Por Charles Tannock, eurodiputado, portavoz de Asuntos Exteriores del Partido Conservador británico. © Project Syndicate 2007. Traducción: David Meléndez Tormen (LA VANGUARDIA, 28/09/07):
“Mira antes de saltar” es un práctico principio tanto en la vida diaria como en las relaciones internacionales.
Y, no obstante, la Administración Bush se apresta nuevamente a saltar a lo desconocido. Incluso considerando que todo el mundo piensa que la falta de previsión es la principal causa de la debacle en Iraq, Estados Unidos (con el probable respaldo británico) se está preparando a reconocer unilateralmente la independencia de Kosovo, sin importarle sus consecuencias para Europa ni el resto del mundo.
Kosovo ha sido administrada desde 1999 por una misión de las Naciones Unidas protegida por tropas de la OTAN, aunque formalmente sigue siendo parte de Serbia. Sin embargo, con la mayoría albanesa de Kosovo exigiendo su propio estado y la negativa de Rusia a reconocer el plan del mediador de la ONU, Martti Ahtisaari, para una independencia condicional, Estados Unidos se está aprestando a ir por su cuenta. En lugar de pensar en lo que Ahtisaari consideró impensable, la división de Kosovo - destinando una pequeña parte del norte a Serbia y vinculando el resto a los hermanos étnicos kosovares de Albania o a otro estado-, Estados Unidos tiene planes de actuar sin la anuencia de la ONU, argumentando que sólo un Kosovo independiente dará estabilidad a los Balcanes occidentales.
Tal argumento es debatible y el historial del Gobierno kosovar sugiere que es erróneo. Pero la postura de Estados Unidos pierde el rumbo inequívocamente al no prever que el “precedente de Kosovo” incitará inestabilidad y - potencialmente- violencia en otras zonas.
¿Por qué el apuro por dar la independencia a Kosovo? Muchas disputas se han mantenido sin solución por décadas. El conflicto de Cachemira se arrastra desde 1947, la ocupación turca del norte de Chipre, desde 1974, y la de Cisjordania por Israel, desde 1967. Pero nadie sugiere que se adopten medidas unilaterales en estos potenciales puntos de conflagración.
No obstante, Estados Unidos - y la mayoría de los miembros de la Unión Europea- argumentan que la situación de Kosovo es especial y que no sentará un precedente internacional legalmente vinculante. El problema es que Rusia ve el asunto de manera muy diferente. De hecho, puede intentar usarlo para restablecer su autoridad sobre naciones y territorios que una vez fueron parte de la Unión Soviética.
A España y Chipre, que tienen en su territorio regiones nacionalistas, les preocupa cualquier posible precedente. Rumanía también lo ve así. Teme las consecuencias que sobre su vecina Moldavia puede tener una independencia de Kosovo obtenida de manera unilateral. La preocupación es que Rusia reconozca unilateralmente la independencia del Transdniéster, un territorio separatista moldavo que las tropas rusas y las mafias criminales han estado respaldando durante 16 años.
Ucrania también está profundamente inquieta. Teme que Rusia estimule las tendencias separatistas en Crimea, donde la población étnica rusa es mayoritaria. (Crimea fue cedida a Ucrania por Jruschov en 1954.) Rusia puede decidir abusar del precedente de Kosovo aún más, intentando dividir a Ucrania entre rusohablantes y hablantes del ucraniano.
Pero los mayores riesgos de un reconocimiento unilateral de la independencia de Kosovo están en el sur del Cáucaso. Allí, el peligro real es que Rusia pueda reconocer las regiones separatistas de esta zona y respaldarlas más que hasta ahora.
Incluso antes de que Vladimir Putin se convirtiera en presidente de Rusia, el Kremlin ya estaba haciendo de las suyas en Georgia, dando pasaportes rusos a ciudadanos de Abjasia (la mayor región separatista) e insuflando dinero a su economía. Las “tropas de paz” de Rusia en Abjasia y Osetia del Sur, la otra región separatista de Georgia, de hecho han protegido a sus gobiernos rebeldes. Además, Rusia aplica un bloqueo comercial a Georgia para debilitar la tendencia prooccidental del presidente Mijail Saakashvili.
Si Rusia reconoce la independencia de Abjasia, Saakashvili podría verse tentado a responder militarmente para impedir que su país se desmembre. Otro conflicto en Abjasia podría provocar una guerra abierta con Rusia y tensaría las relaciones con Armenia, ya que hay casi 50.000 armenios en Abjasia que apoyan a los separatistas.
Otro riesgo en el sur del Cáucaso es que Rusia (con el apoyo de Armenia) reconozca la autoproclamada independencia de Nagorno-Karabaj con respecto de Azerbaiyán. Este territorio, históricamente armenio, sufrió una sangrienta guerra secesionista entre 1988 y 1994, con un 14% del territorio de Azerbaiyán ocupado por los armenios, apoyados por Rusia.
Desde entonces, el petróleo ha consolidado el poderío militar azerí, por lo que el Gobierno de Bakú está mejor preparado para rechazar agresiones que lo que estaba en los noventa. Y la vecina Turquía está de su lado. EE. UU. ha sugerido que Azerbaiyán perdería esa guerra, incluso con el apoyo turco. Las fuerzas armenias están bien asentadas y han recibido un importante impulso con el desvío realizado por Rusia de armamento pesado desde algunas bases georgianas recién cerradas.
Por lo general, a los conflictos del Transdniéster y el sur del Cáucaso se los llama “conflictos congelados”, puesto que no ha sucedido mucho desde que comenzaran en los noventa. Cualquier medida unilateral para dar su independencia a Kosovo los puede descongelar, rápida y cruentamente. Y ese potencial baño de sangre en los límites de Rusia puede dar a Putin el pretexto para extender su mando más allá del término de su mandato en marzo.
