Por Joaquín Tamames, economista (EL MUNDO, 11/02/09):
Cuando en la noche del 20 de julio de 1944 Claus von Stauffenberg fue fusilado en el patio del cuartel berlinés de Bendleerstrasse, Alemania perdió su última oportunidad de eliminar a Hitler y de propiciar una rendición pactada con el mando aliado. En los casi cinco años desde el inicio de la II Guerra Mundial, Alemania había sufrido 2,8 millones de muertos, y en los restantes 10 meses de contienda, hasta mayo de 1945, los muertos alemanes fueron 4,8 millones.
Stauffenberg estuvo muy cerca de lograr evitar el sufrimiento de millones de personas. Su fallida gesta podría haber cambiado el destino de Europa en los 45 años siguientes, hasta la caída del Muro. El propósito de estas líneas es rendir tributo a este hombre honesto y valiente que, junto con otros destacados miembros de la Resistencia, entregó su vida con inteligencia y con generosidad excepcional.
Claus von Stauffenberg nació en 1907 en el seno de una familia aristócrata cuya historia se remonta al siglo XIII. Claus fue el tercero de cuatro hermanos, de los que sobrevivieron tres.Su formación fue la clásica de la época en una familia noble, con un importante énfasis en la cultura y tradición alemanas desde Goethe a Rilke y al contemporáneo poeta Stefan George, que ejerció gran influencia sobre los hermanos. Durante su niñez, Stauffenberg fue testigo del colapso del viejo orden y del nacimiento de la República de Weimar. Tuvo una educación liberal que acentuó su interés por el humanismo y la cultura. A pesar de los problemas de salud que le aquejaron durante su infancia y adolescencia, y a pesar también de sus inclinaciones por estudiar arquitectura, optó por una formación militar, iniciada en 1926. A la llegada del régimen nazi en 1933, Stauffenberg era ya oficial, aunque no era miembro del partido.
En 1941, prestó sus servicios en Rusia, donde las atrocidades de las que fue testigo le generaron fuertes dudas respecto de la sanidad del régimen nazi, así como un enorme conflicto interno entre deber y conciencia. La sustitución del general Halder como jefe del Estado Mayor en septiembre de 1942 en beneficio del general Zeitzler, y la total subordinación de éste a las órdenes de Hitler, actuaron también como catalizadores en la concienciación de Stauffenberg de que la tradición militar alemana estaba siendo prostituida por el poder omnímodo de Hitler. Por ello, en la Conferencia de Vinnitsa de octubre de 1942, Stauffenberg afirmó que el odio que Alemania estaba sembrando en el Este haría que «nuestros hijos recogieran los frutos algún día». Sorprendentemente, la audacia de sus comentarios no llegó más allá.
En la primavera de 1943, con el rango de teniente-coronel, Stauffenberg fue transferido al Afrika Korps en Túnez, en plena desbandada del Eje bajo el peso de la Operación aliada Torch. Al poco, en abril de 1943, resultó gravemente herido cuando su jeep fue ametrallado por cazas ingleses. Perdió dos dedos de la mano izquierda, la mano derecha completa y el ojo izquierdo. Su recuperación tuvo lugar en Cartago y en Múnich, donde fue operado repetidamente del oído y de la rodilla. Con su habitual y férrea disciplina, Stauffenberg aprendió a manejarse sólo con su mutilada mano izquierda, reincorporándose a la vida activa.
Se unió a la Resistencia en el otoño de 1943, convencido ya de la maldad intrínseca del régimen y apremiado por su tío, el conde Nikolaus von Üxküll. Contaba con la capacidad de liderazgo de la que la Resistencia había carecido hasta entonces, y con un gran carisma entre aquellos que le conocían. La combinación de un fuerte intelecto con una visión política realista y las cualidades del hombre de acción, hacían de Stauffenberg el hombre ideal.Reunía, en palabras de un contemporáneo, «las cualidades del mayor idealismo con el más absoluto realismo». En octubre de 1943, ya dado de alta, fue asignado a un puesto en Berlín bajo las órdenes de Olbricht (otro mártir de la Resistencia), desde donde se convirtió en uno de los principales ideólogos del plan de eliminar físicamente a Hitler, del mecanismo que habría de ponerse en marcha una vez asesinado el dictador (Plan Valkyrie), y de la formación de un Gobierno que pudiera negociar la paz.Entre finales de 1943 y principios de 1944 fueron previstos cuatro planes para asesinar a Hitler, todos los cuales fueron cancelados por cambios de última hora en su horario. En este periodo, la tensión de los conspiradores era ya extrema, tras las ejecuciones el año anterior de Sophie Scholl y de otros miembros del descubierto movimiento clandestino de la Rosa Blanca. De hecho, en junio de 1944 Julius Leber, que habría encabezado el Gobierno post-atentado, fue detenido por la Gestapo: el cerco se estrechaba y los conspiradores lo sabían. Era preciso actuar sin dilación.
