Por Bruno Delaye, Embajador de España en Francia (ABC, 04/04/09):
La decisión francesa de reintegrarse en la estructura del mando militar de la OTAN, anunciada en la cumbre de Estrasburgo/Kehl, es consecuencia de una reflexión estratégica que se inició hace 18 meses a petición del presidente de la República. Nuestro concepto estratégico no puede permanecer estancado en un mundo en el que las condiciones de nuestra seguridad han cambiado radicalmente. Esta decisión es inseparable de un refuerzo de la Política Europea de Seguridad y Defensa, prioridad que comparten Francia y España.
Francia, miembro fundador de la OTAN, nunca se retiró de la Alianza sino sólo de su mando militar integrado en 1966, sin poner nunca en entredicho el compromiso aliado de defensa colectiva que prevé la ayuda mutua en caso de agresión. Siempre ha sido un miembro activo de la Alianza y se halla en todos sus organismos a excepción de dos Comités, el de Planes de Defensa y el de Planes Nucleares. Además, el Ejército francés es el cuarto contribuyente en tropas y ha participado en todas las operaciones de la Alianza.
La renovación del vínculo entre Francia y la OTAN no es una novedad, y este último paso de la integración es el resultado de un movimiento iniciado en 2007, en el marco del «Libro blanco» de 2008. Desde 1966, y en un proceso continuo, los sucesivos gobiernos franceses se han ido acercando gradualmente a la OTAN. En los tiempos de la la Guerra Fría, el nivel de coherencia con el dispositivo de la OTAN en Europa no paró de mejorar hasta alcanzar su paroxismo a finales de los años ochenta. Desde 1992, como consecuencia del nuevo estado del mundo, fuimos con la OTAN a Bosnia, a Kosovo, después a Afganistán, y retomamos plenamente nuestro lugar en el Comité Militar. Al apoyar el concepto estratégico de 1999, participamos en la importante transformación de la Alianza de 2002. Incorporamos militares en la estructura integrada en 2004 y la bandera francesa ondea de nuevo a las puertas del Cuartel General de la OTAN, mientras que tres Estados Mayores franceses están comprometidos y protegidos para las operaciones aliadas. En cuanto a las cuestiones de armamento dentro de la industria europea, nuestra industria aplica desde hace tiempo las normas y estándares comunes a los Aliados. Si el intento que hizo el presidente Chirac en los años noventa para reintegrarse en la estructura de mando de la OTAN no tuvo éxito fue porque nuestros aliados estadounidenses no aceptaban entonces un mejor reparto de responsabilidades dentro de la estructura militar.
Esta reintegración de Francia sigue estando basada en los principios que planteó el general De Gaulle: libertad de decisión acerca del envío de sus tropas a las operaciones; ningún contingente militar situado de manera permanente bajo el mando de la OTAN en tiempos de paz; y mantenimiento de una disuasión nuclear estrictamente nacional. Dado que las decisiones del Consejo atlántico se toman por unanimidad, Francia, al igual que los demás países de la Alianza, nunca estará obligada a comprometerse en un conflicto si no lo desea. Al contrario, al aceptar asumir plenamente nuestras responsabilidades tendremos mayor libertad y peso para decir no, cuando proceda. Nuestras fuerzas armadas seguirán siendo nacionales, pero a Francia le interesa estar en el centro de una red densa de solidaridad y alianzas.
Las crisis que golpean al mundo afectan a nuestros valores, a nuestros intereses y a nuestra seguridad. La distinción entre seguridad interna y seguridad externa en la que nos apoyábamos se ha esfumado completamente y, desde ese momento, los países de la Alianza se juegan su defensa lo mismo en su territorio que a miles de kilómetros, en el espacio, o en las redes informáticas. En 2009, debemos tener presentes estas nuevas amenazas, la construcción europea y las nuevas prioridades estratégicas. En este sentido, ya se han tomado decisiones fundamentales: la profesionalización de nuestros ejércitos, el desarrollo de la capacidad de proyección, la modernización de nuestra disuasión y la voluntad de participar plenamente en las estructuras de la OTAN. Hemos mantenido nuestro esfuerzo en Defensa a pesar de la crisis actual y hemos emprendido una profunda reforma de nuestras Fuerzas Armadas. Y todo esto no puede llevarse a cabo fuera de una Alianza también reformada.
