miércoles, abril 08, 2009

El desarme empieza por Obama y Medvédev

Por Jesús López-Medel, abogado del Estado y ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Antigua OSCE. Ha escrito el libro La larga conquista de la libertad (Quince Estados tras la URSS a la búsqueda de su identidad), Ed. Marcial Pons (EL MUNDO, 07/04/09):

Son múltiples los retos de Obama. Los estadounidenses le eligieron para que solucione sus problemas internos, sobre todo, la crisis económica que desde allí han exportado, infectando a todo el planeta financiero, que carecía de antivirus para hacerle frente. Pero también (con el aplauso unánime del exterior) para que aborde con más dignidad y sensatez que su antecesor, George Bush, nuevos trazos en la dimensión internacional.

Algunos proclaman que la política exterior es una prolongación de la interior. Otros consideramos que en un mundo tan globalizado, la política interna no es sino extensión de la política exterior. En cualquier caso, ambas están profundamente entrelazadas. En los últimos años, el Pentágono ha tenido diversas áreas como prioritarias. Además del siempre complejo conflicto israelí-palestino, son varias las zonas que demandan la atención del nuevo presidente de EEUU.

Algunas, como Irak y Afganistán, son urgentes. Pero también importante es el papel de EEUU ante la situación de progresiva acumulación de armas atómicas y nucleares en una vuelta a los periodos de calentamiento de la denominada Guerra Fría. En ese rearme, son varios los sujetos que van acumulando un arsenal que podría ser letal para toda la humanidad. Tanto elementos terroristas como algunos países -especialmente Irán y Corea del Norte- vienen desafiando en los últimos años los tratados de no proliferación. Sin embargo, nada se conseguía con las bravuconadas de Bush, entre otras razones porque EEUU seguía haciendo acopio de este armamento tan peligroso. Las 2.200 cabezas de misiles de que dispone el país norteamericano sólo son superadas por las 2.800 de que dispone Rusia.

La escalada armamentística realizada desde diversos lugares ha sido hábilmente utilizada por el Kremlin en su el intento de resurgimiento de Rusia como potencia. En los últimos tiempos, los rusos han recuperado su orgullo patrio y conseguido una notable prosperidad económica. Ello, con los hidrocarburos que tiene, durante la etapa de altísimo precio, ha sido utilizado estratégicamente en su política de vecindad.

Y en la recuperación de esa posición, tener como referente contrario a EEUU es fundamental. No fue casualidad que el mismo día de las elecciones de noviembre en que resultó vencedor Obama, éste fuese recibido desde Moscú de modo amenazante. El anuncio del presidente Medvédev de la instalación de antimisiles en Kaliningrado (enclave ruso situado entre Polonia y Lituania) era un mensaje de estilo genuinamente soviético. Era una provocación y una respuesta a las políticas de EEUU en su cooperación con los países fronterizos.

La carencia de una política exterior común europea ha sido rentabilizada por Rusia acogiendo a unos dirigentes europeos muy dóciles y condicionados por su dependencia energética. Pero también por EEUU, que ha desplegado una política de especial apoyo a los países hace poco incorporados a la Unión Europea, que antaño vivieron la opresión del comunismo y que ahora son muy hostiles a Moscú. Ese papel de singular respaldo a estos estados y a los ex soviéticos debería ser desplegado por la UE. Pero la tibieza de ésta y la intromisión norteamericana en la zona han sido, en el fondo, bien recibidas en el Kremlin. Era la mejor fórmula para recuperar el trato a igual y la consideración como potencia.

Lo acontecido en Osetia del Sur en agosto es un ejemplo. El presidencialismo del georgiano Sakhaasvili tiene un gran apoyo desde EEUU, país donde estudió. Muchos nos preguntamos si su acción de enviar el ejército a la región separatista era desconocida en Washington. Fue una decisión equivocada, dada la previsible reacción rusa. Esta, a través de una invasión militar (y no sólo en el territorio separatista) fue desproporcionada y gravemente vulneradora del Derecho Internacional.

