Por Boban Minic, periodista (EL PERIÓDICO, 06/02/09):
Hace unos días me llamó un amigo –bosnio, ex periodista, hoy inmigrante–, y, con la voz un poco exaltada, me dijo: “Mi dominio de la lengua no me lo permite, pero me gustaría escribir sobre la doble moral de los políticos y algunos medios de comunicación en la crisis de Gaza. Les preguntaría si la lucha por la paz en el mundo debería ser una obligación moral y humana o solo el arma para conseguir un interés político”. “¿Qué quieres que te diga…?”, le respondí, ganando tiempo para entender a qué venía una pregunta tan genérica y tan retórica. “No espero tu respuesta, pero te pido –porque tienes la oportunidad– que preguntes a los políticos que con tanto fervor condenan a Israel y defienden a los palestinos lamentando sus víctimas, dónde estaban y por qué esperaron cuatro largos años mientras mataban y aterrorizaban a los ciudadanos de Sarajevo”. Y añadió: “Parece que algunos de nuevo utilizan la guerra y el sufrimiento para ganar votos”.
SU APOSTILLA me indicó por dónde iba la cosa. Mi amigo y yo no compartimos del todo el ideario político, pero defiendo su derecho de pensar diferente. Ni siquiera sé dónde situar su pregunta: a la derecha o la izquierda. La suscriben por igual el PP y la Embajada de Israel en España, y unos personajes que se consideran de izquierdas. No opinan igual los socios del tripartito y aparecen grietas en el mismo Gobierno israelí. Los árabes se han divido, aunque antes tampoco pensaban igual. Hasta en Bosnia, en la parte croato-musulmana se organizan protestas contra la invasión, mientras el primer ministro de la parte serbobosnia envía mensajes con apoyo de su entidad a Israel. Y todos tienen derecho a expresarse libremente y sin que por eso haya ninguna reacción o amenaza que no sea dialéctica. Yo me reservo el mismo derecho, así que considero que el hecho de que nosotros, en Bosnia, sufriéramos la incoherencia y la indecisión de algunos gobiernos (el de España de antaño, entre ellos) no nos da la potestad de criticar a los gobiernos actuales que quieren implicarse y actuar. Es decir, que la condición de víctimas de ayer no debería hacernos inmunes al sufrimiento de las víctimas de hoy.
Tampoco podemos aceptar la teoría de que cuanto más lejos (en tiempo y espacio, menos empatía con el sufrimiento ajeno. Al contrario. La cifra de 360 niños de Gaza muertos en solo dos semanas de invasión israelí me hace recordar a los 1.300 niños de Sarajevo que perdieron la vida en cuatro años del asedio a mi ciudad. Y no me hace sufrir menos, sino más. Los lamentos no se restan: se suman. Matar a niños no era, no es y nunca será una política: es un crimen. Es irrelevante si el niño se llama Mohamed o Nataniel, y si la bomba viene de Gaza o de Israel.
EL ESTADO hebreo es culpable de los crímenes contra los civiles, y Hamás es una organización con tintes terroristas. Así de claro. Ambos matan indiscriminadamente a los niños. Y eso es imperdonable. El presidente de Bosnia Izetbegovic, al principio de la guerra de los Balcanes, dijo que los niños –víctimas de la guerra– no tienen nacionalidad ni religión. Son solo niños. Fiodor M. Dostoyevski escribió que ninguna idea política vale ni una sola lágrima de un solo niño. Lo suscribo. Pero no puedo suscribir que los que defienden la paz quemen las banderas y clamen por la venganza y el exterminio. Son cosas incompatibles que siembran dudas sobre los verdaderos motivos de algunos manifestantes. Tampoco los otros, con todo el respeto y los matices, pueden evocar el Holocausto que sufrieron para justificar atrocidades que ellos mismos están cometiendo. La venganza, como la justificación, agrava el crimen. Todavía más si se comete contra los que no tienen culpa en aquello que se pretende vengar.
