Por BEGOÑA ZEGRÍ - Madrid - (El País.com, 11/02/2009)
Panamá. Bosque Protector de Palo Seco, zona de amortiguamiento del Parque Nacional La Amistad, reserva de la biosfera y patrimonio mundial de la humanidad. No era un viaje turístico, pero a finales de enero, James Anaya visitó el lugar. La comunidad ngobe le invitó para que mediara en el conflicto que se les plantea. El Estado panameño ha otorgado la concesión a la empresa AES Corporation para la construcción de tres hidroeléctricas en el río Changuinola. Sólo la construcción de la primera prevé la inundación de cuatro comunidades indígenas.
Y allí llegó James Anaya (China Lake, California, 1958), relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, para realizar su trabajo.
"Claro que sería ideal que estas cosas no se hicieran. Yo sólo puedo intervenir para orientar, ayudar, levantar acta de algo que está pasando y no es conocido. Al fin y al cabo, lo que hace falta, lo necesario, es la voluntad política de los que están en el poder para cambiar, o al menos mejorar, sus actuaciones, sus relaciones con los pueblos indígenas, y llevar a cabo estos cambios que permitan poner en marcha los derechos recogidos en la declaración de la ONU".
Fue elegido el 27 de marzo de 2008. Abogado, titular de una cátedra de Derecho y Políticas de los Derechos Humanos en la Universidad de Arizona, donde realiza sus investigaciones en amplias ramas del derecho, especialmente del indígena. Es un referente de la doctrina jurídica respecto a los pueblos indígenas, donde se ha volcado en la teoría y en la práctica.
Consiguió el primer pronunciamiento de un tribunal internacional a favor del reconocimiento de los derechos colectivos indígenas sobre sus tierras y recursos. La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso de la comunidad awas tingni contra la República de Nicaragua ha supuesto una revolución, y es estudiado y reproducido por diferentes escuelas y facultades de leyes.
La pasada semana recaló en Madrid para participar en una sesión de trabajo de la ONU patrocinada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Pregunta. La Asamblea General de la ONU tardó más de dos décadas de negociaciones para aprobar la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007. ¿Son suficientes las leyes existentes para la defensa de estas comunidades?
Respuesta. Es bueno que los países incorporen a sus Constituciones los derechos fundamentales de los tratados. Está muy bien. El camino a recorrer es menor. Pero aun así, hay que tomar medidas específicas para hacer reales estas leyes. Veo expresiones en todo el mundo de voluntad política. De buena voluntad política. Eso es casi casi unánime. Pero... no es verdad. Falta ver esa buena voluntad en la práctica. Aunque también reconozco que toma su tiempo a los Estados adoptar una política. Puede ser complejo y lento reajustar las prácticas administrativas, adoptar las leyes necesarias, porque muchas veces, la mayoría, lo que implica este reconocimiento eficaz son cambios en las estructuras.
P. ¿Cómo ve entonces el movimiento indígena hoy?
R. La reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas ha llevado un largo proceso. Pero no es único. Están los procesos de descolonización, de liberación de la mujer, contra la esclavitud... Todas esas luchas implican un cambio fundamental en las estructuras políticas y sociales dominantes. Y la lucha indígena es, tal vez, la última de estas luchas que implican cambios profundos en las estructuras sociales, políticas y económicas dominantes.
P. Este año se cumplen los 25 años del Movimiento de los Sin Tierra (MST). Han tenido un recorrido singular, con altibajos, y recibido críticas desde todos los bandos. Este movimiento, que nació en Brasil, está en auge, y crece en toda América Latina: en Argentina, Paraguay, Guatemala, Bolivia. ¿Hay una relación especial indígena-tierra?
R. Sí, en general. Es una relación en varios aspectos, económicos, también culturales y sociales, en el sentido de círculos familiares, comunales, de la misma organización de todo un pueblo. Está muy relacionado con las actividades en el territorio. Romper esos lazos significa un choque brutal en todos los aspectos de la vida de los indígenas. Pero todos los sectores de la humanidad tienen relación con algún lugar. Todos tienen una expectativa de que sus derechos a la propiedad, al lugar en que viven, van a ser protegidos y respetados.
