Por William Chislett, colaborador del Real Instituto Elcano y autor de varios libros sobre España y Turquía (EL PAÍS, 18/02/09):
Llama la atención las numerosas similitudes entre Turquía y España, uno de los pocos países que activamente apoya el ingreso de la nación musulmana en la Unión Europea y que a partir de este año formará parte del pequeño grupo de países con quien Ankara mantendrá una cumbre anual.
Considerando las similitudes existentes, ¿qué lección podría sacar Turquía de la experiencia española?
Primero, veremos algunas de las similitudes. Ambos países están situados geográficamente en sendas penínsulas en los confines del Mediterráneo y controlan estrechos estratégicos. En la antigüedad, Anatolia (hoy gran parte de la República de Turquía) e Iberia estuvieron bajo dominio del Imperio Romano. Tras el surgimiento y difusión del islam, los árabes comenzaron a llamar a la puerta de ambas penínsulas. Cuando los turcos entraron en Anatolia en el siglo XI, Iberia era un Estado musulmán y Anatolia un Estado cristiano. Los otomanos se convirtieron en un gran imperio, mientras que en Iberia la unión de los reinos de Castilla y Aragón daba lugar a otro gran imperio. Las derrotas de la armada otomana en Lepanto en 1571 y de la Armada Invencible española en el Atlántico en 1588 constituyeron un punto de inflexión en la historia de ambos imperios. España perdió sus últimas colonias en 1898 y el Imperio Otomano se colapsó después de la Primera Guerra Mundial, y dio paso en 1923 a la República de Turquía de la mano de Mustafa Kemal Atatürk.
En la época moderna, ambos países han tenido economías fuertemente basadas en la agricultura y en políticas económicas autárquicas, ambos han tenido migraciones masivas dentro de sus países, los turcos empezaron a llegar a Alemania como “trabajadores invitados” más o menos a la vez que los españoles en los cincuenta y ambas naciones fueron reclutadas por Estados Unidos durante la guerra fría por razones geoestratégicas y albergaron bases militares -en 1952 en Turquía y en 1953 en España-. Ambos tienen problemas en contener a nacionalismos minoritarios y terminar sus problemas de terrorismo (ETA y el grupo kurdo PKK). Los militares en ambos países y en Turquía, aún hoy, han sido fuertes protagonistas en la vida nacional. Por último, el llamado kulturkampf sigue en ambos países (más en Turquía) entre tradicionalistas y reformistas -en España entre clericales y anticlericales y en Turquía entre laicistas e islamistas-.
No quiero exagerar las similitudes porque hay una diferencia crucial entre los dos países: uno es mayoritariamente católico y el otro musulmán. Sin embargo, lo esencial no es tanto el dogma religioso cuanto la influencia dela religión en la cultura de un país. Turquía es un país rígidamente secular.
Como consta en el último informe de la Comisión Europea sobre la marcha de Turquía, se ha hecho poco progreso desde que empezó su proceso de adhesión a la Unión Europea en 2005 (es miembro asociado desde 1963, 15 años antes de que España empezó a negociar su entrada). En otros aspectos, Turquía estaba por delante de España -se unió a la OTAN en 1952, 30 años antes que España, entró en las Naciones Unidas también en 1952, tres años antes que España, y en el Consejo de Europa en 1949, 28 años antes que España-.
A mi modo de ver, hay tres lecciones importantes para Turquía de la experiencia de España. Después de la muerte de Franco, toda España, salvo los más fervientes partidarios del dictador, apoyaban el ingreso en la Comunidad Europea. Los partidos políticos turcos, al principio de sus negociaciones con Bruselas, también estaban mayoritariamente a favor del ingreso de su país, pero, tristemente, este apoyo ha disminuido, en parte por la oposición a la entrada en la Unión Europea en gran parte de Europa que ha fomentado el nacionalismo. El Partido Republicano del Pueblo, creado por Atatürk, y el ultraderechista Partido del Movimiento Nacional no son hoy entusiastas partidarios de la Unión Europea, y han creado obstáculos, muchas veces, para sacar ventajas partidistas del gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíces islámicas pero que se profesa laico y conservador. Mientras que la unidad política en España ayudó a su proceso de adhesión, en Turquía la falta de unidad es una lacra.
