Por Joan B. Culla, profesor de Hª Contemporánea de la UAB (EL PERIÓDICO, 14/02/09):
Como viene sucediendo tras las últimas crisis bélicas árabe-israelís (segunda Intifada, campaña contra Hizbulá del 2006…), el silencio –siquiera relativo– de las armas en Gaza ha dado paso a un goteo de informaciones francamente perturbadoras fruto del relato mediático dominante entre nosotros acerca de lo sucedido en la franja hasta el pasado 18 de enero, y también a una serie de datos que emborronan el limpio esquema maniqueo según el cual Hamás fue el heroico defensor de los palestinos frente a la vesania asesina del Ejército israelí. Resumamos brevemente algunas de esas novedades.
Ya el 21 de enero, el enviado especial a Gaza del Corriere della Sera, Lorenzo Cremonesi, explicaba desde el lugar de los hechos cómo, durante las semanas de combates, patrullas vecinales habían tratado de impedir que los guerrilleros islamistas utilizasen sus viviendas habitadas, sus azoteas, sus patios, para abrir fuego contra los israelís. “Los milicianos de Hamás buscaban aposta provocar a los israelís. Eran a menudo chiquillos de 16 o 17 años, con metralletas. No podían hacer nada contra tanques y aviones. Pero querían que disparasen contra nuestras casas para acusarlos después de crímenes de guerra”, relató un vecino del barrio de Tel Awa. La misma crónica daba cuenta de la utilización de ambulancias para transportar combatientes, del despliegue de estos junto a hospitales, escuelas y edificios de la ONU, así como del asesinato de decenas de militantes de Al-Fatá bajo la acusación de quintacolumnistas.
Otros periódicos europeos (por ejemplo, ABC del 23 de enero) recogieron el lamento de habitantes de Beit Lahia, Beit Hanun o Jabalia que habían abandonado sus casas para protegerse del ataque israelí en lugares más seguros y, de regreso, las hallaron destruidas, con evidencias de haber servido de bases y puestos de tiro a los hombres de Hamás. En la misma línea, pero con más contundencia, se expresó el 28 de enero, en Nueva York, el vicesecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, John Holmes. Sin ahorrar críticas a la actuación de Israel, el diplomático británico dijo de Hamás: “su uso irresponsable y cínico de instalaciones civiles y el indiscriminado disparo de cohetes contra las poblaciones civiles representan claras violaciones del derecho internacional humanitario”.
TRAS ESTA clara y cualificada referencia al empleo de escudos humanos por parte de los islamistas, fue la agencia de la ONU para los refugiados palestinos la que denunció, los días 3 y 6 de febrero, dos episodios de robo a gran escala de ayuda humanitaria en la franja de Gaza; robos perpetrados por la policía de Hamás con ánimo de mantener su control totalitario sobre la población del territorio, y que obligaron a la UNRWA a suspender la distribución de esa ayuda hasta conseguir la restitución de lo incautado. Al mismo tiempo, y bajo la presión de ciertas investigaciones periodísticas (así, la del diario canadiense The Globe and Mail, publicada el 29 de enero), el 4 de febrero el coordinador humanitario de la ONU en Jerusalén, Maxwell Gaylord, reconocía que no hubo bombardeo israelí de una escuela de la UNRWA en Jabalia, el 6 de enero: “todos los impactos de proyectiles y todos los muertos se produjeron en el exterior, y no dentro del recinto del colegio”, precisó.
Por supuesto, la gran mayoría de los medios que derrocharon tinta y adjetivos truculentos para abominar del ataque israelí han relegado todos estos matices y nuevos datos a un rincón o, simplemente, los han ignorado; claro está, ninguno de los columnistas que dictaron contra Israel durísimas condenas morales ha rectificado ni una tilde. Y es que, al parecer, un loable afán de apoyar al débil bloquea, en periodistas y opinadores, cualquier espíritu crítico hacia el campo palestino o quienes lo defienden. ¿Cómo entender, si no, que ante la arenga antiisraelí de Erdogan, el primer ministro turco, en Davos, nadie haya atinado a recordarle lo que su Gobierno y todos los anteriores llevan haciendo en el Kurdistán desde hace décadas, las decenas de miles de muertos, de torturados, de desaparecidos…? ¿Y qué decir de la cínica apelación madrileña de Alí Lariyaní, el presidente del Parlamento iraní, a “los crímenes de Israel”, cuando él representa a uno de los regímenes más sangrientos y liberticidas del planeta?
PERO, COMO recomendaba el viejo aforismo, que la realidad no nos estropee un buen reportaje. O sea: que las complejidades de la crisis de Gaza y de sus antecedentes, que el carácter fanático y racista de Hamás, que su desprecio absoluto por la vida de los civiles palestinos cuya causa ha secuestrado, que las manipulaciones propagandísticas ahora desveladas no nos alteren el cómodo dogma de la maldad intrínseca de Israel, de la bondad angélica de cuantos resisten a la “ocupación sionista”, etcétera. Y para que la realidad no nos rompa los esquemas, lo mejor es ignorarla: en estas mismas páginas hubo quien aseguró que a los partidos árabes israelíes se les prohibía presentarse a las elecciones del 10 de febrero…; pues si echa un vistazo al escrutinio comprobará que, al menos en este aspecto, Israel no es ni Euskadi ni España.
De todos modos, no cabe hacerse ilusiones: nada hay más granítico que el sectarismo indocumentado. Ahora mismo, el análisis de las elecciones israelís, llenas de “derechistas” y “ultraderechistas”, ya le está dando ocasión de lucirse.
