por Leonardo Curzio, Doctor en Historia, periodista e investigador del CISAN.
El término "seguridad nacional" ha provocado en México muchas discusiones, algunas muy fructíferas, otras un poco circulares. En las últimas décadas uno de los ejercicios más interesantes que seguían a la publicación del Plan Nacional de Desarrollo, era diseccionar el apartado en el que el Presidente conceptualizaba la seguridad nacional.
Académicos y sectores especializados de la prensa hacían un escrutinio del aparato conceptual del Ejecutivo y así trazaban líneas generales de lo que cabía esperar en materia de conducción de la política de seguridad y a que temas se asociaba. En el plan de desarrollo actual, Felipe Calderón opta por no meterse en honduras conceptuales y de una manera muy directa pasa a formular los objetivos, dando por vista la definición de seguridad nacional.
En el PND 2007-2012, la seguridad nacional es abordada desde la perspectiva de una agenda de riesgos claramente centrada en torno al crimen organizado y sus efectos deletéreos. El Estado tiene, en efecto, una presión directa, inmediata y lacerante por parte de grupos criminales que disputan su centralidad y desafían cotidianamente su capacidad de establecer condiciones mínimas (como garantizar la vida de las personas) para una reproducción social armónica.
Es revelador, sin embargo, que la política de seguridad nacional no tenga otros horizontes, ni aborde otras perspectivas temáticas; es algo así como si estuviéramos "narcotizados". Es una confesión por parte del gobierno federal que su previsión es que sus capacidades tácticas, operativas y estratégicas estarán focalizadas en ese asunto a lo largo del sexenio. ¡Triste realidad la nuestra en la que nuestra perspectiva estratégica no alcanza a abarcar algunos otros temas que podrían formar parte de una agenda más ambiciosa y tal vez más luminosa!
El Presidente ha declarado que hay un gran compromiso de su gobierno con la consecución de otros objetivos, por ejemplo en materia ecológica, pero ninguno de ellos se conceptualiza como tema de seguridad nacional. No hay duda, pues, de que lo inmediato (que tiene por supuesto una gran importancia) nos impide atender con la profundidad necesaria lo importante.
En el horizonte de la administración actual el combate a las drogas consume una buena parte de sus esfuerzos y ha monopolizado su conceptualización estratégica de la seguridad nacional. Tal vez esto sea inevitable pero, recordemos de la experiencia de nuestros vecinos cuando en el 2001 decidieron monotemizar su agenda de seguridad y concentrarse en el tema del terrorismo. Bajaron la guardia en temas como el control de las drogas o su relación con diversas regiones del mundo con consecuencias pavorosas. La capacidad de la potencia para lidiar con la complejidad de los problemas del mundo se redujo drásticamente con consecuencias que México está pagando todavía. Ojo pues con la monomanía, pues por complejo que sea un problema, el resto de los factores no deja por ello de existir.
El término "seguridad nacional" ha provocado en México muchas discusiones, algunas muy fructíferas, otras un poco circulares. En las últimas décadas uno de los ejercicios más interesantes que seguían a la publicación del Plan Nacional de Desarrollo, era diseccionar el apartado en el que el Presidente conceptualizaba la seguridad nacional.
Académicos y sectores especializados de la prensa hacían un escrutinio del aparato conceptual del Ejecutivo y así trazaban líneas generales de lo que cabía esperar en materia de conducción de la política de seguridad y a que temas se asociaba. En el plan de desarrollo actual, Felipe Calderón opta por no meterse en honduras conceptuales y de una manera muy directa pasa a formular los objetivos, dando por vista la definición de seguridad nacional.
En el PND 2007-2012, la seguridad nacional es abordada desde la perspectiva de una agenda de riesgos claramente centrada en torno al crimen organizado y sus efectos deletéreos. El Estado tiene, en efecto, una presión directa, inmediata y lacerante por parte de grupos criminales que disputan su centralidad y desafían cotidianamente su capacidad de establecer condiciones mínimas (como garantizar la vida de las personas) para una reproducción social armónica.
Es revelador, sin embargo, que la política de seguridad nacional no tenga otros horizontes, ni aborde otras perspectivas temáticas; es algo así como si estuviéramos "narcotizados". Es una confesión por parte del gobierno federal que su previsión es que sus capacidades tácticas, operativas y estratégicas estarán focalizadas en ese asunto a lo largo del sexenio. ¡Triste realidad la nuestra en la que nuestra perspectiva estratégica no alcanza a abarcar algunos otros temas que podrían formar parte de una agenda más ambiciosa y tal vez más luminosa!
El Presidente ha declarado que hay un gran compromiso de su gobierno con la consecución de otros objetivos, por ejemplo en materia ecológica, pero ninguno de ellos se conceptualiza como tema de seguridad nacional. No hay duda, pues, de que lo inmediato (que tiene por supuesto una gran importancia) nos impide atender con la profundidad necesaria lo importante.
En el horizonte de la administración actual el combate a las drogas consume una buena parte de sus esfuerzos y ha monopolizado su conceptualización estratégica de la seguridad nacional. Tal vez esto sea inevitable pero, recordemos de la experiencia de nuestros vecinos cuando en el 2001 decidieron monotemizar su agenda de seguridad y concentrarse en el tema del terrorismo. Bajaron la guardia en temas como el control de las drogas o su relación con diversas regiones del mundo con consecuencias pavorosas. La capacidad de la potencia para lidiar con la complejidad de los problemas del mundo se redujo drásticamente con consecuencias que México está pagando todavía. Ojo pues con la monomanía, pues por complejo que sea un problema, el resto de los factores no deja por ello de existir.
artículo enviado por Gerardo Chávez Razo
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