viernes, abril 25, 2008

Un tsunami armado devora Sri Lanka

Por FERNANDO NAVARRO - Madrid - (El País.com, 24/04/2008)

A finales de 2004, un tsunami arrasó el sudeste de Sri Lanka, causando la muerte de unas 35.000 personas. La catástrofe despertó la solidaridad de la comunidad internacional. Podía ser el peor desastre humano en la historia de esta pequeña isla del Océano Índico, si no fuera por el maremoto étnico y político que hunde a Sri Lanka en una guerra abierta y sangrienta, que ha dejado el doble de muertos en 25 años de combates entre el Gobierno y la minoría étnica más numerosa, los tamiles. Dentro de esta ola de violencia, ayer el Ejército llevó a cabo su mayor ofensiva de los últimos años. Más de 100 personas murieron tras una batalla al norte del país.

Tres años después del terremoto marino, en otro mes de diciembre, el comandante general de las Fuerzas Armadas de Sri Lanka, Sarta Fonseka, expuso a los tamiles a otro tsunami: prometió que en agosto de 2008 sus tropas acabarían con los 3.000 rebeldes que formaban la guerrilla de los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE), enfrentada al Gobierno por sus reivindicaciones independentistas y diferencias religiosas.

Según cifras oficiales del Ministerio de Defensa, esa promesa se cumplió el pasado 18 de abril cuando las operaciones del Ejército alcanzaron la cifra de 3.000 guerrilleros muertos. Pero el Gobierno del combativo Mahinda Rajapakse ha tenido que echar de nuevo las cuentas y cifrar el LTTE en 5.000 tigres tamiles. Con todo, la promesa sigue en pie. El último combate entre las tropas y los guerrilleros tamiles se dio ayer y causó la muerte de más de 100 personas, entre rebeldes y soldados, aunque las cifras varían siempre según el bando que informe. La única certeza es la creciente brutalidad de los ataques.

“Un país dentro de otro país”

La ofensiva tuvo lugar en la península de Jaffna, bastión tamil al norte de Sri Lanka, donde los tigres y el Ejército combaten a diario por controlar cada metro de tierra. “Jaffna es un país dentro de otro país. El Gobierno tiene sus pasos fronterizos pero el control corresponde a los tamiles”, asegura un trabajador humanitario español que opera en la isla y prefiere permanecer en anonimato por motivos de seguridad. El pueblo de Sri Lanka, dividido por el lenguaje y la religión, es mayoritariamente cingalés (74%), aunque la minoría más importante es la tamil (18%), y luego la de origen árabe (7%) y Vedda (1%). El detonante del actual conflicto está en las diferencias religiosas; los cingaleses son budistas y los tamiles son hindúes. Las contradicciones entre unos y otros son recurso para la violencia.

Los rebeldes reivindican al Gobierno la independencia de las regiones del norte y del este, donde la etnia tamil es la más numerosa. Y toman el camino de la lucha armada ante la nula respuesta a sus demandas y la situación de discriminación que sienten por la etnia cingalesa desde hace años, sufriendo expulsiones masivas en la capital, Colombo. En los últimos meses, el conflicto se ha enquistado y las zonas que son liberadas por el LTTE son sometidas a bombardeos y bloqueos por parte del Ejecutivo.

“La carencia de medicinas y alimentos es general en toda la isla, pero especialmente en territorio tamil donde se producen los cortes del Gobierno. El acceso por carretera está cortado y hay que llegar a Jaffna por mar o aire. Un viaje de unos 200 kilómetros por carretera puede durar 10 horas”, explica el trabajador español. Mientras tanto, se suceden los combates entre los guerrilleros y las fuerzas gubernamentales, apoyadas por aliados paramilitares. También los atentados terroristas protagonizados por tamiles, como el que acabó con la vida del ministro cingalés de Transportes, Jeyaraj Fernandopulle, a causa de la explosión de una bomba el pasado 6 de abril.

“Cheque en blanco”

Como en otras ocasiones a lo largo de décadas de lucha armada, es un momento trágico para el país. Sin embargo, la paz hoy es sólo un sueño y no existe en la agenda política. El presidente Rajapakse se ha marcado el objetivo de ir a la batalla. Desde el pasado 16 de enero el país ha vuelto al estado de guerra después de que el Gobierno derogó los acuerdos de alto el fuego del año 2002.

“El Gobierno está en una escalada de violencia y quiere exterminar a los guerrilleros tamiles como sea. Ha decidido ser más beligerante para combatir a los tigres y ahora tiene cheque en blanco”, afirma el trabajador humanitario español. Los enfrentamientos nunca cesaron entre el Ejército y la guerrilla tamil, pero ahora la premisa en ambos bandos es golpear más fuerte que el otro, aunque por el camino se dejen centenares de muertos civiles.

Como en tantas otras partes del mundo, la muerte en esta isla del Índico es un goteo casi diario que apiña los cadáveres en el absoluto olvido de la atención internacional. El pasado año murieron más de 4.000 personas, según diversas organizaciones humanitarias. Y este año las previsiones son peores. Es una realidad incrustada a la piel de Sri Lanka, cuyos habitantes no recuerdan un solo año de paz. Después de más dos décadas de lucha, son más de 70.000 muertos, 600.000 desplazados, 200.000 refugiados en la India y otros tantos por el mundo. Cifras propias de un tsunami devastador.

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