Como viene sucediendo tras las últimas crisis bélicas árabe-israelís (segunda Intifada, campaña contra Hizbulá del 2006…), el silencio –siquiera relativo– de las armas en Gaza ha dado paso a un goteo de informaciones francamente perturbadoras fruto del relato mediático dominante entre nosotros acerca de lo sucedido en la franja hasta el pasado 18 de enero, y también a una serie de datos que emborronan el limpio esquema maniqueo según el cual Hamás fue el heroico defensor de los palestinos frente a la vesania asesina del Ejército israelí. Resumamos brevemente algunas de esas novedades.
Ya el 21 de enero, el enviado especial a Gaza del Corriere della Sera, Lorenzo Cremonesi, explicaba desde el lugar de los hechos cómo, durante las semanas de combates, patrullas vecinales habían tratado de impedir que los guerrilleros islamistas utilizasen sus viviendas habitadas, sus azoteas, sus patios, para abrir fuego contra los israelís. “Los milicianos de Hamás buscaban aposta provocar a los israelís. Eran a menudo chiquillos de 16 o 17 años, con metralletas. No podían hacer nada contra tanques y aviones. Pero querían que disparasen contra nuestras casas para acusarlos después de crímenes de guerra”, relató un vecino del barrio de Tel Awa. La misma crónica daba cuenta de la utilización de ambulancias para transportar combatientes, del despliegue de estos junto a hospitales, escuelas y edificios de la ONU, así como del asesinato de decenas de militantes de Al-Fatá bajo la acusación de quintacolumnistas.
Otros periódicos europeos (por ejemplo, ABC del 23 de enero) recogieron el lamento de habitantes de Beit Lahia, Beit Hanun o Jabalia que habían abandonado sus casas para protegerse del ataque israelí en lugares más seguros y, de regreso, las hallaron destruidas, con evidencias de haber servido de bases y puestos de tiro a los hombres de Hamás. En la misma línea, pero con más contundencia, se expresó el 28 de enero, en Nueva York, el vicesecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, John Holmes. Sin ahorrar críticas a la actuación de Israel, el diplomático británico dijo de Hamás: “su uso irresponsable y cínico de instalaciones civiles y el indiscriminado disparo de cohetes contra las poblaciones civiles representan claras violaciones del derecho internacional humanitario”.
TRAS ESTA clara y cualificada referencia al empleo de escudos humanos por parte de los islamistas, fue la agencia de la ONU para los refugiados palestinos la que denunció, los días 3 y 6 de febrero, dos episodios de robo a gran escala de ayuda humanitaria en la franja de Gaza; robos perpetrados por la policía de Hamás con ánimo de mantener su control totalitario sobre la población del territorio, y que obligaron a la UNRWA a suspender la distribución de esa ayuda hasta conseguir la restitución de lo incautado. Al mismo tiempo, y bajo la presión de ciertas investigaciones periodísticas (así, la del diario canadiense The Globe and Mail, publicada el 29 de enero), el 4 de febrero el coordinador humanitario de la ONU en Jerusalén, Maxwell Gaylord, reconocía que no hubo bombardeo israelí de una escuela de la UNRWA en Jabalia, el 6 de enero: “todos los impactos de proyectiles y todos los muertos se produjeron en el exterior, y no dentro del recinto del colegio”, precisó.
Por supuesto, la gran mayoría de los medios que derrocharon tinta y adjetivos truculentos para abominar del ataque israelí han relegado todos estos matices y nuevos datos a un rincón o, simplemente, los han ignorado; claro está, ninguno de los columnistas que dictaron contra Israel durísimas condenas morales ha rectificado ni una tilde. Y es que, al parecer, un loable afán de apoyar al débil bloquea, en periodistas y opinadores, cualquier espíritu crítico hacia el campo palestino o quienes lo defienden. ¿Cómo entender, si no, que ante la arenga antiisraelí de Erdogan, el primer ministro turco, en Davos, nadie haya atinado a recordarle lo que su Gobierno y todos los anteriores llevan haciendo en el Kurdistán desde hace décadas, las decenas de miles de muertos, de torturados, de desaparecidos…? ¿Y qué decir de la cínica apelación madrileña de Alí Lariyaní, el presidente del Parlamento iraní, a “los crímenes de Israel”, cuando él representa a uno de los regímenes más sangrientos y liberticidas del planeta?
PERO, COMO recomendaba el viejo aforismo, que la realidad no nos estropee un buen reportaje. O sea: que las complejidades de la crisis de Gaza y de sus antecedentes, que el carácter fanático y racista de Hamás, que su desprecio absoluto por la vida de los civiles palestinos cuya causa ha secuestrado, que las manipulaciones propagandísticas ahora desveladas no nos alteren el cómodo dogma de la maldad intrínseca de Israel, de la bondad angélica de cuantos resisten a la “ocupación sionista”, etcétera. Y para que la realidad no nos rompa los esquemas, lo mejor es ignorarla: en estas mismas páginas hubo quien aseguró que a los partidos árabes israelíes se les prohibía presentarse a las elecciones del 10 de febrero…; pues si echa un vistazo al escrutinio comprobará que, al menos en este aspecto, Israel no es ni Euskadi ni España.
De todos modos, no cabe hacerse ilusiones: nada hay más granítico que el sectarismo indocumentado. Ahora mismo, el análisis de las elecciones israelís, llenas de “derechistas” y “ultraderechistas”, ya le está dando ocasión de lucirse.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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