Gandhi dijo una vez que “con el ojo por ojo, acabaremos todos ciegos”. Pero esa ley bíblica y babilónica, bárbara y –creía– superada, cabalga en Gaza en su versión más cruda. Ojalá sea solo ojo por ojo. La reacción desproporcionada me recuerda a los escasos misiles que el Ejército bosnio disparaba sobre los que asediaban Sarajevo y a la respuesta de estos: por cada misil sobre su Ejército, 10 misiles sobre los civiles de la ciudad. Y, además, nos acusaban de provocar. Cuidado, también, con los argumentos de los derechos históricos. ¿Cuándo empieza, en realidad, la historia? Para los judíos y palestinos, seguro, no por las mismas fechas. ¿O, volveremos, como en una obra de teatro de la Yugoslavia prebélica, hasta el amanecer de la Tierra? En la farsa chovinista, dos amigos historiadores –uno serbio y el otro croata–, tras un seminario, discuten en la cafetería del hotel qué pueblo es más antiguo y, por tanto, tiene más derechos sobre los Balcanes. A la quinta copa, el serbio acaba la discusión con el argumento definitivo: “Al fin y al cabo, ya se sabe que primero se crearon las amebas y después, los serbios”.
VOLVIENDO a la pregunta que formulaba mi amigo sobre si la paz es una condición humana o moneda de cambio de la política, respondería: “Hombre, hoy en día todo es política. Así como la guerra es la política llevada a cabo con otros medios, la paz, cada día más, es la guerra llevada a cabo con otros medios. Al mismo tiempo, la paz es, sin duda, una condición y una necesidad humana, un bien común, y, como tal, no deberíamos dejarla solo en manos de los políticos, líderes religiosos o ultranacionalistas. Ni los de ayer ni de hoy”. Por eso: ‘No’ a la(s) guerra(s). Todas. Y, si puede ser, sin pistolas, aunque sean de plástico.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Hace unos días me llamó un amigo –bosnio, ex periodista, hoy inmigrante–, y, con la voz un poco exaltada, me dijo: “Mi dominio de la lengua no me lo permite, pero me gustaría escribir sobre la doble moral de los políticos y algunos medios de comunicación en la crisis de Gaza. Les preguntaría si la lucha por la paz en el mundo debería ser una obligación moral y humana o solo el arma para conseguir un interés político”. “¿Qué quieres que te diga…?”, le respondí, ganando tiempo para entender a qué venía una pregunta tan genérica y tan retórica. “No espero tu respuesta, pero te pido –porque tienes la oportunidad– que preguntes a los políticos que con tanto fervor condenan a Israel y defienden a los palestinos lamentando sus víctimas, dónde estaban y por qué esperaron cuatro largos años mientras mataban y aterrorizaban a los ciudadanos de Sarajevo”. Y añadió: “Parece que algunos de nuevo utilizan la guerra y el sufrimiento para ganar votos”.
SU APOSTILLA me indicó por dónde iba la cosa. Mi amigo y yo no compartimos del todo el ideario político, pero defiendo su derecho de pensar diferente. Ni siquiera sé dónde situar su pregunta: a la derecha o la izquierda. La suscriben por igual el PP y la Embajada de Israel en España, y unos personajes que se consideran de izquierdas. No opinan igual los socios del tripartito y aparecen grietas en el mismo Gobierno israelí. Los árabes se han divido, aunque antes tampoco pensaban igual. Hasta en Bosnia, en la parte croato-musulmana se organizan protestas contra la invasión, mientras el primer ministro de la parte serbobosnia envía mensajes con apoyo de su entidad a Israel. Y todos tienen derecho a expresarse libremente y sin que por eso haya ninguna reacción o amenaza que no sea dialéctica. Yo me reservo el mismo derecho, así que considero que el hecho de que nosotros, en Bosnia, sufriéramos la incoherencia y la indecisión de algunos gobiernos (el de España de antaño, entre ellos) no nos da la potestad de criticar a los gobiernos actuales que quieren implicarse y actuar. Es decir, que la condición de víctimas de ayer no debería hacernos inmunes al sufrimiento de las víctimas de hoy.