El 1 de julio de 1944, Stauffenberg fue nombrado jefe de Gabinete del General Fromm, máximo mando de la Reserva en Berlín. Ello le permitió asistir a algunas reuniones con Hitler en Rastenburg (la célebre Guarida del Lobo), y estar en contacto con los efectivos de la Reserva, que tenían asignados un papel importante en Valkyrie.Stauffenberg había llegado a la conclusión de que la única persona que podría llevar a cabo el atentado contra Hitler era él, y ello a pesar de sus minusvalías físicas. El 15 de julio de 1944 fue convocado a Rastenburg junto con Fromm a una conferencia con Hitler, y el Plan Valkyrie fue preactivado. Sin embargo, un cambio en el horario de Hitler le disuadió de conectar la bomba que llevaba en su maletín (cuyo mecanismo había sido preparado para ser puesto en marcha con sólo tres dedos de la mano izquierda).De vuelta a Berlín, los próximos a Stauffenberg le recordaron exhausto y tenso, pero también decidido a intentarlo de nuevo en una nueva conferencia con Hitler, prevista para el 20 de julio.El 16 de julio se reunió con su esposa Nina, embarazada entonces de tres meses, y sus cuatro niños. Fue la última vez que se vieron.
El 20 de julio de 1944, Stauffenberg abandonó su apartamento berlinés a las 6.00 a.m. A las 8.00 despegó en compañía de su ayudante, Haeften en un Junkers JU 52 con destino a Rastenburg, a cuyo aeródromo llegó a las 10.15 a.m. Haeften portaba el maletín con los dos paquetes de explosivos de dos kilos cada uno, disimulados bajo una camisa de refresco. A las 11.30 se reunió con el general Keitel, que le informó del adelanto de la reunión prevista con Hitler a las 12.30 p.m. (el motivo: la recepción a Mussolini tras su audaz rescate días atrás por el coronel Skorzeny).
En lugar de en el búnker habitual, la conferencia tendría lugar en unas barracas de madera, con lo que Stauffenberg fue consciente de que el efecto de la onda explosiva sería menor. Además, debido al súbito adelanto de la conferencia, apenas tuvo tiempo para activar una de las dos bombas: aún así decidió seguir con el plan. La conferencia convocó un total de 24 hombres. Al poco de iniciarse, Stauffenberg se ausentó, bajo el pretexto de una llamada telefónica, dejando el maletín muy próximo a Hitler.Alguien cambió el maletín de lugar, alejándolo del dictador.El estallido se produjo a las 12.42 p.m., momento en que Stauffenberg y Haeften partían en coche hacia el aeródromo. Les dio tiempo a observar la gran humareda y la retirada de uno de los muertos.Al llegar al límite de Rastenburg, con enorme sangre fría, Stauffenberg persuadió a los centinelas para que le permitieran abandonar el recinto. Cuando subió al avión de regreso a Berlín, creía que Hitler había muerto.
Alas las 3.30, Stauffenberg llegó a Berlín, donde, para su sorpresa, el Plan Valkyrie no había sido activado. En la capital prevalecía la duda respecto de la suerte de Hitler y los potenciales sublevados esperaban instrucciones: se habían perdido así tres horas preciosas en las que la rebelión podría haber prendido, con Hitler vivo o muerto. A las 4.00 p.m., Fromm habló con Keitel, quien le confirmó que Hitler estaba salvo. En respuesta, Fromm dictó el arresto de Stauffenberg y su entorno, pero éstos, rebelándose, hicieron prisionero a Fromm. Aquella tarde del 20 de julio fue testigo de la progresiva renuncia uno tras otro de los responsables de ejecutar Valkyrie. A las 7.00 p.m. no cabía ninguna esperanza.La rebelión había fracasado. En juicio sumarísimo ordenado por un liberado Fromm, Stauffenberg, Olbritch, Quirnhem, Beck y Haeften fueron condenados a muerte. El general Beck, jefe del Estado Mayor alemán entre 1935 y 1938, y una de las figuras clave de la Resistencia, prefirió el suicidio (hubo de ser rematado al fallar sus dos intentos). Los demás fueron fusilados esa noche.El propio Fromm fue fusilado al poco tiempo, bajo acusación de cobardía. Una brutal represión había comenzado en el último año del régimen nazi.
Stauffenberg y muchos de los conspiradores nos dejan un extraordinario legado moral, un gran ejemplo de dignidad, sobriedad y sacrificio que puede inspirarnos en nuestro pensar y hacer diarios. El alma nobilísima de Stauffenberg le llevó a asumir la responsabilidad última, aquella que está reservada a los grandes hombres que intuyen la idea del servicio. Cuando comprendió que el cerco de la Gestapo se estrechaba y que la urgencia era grande, concluyó que el magnicida no podría ser otro sino él, a pesar de la enorme dificultad que su condición física le imponía. Como ha señalado Peter Hoffman en su excelente Stauffenberg, «el autosacrificio de los conspiradores presenta un continuado reto existencial tanto para los contemporáneos como para sus sucesores. He aquí el significado histórico de la rebelión».
Al pensar en este hombre siempre me han venido a la cabeza las palabras que Borges reservó para su personaje Funes el memorioso: «Monumental como el bronce», y es que la valentía e inteligencia de Stauffenberg le hacen monumental. Quisiera que estas líneas sirvieran para recordarnos su austeridad y nobleza, y la de otros hombres y mujeres que visualizaron un mundo mejor pero que no pudieron alcanzarlo. Hoy, pasados 64 años de su gesta, me parece justo que le recordemos, y que al referirnos a él, nos vengan también las palabras del Maestro: «El corcel se estremece bajo el flagelo del látigo / Purusha tiembla ante la injusticia /Benditos sean los valientes y los justos /El único juez es tu espíritu, allí reside Dios».
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Cuando en la noche del 20 de julio de 1944 Claus von Stauffenberg fue fusilado en el patio del cuartel berlinés de Bendleerstrasse, Alemania perdió su última oportunidad de eliminar a Hitler y de propiciar una rendición pactada con el mando aliado. En los casi cinco años desde el inicio de la II Guerra Mundial, Alemania había sufrido 2,8 millones de muertos, y en los restantes 10 meses de contienda, hasta mayo de 1945, los muertos alemanes fueron 4,8 millones.
Stauffenberg estuvo muy cerca de lograr evitar el sufrimiento de millones de personas. Su fallida gesta podría haber cambiado el destino de Europa en los 45 años siguientes, hasta la caída del Muro. El propósito de estas líneas es rendir tributo a este hombre honesto y valiente que, junto con otros destacados miembros de la Resistencia, entregó su vida con inteligencia y con generosidad excepcional.
Claus von Stauffenberg nació en 1907 en el seno de una familia aristócrata cuya historia se remonta al siglo XIII. Claus fue el tercero de cuatro hermanos, de los que sobrevivieron tres.Su formación fue la clásica de la época en una familia noble, con un importante énfasis en la cultura y tradición alemanas desde Goethe a Rilke y al contemporáneo poeta Stefan George, que ejerció gran influencia sobre los hermanos. Durante su niñez, Stauffenberg fue testigo del colapso del viejo orden y del nacimiento de la República de Weimar. Tuvo una educación liberal que acentuó su interés por el humanismo y la cultura. A pesar de los problemas de salud que le aquejaron durante su infancia y adolescencia, y a pesar también de sus inclinaciones por estudiar arquitectura, optó por una formación militar, iniciada en 1926. A la llegada del régimen nazi en 1933, Stauffenberg era ya oficial, aunque no era miembro del partido.
En 1941, prestó sus servicios en Rusia, donde las atrocidades de las que fue testigo le generaron fuertes dudas respecto de la sanidad del régimen nazi, así como un enorme conflicto interno entre deber y conciencia. La sustitución del general Halder como jefe del Estado Mayor en septiembre de 1942 en beneficio del general Zeitzler, y la total subordinación de éste a las órdenes de Hitler, actuaron también como catalizadores en la concienciación de Stauffenberg de que la tradición militar alemana estaba siendo prostituida por el poder omnímodo de Hitler. Por ello, en la Conferencia de Vinnitsa de octubre de 1942, Stauffenberg afirmó que el odio que Alemania estaba sembrando en el Este haría que «nuestros hijos recogieran los frutos algún día». Sorprendentemente, la audacia de sus comentarios no llegó más allá.
En la primavera de 1943, con el rango de teniente-coronel, Stauffenberg fue transferido al Afrika Korps en Túnez, en plena desbandada del Eje bajo el peso de la Operación aliada Torch. Al poco, en abril de 1943, resultó gravemente herido cuando su jeep fue ametrallado por cazas ingleses. Perdió dos dedos de la mano izquierda, la mano derecha completa y el ojo izquierdo. Su recuperación tuvo lugar en Cartago y en Múnich, donde fue operado repetidamente del oído y de la rodilla. Con su habitual y férrea disciplina, Stauffenberg aprendió a manejarse sólo con su mutilada mano izquierda, reincorporándose a la vida activa.
Se unió a la Resistencia en el otoño de 1943, convencido ya de la maldad intrínseca del régimen y apremiado por su tío, el conde Nikolaus von Üxküll. Contaba con la capacidad de liderazgo de la que la Resistencia había carecido hasta entonces, y con un gran carisma entre aquellos que le conocían. La combinación de un fuerte intelecto con una visión política realista y las cualidades del hombre de acción, hacían de Stauffenberg el hombre ideal.Reunía, en palabras de un contemporáneo, «las cualidades del mayor idealismo con el más absoluto realismo». En octubre de 1943, ya dado de alta, fue asignado a un puesto en Berlín bajo las órdenes de Olbricht (otro mártir de la Resistencia), desde donde se convirtió en uno de los principales ideólogos del plan de eliminar físicamente a Hitler, del mecanismo que habría de ponerse en marcha una vez asesinado el dictador (Plan Valkyrie), y de la formación de un Gobierno que pudiera negociar la paz.Entre finales de 1943 y principios de 1944 fueron previstos cuatro planes para asesinar a Hitler, todos los cuales fueron cancelados por cambios de última hora en su horario. En este periodo, la tensión de los conspiradores era ya extrema, tras las ejecuciones el año anterior de Sophie Scholl y de otros miembros del descubierto movimiento clandestino de la Rosa Blanca. De hecho, en junio de 1944 Julius Leber, que habría encabezado el Gobierno post-atentado, fue detenido por la Gestapo: el cerco se estrechaba y los conspiradores lo sabían. Era preciso actuar sin dilación.
El 1 de julio de 1944, Stauffenberg fue nombrado jefe de Gabinete del General Fromm, máximo mando de la Reserva en Berlín. Ello le permitió asistir a algunas reuniones con Hitler en Rastenburg (la célebre Guarida del Lobo), y estar en contacto con los efectivos de la Reserva, que tenían asignados un papel importante en Valkyrie.Stauffenberg había llegado a la conclusión de que la única persona que podría llevar a cabo el atentado contra Hitler era él, y ello a pesar de sus minusvalías físicas. El 15 de julio de 1944 fue convocado a Rastenburg junto con Fromm a una conferencia con Hitler, y el Plan Valkyrie fue preactivado. Sin embargo, un cambio en el horario de Hitler le disuadió de conectar la bomba que llevaba en su maletín (cuyo mecanismo había sido preparado para ser puesto en marcha con sólo tres dedos de la mano izquierda).De vuelta a Berlín, los próximos a Stauffenberg le recordaron exhausto y tenso, pero también decidido a intentarlo de nuevo en una nueva conferencia con Hitler, prevista para el 20 de julio.El 16 de julio se reunió con su esposa Nina, embarazada entonces de tres meses, y sus cuatro niños. Fue la última vez que se vieron.
El 20 de julio de 1944, Stauffenberg abandonó su apartamento berlinés a las 6.00 a.m. A las 8.00 despegó en compañía de su ayudante, Haeften en un Junkers JU 52 con destino a Rastenburg, a cuyo aeródromo llegó a las 10.15 a.m. Haeften portaba el maletín con los dos paquetes de explosivos de dos kilos cada uno, disimulados bajo una camisa de refresco. A las 11.30 se reunió con el general Keitel, que le informó del adelanto de la reunión prevista con Hitler a las 12.30 p.m. (el motivo: la recepción a Mussolini tras su audaz rescate días atrás por el coronel Skorzeny).
