Por José I. Castelló, periodista y profesor de Periodismo de la Universitat Abat Oliba (EL PERIÓDICO, 14/10/08):
El novelista Paul Auster declaraba hace unos días en Barcelona que si había una razón para que Barack Obama perdiese las elecciones sería solo su color de piel. Ni metáforas, ni coincidencias, ni campañas difamatorias. El color y las dudas de hasta qué punto Estados Unidos sigue siendo racista eran los únicos motivos que abstenían al popular escritor estadounidense de hacer predicciones sobre el resultado del 4 de noviembre. Al manifestar la razón principal de una posible derrota del candidato demócrata, Auster silenciaba a todos aquellos que se han pasado la campaña buscando razones imposibles para el fracaso de Obama en las urnas. Algunas hasta inverosímiles, pero tan curiosas, que solo por su paralelismo con la trayectoria del líder negro deben ser recordadas a los lectores.
EL RESULTADO no le pudo ir peor a la senadora en un hipódromo con 160.000 aficionados y 15 millones de espectadores frente al televisor. La yegua quedaba segunda por detrás de Big Brown y debía ser sacrificada en la misma pista tras fracturarse las dos patas delanteras. Los medios de comunicación estadounidenses se cebaron con el suceso y presagiaron irónicamente el mismo destino en las primarias demócratas. Un mes después, los presagios se cumplían y Hillary Clinton se descabalgaba de la carrera hacia la Casa Blanca. El purasangre arrasaba en la segunda prueba de la Triple Corona y el equipo de Obama sentía como algo suyo, a instancias del clamor popular, el lema 2008, el año de Big Brown: por primera vez en las últimas tres décadas un caballo podía ganar el prestigioso título y por primera vez en la historia un candidato de color podía ser presidente de Estados Unidos.
Desde aquel momento, en el Partido Demócrata ya no se hizo ni una sola mención a Barack Big Brown Obama. Eran los republicanos, entonces, quienes comenzaban a apropiarse de la historia del caballo. Ponían en marcha su aparato propagandístico y ventilaban en la prensa el fracaso del purasangre como presagio del resultado final que se iba a encontrar su adversario demócrata el 4 de noviembre.
A PARTIR DE aquí, y con los sondeos en la mano, que cada cual piense lo que quiera. Los demócratas han pasado página con rapidez. Los republicanos se han quedado en ella. Y los más curiosos han encontrado una nueva: el único precedente en los últimos 30 años donde coincidieron elecciones presidenciales y un posible ganador de la Triple Corona fue en 1988, cuando el demócrata Michael Dukakis y el republicano George H. W. Bush lucharon por la presidencia. Dukakis, como Obama tiene en su carnet, era hijo de inmigrantes y con apellido no anglosajón; Dukakis, como Obama con Hillary Clinton, acabó con las aspiraciones de su compañero de partido, el reverendo negro Jesse Jackson; Dukakis, como Obama con las diatribas de su pastor espiritual Jeremiah Wright, se enfrentó a las campañas difamatorias republicanas que lo acusaron de ineficacia contra la criminalidad. Incluso Sunday Silence, como Big Brown, cayó en el hipódromo de Belmont Park cuando lo tenía todo para convertirse en el mejor.
¿Ganador o colocado? Obama corre. McCain espera.
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