Tampoco podemos aceptar la teoría de que cuanto más lejos (en tiempo y espacio, menos empatía con el sufrimiento ajeno. Al contrario. La cifra de 360 niños de Gaza muertos en solo dos semanas de invasión israelí me hace recordar a los 1.300 niños de Sarajevo que perdieron la vida en cuatro años del asedio a mi ciudad. Y no me hace sufrir menos, sino más. Los lamentos no se restan: se suman. Matar a niños no era, no es y nunca será una política: es un crimen. Es irrelevante si el niño se llama Mohamed o Nataniel, y si la bomba viene de Gaza o de Israel.
EL ESTADO hebreo es culpable de los crímenes contra los civiles, y Hamás es una organización con tintes terroristas. Así de claro. Ambos matan indiscriminadamente a los niños. Y eso es imperdonable. El presidente de Bosnia Izetbegovic, al principio de la guerra de los Balcanes, dijo que los niños –víctimas de la guerra– no tienen nacionalidad ni religión. Son solo niños. Fiodor M. Dostoyevski escribió que ninguna idea política vale ni una sola lágrima de un solo niño. Lo suscribo. Pero no puedo suscribir que los que defienden la paz quemen las banderas y clamen por la venganza y el exterminio. Son cosas incompatibles que siembran dudas sobre los verdaderos motivos de algunos manifestantes. Tampoco los otros, con todo el respeto y los matices, pueden evocar el Holocausto que sufrieron para justificar atrocidades que ellos mismos están cometiendo. La venganza, como la justificación, agrava el crimen. Todavía más si se comete contra los que no tienen culpa en aquello que se pretende vengar.
Gandhi dijo una vez que “con el ojo por ojo, acabaremos todos ciegos”. Pero esa ley bíblica y babilónica, bárbara y –creía– superada, cabalga en Gaza en su versión más cruda. Ojalá sea solo ojo por ojo. La reacción desproporcionada me recuerda a los escasos misiles que el Ejército bosnio disparaba sobre los que asediaban Sarajevo y a la respuesta de estos: por cada misil sobre su Ejército, 10 misiles sobre los civiles de la ciudad. Y, además, nos acusaban de provocar. Cuidado, también, con los argumentos de los derechos históricos. ¿Cuándo empieza, en realidad, la historia? Para los judíos y palestinos, seguro, no por las mismas fechas. ¿O, volveremos, como en una obra de teatro de la Yugoslavia prebélica, hasta el amanecer de la Tierra? En la farsa chovinista, dos amigos historiadores –uno serbio y el otro croata–, tras un seminario, discuten en la cafetería del hotel qué pueblo es más antiguo y, por tanto, tiene más derechos sobre los Balcanes. A la quinta copa, el serbio acaba la discusión con el argumento definitivo: “Al fin y al cabo, ya se sabe que primero se crearon las amebas y después, los serbios”.
VOLVIENDO a la pregunta que formulaba mi amigo sobre si la paz es una condición humana o moneda de cambio de la política, respondería: “Hombre, hoy en día todo es política. Así como la guerra es la política llevada a cabo con otros medios, la paz, cada día más, es la guerra llevada a cabo con otros medios. Al mismo tiempo, la paz es, sin duda, una condición y una necesidad humana, un bien común, y, como tal, no deberíamos dejarla solo en manos de los políticos, líderes religiosos o ultranacionalistas. Ni los de ayer ni de hoy”. Por eso: ‘No’ a la(s) guerra(s). Todas. Y, si puede ser, sin pistolas, aunque sean de plástico.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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