P. Actualmente, parece que aumenta el intento de empresas privadas o multinacionales de desplazar a algunas comunidades de los lugares donde viven.
R. El problema a veces es el desconocimiento en los planes de los Estados para el desarrollo de los recursos naturales, como el petróleo o la minería. Pero muchas veces se avanza en esos planes sin conocimiento de la ubicación de los pueblos indígenas. En las cercanías de estas operaciones mineras o petroleras hay un desconocimiento sobre los efectos que estas actividades tienen frente a ellos.
P. En el último Foro Social Mundial, al que ha asistido una representación importante del movimiento indígena se ha planteado emprender batallas al lado de países rupturistas con el capitalismo, como Venezuela, Bolivia y Ecuador. ¿Cree que es posible?
R. Es un movimiento que tiene su propio origen, sus propios protagonistas. Claro que van a hacer alianzas. Es un movimiento social de cambio, y hará alianzas con los movimientos sociales de cambio. Pero no hay que identificarlo siempre con tendencias mayores o con políticas antiglobalización.
P. Sin embargo, el proceso de estos movimientos parece que han seguido caminos diferentes. En Estados Unidos, por ejemplo.
R. Entre los mismos indígenas hay diversidad. En Estados Unidos hay indígenas demócratas y republicanos, los hay que quieren tener empresas y grupos que van en otra onda. Pero lo que une al movimiento es ese reclamo a la igualdad y el respeto a la diversidad, el respeto a la libre determinación de los pueblos. Lo importante es que puedan tomar las decisiones en pie de igualdad con los demás. Y que sean respetadas sus propias formas y maneras de vivir. Lo que no significa necesariamente que vayan a implicarse en política, aunque hagan alianzas en cada momento para promover ese cambio.
P. Se repiten los estudios que muestran en los indígenas una mayor incidencia de la pobreza, y menores ingresos, escolaridad y esperanza de vida; la mortalidad infantil es mayor y menor el acceso a la salud e incluso al agua potable. ¿No significa todo esto que defender sus derechos les cuesta más que al resto?
R. Más... de otra forma. Hay que evitar pensar en ellos como comunidades aisladas. No es el planteamiento de los pueblos indígenas. El planteamiento es de igualdad, de respeto a sus formas de vida. Quieren igualdad clara. Que se entienda que tienen su forma de vida, su propia cultura. Pero eso es lo que nos une a los pueblos indígenas: la diversidad cultural.
P. ¿Qué importancia tiene la educación en su desarrollo?
R. Existe una falta de reconocimiento como pueblo en los sistemas de educación para los indígenas. No se tienen en cuenta la lengua, el idioma, los idiomas indígenas, las maneras, las perspectivas, las filosofías. Hay un gran desconocimiento de su cultura dentro del diseño de los programas de educación. Para mí es importante, primero, la educación de la sociedad, porque lo que hacen los gobernantes, los políticos, es un reflejo de la sociedad en general. Hay que lograr que la sociedad se sensibilice a la existencia de los pueblos indígenas.
P. ¿Cómo lograrlo?
R. Se requiere tiempo. Podemos hacer una comparación con la Transición española. Ha sido un cambio a nivel constitucional y todo un cambio estructural en la creación de las autonomías. El pueblo indígena está en un cambio similar, que requiere voluntad política, atención y comprensión social entre todos los sectores de la sociedad.
P. A los pueblos indígenas hasta los éxitos se les eternizan en apelaciones. Y las celebraciones no llegan a pesar de los casos que van ganando en los tribunales. En Brasil, en Guatemala, contra la esclavitud, la expropiación de fincas... ¿No es frustrante?
R. Todo toma su tiempo. Es frustrante, sí, pero así son las cosas. Lo importante es que en algún momento haya una voluntad política entre los que están en el poder para hacer realmente estos cambios.