“Mira antes de saltar” es un práctico principio tanto en la vida diaria como en las relaciones internacionales.
Y, no obstante, la Administración Bush se apresta nuevamente a saltar a lo desconocido. Incluso considerando que todo el mundo piensa que la falta de previsión es la principal causa de la debacle en Iraq, Estados Unidos (con el probable respaldo británico) se está preparando a reconocer unilateralmente la independencia de Kosovo, sin importarle sus consecuencias para Europa ni el resto del mundo.
Kosovo ha sido administrada desde 1999 por una misión de las Naciones Unidas protegida por tropas de la OTAN, aunque formalmente sigue siendo parte de Serbia. Sin embargo, con la mayoría albanesa de Kosovo exigiendo su propio estado y la negativa de Rusia a reconocer el plan del mediador de la ONU, Martti Ahtisaari, para una independencia condicional, Estados Unidos se está aprestando a ir por su cuenta. En lugar de pensar en lo que Ahtisaari consideró impensable, la división de Kosovo - destinando una pequeña parte del norte a Serbia y vinculando el resto a los hermanos étnicos kosovares de Albania o a otro estado-, Estados Unidos tiene planes de actuar sin la anuencia de la ONU, argumentando que sólo un Kosovo independiente dará estabilidad a los Balcanes occidentales.
Tal argumento es debatible y el historial del Gobierno kosovar sugiere que es erróneo. Pero la postura de Estados Unidos pierde el rumbo inequívocamente al no prever que el “precedente de Kosovo” incitará inestabilidad y - potencialmente- violencia en otras zonas.
¿Por qué el apuro por dar la independencia a Kosovo? Muchas disputas se han mantenido sin solución por décadas. El conflicto de Cachemira se arrastra desde 1947, la ocupación turca del norte de Chipre, desde 1974, y la de Cisjordania por Israel, desde 1967. Pero nadie sugiere que se adopten medidas unilaterales en estos potenciales puntos de conflagración.
No obstante, Estados Unidos - y la mayoría de los miembros de la Unión Europea- argumentan que la situación de Kosovo es especial y que no sentará un precedente internacional legalmente vinculante. El problema es que Rusia ve el asunto de manera muy diferente. De hecho, puede intentar usarlo para restablecer su autoridad sobre naciones y territorios que una vez fueron parte de la Unión Soviética.
A España y Chipre, que tienen en su territorio regiones nacionalistas, les preocupa cualquier posible precedente. Rumanía también lo ve así. Teme las consecuencias que sobre su vecina Moldavia puede tener una independencia de Kosovo obtenida de manera unilateral. La preocupación es que Rusia reconozca unilateralmente la independencia del Transdniéster, un territorio separatista moldavo que las tropas rusas y las mafias criminales han estado respaldando durante 16 años.
Ucrania también está profundamente inquieta. Teme que Rusia estimule las tendencias separatistas en Crimea, donde la población étnica rusa es mayoritaria. (Crimea fue cedida a Ucrania por Jruschov en 1954.) Rusia puede decidir abusar del precedente de Kosovo aún más, intentando dividir a Ucrania entre rusohablantes y hablantes del ucraniano.
Pero los mayores riesgos de un reconocimiento unilateral de la independencia de Kosovo están en el sur del Cáucaso. Allí, el peligro real es que Rusia pueda reconocer las regiones separatistas de esta zona y respaldarlas más que hasta ahora.
Incluso antes de que Vladimir Putin se convirtiera en presidente de Rusia, el Kremlin ya estaba haciendo de las suyas en Georgia, dando pasaportes rusos a ciudadanos de Abjasia (la mayor región separatista) e insuflando dinero a su economía. Las “tropas de paz” de Rusia en Abjasia y Osetia del Sur, la otra región separatista de Georgia, de hecho han protegido a sus gobiernos rebeldes. Además, Rusia aplica un bloqueo comercial a Georgia para debilitar la tendencia prooccidental del presidente Mijail Saakashvili.
Si Rusia reconoce la independencia de Abjasia, Saakashvili podría verse tentado a responder militarmente para impedir que su país se desmembre. Otro conflicto en Abjasia podría provocar una guerra abierta con Rusia y tensaría las relaciones con Armenia, ya que hay casi 50.000 armenios en Abjasia que apoyan a los separatistas.
Otro riesgo en el sur del Cáucaso es que Rusia (con el apoyo de Armenia) reconozca la autoproclamada independencia de Nagorno-Karabaj con respecto de Azerbaiyán. Este territorio, históricamente armenio, sufrió una sangrienta guerra secesionista entre 1988 y 1994, con un 14% del territorio de Azerbaiyán ocupado por los armenios, apoyados por Rusia.
Desde entonces, el petróleo ha consolidado el poderío militar azerí, por lo que el Gobierno de Bakú está mejor preparado para rechazar agresiones que lo que estaba en los noventa. Y la vecina Turquía está de su lado. EE. UU. ha sugerido que Azerbaiyán perdería esa guerra, incluso con el apoyo turco. Las fuerzas armenias están bien asentadas y han recibido un importante impulso con el desvío realizado por Rusia de armamento pesado desde algunas bases georgianas recién cerradas.
Por lo general, a los conflictos del Transdniéster y el sur del Cáucaso se los llama “conflictos congelados”, puesto que no ha sucedido mucho desde que comenzaran en los noventa. Cualquier medida unilateral para dar su independencia a Kosovo los puede descongelar, rápida y cruentamente. Y ese potencial baño de sangre en los límites de Rusia puede dar a Putin el pretexto para extender su mando más allá del término de su mandato en marzo.
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