El tema del encuentro, que finaliza hoy con otros participantes, se antojaba peliagudo: Nuevo mundo, nuevo capitalismo. La ciudad que lo acogía, un París nevado que soporta desde hace días una espantosa ola de frío. El lugar, un anfiteatro enclavado en la vieja Escuela Militar, a un paso de la torre Eiffel, donde el mismísimo Napoleón estudió cuando era un adolescente, con una beca, a fin de convertirse en suboficial de artillería.
La segunda en salir a la palestra fue Angela Merkel, la canciller alemana. No sonrió en ningún momento. Habló en alemán sin gesticular apenas. Con la expresión en la cara venía a decir que no está el horno para bollos. Efectivamente: "Los Estados tienen ahora una montaña de deudas, pero era la única manera posible de afrontar esta crisis". Merkel criticó los alegres excesos económicos de estos últimos años y exigió un nuevo orden que los ataje, que limite su riesgo y que, a la postre, impida la destrucción total del sistema financiero, arrastrando consigo toda la economía. Luego propuso algo un poco más concreto: de la misma forma que existe un Consejo de Seguridad en la ONU, que exista una suerte de consejo económico mundial que vele por la estabilidad del sistema, o una "declaración universal para una economía razonable" similar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No precisó más. Sí que se remontó a los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa se reconstruyó gracias a la creación de un nuevo orden, de un nuevo sistema internacional político y económico. Afirmó que la situación actual es parecida. Que las viejas instituciones que entonces sirvieron ya no sirven. Que las actuales tampoco: "El G-8 [el grupo de países más poderosos del mundo] ya no es suficiente", dijo. Pidió que se cuente con China, Brasil e India, entre otros, sin mencionar a España.
Después saltó (literalmente) a la tribuna Nicolas Sarkozy. Fiel a su estilo inquieto gesticuló, hizo chistecillos, sonrió, guiñó el ojo, moduló los tonos de voz, se movió a derecha e izquierda y adquirió a veces una seriedad teatral. Se dirigió varias veces a Merkel llamándola "Angela" y a Blair llamándolo "Tony".
Aseguró que el mundo cambia y que ellos, los dirigentes, deben exigir un cambio en las políticas de todos. "Porque nadie lo va a hacer por nosotros".
Describió la mundialización como un fenómeno positivo, pero luego aseguró que acarrea un "vacío de valores" que genera, a la postre, que la gente se aferre a lo más próximo. Luego encaró de frente el tema del congreso: "El capitalismo puramente financiero es amoral. No creo en otro capitalismo que el del esfuerzo y el trabajo. Debemos moralizar el capitalismo. Refundarlo. Eso no quiere decir destruirlo. Destruirlo es dar un paso atrás, renunciar a todo lo hecho. Pero, o lo refundamos, o se destruirá".
Luego se inclinó en la tribuna y añadió, en un tono algo desafiante: "El 2 de abril, nos reuniremos en Londres los integrantes del G-20 para arbitrar las nuevas reglas financieras. Yo me considero un gran amigo de Estados Unidos. Sé que junto a Estados Unidos cambiaremos el mundo. Pero todo ha cambiado. Ya no hay ningún país, tampoco EE UU, que pueda decir a los otros lo que hay que hacer, cómo hay que actuar". Y prosiguió: "Después de la Segunda Guerra Mundial sólo existía una moneda en el mundo [refiriéndose al dólar] pero ahora existen varias y todos podemos utilizarlas y utilizar nuestros tipos de interés".
Añadió que Francia apostará por la acción, por el movimiento, y terminó su discurso tras mencionar (otra vez) a "Angela" y a "Tony".
Después, los tres líderes políticos se separaron. Merkel y Sarkozy se reunieron en el palacio del Elíseo. Después anunciaron que en unas semanas se celebrará en Berlín una reunión preparatoria de los miembros europeos del G-20 para que en la cumbre de abril Europa tenga una voz clara.
Tony Blair, por su parte, se quedó en la Escuela Militar, participando en un debate sobre nuevo capitalismo. En el pasillo, un periodista le recordó que en julio de 2007 fue nombrado enviado especial a Oriente Medio del Cuarteto (Rusia, ONU, Unión Europea y Estados Unidos). Luego le preguntó si no se sentía decepcionado por lo que ocurre en Gaza. Blair miró para otro lado, siguió andando por el pasillo y no contestó.
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