Panamá. Bosque Protector de Palo Seco, zona de amortiguamiento del Parque Nacional La Amistad, reserva de la biosfera y patrimonio mundial de la humanidad. No era un viaje turístico, pero a finales de enero, James Anaya visitó el lugar. La comunidad ngobe le invitó para que mediara en el conflicto que se les plantea. El Estado panameño ha otorgado la concesión a la empresa AES Corporation para la construcción de tres hidroeléctricas en el río Changuinola. Sólo la construcción de la primera prevé la inundación de cuatro comunidades indígenas.
Y allí llegó James Anaya (China Lake, California, 1958), relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, para realizar su trabajo.
"Claro que sería ideal que estas cosas no se hicieran. Yo sólo puedo intervenir para orientar, ayudar, levantar acta de algo que está pasando y no es conocido. Al fin y al cabo, lo que hace falta, lo necesario, es la voluntad política de los que están en el poder para cambiar, o al menos mejorar, sus actuaciones, sus relaciones con los pueblos indígenas, y llevar a cabo estos cambios que permitan poner en marcha los derechos recogidos en la declaración de la ONU".
Fue elegido el 27 de marzo de 2008. Abogado, titular de una cátedra de Derecho y Políticas de los Derechos Humanos en la Universidad de Arizona, donde realiza sus investigaciones en amplias ramas del derecho, especialmente del indígena. Es un referente de la doctrina jurídica respecto a los pueblos indígenas, donde se ha volcado en la teoría y en la práctica.
Consiguió el primer pronunciamiento de un tribunal internacional a favor del reconocimiento de los derechos colectivos indígenas sobre sus tierras y recursos. La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso de la comunidad awas tingni contra la República de Nicaragua ha supuesto una revolución, y es estudiado y reproducido por diferentes escuelas y facultades de leyes.
La pasada semana recaló en Madrid para participar en una sesión de trabajo de la ONU patrocinada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Pregunta. La Asamblea General de la ONU tardó más de dos décadas de negociaciones para aprobar la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007. ¿Son suficientes las leyes existentes para la defensa de estas comunidades?
Respuesta. Es bueno que los países incorporen a sus Constituciones los derechos fundamentales de los tratados. Está muy bien. El camino a recorrer es menor. Pero aun así, hay que tomar medidas específicas para hacer reales estas leyes. Veo expresiones en todo el mundo de voluntad política. De buena voluntad política. Eso es casi casi unánime. Pero... no es verdad. Falta ver esa buena voluntad en la práctica. Aunque también reconozco que toma su tiempo a los Estados adoptar una política. Puede ser complejo y lento reajustar las prácticas administrativas, adoptar las leyes necesarias, porque muchas veces, la mayoría, lo que implica este reconocimiento eficaz son cambios en las estructuras.
P. ¿Cómo ve entonces el movimiento indígena hoy?
R. La reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas ha llevado un largo proceso. Pero no es único. Están los procesos de descolonización, de liberación de la mujer, contra la esclavitud... Todas esas luchas implican un cambio fundamental en las estructuras políticas y sociales dominantes. Y la lucha indígena es, tal vez, la última de estas luchas que implican cambios profundos en las estructuras sociales, políticas y económicas dominantes.
P. Este año se cumplen los 25 años del Movimiento de los Sin Tierra (MST). Han tenido un recorrido singular, con altibajos, y recibido críticas desde todos los bandos. Este movimiento, que nació en Brasil, está en auge, y crece en toda América Latina: en Argentina, Paraguay, Guatemala, Bolivia. ¿Hay una relación especial indígena-tierra?
R. Sí, en general. Es una relación en varios aspectos, económicos, también culturales y sociales, en el sentido de círculos familiares, comunales, de la misma organización de todo un pueblo. Está muy relacionado con las actividades en el territorio. Romper esos lazos significa un choque brutal en todos los aspectos de la vida de los indígenas. Pero todos los sectores de la humanidad tienen relación con algún lugar. Todos tienen una expectativa de que sus derechos a la propiedad, al lugar en que viven, van a ser protegidos y respetados.