Queremos que la Alianza se adapte a las nuevas amenazas, que reaccione mejor y sea más eficaz, y que constituya un verdadero foro de debate entre los aliados. Queremos que garantice tanto la defensa colectiva como las misiones que dirigimos en el mundo al servicio de nuestra seguridad y de la paz, de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas.
Francia quiere ocupar a partir de ahora su lugar en los grandes mandos aliados, no sólo enviar a sus soldados sobre el terreno. Ahora que la Alianza va a redefinir su papel y sus misiones, Francia, y Europa en su conjunto, deben ejercer todo su peso en esta reforma. La renovación de nuestras relaciones con la OTAN es un elemento, entre otros, de nuestra política exterior y europea y de la política de defensa y de seguridad. Ciertamente, la Alianza Atlántica es el símbolo de la comunidad de valores e intereses transatlánticos, pero es también el tratado que sella una alianza entre las propias naciones europeas. De los 27 países miembros de la Unión Europea, 21 forman parte de la Alianza. Si Francia asume todas sus responsabilidades, Europa será más influyente en una Alianza más equilibrada. El Tratado de Lisboa establece el vínculo entre la defensa europea y la Alianza Atlántica, estipulando que es en la Alianza donde se ejerce la defensa colectiva de los aliados. Los dos pilares de nuestra defensa, la Unión Europea y la Alianza Atlántica, serán más fuertes cuando Francia participe en ellos plenamente.
El objetivo francés sigue siendo el de una Europa responsable y capaz de actuar, y por eso la reactivación de la Europa de la Defensa se mantuvo como una de las cuatro grandes prioridades durante la Presidencia francesa de la Unión Europea. Esto permitió un acuerdo entre todos los europeos sobre el refuerzo de la capacidad disponible y una mayor complementariedad con la OTAN. A partir de la cumbre de Bucarest, Estados Unidos reconoció el interés de una Europa creíble en el ámbito de la defensa. Una gran potencia económica como Europa debe tener la capacidad militar de defender sus intereses para hacerse valer, como hizo el verano pasado en la crisis georgiana.
La Unión Europea despliega una serie de instrumentos y unos procedimientos, sus propias capacidades. Ha dirigido más de 20 operaciones civiles y militares para garantizar la estabilidad de regiones en crisis. Con el Tratado de Lisboa, tendremos un marco coherente en cuanto a Defensa, con una obligación de ayuda mutua en caso de agresión armada y una obligación de solidaridad en caso de un atentado terrorista. Tendremos una capacidad reforzada de planificación que combinará los aspectos militares y civiles, algo que en la actualidad sólo sabe hacer la UE. El marco nacional ya no es suficiente para construir y reforzar la capacidad militar: es necesario encontrar métodos nuevos, establecer una reciprocidad, compartir costes y equipamientos, y especializarnos por medio de proyectos abiertos a los que deseen participar.
Esperamos que estos resultados se consoliden con nuestro acercamiento a la OTAN.Queremos reforzar la asociación estratégica entre la Unión Europea y la OTAN; queremos una Alianza abierta a las naciones del espacio euroatlántico. Finalmente, este acercamiento de Francia a la OTAN no puede sino favorecer la asociación bilateral con nuestros principales aliados europeos y en primer lugar con España, con la que intervenimos en los principales teatros de operaciones bajo la bandera de la OTAN (Afganistán, Kosovo), de la Unión Europea (lucha contra la piratería, Bosnia, Chad) o de la ONU (Líbano).