En el campo militar, la falta de reformas supone un impedimento serio para la entrada en la Unión Europea. Mientras que la pertenencia de Turquía a la OTAN no sirvió de nada para mantener a los militares al margen de la política -el país ha tenido tres golpes de Estado desde 1960, más uno en 1997 llamado “posmoderno”, por no implicar una acción directa, y el último en 2007 llamado “e-golpe” por consistir en un aviso al Gobierno publicado en la web del Ejército-, en el caso de España, su adhesión a la OTAN sí actuó como un catalizador de reformas militares. Más importante que esto fue, sin embargo, el proceso de democratización en España en todas las esferas. Según Narcís Serra, ministro de Defensa entre 1982 y 1991 y autor de un excelente libro sobre la transición militar, “sin avances en el proceso general de democratización no pueden democratizarse los ejércitos, y aun en procesos de democratización con progresos firmes puede suceder que la evolución en el ámbito del control militar sea más lenta y prolongada. El control de los militares requiere una mayor riqueza institucional que la mera existencia de elecciones libres, empezando por un Gobierno legitimado y un poder legislativo convencido del apoyo al Gobierno en esta tarea”. Turquía hará bien en seguir estos consejos.
El motor de reformar las Fuerzas Armadas en Turquía ha sido el proceso de adhesión a la Unión Europea que ha dado lugar a algunos cambios, por ejemplo en el Consejo Nacional de Seguridad, una especie de Gobierno en la sombra, pero, en palabras de la Comisión Europea, “la tendencia de los militares a hacer comentarios públicos sobre temas que trascienden sus competencias, incluyendo la agenda de reformas, ha incrementado”.
El tema militar es muy complejo y sensible, y en esta área inciden otros factores clave como el laicismo, la defensa de las numerosas fronteras de Turquía y el resurgimiento del terrorismo del PKK. Sin embargo, pienso en las palabras del general Manuel Gutiérrez Mellado, el valiente vicepresidente primero para Asuntos de la Seguridad y Defensa Nacional con Adolfo Suárez, quien dijo en una conferencia a militares cuatro años antes del golpe de Estado en España en 1981: “No olvidemos que los militares no tenemos la exclusiva del amor a la patria”.
Por último, no se ha redactado aún una nueva Constitución en Turquía para reemplazar la Constitución ratificada en 1982 durante la última junta militar. Esta Constitución da demasiados derechos al Estado y demasiados pocos a los ciudadanos. La clase política española comprendió que el país necesitaba una revisión completa de la Constitución y había que tirarla por la ventana y no limitarse a unos meros retoques, como ha sido el caso en Turquía, hasta ahora con esfuerzos fallidos como legalizar el velo en universidades, una reforma aprobada por el Parlamento y luego rechazada por el Tribunal Constitucional, bastión de secularismo.
España está ampliamente reconocida en Turquía como una fuente de inspiración para ingresar en la Unión Europea; hace falta seguir su ejemplo con más audacia.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Llama la atención las numerosas similitudes entre Turquía y España, uno de los pocos países que activamente apoya el ingreso de la nación musulmana en la Unión Europea y que a partir de este año formará parte del pequeño grupo de países con quien Ankara mantendrá una cumbre anual.
Considerando las similitudes existentes, ¿qué lección podría sacar Turquía de la experiencia española?
Primero, veremos algunas de las similitudes. Ambos países están situados geográficamente en sendas penínsulas en los confines del Mediterráneo y controlan estrechos estratégicos. En la antigüedad, Anatolia (hoy gran parte de la República de Turquía) e Iberia estuvieron bajo dominio del Imperio Romano. Tras el surgimiento y difusión del islam, los árabes comenzaron a llamar a la puerta de ambas penínsulas. Cuando los turcos entraron en Anatolia en el siglo XI, Iberia era un Estado musulmán y Anatolia un Estado cristiano. Los otomanos se convirtieron en un gran imperio, mientras que en Iberia la unión de los reinos de Castilla y Aragón daba lugar a otro gran imperio. Las derrotas de la armada otomana en Lepanto en 1571 y de la Armada Invencible española en el Atlántico en 1588 constituyeron un punto de inflexión en la historia de ambos imperios. España perdió sus últimas colonias en 1898 y el Imperio Otomano se colapsó después de la Primera Guerra Mundial, y dio paso en 1923 a la República de Turquía de la mano de Mustafa Kemal Atatürk.
En la época moderna, ambos países han tenido economías fuertemente basadas en la agricultura y en políticas económicas autárquicas, ambos han tenido migraciones masivas dentro de sus países, los turcos empezaron a llegar a Alemania como “trabajadores invitados” más o menos a la vez que los españoles en los cincuenta y ambas naciones fueron reclutadas por Estados Unidos durante la guerra fría por razones geoestratégicas y albergaron bases militares -en 1952 en Turquía y en 1953 en España-. Ambos tienen problemas en contener a nacionalismos minoritarios y terminar sus problemas de terrorismo (ETA y el grupo kurdo PKK). Los militares en ambos países y en Turquía, aún hoy, han sido fuertes protagonistas en la vida nacional. Por último, el llamado kulturkampf sigue en ambos países (más en Turquía) entre tradicionalistas y reformistas -en España entre clericales y anticlericales y en Turquía entre laicistas e islamistas-.
