jueves, diciembre 11, 2008

Una política ciega

Por Rosa Massagué, periodista (EL PERIÓDICO, 10/12/08):

La UE acaba de poner en marcha su primera operación naval, la operación Atalanta, para prevenir y reprimir la piratería que campa a sus anchas frente a las costas de Somalia. Mientras en Bruselas se tomaba esta decisión, que el ministro francés de Defensa, Hervé Morin, calificó de forma hiperbólica de “símbolo de la autonomía militar europea”, en Nueva York el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba una resolución que castiga a personas y entidades vinculadas a los piratas.

El 90% del comercio global se hace por mar. Antes de esta emergencia en las costas de Somalia ha habido otros mares donde los modernos bucaneros han sembrado el terror. En el estrecho de Malaca, por ejemplo, en la autopista que une Europa y el canal de Suez con el mar de la China meridional. Por sus aguas circula el 80% del petróleo que consumen China y Japón. Los esfuerzos combinados de los países vecinos han conseguido aumentar la seguridad y reducir los ataques.

¿Ocurrirá otro tanto en las costas del Índico próximas al Cuerno de África con las medidas adoptadas en Bruselas y Nueva York? Pues muy difícilmente. La zona donde operan los piratas es enorme y se necesitaría una verdadera armada para controlarla. El Sirius Star, por ejemplo, la mayor captura realizada por los piratas somalís, fue secuestrado a 833 kilómetros de la costa de Kenia, cuando se dirigía hacia el sur, hacia el cabo de Buena Esperanza. En cuanto a los castigos auspiciados por la ONU, su aplicación, al margen de sus efectos, resulta más que problemática. No está nada claro cuál es la autoridad competente.

Sin embargo, la mayor dificultad reside no solo en que Somalia es un Estado fallido. Es toda la zona –formada además por Sudán, Eritrea, Etiopía, Yibuti, Kenia y Uganda–, que ha sido un campo de batalla de distintas guerras en las últimas décadas, la que es un enorme foco de inestabilidad a diferencia de los países ribereños del estrecho de Malaca (Malaisia, Indonesia y Singapur), con instituciones consolidadas y en paz.

La presencia en los años 90 de Al Qaeda y de Osama bin Laden en la zona desde la que se organizaron los atentados contra las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania en 1998, lanzó a Washington –primero con Bill Clinton y después con George Bush– a una política antiterrorista que solo arroja resultados negativos, no resuelve los conflictos, tiene efectos contraproducentes para la misma lucha antiterrorista y condena a la población a la miseria y la desesperanza absolutas.

EEUU YA había comprobado amargamente qué ocurre allí con una operación mal planteada. Eso fue después de que, en 1991, en Somalia cayó el Gobierno y el país se hundió en el caos total del que sigue sin recuperarse. Clinton ofreció tropas a la ONU para proteger la intervención humanitaria para combatir la hambruna. Aquella operación de EEUU cambió radicalmente de objetivo después de que un helicóptero Black Hawk fue derribado y los cadáveres de los marines arrastrados por las calles de Mogadischo.

EEUU se dedicó a la persecución de Farah Aidid, el señor de la guerra responsable del derribo del helicóptero, hasta que las tropas abandonaron Somalia en 1995 sin alcanzar ningún objetivo. Los señores de la guerra seguían gestionando la distribución de la ayuda humanitaria apropiándose de la mitad, lo que les permitía armarse y financiar sus milicias, y Aidid siguió guerreando.

Después del 11-S, la zona ha sido una parte importante de la guerra de Bush contra el terrorismo. Mientras EEUU cooperaba con el régimen de Jartum en cuestiones de antiterrorismo cerrando ambos ojos a las barbaridades cometidas por las tropas sudanesas en Darfur, Somalia no salía del caos hasta que en los ambientes comerciales nació la Unión de Tribunales Islámicos. Paralelamente, EEUU patrocinó la Alianza para la Restauración de la Paz y la Lucha Antiterrorista formada por un grupo de señores de la guerra.

LOS ISLAMISTAS se hicieron con el poder en varias ciudades, entre ellas Mogadischo, derrotaron a los patrocinados por EEUU e impusieron el orden en las zonas que controlaban. Por primera vez en 11 años se abrieron el puerto y el aeropuerto de la capital y descendió considerablemente la piratería. Pero la relativa tranquilidad duró poco, solo seis meses. Ya que la Alianza no había sido capaz de acabar con la Unión, Washington encontró quien lo hiciera por delegación. En diciembre del 2006, tropas etíopes invadían Somalia y derrotaban a los islamistas.

El resultado es que los islamistas se han fraccionado y radicalizado, el Gobierno ha fracasado –como reconoció hace poco el propio presidente Abdulahi Yusuf–, no se vislumbra que Somalia deje de ser un Estado fallido y el hambre sigue atenazando a la población.

Según escribían John Prendergast y Colin Thomas-Jensen en Foreign Affairs, “la Administración de Bush ha preferido crear una asociación estratégica con los señores de la guerra en pos de unos cuantos terroristas en vez de atender a la inexistencia crónica del Estado que continuará atrayendo a más terroristas al país”. Barak Obama puede cambiar esta política. Mientras eso no ocurra, la piratería seguirá siendo la reina de aquel mar.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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