En lugar de en el búnker habitual, la conferencia tendría lugar en unas barracas de madera, con lo que Stauffenberg fue consciente de que el efecto de la onda explosiva sería menor. Además, debido al súbito adelanto de la conferencia, apenas tuvo tiempo para activar una de las dos bombas: aún así decidió seguir con el plan. La conferencia convocó un total de 24 hombres. Al poco de iniciarse, Stauffenberg se ausentó, bajo el pretexto de una llamada telefónica, dejando el maletín muy próximo a Hitler.Alguien cambió el maletín de lugar, alejándolo del dictador.El estallido se produjo a las 12.42 p.m., momento en que Stauffenberg y Haeften partían en coche hacia el aeródromo. Les dio tiempo a observar la gran humareda y la retirada de uno de los muertos.Al llegar al límite de Rastenburg, con enorme sangre fría, Stauffenberg persuadió a los centinelas para que le permitieran abandonar el recinto. Cuando subió al avión de regreso a Berlín, creía que Hitler había muerto.
Alas las 3.30, Stauffenberg llegó a Berlín, donde, para su sorpresa, el Plan Valkyrie no había sido activado. En la capital prevalecía la duda respecto de la suerte de Hitler y los potenciales sublevados esperaban instrucciones: se habían perdido así tres horas preciosas en las que la rebelión podría haber prendido, con Hitler vivo o muerto. A las 4.00 p.m., Fromm habló con Keitel, quien le confirmó que Hitler estaba salvo. En respuesta, Fromm dictó el arresto de Stauffenberg y su entorno, pero éstos, rebelándose, hicieron prisionero a Fromm. Aquella tarde del 20 de julio fue testigo de la progresiva renuncia uno tras otro de los responsables de ejecutar Valkyrie. A las 7.00 p.m. no cabía ninguna esperanza.La rebelión había fracasado. En juicio sumarísimo ordenado por un liberado Fromm, Stauffenberg, Olbritch, Quirnhem, Beck y Haeften fueron condenados a muerte. El general Beck, jefe del Estado Mayor alemán entre 1935 y 1938, y una de las figuras clave de la Resistencia, prefirió el suicidio (hubo de ser rematado al fallar sus dos intentos). Los demás fueron fusilados esa noche.El propio Fromm fue fusilado al poco tiempo, bajo acusación de cobardía. Una brutal represión había comenzado en el último año del régimen nazi.
Stauffenberg y muchos de los conspiradores nos dejan un extraordinario legado moral, un gran ejemplo de dignidad, sobriedad y sacrificio que puede inspirarnos en nuestro pensar y hacer diarios. El alma nobilísima de Stauffenberg le llevó a asumir la responsabilidad última, aquella que está reservada a los grandes hombres que intuyen la idea del servicio. Cuando comprendió que el cerco de la Gestapo se estrechaba y que la urgencia era grande, concluyó que el magnicida no podría ser otro sino él, a pesar de la enorme dificultad que su condición física le imponía. Como ha señalado Peter Hoffman en su excelente Stauffenberg, «el autosacrificio de los conspiradores presenta un continuado reto existencial tanto para los contemporáneos como para sus sucesores. He aquí el significado histórico de la rebelión».
Al pensar en este hombre siempre me han venido a la cabeza las palabras que Borges reservó para su personaje Funes el memorioso: «Monumental como el bronce», y es que la valentía e inteligencia de Stauffenberg le hacen monumental. Quisiera que estas líneas sirvieran para recordarnos su austeridad y nobleza, y la de otros hombres y mujeres que visualizaron un mundo mejor pero que no pudieron alcanzarlo. Hoy, pasados 64 años de su gesta, me parece justo que le recordemos, y que al referirnos a él, nos vengan también las palabras del Maestro: «El corcel se estremece bajo el flagelo del látigo / Purusha tiembla ante la injusticia /Benditos sean los valientes y los justos /El único juez es tu espíritu, allí reside Dios».
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
1 comentario:
Stauffenberg fue un gran hombre que supo diferenciar lo malo que pasaba en su pais, un patriota que sacrifico todo lo demas por el bien de la patria, siempre sera recordado.
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