Por Rogelio Alonso, profesor de Ciencia Política. Universidad Rey Juan Carlos (ABC, 15/02/09):
Las autoridades de Pakistán, tras reconocer que fue en ese país donde se coordinaron los atentados de Bombay, han asegurando que uno de los sospechosos procedía de Barcelona. Estas revelaciones sugieren algunas reflexiones sobre la amenaza que el terrorismo yihadista comporta para España.
En primer lugar, el anuncio confirma el carácter internacional y transnacional del terrorismo yihadista inspirado en una interpretación violenta del Islam. La intensa actividad terrorista y antiterrorista de los últimos años demuestra que el yihadismo constituye un movimiento internacional que, trascendiendo fronteras, persigue unos objetivos que afectan al sistema mundial en su práctica totalidad. La ideología yihadista actúa como elemento homogeneizador del heterogéneo conjunto de actores que por todo el planeta promueven este tipo de violencia. Sobre esa base se construye una solidaridad entre redes que extienden sus acciones por distintos continentes. Es por tanto una amenaza global que obliga a las democracias a responder globalmente.
En segundo lugar, la masacre de Bombay expone cómo las actividades que desde nuestro país desarrollan los yihadistas pueden contribuir a la planificación de atentados terroristas a miles de kilómetros de distancia. Desde que en 1997 se produjeran en España las primeras detenciones de yihadistas, se evidenció la implicación de radicales procedentes de otros países en labores de adoctrinamiento, logística, financiación y refugio en territorio español. Gradualmente las redes yihadistas asumieron la preparación y envío de activistas, algunos de ellos suicidas, a entornos como Irak, Afganistán, Pakistán y el Sahel. Los últimos informes elaborados por Europol constatan el preocupante incremento de personas detenidas en España por reclutar yihadistas con destino a esos escenarios.
En tercer lugar, los recientes acontecimientos corroboran la enorme relevancia que ha adquirido España como puente entre el yihadismo desplegado a lo largo de Europa, África y Asia. Ya en 2004 la detención de diez paquistaníes en Barcelona reveló el envío de dinero a yihadistas relacionados con uno de los cerebros del 11 S, Khalid Sheikh Mohammed. A través de negocios en el barrio del Raval, paquistaníes residentes en la capital catalana enviaron dinero a los asesinos del periodista Daniel Pearl, secuestrado en Pakistán en 2002. Es en Cataluña donde se concentra mayoritariamente la comunidad paquistaní en nuestro país, si bien las actividades delictivas de algunos de sus representantes no se limitan a esa región. En 2003 otro ciudadano paquistaní fue detenido en Logroño y condenado por financiación del terrorismo yihadista. En 2005 la Guardia Civil desmanteló en la costa del sol una red integrada por argelinos acusados de enviar fondos a Argelia, Afganistán y Pakistán. En enero de 2008, doce pakistaníes y dos indios, sospechosos de vinculación con el grupo terrorista Tehrik-e-Taliban de Pakistán, fueron detenidos en el barcelonés barrio del Raval y acusados de preparar atentados suicidas.
En cuarto lugar, si bien marroquíes y argelinos han sido las nacionalidades predominantes en las redes yihadistas en España, la implicación de pakistaníes es cada vez más significativa. Esta circunstancia pone de relieve el desdoblamiento de riesgos y amenazas, así como sus múltiples diversificaciones. A este respecto, puede destacarse que las investigaciones policiales han corroborado que captadores de Al Qaeda, sirviéndose de foros restringidos en Internet, han reclutado yihadistas desde distintos lugares del mundo, entre ellos, Pakistán, sin duda uno de los más activos focos del yihadismo internacional.
Este país, desde el que se planificó la matanza de Bombay, fue también el lugar en el que Khalid Shaikh Mohammed y Ramzi Binalshibh, ambos involucrados en la preparación del 11 S, fueron detenidos después de su reunión en España con Mohammed Atta, uno de los pilotos suicidas. Pakistán fue también el país en el que recibieron adoctrinamiento, Siddeque Khan y Shazad Tanweer, dos de los terroristas suicidas responsables de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres. Para estos dos jóvenes británicos su viaje a Pakistán representó una profundización en la radicalización yihadista, proceso acometido en idéntico contexto por otros adolescentes. Esta suerte de peregrinación espiritual desde Occidente, con su culminación en el terrorismo, fue la que también llevó a cabo Bilal Mohammed, un británico residente en Birminhgam que en 2001 se autoinmoló frente a un cuartel del ejército indio en Cachemira. Es ésta la región en la que surgió Lashkar-e Toiba, grupo responsable de los atentados de Bombay.
