, la razón continúa luchando contra la ignorancia, las luces contra la oscuridad. Como nos enseñará el filósofo ilustrado Immanuel Kant, la esencia del hombre es el autodesarrollo y, como dijera Dante en La Divina Comedia: “Recuerda que para vida animal no has nacido si no para adquirir virtud y ciencia”.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario