Por Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Exteriores de Israel, y vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Traducción de Kena Nequiz (EL PAÍS, 11/02/09):
La vocación europea por la construcción de la paz y por las normas internacionales de conducta será la base sobre la que Barack Obama buscará reconstruir la alianza transatlántica que su predecesor dañó tan seriamente. La prontitud con la que el nuevo presidente aborde el conflicto árabe-israelí será de suma importancia para los europeos, porque para ellos Jerusalén siempre ha sido más importante que Bagdad, algo que George W. Bush no quiso escuchar.
La incapacidad de Europa para ayudar a resolver el conflicto árabe-israelí no surge de su postura hacia los temas centrales, que difiere muy poco de la de Estados Unidos. Su impotencia nace más bien de su actitud hacia el Estado judío. En esencia, como judíos y europeos, tenemos una combinación de atracción y rechazo que está incrustada en nuestra conciencia colectiva. Europa, como dijo Denis de Rougemont en 1946, es la patrie de la mémoire, una memoria atormentada y que atormenta.
El Viejo Continente sufre de dos complejos de culpabilidad que tienen mucho que ver con Israel: el colonial y el judío. La tragedia palestina se ve directamente afectada por esta aflicción europea.
El Estado judío fue el resultado de la más grave crisis de conciencia europea. Para los europeos, la creación de Israel compensaba los pecados cometidos contra el pueblo judío. Sin embargo, el precio que supuestamente tuvieron que pagar los palestinos tocó otro punto neurálgico en la mente de los europeos. Como Europa sigue enredada en este acertijo sin solución aparente, los israelíes consideran que trata de compensar su falta de eficacia política en la diplomacia de Oriente Próximo con un insoportable discurso moralista y puritano.
Para los israelíes, Europa se convirtió en la “dama vieja” del ensayista Mario Andrea Rigoni, “que después de haberse permitido toda clase de libertades, y muchos horrores, quisiera, al llegar a la edad del decoro y sentirse fatigada y débil, que el mundo se adaptara a sus necesidades de moderación, equidad y paz”.
Europa tuvo que vivir guerras religiosas, dos guerras mundiales y más de un genocidio para resolver sus conflictos endémicos por las fronteras y el nacionalismo. Su pasado colonialista está monstruosamente registrado en la historia de la humanidad. Ahora Europa está haciendo sentir a los israelíes no sólo que es indiferente a sus apuros existenciales, sino que, en vez de luchar por la vida contra obstáculos casi insuperables, Israel está cometiendo crímenes al estilo europeo. Muchos israelíes se preguntan si algunos europeos tratan de usar a Israel para deshacerse de la culpa sobre la cuestión judía, y con ello, del inaguantable reclamo de superioridad moral de los judíos al compararlos con ligereza con los perpetradores del Holocausto.
Israel, que es la respuesta territorial a los viejos temores judíos, tiende a tomar decisiones únicamente en base al peor escenario. Su nueva doctrina de “respuesta brutal” cuando es atacado desde tierras de las que se ha retirado -Líbano y Gaza- puede ser censurable, e incluso puede condenar al país al oprobio internacional. Pero no es “genocidio”. En efecto, los críticos en Europa están cayendo en una frívola banalización cuando comparan el reciente conflicto en Gaza o la batalla de Jenin de 2002 -con sus 58 víctimas entre los combatientes palestinos (Israel perdió 25 soldados)- con Auschwitz, una fábrica de la muerte donde 30.000 judíos eran asesinados diariamente.
Israel no debería, sin embargo, regocijarse por estar tan lejos de Europa porque el estilo europeo no es exagerado: el mundo no puede funcionar durante mucho tiempo al margen de un razonable sistema internacional de normas y leyes.
Además, Israel es consciente de los muchos intereses legítimos que Europa tiene en la región. La inestabilidad es una amenaza para esos intereses, y para Europa, que se está convirtiendo en un continente cosmopolita con una enorme población musulmana, el conflicto árabe-israelí también tiene una dimensión interna.
Tal vez Europa no intimida, pero sí inspira, e Israel debería interesarse en promover que Europa adopte una participación juiciosa en la construcción de la paz, la estabilidad y la cooperación en la región. También puede dar muchas lecciones. La Unión Europea no prueba la decadencia del Estado-nación. En cambio, enseña que el nacionalismo (si se respeta) puede convertirse en una fuerza responsable para una mayor cooperación internacional. El nacionalismo degenera en un violento narcisismo sólo cuando se le niegan sus derechos fundamentales. La UE ha demostrado la diferencia entre una soberanía voluntariamente limitada y una soberanía robada involuntariamente.