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
La decisión francesa de reintegrarse en la estructura del mando militar de la OTAN, anunciada en la cumbre de Estrasburgo/Kehl, es consecuencia de una reflexión estratégica que se inició hace 18 meses a petición del presidente de la República. Nuestro concepto estratégico no puede permanecer estancado en un mundo en el que las condiciones de nuestra seguridad han cambiado radicalmente. Esta decisión es inseparable de un refuerzo de la Política Europea de Seguridad y Defensa, prioridad que comparten Francia y España.
Francia, miembro fundador de la OTAN, nunca se retiró de la Alianza sino sólo de su mando militar integrado en 1966, sin poner nunca en entredicho el compromiso aliado de defensa colectiva que prevé la ayuda mutua en caso de agresión. Siempre ha sido un miembro activo de la Alianza y se halla en todos sus organismos a excepción de dos Comités, el de Planes de Defensa y el de Planes Nucleares. Además, el Ejército francés es el cuarto contribuyente en tropas y ha participado en todas las operaciones de la Alianza.
La renovación del vínculo entre Francia y la OTAN no es una novedad, y este último paso de la integración es el resultado de un movimiento iniciado en 2007, en el marco del «Libro blanco» de 2008. Desde 1966, y en un proceso continuo, los sucesivos gobiernos franceses se han ido acercando gradualmente a la OTAN. En los tiempos de la la Guerra Fría, el nivel de coherencia con el dispositivo de la OTAN en Europa no paró de mejorar hasta alcanzar su paroxismo a finales de los años ochenta. Desde 1992, como consecuencia del nuevo estado del mundo, fuimos con la OTAN a Bosnia, a Kosovo, después a Afganistán, y retomamos plenamente nuestro lugar en el Comité Militar. Al apoyar el concepto estratégico de 1999, participamos en la importante transformación de la Alianza de 2002. Incorporamos militares en la estructura integrada en 2004 y la bandera francesa ondea de nuevo a las puertas del Cuartel General de la OTAN, mientras que tres Estados Mayores franceses están comprometidos y protegidos para las operaciones aliadas. En cuanto a las cuestiones de armamento dentro de la industria europea, nuestra industria aplica desde hace tiempo las normas y estándares comunes a los Aliados. Si el intento que hizo el presidente Chirac en los años noventa para reintegrarse en la estructura de mando de la OTAN no tuvo éxito fue porque nuestros aliados estadounidenses no aceptaban entonces un mejor reparto de responsabilidades dentro de la estructura militar.
Esta reintegración de Francia sigue estando basada en los principios que planteó el general De Gaulle: libertad de decisión acerca del envío de sus tropas a las operaciones; ningún contingente militar situado de manera permanente bajo el mando de la OTAN en tiempos de paz; y mantenimiento de una disuasión nuclear estrictamente nacional. Dado que las decisiones del Consejo atlántico se toman por unanimidad, Francia, al igual que los demás países de la Alianza, nunca estará obligada a comprometerse en un conflicto si no lo desea. Al contrario, al aceptar asumir plenamente nuestras responsabilidades tendremos mayor libertad y peso para decir no, cuando proceda. Nuestras fuerzas armadas seguirán siendo nacionales, pero a Francia le interesa estar en el centro de una red densa de solidaridad y alianzas.
Las crisis que golpean al mundo afectan a nuestros valores, a nuestros intereses y a nuestra seguridad. La distinción entre seguridad interna y seguridad externa en la que nos apoyábamos se ha esfumado completamente y, desde ese momento, los países de la Alianza se juegan su defensa lo mismo en su territorio que a miles de kilómetros, en el espacio, o en las redes informáticas. En 2009, debemos tener presentes estas nuevas amenazas, la construcción europea y las nuevas prioridades estratégicas. En este sentido, ya se han tomado decisiones fundamentales: la profesionalización de nuestros ejércitos, el desarrollo de la capacidad de proyección, la modernización de nuestra disuasión y la voluntad de participar plenamente en las estructuras de la OTAN. Hemos mantenido nuestro esfuerzo en Defensa a pesar de la crisis actual y hemos emprendido una profunda reforma de nuestras Fuerzas Armadas. Y todo esto no puede llevarse a cabo fuera de una Alianza también reformada.
