Por ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - (El País.com, 19/02/2009)
"Me estoy jugando el mandato". Nicolas Sarkozy dijo esto hace unos días a sus colaboradores refiriéndose al periodo crítico que atraviesa su presidencia. Su figura cotiza a la baja en los sondeos, la crisis de aliento planetario se ceba en Francia, las medidas económicas de rescate no han calado en la población y el 19 de marzo hay anunciada ya otra jornada de protesta en la calle que se antoja multitudinaria. Por eso la reunión que se celebró ayer en el Elíseo entre el presidente, un buen ramillete de ministros, representantes de los sindicatos y la patronal era crucial.
Sarkozy llegó con una batería de medidas puramente sociales encaminadas a dar un golpe de timón y de paso calmar los ánimos y convencer a los sindicatos y a los trabajadores. Entre estas medidas se cuenta una prima de 500 euros para desempleados que hayan trabajado un mínimo de dos meses, otra de 150 euros para familias modestas con hijos en edad escolar y la reforma del impuesto sobre la renta para beneficiar a los contribuyentes con menos ingresos. El Estado francés destinará, según comunicó ayer el presidente, 2.600 millones de euros a medidas sociales.
¿Bastará para remontar?
A primera vista, no. A la salida de la reunión, Bernard Thibault, el secretario general de la CGT, uno de los principales sindicatos franceses, manifestó que las divergencias subsisten y que la jornada de protesta del 19 de marzo sigue en pie. Jean-Claude Mailly, líder del sindicato Force Ouvrière, calificó las propuestas de Sarkozy de escasas y criticó sobre todo "lo que se ha olvidado de hacer".
La reunión de ayer se gestó en una jornada de protesta parecida a la prevista en marzo. Ocurrió el 29 de enero. Ocho sindicatos convocaron una jornada de huelga general. No paralizaron Francia, ni siquiera París. Pero sacaron a más de un millón y medio de personas a la calle. Tras las manifestaciones, el presidente de la República entendió que la partida había quedado en tablas, aseguró que había "que escuchar" y anunció la denominada "cumbre social" de ayer.
Desde el día de la manifestación, la proyección de Sarkozy no ha hecho sino bajar a los ojos de los franceses. En un sondeo llevado a cabo la semana pasada por el semanario Le Nouvel Observateur, el 57% de los encuestados aseguraba que las medidas económicas tomadas por Sarkozy hasta ese momento no eran buenas. Es decir, los millonarios planes de reactivación económica, centrados sobre todo en la inversión, en la ayuda a sectores estratégicos necesitados de oxígeno financiero, como los bancos y la industria del automóvil, no consiguen convencer a la población.
Ni siquiera gracias al continuo despliegue mediático de Sarkozy. El 5 de febrero, en una entrevista televisada de más de una hora y media, Sarkozy trató de explicar lo que estaba haciendo para superar la crisis. Ayer, en una alocución grabada que duró 15 minutos, el presidente volvió a salir en televisión en horario de máxima audiencia para anunciar a los franceses las medidas adoptadas, advertirles que la crisis es dura pero que "Francia está mejor situada que otros para salir antes", y recordarles que "el trabajo y el esfuerzo es la mejor manera de actuar".
De cualquier forma, las solemnes declaraciones públicas ya no son suficientes. En el sondeo citado, el 58% de los preguntados considera que Sarkozy "habla mucho pero no hace gran cosa".
Hay otro peligro que ronda actualmente el mandato de Sarkozy. Que los disturbios que hunden actualmente Guadalupe se extiendan a otras zonas de ultramar o que salten a la metrópoli. Las imágenes que llegan a los televisores franceses en las que jóvenes encapuchados rompen y queman coches por la noche en las calles de la capital de la isla caribeña recuerdan a los disturbios de 2005 en los que los adolescentes de la banlieue de París pusieron en jaque al Gobierno.