Desde hace años viene reproduciéndose un constante flujo de yihadistas por todo el globo, incluyendo los más diversos tránsitos, entre ellos frecuentes desplazamientos de jóvenes desde Pakistán hacia España tras haber completado su formación terrorista en Afganistán. Asimismo, existe constancia de que en muchos casos los viajes espirituales emprendidos desde Europa hacia esa región asiática por parte de individuos interesados en profundizar en sus estudios coránicos ocultan otras intenciones, deviniendo además en ocasiones en una peligrosa radicalización violenta.
En esas circunstancias, debe concluirse que la creciente multiplicidad de los destinos y retornos hacia los que se dirigen y de los que proceden los yihadistas ha acentuado las dificultades a las que se enfrentan los estados para detectar, perseguir y desmantelar estas extensas redes terroristas. Recabar información de calidad que se traduzca en inteligencia útil para la aprehensión de activistas antes de la comisión de atentados es siempre una laboriosa misión que se ve entorpecida por la difusa y transfronteriza estructura en red del terrorismo islamista. Este complejo panorama exige incrementar la colaboración entre gobiernos y, especialmente, la cooperación entre agencias judiciales y de seguridad. El reto es mayor si apreciamos la diversidad de contextos culturales y políticos en los que debe perfeccionarse esta imprescindible coordinación. Son considerables las reluctancias que en el ámbito doméstico todavía persisten a la hora de compartir información sensible, renuencias que se acentúan cuando se trata de intercambios entre agencias inter estatales.
Ciertamente España ha experimentado tras el 11 M un notable incremento de las capacidades de inteligencia. Sin embargo, las características de la amenaza actual sugieren que la presencia exterior de nuestros servicios debería verse fortalecida con objeto de complementar los esfuerzos que en el ámbito interno se realizan y que también son susceptibles de mejora. La conexión yihadista entre Barcelona y Bombay pone de relieve los peligros derivados de la permeabilidad de nuestras fronteras y del asentamiento de comunidades inmigrantes musulmanes en las que puede prosperar el extremismo yihadista. Esta situación se combina con una peculiar ubicación geográfica que convierte a España en vía de entrada a Europa, pero también en ruta de salida hacia África y Asia. Semejante coyuntura obliga a reforzar los recursos materiales y humanos que permitan desarrollar una intensa acción interior y exterior eficaz frente a un intrincado fenómeno como el terrorismo yihadista.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Las autoridades de Pakistán, tras reconocer que fue en ese país donde se coordinaron los atentados de Bombay, han asegurando que uno de los sospechosos procedía de Barcelona. Estas revelaciones sugieren algunas reflexiones sobre la amenaza que el terrorismo yihadista comporta para España.
En primer lugar, el anuncio confirma el carácter internacional y transnacional del terrorismo yihadista inspirado en una interpretación violenta del Islam. La intensa actividad terrorista y antiterrorista de los últimos años demuestra que el yihadismo constituye un movimiento internacional que, trascendiendo fronteras, persigue unos objetivos que afectan al sistema mundial en su práctica totalidad. La ideología yihadista actúa como elemento homogeneizador del heterogéneo conjunto de actores que por todo el planeta promueven este tipo de violencia. Sobre esa base se construye una solidaridad entre redes que extienden sus acciones por distintos continentes. Es por tanto una amenaza global que obliga a las democracias a responder globalmente.
En segundo lugar, la masacre de Bombay expone cómo las actividades que desde nuestro país desarrollan los yihadistas pueden contribuir a la planificación de atentados terroristas a miles de kilómetros de distancia. Desde que en 1997 se produjeran en España las primeras detenciones de yihadistas, se evidenció la implicación de radicales procedentes de otros países en labores de adoctrinamiento, logística, financiación y refugio en territorio español. Gradualmente las redes yihadistas asumieron la preparación y envío de activistas, algunos de ellos suicidas, a entornos como Irak, Afganistán, Pakistán y el Sahel. Los últimos informes elaborados por Europol constatan el preocupante incremento de personas detenidas en España por reclutar yihadistas con destino a esos escenarios.
