miércoles, abril 23, 2008

Precio y escasez de los alimentos

Por Francesc Reguant, economista especializado en agricultura (EL PERIÓDICO, 23/04/08):

En pocos días se han sucedido una multiplicidad de declaraciones y noticias impactantes en relación con el suministro alimentario. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial (BM) acaban de expresar su preocupación por los elevados precios de los alimentos y sus consecuencias en el desarrollo mundial, la estabilidad política y la nutrición humana, acusando a los agrocarburantes de este desaguisado. Hambre, desarrollo y tensión política, palabras muy duras, con formato de urgencia, en la boca de los máximos dirigentes de los organismos financieros mundiales.

Los hechos les dan la razón. Mientras aumenta la lista de países con problemas de carestía de los alimentos, crecen los conflictos (Haití, Egipto, Argentina). Incluso se está produciendo algo insólito, la Europa agro-proteccionista abandona barreras a la importación, al mismo tiempo que los países normalmente exportadores establecen obstáculos crecientes a la salida de alimentos de sus fronteras, en un afán de defender su seguridad alimentaria frente a las oportunidades de un mercado exterior muy remunerador.

Estamos ante un significativo desajuste entre oferta y demanda alimentaria. Llevábamos tantos años con un suministro alimentario seguro y estable que habíamos llegado a pensar que los alimentos procedían de la nevera o del supermercado. Esta deformación cultural ha impedido tomar en consideración las señales que se estaban sucediendo acerca de las dificultades que podían sobrevenir. Los mercados alimentarios son altamente inestables y con un gran potencial desestabilizador. Como es sabido, la gran inelasticidad de la demanda de alimentos (aunque suban los precios la demanda se resiste a ceder) conlleva que ante una moderada reducción de oferta el mercado responde con fuertes subidas de precios.

De hecho, el incremento de precios ante una oferta insuficiente no persigue otra cosa que expulsar a demandantes o, lo que es lo mismo, a incrementar el número de personas que verán deterioradas sus pautas nutricionales. Sin embargo, la teoría económica no explica que los grupos excluidos se sitúen en el umbral del conflicto social. Es hora de recordar que una de las ideas fuerza que motivó el tratado de Roma, que puso las bases de la actual Unión Europea, era el garantizar el suministro alimentario y asegurar la estabilidad de precios, objetivos tras los cuales se configuró la Política Agrícola Común (PAC).

LOS VECTORES de los desajustes se resumen en dos. El primero parte del incremento acelerado de la población mundial y del rápido desarrollo de los actuales países emergentes (China, India, Brasil, Rusia y Sudeste Asiático), con unos hábitos de consumo cada vez más exigentes en proteínas. El segundo vector lo constituyen los agrocarburantes, como fuente de energía relativamente asequible ante la inseguridad de suministro energético y, a su vez, como alternativa supuestamente aceptable frente a un cambio climático que gana credibilidad a golpe de evidencias. Sin embargo, los agrocarburantes o bien compiten con la oferta alimentaria o ganan espacio por la vía de la deforestación.

Es así que tras haberse calificado de alarmistas a certeras voces previsoras, llega el FMI i el BM declarando al unísono el efecto perverso de los agrocarburantes. No era realista pensar, por ejemplo, que se podía derivar a etanol el 30% del maíz producido por Estados Unidos sin que hubiera una respuesta en el mercado. Ni suponer que pasarían desapercibidas para los especuladores las sucesivas declaraciones de incremento futuro de demanda de agrocarburantes “garantizadas por ley”. Se ha puesto una bomba de relojería, en forma de restricción de oferta, en la línea de flotación de un sistema económico tensionado por una demanda creciente. Desde las instituciones internacionales se está llamando a la sensatez y a la coordinación de actuaciones sostenibles, poniendo en la misma bolsa los alimentos y los agrocarburantes, haciendo balance, planificando, priorizando la alimentación y revisando objetivos, teniendo en cuenta que los recursos son limitados. Pero ¿seremos capaces de prescindir de intereses locales y a corto plazo?

EL MUNDO necesita más alimentos y a su vez se quiere producir más agrocarburantes. Es decir, se desea incrementar la producción agrícola, que recobra su peso real como activo estratégico clave ante los retos del siglo XXI. Para incrementar la oferta de agro-productos –alimentarios o no– sin afectar a ecosistemas necesarios y sensibles, las vías pueden ser la intensificación, la eficiencia productiva o la puesta en producción de tierras actualmente yermas. Para ello, la optimización del recurso escaso y limitante que es el agua (con nuevas infraestructuras hidrológicas y la extensión o mejora del potencial de regadío) junto con la tecnología (especialmente la biotecnología) puede ofrecer nuevas oportunidades en esta dirección. Ello no obstante, ni el incremento puede ser ilimitado ni el ajuste necesidad-respuesta es inmediato. No en vano el director del FMI advierte que lo peor está por llegar. Es hora de actuar preparando el futuro.

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