Ayer, el presidente de la República, al final de su alocución televisada, adelantó que hoy se reunirá con los diputados de las Antillas y que anunciará otra batería de medidas encaminadas a sofocar la explosiva (y tal vez contagiosa) situación de Guadalupe.
Revuelta en ultramar
La incendiaria situación de la isla de Guadalupe (450.000 habitantes), en las Antillas francesas, ha acabado por explotar. Tras un mes de huelgas y de protestas en las que los habitantes de este territorio francés del Caribe se han quejado de su situación económica y de la escalada de precios, todo ha degenerado en dos días: ayer un sindicalista murió de un disparo que salió de una barricada en Pointe-à-Pitre, la ciudad más importante de la isla.
Los comercios están cerrados, incluidas las farmacias, las carreteras cortadas, con árboles y muebles atravesados en el asfalto formando barreras, hay coches incendiados, disturbios y pillaje. Seis policías han resultado heridos por disparos. A los turistas, fuente de ingresos de la isla, les han pedido que no salgan del hotel y que no pisen la calle. Un miembro de un sindicato policial de Guadalupe confesó ayer que las fuerzas de seguridad "se sienten desbordadas". París ha enviado casi 300 gendarmes de refuerzo. El presidente del consejo regional de la isla, el socialista Victorin Lurel, fue más tajante: "Estamos a un paso de la revuelta". Las protestas por la crisis también se han extendido a la vecina Martinica, y amenazan con desatarse en la Guyana francesa y en Reunión (Índico).
Desde hace 30 días, los habitantes de Guadalupe salen a la calle para protestar por su asfixia económica. Se quejan de que los productos (muchos importados de Francia) cuestan mucho y que los sueldos son muy bajos, de una tasa de paro que ronda el 20% (en la metrópoli se sitúa en el 8%) y, sobre todo, se quejan de que París haya mirado para otro lado, esperando que la protesta remitiese sin ruido, confiando en que éste, además, llegase amortiguado a la lejana metrópoli. En la raíz del asunto se encuentra también el sentimiento de discriminación de una población que no ve que Guadalupe sea tratada como un territorio francés.
"Me estoy jugando el mandato". Nicolas Sarkozy dijo esto hace unos días a sus colaboradores refiriéndose al periodo crítico que atraviesa su presidencia. Su figura cotiza a la baja en los sondeos, la crisis de aliento planetario se ceba en Francia, las medidas económicas de rescate no han calado en la población y el 19 de marzo hay anunciada ya otra jornada de protesta en la calle que se antoja multitudinaria. Por eso la reunión que se celebró ayer en el Elíseo entre el presidente, un buen ramillete de ministros, representantes de los sindicatos y la patronal era crucial.
Sarkozy llegó con una batería de medidas puramente sociales encaminadas a dar un golpe de timón y de paso calmar los ánimos y convencer a los sindicatos y a los trabajadores. Entre estas medidas se cuenta una prima de 500 euros para desempleados que hayan trabajado un mínimo de dos meses, otra de 150 euros para familias modestas con hijos en edad escolar y la reforma del impuesto sobre la renta para beneficiar a los contribuyentes con menos ingresos. El Estado francés destinará, según comunicó ayer el presidente, 2.600 millones de euros a medidas sociales.
¿Bastará para remontar?
A primera vista, no. A la salida de la reunión, Bernard Thibault, el secretario general de la CGT, uno de los principales sindicatos franceses, manifestó que las divergencias subsisten y que la jornada de protesta del 19 de marzo sigue en pie. Jean-Claude Mailly, líder del sindicato Force Ouvrière, calificó las propuestas de Sarkozy de escasas y criticó sobre todo "lo que se ha olvidado de hacer".
La reunión de ayer se gestó en una jornada de protesta parecida a la prevista en marzo. Ocurrió el 29 de enero. Ocho sindicatos convocaron una jornada de huelga general. No paralizaron Francia, ni siquiera París. Pero sacaron a más de un millón y medio de personas a la calle. Tras las manifestaciones, el presidente de la República entendió que la partida había quedado en tablas, aseguró que había "que escuchar" y anunció la denominada "cumbre social" de ayer.