P. Actualmente, parece que aumenta el intento de empresas privadas o multinacionales de desplazar a algunas comunidades de los lugares donde viven.
R. El problema a veces es el desconocimiento en los planes de los Estados para el desarrollo de los recursos naturales, como el petróleo o la minería. Pero muchas veces se avanza en esos planes sin conocimiento de la ubicación de los pueblos indígenas. En las cercanías de estas operaciones mineras o petroleras hay un desconocimiento sobre los efectos que estas actividades tienen frente a ellos.
P. En el último Foro Social Mundial, al que ha asistido una representación importante del movimiento indígena se ha planteado emprender batallas al lado de países rupturistas con el capitalismo, como Venezuela, Bolivia y Ecuador. ¿Cree que es posible?
R. Es un movimiento que tiene su propio origen, sus propios protagonistas. Claro que van a hacer alianzas. Es un movimiento social de cambio, y hará alianzas con los movimientos sociales de cambio. Pero no hay que identificarlo siempre con tendencias mayores o con políticas antiglobalización.
P. Sin embargo, el proceso de estos movimientos parece que han seguido caminos diferentes. En Estados Unidos, por ejemplo.
R. Entre los mismos indígenas hay diversidad. En Estados Unidos hay indígenas demócratas y republicanos, los hay que quieren tener empresas y grupos que van en otra onda. Pero lo que une al movimiento es ese reclamo a la igualdad y el respeto a la diversidad, el respeto a la libre determinación de los pueblos. Lo importante es que puedan tomar las decisiones en pie de igualdad con los demás. Y que sean respetadas sus propias formas y maneras de vivir. Lo que no significa necesariamente que vayan a implicarse en política, aunque hagan alianzas en cada momento para promover ese cambio.
P. Se repiten los estudios que muestran en los indígenas una mayor incidencia de la pobreza, y menores ingresos, escolaridad y esperanza de vida; la mortalidad infantil es mayor y menor el acceso a la salud e incluso al agua potable. ¿No significa todo esto que defender sus derechos les cuesta más que al resto?
R. Más... de otra forma. Hay que evitar pensar en ellos como comunidades aisladas. No es el planteamiento de los pueblos indígenas. El planteamiento es de igualdad, de respeto a sus formas de vida. Quieren igualdad clara. Que se entienda que tienen su forma de vida, su propia cultura. Pero eso es lo que nos une a los pueblos indígenas: la diversidad cultural.
P. ¿Qué importancia tiene la educación en su desarrollo?
R. Existe una falta de reconocimiento como pueblo en los sistemas de educación para los indígenas. No se tienen en cuenta la lengua, el idioma, los idiomas indígenas, las maneras, las perspectivas, las filosofías. Hay un gran desconocimiento de su cultura dentro del diseño de los programas de educación. Para mí es importante, primero, la educación de la sociedad, porque lo que hacen los gobernantes, los políticos, es un reflejo de la sociedad en general. Hay que lograr que la sociedad se sensibilice a la existencia de los pueblos indígenas.
P. ¿Cómo lograrlo?
R. Se requiere tiempo. Podemos hacer una comparación con la Transición española. Ha sido un cambio a nivel constitucional y todo un cambio estructural en la creación de las autonomías. El pueblo indígena está en un cambio similar, que requiere voluntad política, atención y comprensión social entre todos los sectores de la sociedad.
P. A los pueblos indígenas hasta los éxitos se les eternizan en apelaciones. Y las celebraciones no llegan a pesar de los casos que van ganando en los tribunales. En Brasil, en Guatemala, contra la esclavitud, la expropiación de fincas... ¿No es frustrante?
R. Todo toma su tiempo. Es frustrante, sí, pero así son las cosas. Lo importante es que en algún momento haya una voluntad política entre los que están en el poder para hacer realmente estos cambios.
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