Por Samuel Hadas, analista diplomático y primer embajador de Israel en España y la Santa Sede (LA VANGUARDIA, 08/02/09):
El impresionante despliegue de la diplomacia europea en Oriente Medio puesto de relieve al término de la guerra de Gaza, con la participación de sus más prominentes exponentes en dos cumbres políticas en un mismo día, en Sharm el Sheij y Jerusalén, obliga a una reflexión: ¿qué es lo que realmente trajo a Oriente Medio a los líderes de la Unión Europea? No es algo muy usual que jefes de Gobierno de Alemania, España, Reino Unido, Francia, Italia y el presidente rotatorio de la UE, el primer ministro de la República Checa, hagan maletas de un día para el otro para converger en una zona de crisis, en este caso veinticuatro horas después de que Israel anunciara el alto el fuego unilateral en la guerra de Gaza.
No ha sido la primera vez que líderes occidentales llegaron a esta parte del mundo, pero esta vez su visita tuvo una significación especial por el mensaje que transmitieran a sus anfitriones, Egipto e Israel, y a la región entera: no vinimos a convalidar una tregua, sino a comprometernos con el proceso de paz palestino-israelí y, sobre todo, a evitar que la guerra en Gaza sólo sea el preludio de la próxima. Otro mensaje de los líderes europeos: estamos aquí porque la Unión Europea debe retornar al centro del escenario. ¿Han ganado influencia con este masivo retorno?
Mientras los sufridos palestinos emergen de los escombros de Gaza y se preparan para la reconstrucción, Ismael Haniye, el jefe del Gobierno de Hamas en Gaza, proclama la “victoria popular” a la vez que anuncia que seguirá recibiendo armas de contrabando mientras se prepara para una nueva ronda de violencia. Pero sus trompetas emiten notas falsas. También el Gobierno israelí declaró la victoria a la vez que el alto al fuego era criticado porque “no desmoronó a Hamas”, no dejó vencer al ejército israelí. No sin augurarle un nuevo e inevitable enfrentamiento en el futuro. ¿Hablan de victoria? Esta ha sido una guerra sin ganadores, sólo de perdedores.
Los israelíes han puesto fin a la tregua política interna y se han concentrado en las elecciones del 10 de febrero, de las que surgirá un gobierno cuya posición sobre el proceso de paz con los palestinos y su política frente a las organizaciones terroristas palestinas y los grupos ultranacionalistas israelíes (cuyo común denominador es demoler este proceso) tendrán consecuencias decisivas para Israel, los palestinos y Oriente Medio, por muchos años, sobre todo si gana una derecha en la que las reluctancias al proceso negociador con los palestinos superan la actitud positiva. En el lado palestino, la situación interna no da lugar al optimismo, ante un enfrentamiento interno que no da señales de aminorar. Al Fatah acusa a Hamas de perseguir y asesinar a muchos de sus partidarios en Gaza, a quienes acusó de “colaboracionistas” con Israel. La cohabitación Hamas-Al Fatah se halla en un momento crucial. Todo ello, mientras se ahonda la fisura en la región entre dos ejes, el de los países moderados, encabezado por Egipto y el eje del mal, liderado por Irán, cuyos designios hegemónicos regionales no son nada encubiertos. Esta división es otra víctima colateral de la guerra de Gaza. Un contexto nada prometedor.
¿Cuál puede ser la contribución europea y de la coalición internacional a la búsqueda de la fórmula mágica que traiga la paz a una de las regiones más convulsas del mundo? ¿Trata Europa de suplantar al principal protagonista hasta ahora en esta región, Estados Unidos? La diplomacia de la UE siempre ha perseguido un papel central en Oriente Medio, pero el plan estratégico de la Administración de Washington no le ha concedido hasta ahora un papel de relevancia. Pero Washington necesita hoy a Europa, que no se conforma con un papel secundario en la región.
“La profundización del diálogo entre los dos lados del Atlántico es un imperativo”, escribe Henry Kissinger. En un mundo de yihad, de transformación del equilibrio de poder, cambios demográficos, migración masiva y globalización económica, el principal reto para la alianza será la búsqueda de algunos objetivos comunes. Según Kissinger, un esfuerzo para desarrollar una posición EE. UU.-UE como parte de un vigorizado proceso de paz puede alentar a partes reticentes a romper el impasse.En este proceso, la Alianza Atlántica podría redescubrir sus propósitos comunes. No poco dependerá de la nueva Administración del presidente Barack Obama. La política de la Administración de Bush ha estado cargada hasta la saciedad de retórica y errores garrafales. La de Obama, esperamos, habrá de facilitar la convergencia que permita planificar - e implementar-una política común.
Obama, que no pierde tiempo y se ocupa del tema desde su primer día en el despacho Oval, promete una diplomacia audaz y enérgica para el logro de un acuerdo palestino-israelí, y su emisario especial, negociador con una gran experiencia mediadora en Irlanda del Norte y en el conflicto palestino-israelí, el ex senador George Mitchell, ya pasó por la región.