Desde el día de la manifestación, la proyección de Sarkozy no ha hecho sino bajar a los ojos de los franceses. En un sondeo llevado a cabo la semana pasada por el semanario Le Nouvel Observateur, el 57% de los encuestados aseguraba que las medidas económicas tomadas por Sarkozy hasta ese momento no eran buenas. Es decir, los millonarios planes de reactivación económica, centrados sobre todo en la inversión, en la ayuda a sectores estratégicos necesitados de oxígeno financiero, como los bancos y la industria del automóvil, no consiguen convencer a la población.
Ni siquiera gracias al continuo despliegue mediático de Sarkozy. El 5 de febrero, en una entrevista televisada de más de una hora y media, Sarkozy trató de explicar lo que estaba haciendo para superar la crisis. Ayer, en una alocución grabada que duró 15 minutos, el presidente volvió a salir en televisión en horario de máxima audiencia para anunciar a los franceses las medidas adoptadas, advertirles que la crisis es dura pero que "Francia está mejor situada que otros para salir antes", y recordarles que "el trabajo y el esfuerzo es la mejor manera de actuar".
De cualquier forma, las solemnes declaraciones públicas ya no son suficientes. En el sondeo citado, el 58% de los preguntados considera que Sarkozy "habla mucho pero no hace gran cosa".
Hay otro peligro que ronda actualmente el mandato de Sarkozy. Que los disturbios que hunden actualmente Guadalupe se extiendan a otras zonas de ultramar o que salten a la metrópoli. Las imágenes que llegan a los televisores franceses en las que jóvenes encapuchados rompen y queman coches por la noche en las calles de la capital de la isla caribeña recuerdan a los disturbios de 2005 en los que los adolescentes de la banlieue de París pusieron en jaque al Gobierno.
Ayer, el presidente de la República, al final de su alocución televisada, adelantó que hoy se reunirá con los diputados de las Antillas y que anunciará otra batería de medidas encaminadas a sofocar la explosiva (y tal vez contagiosa) situación de Guadalupe.
Revuelta en ultramar
La incendiaria situación de la isla de Guadalupe (450.000 habitantes), en las Antillas francesas, ha acabado por explotar. Tras un mes de huelgas y de protestas en las que los habitantes de este territorio francés del Caribe se han quejado de su situación económica y de la escalada de precios, todo ha degenerado en dos días: ayer un sindicalista murió de un disparo que salió de una barricada en Pointe-à-Pitre, la ciudad más importante de la isla.
Los comercios están cerrados, incluidas las farmacias, las carreteras cortadas, con árboles y muebles atravesados en el asfalto formando barreras, hay coches incendiados, disturbios y pillaje. Seis policías han resultado heridos por disparos. A los turistas, fuente de ingresos de la isla, les han pedido que no salgan del hotel y que no pisen la calle. Un miembro de un sindicato policial de Guadalupe confesó ayer que las fuerzas de seguridad "se sienten desbordadas". París ha enviado casi 300 gendarmes de refuerzo. El presidente del consejo regional de la isla, el socialista Victorin Lurel, fue más tajante: "Estamos a un paso de la revuelta". Las protestas por la crisis también se han extendido a la vecina Martinica, y amenazan con desatarse en la Guyana francesa y en Reunión (Índico).
Desde hace 30 días, los habitantes de Guadalupe salen a la calle para protestar por su asfixia económica. Se quejan de que los productos (muchos importados de Francia) cuestan mucho y que los sueldos son muy bajos, de una tasa de paro que ronda el 20% (en la metrópoli se sitúa en el 8%) y, sobre todo, se quejan de que París haya mirado para otro lado, esperando que la protesta remitiese sin ruido, confiando en que éste, además, llegase amortiguado a la lejana metrópoli. En la raíz del asunto se encuentra también el sentimiento de discriminación de una población que no ve que Guadalupe sea tratada como un territorio francés.
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