Queremos que la Alianza se adapte a las nuevas amenazas, que reaccione mejor y sea más eficaz, y que constituya un verdadero foro de debate entre los aliados. Queremos que garantice tanto la defensa colectiva como las misiones que dirigimos en el mundo al servicio de nuestra seguridad y de la paz, de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas.
Francia quiere ocupar a partir de ahora su lugar en los grandes mandos aliados, no sólo enviar a sus soldados sobre el terreno. Ahora que la Alianza va a redefinir su papel y sus misiones, Francia, y Europa en su conjunto, deben ejercer todo su peso en esta reforma. La renovación de nuestras relaciones con la OTAN es un elemento, entre otros, de nuestra política exterior y europea y de la política de defensa y de seguridad. Ciertamente, la Alianza Atlántica es el símbolo de la comunidad de valores e intereses transatlánticos, pero es también el tratado que sella una alianza entre las propias naciones europeas. De los 27 países miembros de la Unión Europea, 21 forman parte de la Alianza. Si Francia asume todas sus responsabilidades, Europa será más influyente en una Alianza más equilibrada. El Tratado de Lisboa establece el vínculo entre la defensa europea y la Alianza Atlántica, estipulando que es en la Alianza donde se ejerce la defensa colectiva de los aliados. Los dos pilares de nuestra defensa, la Unión Europea y la Alianza Atlántica, serán más fuertes cuando Francia participe en ellos plenamente.
El objetivo francés sigue siendo el de una Europa responsable y capaz de actuar, y por eso la reactivación de la Europa de la Defensa se mantuvo como una de las cuatro grandes prioridades durante la Presidencia francesa de la Unión Europea. Esto permitió un acuerdo entre todos los europeos sobre el refuerzo de la capacidad disponible y una mayor complementariedad con la OTAN. A partir de la cumbre de Bucarest, Estados Unidos reconoció el interés de una Europa creíble en el ámbito de la defensa. Una gran potencia económica como Europa debe tener la capacidad militar de defender sus intereses para hacerse valer, como hizo el verano pasado en la crisis georgiana.
La Unión Europea despliega una serie de instrumentos y unos procedimientos, sus propias capacidades. Ha dirigido más de 20 operaciones civiles y militares para garantizar la estabilidad de regiones en crisis. Con el Tratado de Lisboa, tendremos un marco coherente en cuanto a Defensa, con una obligación de ayuda mutua en caso de agresión armada y una obligación de solidaridad en caso de un atentado terrorista. Tendremos una capacidad reforzada de planificación que combinará los aspectos militares y civiles, algo que en la actualidad sólo sabe hacer la UE. El marco nacional ya no es suficiente para construir y reforzar la capacidad militar: es necesario encontrar métodos nuevos, establecer una reciprocidad, compartir costes y equipamientos, y especializarnos por medio de proyectos abiertos a los que deseen participar.
Esperamos que estos resultados se consoliden con nuestro acercamiento a la OTAN.Queremos reforzar la asociación estratégica entre la Unión Europea y la OTAN; queremos una Alianza abierta a las naciones del espacio euroatlántico. Finalmente, este acercamiento de Francia a la OTAN no puede sino favorecer la asociación bilateral con nuestros principales aliados europeos y en primer lugar con España, con la que intervenimos en los principales teatros de operaciones bajo la bandera de la OTAN (Afganistán, Kosovo), de la Unión Europea (lucha contra la piratería, Bosnia, Chad) o de la ONU (Líbano).
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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