La comunidad internacional debe asumir un papel más significativo en la búsqueda de una solución del problema palestino-israelí. Al hablar de comunidad internacional se habla del Cuarteto para Oriente Medio, que hasta ahora no pasa de ser una promesa incumplida de la comunidad internacional. Y cuando se habla del Cuarteto, se trata muy especialmente de Estados Unidos, cuya diplomacia se distinguió en los últimos años por su ausencia o una presencia conflictiva. La comunidad internacional tiene por delante un desafío que de no ser asumido desencadenará más tensiones y nuevas guerras. La UE está obligada a asumir el reto.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El impresionante despliegue de la diplomacia europea en Oriente Medio puesto de relieve al término de la guerra de Gaza, con la participación de sus más prominentes exponentes en dos cumbres políticas en un mismo día, en Sharm el Sheij y Jerusalén, obliga a una reflexión: ¿qué es lo que realmente trajo a Oriente Medio a los líderes de la Unión Europea? No es algo muy usual que jefes de Gobierno de Alemania, España, Reino Unido, Francia, Italia y el presidente rotatorio de la UE, el primer ministro de la República Checa, hagan maletas de un día para el otro para converger en una zona de crisis, en este caso veinticuatro horas después de que Israel anunciara el alto el fuego unilateral en la guerra de Gaza.
No ha sido la primera vez que líderes occidentales llegaron a esta parte del mundo, pero esta vez su visita tuvo una significación especial por el mensaje que transmitieran a sus anfitriones, Egipto e Israel, y a la región entera: no vinimos a convalidar una tregua, sino a comprometernos con el proceso de paz palestino-israelí y, sobre todo, a evitar que la guerra en Gaza sólo sea el preludio de la próxima. Otro mensaje de los líderes europeos: estamos aquí porque la Unión Europea debe retornar al centro del escenario. ¿Han ganado influencia con este masivo retorno?
Mientras los sufridos palestinos emergen de los escombros de Gaza y se preparan para la reconstrucción, Ismael Haniye, el jefe del Gobierno de Hamas en Gaza, proclama la “victoria popular” a la vez que anuncia que seguirá recibiendo armas de contrabando mientras se prepara para una nueva ronda de violencia. Pero sus trompetas emiten notas falsas. También el Gobierno israelí declaró la victoria a la vez que el alto al fuego era criticado porque “no desmoronó a Hamas”, no dejó vencer al ejército israelí. No sin augurarle un nuevo e inevitable enfrentamiento en el futuro. ¿Hablan de victoria? Esta ha sido una guerra sin ganadores, sólo de perdedores.
Los israelíes han puesto fin a la tregua política interna y se han concentrado en las elecciones del 10 de febrero, de las que surgirá un gobierno cuya posición sobre el proceso de paz con los palestinos y su política frente a las organizaciones terroristas palestinas y los grupos ultranacionalistas israelíes (cuyo común denominador es demoler este proceso) tendrán consecuencias decisivas para Israel, los palestinos y Oriente Medio, por muchos años, sobre todo si gana una derecha en la que las reluctancias al proceso negociador con los palestinos superan la actitud positiva. En el lado palestino, la situación interna no da lugar al optimismo, ante un enfrentamiento interno que no da señales de aminorar. Al Fatah acusa a Hamas de perseguir y asesinar a muchos de sus partidarios en Gaza, a quienes acusó de “colaboracionistas” con Israel. La cohabitación Hamas-Al Fatah se halla en un momento crucial. Todo ello, mientras se ahonda la fisura en la región entre dos ejes, el de los países moderados, encabezado por Egipto y el eje del mal, liderado por Irán, cuyos designios hegemónicos regionales no son nada encubiertos. Esta división es otra víctima colateral de la guerra de Gaza. Un contexto nada prometedor.
¿Cuál puede ser la contribución europea y de la coalición internacional a la búsqueda de la fórmula mágica que traiga la paz a una de las regiones más convulsas del mundo? ¿Trata Europa de suplantar al principal protagonista hasta ahora en esta región, Estados Unidos? La diplomacia de la UE siempre ha perseguido un papel central en Oriente Medio, pero el plan estratégico de la Administración de Washington no le ha concedido hasta ahora un papel de relevancia. Pero Washington necesita hoy a Europa, que no se conforma con un papel secundario en la región.
“La profundización del diálogo entre los dos lados del Atlántico es un imperativo”, escribe Henry Kissinger. En un mundo de yihad, de transformación del equilibrio de poder, cambios demográficos, migración masiva y globalización económica, el principal reto para la alianza será la búsqueda de algunos objetivos comunes. Según Kissinger, un esfuerzo para desarrollar una posición EE. UU.-UE como parte de un vigorizado proceso de paz puede alentar a partes reticentes a romper el impasse.En este proceso, la Alianza Atlántica podría redescubrir sus propósitos comunes. No poco dependerá de la nueva Administración del presidente Barack Obama. La política de la Administración de Bush ha estado cargada hasta la saciedad de retórica y errores garrafales. La de Obama, esperamos, habrá de facilitar la convergencia que permita planificar - e implementar-una política común.
Obama, que no pierde tiempo y se ocupa del tema desde su primer día en el despacho Oval, promete una diplomacia audaz y enérgica para el logro de un acuerdo palestino-israelí, y su emisario especial, negociador con una gran experiencia mediadora en Irlanda del Norte y en el conflicto palestino-israelí, el ex senador George Mitchell, ya pasó por la región.
La comunidad internacional debe asumir un papel más significativo en la búsqueda de una solución del problema palestino-israelí. Al hablar de comunidad internacional se habla del Cuarteto para Oriente Medio, que hasta ahora no pasa de ser una promesa incumplida de la comunidad internacional. Y cuando se habla del Cuarteto, se trata muy especialmente de Estados Unidos, cuya diplomacia se distinguió en los últimos años por su ausencia o una presencia conflictiva. La comunidad internacional tiene por delante un desafío que de no ser asumido desencadenará más tensiones y nuevas guerras. La UE está obligada a asumir el reto.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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