Por Edward N. Luttwak , experto del Centro de Estudios Estratégicose Internacionales (CSIS) de Washington. Traducción: JoséMaría Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 03/12/08):
India es, en efecto, un país democrático. De ahí que el ministro del Interior y responsable de la seguridad, Shivraj Patil, dimitiera con prontitud por los atentados de Bombay en los que un total de diez terroristas mataron a unas doscientas personas, hirieron a varios centenares y causaron notables estragos. En su declaración, Patil afirmó que asumía la “responsabilidad ministerial”; esto es, una responsabilidad en sentido formal, no sustantivo. Mejor que no hubiera abierto la boca: desde que accedió al cargo en el 2004, unas siete mil personas han sido asesinadas por terroristas en India, sin que tal circunstancia motivara respuesta alguna conocida por parte de su ministerio. La realidad india enseña que no cabe esperar que la policía local ordinaria reaccione con provecho y eficacia frente a un ataque terrorista o, de hecho, cualquier forma de ataque armado, como sería el caso en muchos otros países; por ejemplo y como mínimo sellando la zona y requiriendo refuerzos. La policía local india raramente se esfuerza por detener la violencia interreligiosa o entre castas y se muestra muy renuente a encararse con quien porte un arma de fuego; se compone de agentes de policía semianalfabetos que persiguen únicamente la pequeña delincuencia en el curso de su labor de patrulla, beben té gratis en cafés y aceptan pequeños obsequios de los tenderos por expulsar a los mendigos importunos.
Por consiguiente, en Bombay no existía ningún cordón policial, ni en torno al enorme hotel Taj Mahal ni alrededor de la pequeña Nariman House, sede del centro judío Chabad Lubavitch, de modo que los terroristas pudieron hacerse fuertes; de lo contrario, habrían depuesto las armas para huir durante las dos jornadas de asedio.
La muerte de siete mil personas en episodios terroristas en India desde el 2004 - la mayoría, pero no todos, infligidos por extremistas musulmanes-planteaba de modo evidente la exigencia de formar una policía nacional antiterrorista mucho mejor preparada, mejor pagada y mejor instruida. Pero no se creó. De modo que las fuerzas disponibles para luchar contra los terroristas en Bombay eran deplorablemente inadecuadas en términos de número y calidad, o ambas cosas. Es el caso de la fuerza antiterrorista del estado de Maharashtra, cuya capital es Bombay y que, por tanto, podía actuar de inmediato…, pero contaba con un total de ¡35 cargos policiales!, con menos de 15 funcionarios de servicio en el inicio de los ataques para una población de 96 millones de habitantes (sólo en Bombay, 18 millones), cuyo valiente jefe de la brigada antiterrorista, Hemant Karkare, resultó muerto al principio de los hechos. Karkare, de 54 años, era un detective policial, no un combatiente ni siquiera del nivel de soldado de infantería. Por el contrario, la Guardia de Seguridad Nacional (GSN), creada en 1985, posee una buena formación, pero en realidad se trata de una fuerza de asalto al estilo militar sin verdadera experiencia en el rescate de rehenes en un contexto civil, aunque es una de sus misiones oficiales. Con 7.500 hombres formados podrían, al menos, haber respondido de manera adecuada a la manera militar, pero no hubo ocasión, debido a otra clase de inadecuación a la situación en cuestión: el propio sistema de adopción de decisiones.
Se informó del primer ataque terrorista aproximadamente a las 21.30 horas del día 26 de noviembre. Ningún sistema ni dispositivo del Ministerio del Interior puso en alerta al Gobierno central, de modo que el aviso se cursó al primer ministro del Gobierno del estado de Maharashtra, Vilasrao Deshmukh, que dio la casualidad de que se encontraba de viaje en el estado de Kerala, a cientos de kilómetros al sur. No adoptó ninguna decisión importante durante la hora y media durante la que estuvo pegado a su móvil atendiendo las llamadas sobre los atentados.
Por fin, a las once de la noche, llamó al ministro del Interior, Shivraj Patil (que ha dimitido, como no lo ha hecho Vilasrao Deshmukh). Como Patil no disponía de ninguna información propia - situación altamente singular, en cualquier parte, en el caso de un ministro del Interior-,planteó la cuestión clave al propio primer ministro del mencionado estado, que no se hallaba en Bombay y sólo llevaba consigo su teléfono móvil: ¿cuántos efectivos de la GSN se necesitaban? Deshmukh respondió que 200, fuerza más que suficiente para luchar contra diez terroristas con nivel de entrenamiento de infantería (no eran ninjas ni samuráis), pero manifiestamente insuficientes para habérselas con un objetivo tan grande como el inmenso hotel Taj Mahal, por no hablar de objetivos múltiples, sobre todo teniendo en cuenta la falta de policía local digna de confianza para proteger todas las zonas circundantes. Patil no contaba con personal competente para establecer el número correcto necesario, por lo menos mil.
Otro fallo consistió en que todos los comandos de la GSN con capacidad de intervención se hallaban en Delhi y no había ninguno de tales características en Bombay, Calcuta o Madrás para la ocasión, todas ellas megalópolis distantes de Delhi.
Peor aún, aunque por entonces llegaban las noticias del caos en Bombay, los comandos de la GSN y sus pertrechos correspondientes no se enviaron al lugar de los atentados de la forma más rápida posible, embarcados por ejemplo en uno o varios aviones que podrían haber despegado de inmediato del aeropuerto de Nueva Delhi. En cambio, se pidió un viejo y lento Ilyushin Il-76 desde el aeropuerto de Chandigarh, a más de doscientos kilómetros de distancia, a cuyos pilotos hubo que despertar y que no llegaron a Nueva Delhi hasta las dos de la madrugada, cuatro horas y media desde el inicio de los hechos. Cuando llegaron los comandos de la GSN al centro de Bombay ya eran las siete de la mañana, nueve horas y media después de los primeros informes sobre los atentados. Y, aun entonces, hubieron de intervenir casi sin información - ni siquiera con un plano preciso del hotel Taj Mahal-y, por supuesto, en número notablemente inadecuado dada la necesidad de recorrer habitación por habitación en el interior de un edificio de enorme estructura, con infinidad de habitaciones, armarios de artículos de limpieza y pasillos del servicio. El resultado fue que los comandos de la GSN no llegaron al último lugar en el orden de preferencias, la Nariman House (el objetivo de menores proporciones) hasta el viernes por la mañana, más de ¡40 horas! después de que penetraran en ella los terroristas el miércoles por la noche. Asaltaron el inmueble y después de un intervalo - que en sí mismo habría sido fatal si los cautivos hubieran seguido con vida-otros comandos de la GSN se descolgaron desde helicópteros a la vista de las cámaras de televisión y una multitud sin freno que presenciaba la escena en los alrededores. Fueron muy aplaudidos a la salida, tras encontrar a todos muertos en el interior del edificio.
En términos generales, lo sucedido ha sido un enfrentamiento entre diez terroristas entrenados como soldados de infantería dispuestos a luchar y a morir, y un sistema de seguridad deplorablemente insuficiente e inadecuado. Pero India es, de hecho, una democracia con una prensa libre, y lo que ocurrirá en breve después de las recriminaciones de rigor será la creación de un sistema (convenientemente descentralizado) basado en una red de información. En cambio, quienes viven en Nueva York, en Madrid o en Barcelona, en realidad, no han de temer un episodio como el de Bombay. Si diez terroristas entrenados como soldados de infantería fueran a atacar en cualquiera de estas ciudades, las fuerzas de seguridad locales con sus propios equipos especializados en el rescate de rehenes se encargarían de ellos rápidamente.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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