La llegada de Obama debe suponer cambios estratégicos. No debe rebajarse la firmeza frente al neo imperialismo ruso. Este, además, se extiende al patio trasero de EEUU donde las buenas relaciones del Kremlin con regímenes populistas en Latinoamérica, sobre todo Venezuela, tiene un caldo de cultivo en el rechazo a los yanquis aunque esto es atemperado con la marcha de Bush y la elección de un sucesor muy diferente de tono y estilo.

Tras la reacción inicial rusa, EEUU prefirió no darse por enterado.El mensaje de reinicio de la responsable de Exteriores, Hillary Clinton, hacia su colega ruso Serguéi Lavrov, hace un mes en Ginebra, era una mano tendida para superar las malas relaciones anteriores. Pero de nuevo, como si una partida entre ajedrecistas se tratase, Medvédev en Moscú 10 días después anunció un ambicioso rearme nuclear y convencional. A esto le siguió el esperado primer encuentro en Londres entre los dos presidentes. Tras la última provocación, hubo repliegue y buen clima, hablándose de desarme.A algunos nos pareció que no eran palabras gastadas.

El pasado sábado, estando Obama y los jefes de gobierno de los países miembros de la OTAN en Estrasburgo, con ocasión de la cumbre del 60º aniversario de la firma del Tratado de la Alianza Atlántica, se produjo el hecho de que Corea del Norte, una dictadura tan armada militarmente como de sectarismo de mentes, lanzó -con fracaso- un cohete nuclear. Obama no dejó de mencionar lo sucedido en su discurso, y dio las esperadas garantías a checos y polacos de que se construirá el escudo antimisiles «mientras persista la amenaza» de Pyongyang y Teherán.

Pero al día siguiente, pronunció en Praga -donde se celebró la cumbre EEUU-UE- un discurso que cabe calificar como más que histórico. En él asomó el liderazgo no sólo político sino también moral del que estamos tan necesitados. Habló con gran brillantez del desarme nuclear pero no sólo como una exigencia a los demás, sino como algo impuesto a sí mismo. Y expresó el compromiso de EEUU para reducir sus propias armas nucleares como elemento no sólo persuasivo sino también coercitivo a nivel multilateral para aplicar esta misma exigencia a otros.

El talante abierto del nuevo presidente de EEUU no debe suponer debilidad ante cualquier Estado con armamento nuclear. Tampoco, evidentemente, ante Rusia. Pero debe evitar hacer menosprecios, tensionar situaciones o dar argumentos retóricos que faciliten el reforzamiento del Kremlin como poder militar. También respecto a la OTAN, las decisiones acerca de eventuales incorporaciones de países como Ucrania o Georgia han de hacerse desde una posición fortalecida de Europa. Esta no debe aparecer como una sucursal de EEUU. No es bueno para nadie.

EEUU debe redefenir su posición como adalid de Occidente en la zona postsoviética. El mejor medio es potenciando una política exterior común de la UE, reforzando el diálogo con Rusia y el multilateralismo perdido, y no cayendo en las provocaciones retóricas que el Kremlin hace periódicamente. Hacer frente al expansionismo ruso en la zona que antaño era el imperio soviético supone no sólo firmeza, sino también no cometer las torpezas del pasado y crear cauces para el entendimiento.

La gran transcendencia del magnífico discurso de Obama en Praga se tiene que concretar en acciones efectivas: tanto en su propia política de Defensa como, especialmente, en las relaciones con Medvédev. Rusia y EEUU no tienen que estar enfrentados en el tablero. El discurso que seguro resuena en muchos dirigentes mundiales no era retóricamente pacifista sino efectivamente pacifista, sensato y digno de ser respaldado con vigor por toda la comunidad internacional.

Pero antes, Obama y Medvédev son quienes han de mover ficha.Pero no olviden que pueden ser capaces de jugar con fichas del mismo color. Obama ha elegido blancas. Suyo ha sido el primer movimiento.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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