No quiero exagerar las similitudes porque hay una diferencia crucial entre los dos países: uno es mayoritariamente católico y el otro musulmán. Sin embargo, lo esencial no es tanto el dogma religioso cuanto la influencia dela religión en la cultura de un país. Turquía es un país rígidamente secular.
Como consta en el último informe de la Comisión Europea sobre la marcha de Turquía, se ha hecho poco progreso desde que empezó su proceso de adhesión a la Unión Europea en 2005 (es miembro asociado desde 1963, 15 años antes de que España empezó a negociar su entrada). En otros aspectos, Turquía estaba por delante de España -se unió a la OTAN en 1952, 30 años antes que España, entró en las Naciones Unidas también en 1952, tres años antes que España, y en el Consejo de Europa en 1949, 28 años antes que España-.
A mi modo de ver, hay tres lecciones importantes para Turquía de la experiencia de España. Después de la muerte de Franco, toda España, salvo los más fervientes partidarios del dictador, apoyaban el ingreso en la Comunidad Europea. Los partidos políticos turcos, al principio de sus negociaciones con Bruselas, también estaban mayoritariamente a favor del ingreso de su país, pero, tristemente, este apoyo ha disminuido, en parte por la oposición a la entrada en la Unión Europea en gran parte de Europa que ha fomentado el nacionalismo. El Partido Republicano del Pueblo, creado por Atatürk, y el ultraderechista Partido del Movimiento Nacional no son hoy entusiastas partidarios de la Unión Europea, y han creado obstáculos, muchas veces, para sacar ventajas partidistas del gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíces islámicas pero que se profesa laico y conservador. Mientras que la unidad política en España ayudó a su proceso de adhesión, en Turquía la falta de unidad es una lacra.
En el campo militar, la falta de reformas supone un impedimento serio para la entrada en la Unión Europea. Mientras que la pertenencia de Turquía a la OTAN no sirvió de nada para mantener a los militares al margen de la política -el país ha tenido tres golpes de Estado desde 1960, más uno en 1997 llamado “posmoderno”, por no implicar una acción directa, y el último en 2007 llamado “e-golpe” por consistir en un aviso al Gobierno publicado en la web del Ejército-, en el caso de España, su adhesión a la OTAN sí actuó como un catalizador de reformas militares. Más importante que esto fue, sin embargo, el proceso de democratización en España en todas las esferas. Según Narcís Serra, ministro de Defensa entre 1982 y 1991 y autor de un excelente libro sobre la transición militar, “sin avances en el proceso general de democratización no pueden democratizarse los ejércitos, y aun en procesos de democratización con progresos firmes puede suceder que la evolución en el ámbito del control militar sea más lenta y prolongada. El control de los militares requiere una mayor riqueza institucional que la mera existencia de elecciones libres, empezando por un Gobierno legitimado y un poder legislativo convencido del apoyo al Gobierno en esta tarea”. Turquía hará bien en seguir estos consejos.
El motor de reformar las Fuerzas Armadas en Turquía ha sido el proceso de adhesión a la Unión Europea que ha dado lugar a algunos cambios, por ejemplo en el Consejo Nacional de Seguridad, una especie de Gobierno en la sombra, pero, en palabras de la Comisión Europea, “la tendencia de los militares a hacer comentarios públicos sobre temas que trascienden sus competencias, incluyendo la agenda de reformas, ha incrementado”.
El tema militar es muy complejo y sensible, y en esta área inciden otros factores clave como el laicismo, la defensa de las numerosas fronteras de Turquía y el resurgimiento del terrorismo del PKK. Sin embargo, pienso en las palabras del general Manuel Gutiérrez Mellado, el valiente vicepresidente primero para Asuntos de la Seguridad y Defensa Nacional con Adolfo Suárez, quien dijo en una conferencia a militares cuatro años antes del golpe de Estado en España en 1981: “No olvidemos que los militares no tenemos la exclusiva del amor a la patria”.
Por último, no se ha redactado aún una nueva Constitución en Turquía para reemplazar la Constitución ratificada en 1982 durante la última junta militar. Esta Constitución da demasiados derechos al Estado y demasiados pocos a los ciudadanos. La clase política española comprendió que el país necesitaba una revisión completa de la Constitución y había que tirarla por la ventana y no limitarse a unos meros retoques, como ha sido el caso en Turquía, hasta ahora con esfuerzos fallidos como legalizar el velo en universidades, una reforma aprobada por el Parlamento y luego rechazada por el Tribunal Constitucional, bastión de secularismo.
España está ampliamente reconocida en Turquía como una fuente de inspiración para ingresar en la Unión Europea; hace falta seguir su ejemplo con más audacia.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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