En tercer lugar, los recientes acontecimientos corroboran la enorme relevancia que ha adquirido España como puente entre el yihadismo desplegado a lo largo de Europa, África y Asia. Ya en 2004 la detención de diez paquistaníes en Barcelona reveló el envío de dinero a yihadistas relacionados con uno de los cerebros del 11 S, Khalid Sheikh Mohammed. A través de negocios en el barrio del Raval, paquistaníes residentes en la capital catalana enviaron dinero a los asesinos del periodista Daniel Pearl, secuestrado en Pakistán en 2002. Es en Cataluña donde se concentra mayoritariamente la comunidad paquistaní en nuestro país, si bien las actividades delictivas de algunos de sus representantes no se limitan a esa región. En 2003 otro ciudadano paquistaní fue detenido en Logroño y condenado por financiación del terrorismo yihadista. En 2005 la Guardia Civil desmanteló en la costa del sol una red integrada por argelinos acusados de enviar fondos a Argelia, Afganistán y Pakistán. En enero de 2008, doce pakistaníes y dos indios, sospechosos de vinculación con el grupo terrorista Tehrik-e-Taliban de Pakistán, fueron detenidos en el barcelonés barrio del Raval y acusados de preparar atentados suicidas.
En cuarto lugar, si bien marroquíes y argelinos han sido las nacionalidades predominantes en las redes yihadistas en España, la implicación de pakistaníes es cada vez más significativa. Esta circunstancia pone de relieve el desdoblamiento de riesgos y amenazas, así como sus múltiples diversificaciones. A este respecto, puede destacarse que las investigaciones policiales han corroborado que captadores de Al Qaeda, sirviéndose de foros restringidos en Internet, han reclutado yihadistas desde distintos lugares del mundo, entre ellos, Pakistán, sin duda uno de los más activos focos del yihadismo internacional.
Este país, desde el que se planificó la matanza de Bombay, fue también el lugar en el que Khalid Shaikh Mohammed y Ramzi Binalshibh, ambos involucrados en la preparación del 11 S, fueron detenidos después de su reunión en España con Mohammed Atta, uno de los pilotos suicidas. Pakistán fue también el país en el que recibieron adoctrinamiento, Siddeque Khan y Shazad Tanweer, dos de los terroristas suicidas responsables de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres. Para estos dos jóvenes británicos su viaje a Pakistán representó una profundización en la radicalización yihadista, proceso acometido en idéntico contexto por otros adolescentes. Esta suerte de peregrinación espiritual desde Occidente, con su culminación en el terrorismo, fue la que también llevó a cabo Bilal Mohammed, un británico residente en Birminhgam que en 2001 se autoinmoló frente a un cuartel del ejército indio en Cachemira. Es ésta la región en la que surgió Lashkar-e Toiba, grupo responsable de los atentados de Bombay.
Desde hace años viene reproduciéndose un constante flujo de yihadistas por todo el globo, incluyendo los más diversos tránsitos, entre ellos frecuentes desplazamientos de jóvenes desde Pakistán hacia España tras haber completado su formación terrorista en Afganistán. Asimismo, existe constancia de que en muchos casos los viajes espirituales emprendidos desde Europa hacia esa región asiática por parte de individuos interesados en profundizar en sus estudios coránicos ocultan otras intenciones, deviniendo además en ocasiones en una peligrosa radicalización violenta.
En esas circunstancias, debe concluirse que la creciente multiplicidad de los destinos y retornos hacia los que se dirigen y de los que proceden los yihadistas ha acentuado las dificultades a las que se enfrentan los estados para detectar, perseguir y desmantelar estas extensas redes terroristas. Recabar información de calidad que se traduzca en inteligencia útil para la aprehensión de activistas antes de la comisión de atentados es siempre una laboriosa misión que se ve entorpecida por la difusa y transfronteriza estructura en red del terrorismo islamista. Este complejo panorama exige incrementar la colaboración entre gobiernos y, especialmente, la cooperación entre agencias judiciales y de seguridad. El reto es mayor si apreciamos la diversidad de contextos culturales y políticos en los que debe perfeccionarse esta imprescindible coordinación. Son considerables las reluctancias que en el ámbito doméstico todavía persisten a la hora de compartir información sensible, renuencias que se acentúan cuando se trata de intercambios entre agencias inter estatales.
Ciertamente España ha experimentado tras el 11 M un notable incremento de las capacidades de inteligencia. Sin embargo, las características de la amenaza actual sugieren que la presencia exterior de nuestros servicios debería verse fortalecida con objeto de complementar los esfuerzos que en el ámbito interno se realizan y que también son susceptibles de mejora. La conexión yihadista entre Barcelona y Bombay pone de relieve los peligros derivados de la permeabilidad de nuestras fronteras y del asentamiento de comunidades inmigrantes musulmanes en las que puede prosperar el extremismo yihadista. Esta situación se combina con una peculiar ubicación geográfica que convierte a España en vía de entrada a Europa, pero también en ruta de salida hacia África y Asia. Semejante coyuntura obliga a reforzar los recursos materiales y humanos que permitan desarrollar una intensa acción interior y exterior eficaz frente a un intrincado fenómeno como el terrorismo yihadista.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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