Para que Europa pueda desempeñar el papel al que tiene derecho en la construcción de la paz en Oriente Próximo, necesita restablecer su credibilidad ante Israel. La reacción justa y enérgica de los líderes europeos en la guerra de Gaza, y la visita de cinco de ellos a Jerusalén para ayudar a concretar el alto el fuego, puede, ahora que Obama ha puesto en marcha sus esfuerzos en la región, dar comienzo a una asociación euro-estadounidense para la paz en Oriente Próximo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
La vocación europea por la construcción de la paz y por las normas internacionales de conducta será la base sobre la que Barack Obama buscará reconstruir la alianza transatlántica que su predecesor dañó tan seriamente. La prontitud con la que el nuevo presidente aborde el conflicto árabe-israelí será de suma importancia para los europeos, porque para ellos Jerusalén siempre ha sido más importante que Bagdad, algo que George W. Bush no quiso escuchar.
La incapacidad de Europa para ayudar a resolver el conflicto árabe-israelí no surge de su postura hacia los temas centrales, que difiere muy poco de la de Estados Unidos. Su impotencia nace más bien de su actitud hacia el Estado judío. En esencia, como judíos y europeos, tenemos una combinación de atracción y rechazo que está incrustada en nuestra conciencia colectiva. Europa, como dijo Denis de Rougemont en 1946, es la patrie de la mémoire, una memoria atormentada y que atormenta.
El Viejo Continente sufre de dos complejos de culpabilidad que tienen mucho que ver con Israel: el colonial y el judío. La tragedia palestina se ve directamente afectada por esta aflicción europea.
El Estado judío fue el resultado de la más grave crisis de conciencia europea. Para los europeos, la creación de Israel compensaba los pecados cometidos contra el pueblo judío. Sin embargo, el precio que supuestamente tuvieron que pagar los palestinos tocó otro punto neurálgico en la mente de los europeos. Como Europa sigue enredada en este acertijo sin solución aparente, los israelíes consideran que trata de compensar su falta de eficacia política en la diplomacia de Oriente Próximo con un insoportable discurso moralista y puritano.
Para los israelíes, Europa se convirtió en la “dama vieja” del ensayista Mario Andrea Rigoni, “que después de haberse permitido toda clase de libertades, y muchos horrores, quisiera, al llegar a la edad del decoro y sentirse fatigada y débil, que el mundo se adaptara a sus necesidades de moderación, equidad y paz”.
Europa tuvo que vivir guerras religiosas, dos guerras mundiales y más de un genocidio para resolver sus conflictos endémicos por las fronteras y el nacionalismo. Su pasado colonialista está monstruosamente registrado en la historia de la humanidad. Ahora Europa está haciendo sentir a los israelíes no sólo que es indiferente a sus apuros existenciales, sino que, en vez de luchar por la vida contra obstáculos casi insuperables, Israel está cometiendo crímenes al estilo europeo. Muchos israelíes se preguntan si algunos europeos tratan de usar a Israel para deshacerse de la culpa sobre la cuestión judía, y con ello, del inaguantable reclamo de superioridad moral de los judíos al compararlos con ligereza con los perpetradores del Holocausto.
Israel, que es la respuesta territorial a los viejos temores judíos, tiende a tomar decisiones únicamente en base al peor escenario. Su nueva doctrina de “respuesta brutal” cuando es atacado desde tierras de las que se ha retirado -Líbano y Gaza- puede ser censurable, e incluso puede condenar al país al oprobio internacional. Pero no es “genocidio”. En efecto, los críticos en Europa están cayendo en una frívola banalización cuando comparan el reciente conflicto en Gaza o la batalla de Jenin de 2002 -con sus 58 víctimas entre los combatientes palestinos (Israel perdió 25 soldados)- con Auschwitz, una fábrica de la muerte donde 30.000 judíos eran asesinados diariamente.
Israel no debería, sin embargo, regocijarse por estar tan lejos de Europa porque el estilo europeo no es exagerado: el mundo no puede funcionar durante mucho tiempo al margen de un razonable sistema internacional de normas y leyes.
Además, Israel es consciente de los muchos intereses legítimos que Europa tiene en la región. La inestabilidad es una amenaza para esos intereses, y para Europa, que se está convirtiendo en un continente cosmopolita con una enorme población musulmana, el conflicto árabe-israelí también tiene una dimensión interna.
Tal vez Europa no intimida, pero sí inspira, e Israel debería interesarse en promover que Europa adopte una participación juiciosa en la construcción de la paz, la estabilidad y la cooperación en la región. También puede dar muchas lecciones. La Unión Europea no prueba la decadencia del Estado-nación. En cambio, enseña que el nacionalismo (si se respeta) puede convertirse en una fuerza responsable para una mayor cooperación internacional. El nacionalismo degenera en un violento narcisismo sólo cuando se le niegan sus derechos fundamentales. La UE ha demostrado la diferencia entre una soberanía voluntariamente limitada y una soberanía robada involuntariamente.
Para que Europa pueda desempeñar el papel al que tiene derecho en la construcción de la paz en Oriente Próximo, necesita restablecer su credibilidad ante Israel. La reacción justa y enérgica de los líderes europeos en la guerra de Gaza, y la visita de cinco de ellos a Jerusalén para ayudar a concretar el alto el fuego, puede, ahora que Obama ha puesto en marcha sus esfuerzos en la región, dar comienzo a una asociación euro-estadounidense para la paz en Oriente Próximo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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